Bernardo Ortiz de Montellano
El grupo minorista de la Habana, selecto, orientado,
alza la voz para, iniciar la revancha contra el tiempo, desnudando sus propios horizontes.
Pintura, Teatro, Poesía, Crítica —este nuevo género creador— al amparo del año,
hoy 1927, se renuevan en Cuba al empuje de su juventud enrolada a la falange intelige,
la nueva orografía del pensamiento, en América.
Por fortuna todavía el público les ignora, minoristas
de todas partes que son a un mismo tiempo predicadores y oyentes,
libertándoles, porque el hablar consigo mismo es, desde Gracián, el camino
maduro del espíritu, creándoles además el santo y seña tipográfico de las
Revistas nuevas, hechas para cruzar el mar, con que estos grupos se entienden,
con entendimiento masónico. (C'est bien, Paul Morand: "Una generación es,
en el fondo, siempre, una masonería).
Pero ¿y la Poesía? La poesía, seamos justos, está
sufriendo ¿gozando? la invasión de la novela. El cinematógrafo, con múltiples cazadores,
dióse a deshumanizarla robándole todos los argumentos, todas las descripciones y,
además, la psicología externa y el realismo de que abusó a fines del Siglo XIX
a tal punto que, cuando llega Proust con la investigadora conciencia de su
sillón de ruedas y el microscopio de la memoria, tiene que volver del revés el
género hasta iluminarnos lo oscuro de la vida y del pensamiento. (¿No es este
un terreno de la poesía?).
Para la poesía de América pasó el romanticismo
de Martí y de Gutiérrez Nájera; el modernismo de Darío y Nervo. Los más
destacados poetas cubanos de hoy, Marinello, Tallet, Loynaz, han doblado esa
sirte y la otra infusa ¡bella! —de Juan Ramón Jiménez va también quedando
atrás. Con qué diferente ponderación —ese equilibrio del gusto de linaje
Goethiano— y valedora cultura emprenden, estos poetas, la ruta alejados del
grito romántico, simplemente patriótico o sensual, tanto como del vanguardismo
exagerado que es extravío de la incultura.
Marinello finamente unido a la buena poesía
tradicional, pura como el lenguaje mismo, prefiere seguir la curva —vuelo
indeciso— que forja la canción aun sin la música y casi también sin las
palabras. Tallet, nuevo en sí mismo, rico de ese nuevo grado y agrado de la
emoción que es la tierna ironía gozadora del dolor por la inteligencia y
Loynaz, el más joven, buceadores inquietos, alzan, de un golpe, la lírica
cubana hasta los hombros del arte actual.
Con
"El trompo de siete colores" se reveló Bernardo Ortiz de Montellano
como una de las sensibilidades mexicanas más auténticamente orientadas por los
nuevos derroteros líricos. Ahora se nos muestra, en estas finas observaciones
sobre nuestra lírica actual, poseedor de original perspicacia crítica.
Revista
de Avance, 30 de agosto de 1927.
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