Raúl Maestri Arredondo
El
"pleito vanguardista" se revela en la poesía más fragorosamente que
en toda otra forma literaria. Y es que todavía cunde por aquí ese concepto
ligero de las musas que nos incita a jugar con ellas como con mujerzuelas. Unos
persisten, en deambular por las alamedas bobeando con la luna, sencillamente porque
tienen ganas de hacer tal. Y porque tienen bobería. Otros encaramados en el
ombligo de una loma se disponen cotidianamente a guillotinar al sol. Estos,
porque iracundos por su infecundidad terrestre hasta quieren cargar al sol la
deuda de su tontería. Y escasos son los que —en una bisectriz de cordura— ofrecen
a un nuevo momento el tesoro de un nuevo sensorio. Es patético nuestro
anacronismo.
Y
este año tramontante no suscita una revisión para este aserto. (¿Por qué Tallet
no lo honraste casándolo a tu formidable libro?)
Gocemos la flor lírica de más impoluta
fragancia: “Poemas en Menguante” de Mariano Brull. Sustancia destilada y pasada
por una criba flamante que encuentra su paladar afín en los 30 lectores que
pedía Barbey d'Aurevilly. Versos de esos sibilinos que —como coquetas— nunca
parecen dársenos. Y es que tras esta poesía cernida presentimos un plus de
emoción. Su liberación de las cosas palpables circundantes o la ecuación
arbitraria que establece de sus relaciones la viste de este halo de infinitud
que provoca tantas refracciones como miradores. Son como incógnitas que admiten
todas las soluciones —siempre que un ritmo sintonizado se establezca entre
ambas.
Para deleitarse con la comprensión de Mariano Brull
es menester conocer su propia taquigrafía estética. Supeditando la lógica a la
analogía —procedimiento genuinamente "obscurista"— y acendrando su
expresión hasta reducirla a un comprimido de esencialidades— la poesía de Brull
es esa gran cosa de un arte que requiere una iluminada disciplina.
"...canto tornaluna
—alegría de ahora—
melodía escarpada,
encrespada crin de
armonía.
Crótalo erizado de
delicia:
voz de jazz'' .
¿Y no fue Baudelaire quien intuyó "la
nature inintellectuelle des rapports de beauté"? Intuición: auspiciadora
de toda esta poesía absoluta y alada. (Mañach ya puntualizó en sus
"Glosas" —ese lujo del periodismo cubano— la influencia del
bergsonismo sobre este flanco poético).
"Unanimismo", de María Villar
Buceta, puede incluirse sin subversión cronológica en este recuento anual. No
veamos en el título una filiación ni —quizás— una alusión. La señorita Villar
Buceta no evidencia parentesco lírico con Jules Romains, Luc Durtain, Georges
Duhamel, Rene Arcos, Vildrac. Su introversión es asaz sostenida para
divorciarla del encendido ímpetu gregarista de los poetas mencionados. Su frase
estricta —que sí la acerca a ellos— no basta para establecer el nexo. Pero su
propia personalidad —cargada con el patrimonio de una delicada sensibilidad— presta
encanto a su obra. Languidece en el trance meditativo; pero se exalta al
recoger verbalmente el hontanar emocional de su almario.
La señora América Bobia Berdayes de Carbó ha coleccionado
en "Ofertorio" —"devocionario lírico"— sus balbuceos
poéticos. Medardo Vitier la anuncia "como la portadora, con nota personal
inconfundible, de un caudal lírico de buena ley''. Ciertamente, vivifica sus versos
ese trémolo temperamental indispensable a todo poeta. Después serán el aleccionamiento
formal y la distinción temática. La autocrítica. La señora Bobia de Carbó ha
progresado más en lo primero que en lo segundo. Su estilo depurado y sencillo
es la más encumbrada virtud de su estro. Su temario —pueril, anciano- le resta
importancia contemporánea a su augural libro.
Gustavo Sánchez Galarraga se ha hecho en
"Las Alamedas Románticas" un como florilegio de sus innumerables
producciones. Desmayos, ayes, baladas y "música, mujeres y flores".
¡Y pensar que este joven de tan lacrimoso misoneísmo marcó otrora una tónica
lírica en Cuba! Y que todavía pueda reclutar en nuestra promoción más
experimentada dos o tres epígonos de café!
Manzanillo es de las ciudades provincianas la
que con más renovado y avizor espíritu conserva la notoriedad militante que le
ganara la pugna modernista. Su "Orto" —diez y siete años de recepción
y de heroísmo— cohesiona todo un pequeño movimiento admirable. Y ya se han
erguido algunas figuras de superlativos alientos para las que es el solar natal
mediatización y hasta ergástula.
Allí Luis Felipe Rodríguez —robusto, poderoso,
agreste. Sus narraciones "La Pascua de la Tierra Natal” son la menos sofisticada
expresión de cubanismo que nos ha deparado el año. A Rodríguez lo llamé
—informando desde esta “1928” de las excelencias de su obra— escritor de la
tierra cubana. Y fue porque, ciertamente, no conozco entre nosotros otra
inteligencia que en gesto así de familiar y simpático eche en el suelo patrio prolíficas
raíces de comprensión. En el suelo y en la atmósfera y en los hombres. Porque,
además de esta dionisíaca glorificación de la naturaleza —tierra y
fauna-Rodríguez vive las zozobras civiles del pueblo. Y una y otras borbotean
en sus libros animadas por una innata y viril predisposición artística. Luis
Felipe Rodríguez está equidistante del folklorismo que con su cándida devoción
pretende exorcizar nuestra admiración y del guajirismo de "pastiche "
que con recetas intenta curar la original anemia: Rodríguez es el artista cubano.
Y fuera fragmentar su personalidad desvincular entrambas condiciones. En él
concurren de consuno a la fecundación de su talento. Por eso cuando más
libremente se manifiestan es cuando Rodríguez logra esos inolvidables cuadros
suyos. Y —en cambio— alcanza menores altitudes cuando se acerca a la ciudad
para hablar en dialéctico civilizado.
Pareja inspiración a la de Luis Felipe
Rodríguez delatan en su autor —Librado Reina— los "cuentos cubanos"
"Solares". "Puesto en lo alto el pensamiento —hacia lo infinito—
he regresado de ese viaje de suprema aspiración, con un amor mayor por todo lo
que nos rodea y que fue creado par a nuestro regocijo y satisfacción. Las
montañas, el mar, el río, los ortos y los ocasos de los días, han sido mis
inspiradores a lo largo de la senda"— nos confiesa. Es en Librado Reina
mérito primordial su soltura técnica para manejar el cuento. Económico de
recursos y digresiones le infunde ímpetu y vitalidad. Su manera narrativa y
descriptiva indican una visión crítica muy del momento. Y un como temperamental
dramatismo comunica a la anécdota —hábilmente dosificada— un reiterado interés.
Su estilo —léxico y
sintaxis—
macula el libro con inelegancias de neófito. Pero —con lo dicho— ¿cómo no
detonar la salva de 21 gritos de estimación por el gran cuentista que se nos
promete?
Manuel Navarro Luna —el hondo poeta de
Manzanillo— nos da en "Surco" claro testimonio de la reciente
dirección de su poesía. Los poemas de "Refugio" calzan fecha 1927 —y
son románticos y opacos. Y ahora estos versos que —tipográfica y
fundamentalmente— van disparados hacia una novísima realización. La transición
—brusca— se adivina. Pero también la euforia de Navarro Luna al sentirse
pasajero de la buena travesía. Y al columbrar en una meta de las que son,
flechas el acendramiento de la emoción y la poda profiláctica de la expresión
el cómodo hogar amable par a sus nobles ejercicios de poeta.
Hay en "Surco" amagos de un trágico
sentir la vida escanciado en ajustada forma:
"En la cruz de la noche
has clavado mi cuerpo,
y, rencorosamente, despedazas mi nombre
con las rojas espinas del recuerdo."
Porque Navarro Luna —que ha desplazado de su temario
las insignificantes eventualidades cotidianas— halla en sus propios meandros
fértiles motivos de inspiración. Y la sinceridad con que traduce ese lírico
estremecimiento es la clave de su fuerza. Por eso cuando se vuelca sobre alguna
externidad no es a guisa de fotógrafo sino hermanándola a su afección o a su
simpatía: "La s Piedras Vencidas", "El Regreso''. Amigo Navarro
Luna: me alborozo por la cosecha que germinará en su surco!
Desde su recóndito Guantánamo Regino E. Boti —
empinado en su veteranismo literario—comenta con
esa
su perenne frescura los latidos de la última pulsación poética ("Tres
Temas sobre la Nueva Poesía", ediciones 1928) u ordena —con Héctor Poveda—
las "Notas acerca de José M. Poveda: su tiempo, su vida y su obra "
(Manzanillo). Lo primero: inteligentísimas acotaciones sobre la novopoesía, en
que reafirma Boti ese infinito don de la comprensión que —hace veinte años como
hoy— le garantiza una de las más certeras opiniones literarias del país. Lo segundo:
cordial evocación de un hombre preclaro —José M. Poveda— y de una época mulata—
la de la insurrección modernista.
Héctor Poveda —además— editó “Crepúsculos Fantásticos",
buena parte de sus poesías desde 1914 hasta ahora. El dejo decadentista y
romántico de aquellas perdura en éstas. Boti aclara en el prólogo: "En cuanto
a la forma, Héctor Poveda sigue la tradición parnasiana en lo que significa
pulcritud del verso; y la simbolista en cuanto significa su manejo con
libertad, y el empleo del metrolibre''. Y recurre a “minuciosos detalles” para
discutir su “aparente misoneísmo". Pero no es menester que ni el lector ni
yo le acompañemos.
(Fragmento), Revista
de Avance, 1929, no 29, 15 de diciembre de 1928, pp. 343-49
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