domingo, 2 de abril de 2017

El momento: la vanguardia



  
  Félix Lizaso 

 Cuando apareció, a fines del pasado año, nuestra antología poética (1), voces de afuera nos dijeron su sorpresa de no haber hallado ninguna manifestación de la nueva sensibilidad. Alguien, en extremo avizorado, nos escribía desde La Plata: "Y a propósito: ¿no hay en Cuba piletas de la nueva sensibilidad? La antología no los revela: a lo más que se llega es al Juan Ramón de la última manera. Pero hasta en Santo Domingo hay gentes novísimas, como los postumistas."
 En efecto, así era. Recogimos en nuestro libro cuanto hasta ese momento se había manifestado entre nosotros, trayendo a él poemas inéditos y dando a conocer poetas de recientísima aparición y de obra escasa, deseosos como estábamos de aproximación a las formas actuales.  No pasamos, sin embargo, de la última manera de Juan Ramón Jiménez, como decía nuestro comunicante; pero no era nuestra culpa. Dábamos lo que había, y aun con creces, porque mucho de lo nuevo no tenía aun señales de madurez; nos anticipábamos.
 ¿Cómo, tan a poco de haberse publicado aquel libro, comienzan a surgir poetas de la nueva emoción? La antología —lo han reconocido espíritus tan comprensivos de nuestro momento y del espíritu del cambio como Ramiro Guerra— fue en gran parte una liquidación de valores. Se señaló la falsedad de muchos que habían usurpado primacías y se dio a conocer la obra de otros mejor dotados y de orientación más pura. No fue un libro hecho para combatir dos o tres mediocridades —como alguna de ellas ha insinuado-, sino un libro que aspiraba a una renovación. Convengamos en que en mucha parte la obtuvimos. Los últimos, que aún no habían tenido la audacia del salto en público, se regocijaron con nuestro gesto y ganaron confianza sabiendo que había quienes ansiaban su llegada. Ahora, una segunda edición de aquella obra tendría que recoger poemas de esa sensibilidad nueva.


 Positivamente, hay que partir de la antología —no como realización, sino como propósito— para llegar al momento. Aquel empeño fue una convergencia de gente nueva, ansiosa de acción renovadora. Nos pusimos allí de acuerdo en muchas cosas y se definieron futuras orientaciones. Se palpó que había un espíritu diferente al que públicamente se manifestaba, y que ese espíritu convergía en ideales comunes. Ya esto puede explicar todo lo demás, porque no se necesita sino tener conciencia del momento y del propio impulso para afirmarse como fuerza.
 Este espíritu diferente se bautizó después con el nombre de grupo minorista, y ha tenido una importancia reconocida como actitud ideológica. Daba fe de una existencia cierta y mantenía el núcleo. Además, servía de antena para recoger los nuevos mensajes, y de avanzada que reconociera y guiara a los nuevos mensajeros. Porque venía avergonzándonos un poco pensar que muchos caminantes ilustres que por aquí pasaban, o bien pasaban inadvertidos, o bien —lo que era peor— iban a dar entre individuos que a lo mejor no sabían una palabra de lo que el visitante representaba.
 En las páginas de la revista Social —penetrada del espíritu innovador— iba apareciendo cuanto produjo la actividad del grupo. Órgano de los minoristas, Social ha sabido recoger las notas recientes del arte nuevo, adelantándolas junto a cosas que eran obligadas transacciones con el medio en que la revista circulaba. La habilidad de Emilio Roig de Leuchsenring, su director literario, espíritu penetrante y destacado escritor costumbrista, ha consistido en poner en circulación ideas peligrosas y nuevas, precisamente desde una revista de verdaderos atractivos, destinada a la curiosidad mundana de las familias. Quizá por esto mismo su acción sea de una eficacia mayor.



 No puede decirse que todos los propósitos hayan concretado ya. Es sólo algo en movimiento y en formación a la vez, pero ya por cauces propios. Y hay que señalar, como productos últimos de este momento, la aparición de dos nuevas publicaciones. 
 Poco después de comenzar el año, cinco amigos decididos editan la revista 1927: Alejo Carpentier, conocedor de la música nueva, expositor apasionado de las modalidades sorprendentes; Jorge Mañach, equilibrado definidor de directrices; Martí Casanova, familiarizado con el pensamiento moderno; Juan Marinello, poeta que por "una larga ruta espiritual" oyó el grito de la otra orilla; Francisco Ichazo, comentarista de atinados hallazgos. Y después, José Z. Tallet, que en el verso desconcertante tuvo la primacía entre los poetas actuales.
 Sin grandes ambiciones salió 1927; sólo en busca de movimiento, de cambio, de avance. ("Lleva al viento un gallardete alto, agudo y azul. Para la emergencia posible, banderín rojo. Lo que no va en su bagaje es la bandera blanca de las capitulaciones.") En las páginas de 1927 han ido condensando, poco a poco, las intenciones que de tiempo atrás vagaban por los cerebros. Tenemos, al fin, una revista de avance, que no se arredrará ante ninguna audacia, y que a la vez sabe definir los necesitados de explicaciones, para los deseosos de comprender.


 Llevando sus iniciativas más lejos de lo que podía esperarse, organiza, poco después de su aparición, la primera Exposición de Arte Nuevo que se celebra en Cuba, y que sirve para revelar artistas casi desconocidos hasta entonces, como Carlos Enríquez y Alice Neel. Simultáneamente organiza una serie de conferencias en el propio salón: La nueva estética, Góngora y la nueva poesía, La emoción en la poesía nueva, Arte nuevo. Todo con el cuño imprescindible de lo nuevo, pero necesario para romper la monotonía y dejar bien abiertos los cauces de la curiosidad. Después, otras exposiciones y conciertos de música nueva se suceden; intensiva propaganda que pronto nos pondrá a tono con el unánime clamor.
 La otra publicación es el Suplemento literario del Diario de la Marina. Ya sabemos lo que es un suplemento literario de periódico americano, aparte las excepciones contadas: páginas confeccionadas con recortes de periódicos y revistas españolas o de otras partes, con trabajos aceptados por compromiso o envíos de corresponsales provincianos a los que precisa complacer. Todo hecho al margen de otras actividades por quienes no están al tanto y cumplen la finalidad sin gran interés y sin discernimiento. Hasta hace poco, el Diario de la Marina no era verdaderamente una excepción. Pero de unos meses acá la cosa ha variado. Manuel Aznar y Ramiro Guerra tuvieron el acierto de poner al frente de ese Suplemento a uno de los nuestros mejor informados, y el Suplemento se ha convertido, por obra de la competencia y del entusiasmo, en un verdadero exponente de las ideas actuales en arte y en literatura. Pero José Antonio Fernández de Castro no sólo ha llevado al Suplemento su casi formidable información y su marcada orientación nueva —izquierdista de izquierdas—, sino que ha sabido rodearse de unos cuantos muchachos que siguen estas orientaciones: Mazikes, Gerardo del Valle, Delahoza, José Francisco Botet. Algunos de ellos se han revelado desde esas páginas, debiéndose a él su descubrimiento.
 El Suplemento se impone, además de la necesidad de publicar y comentar nuestra producción y lo más interesante de la extranjera, el deber de dar a conocer, mediante notas y selecciones, los últimos poetas de España y de América —poetas de ahora—, las recientes ideas en música y en pintura y el movimiento ideológico, en fin, de les cinq continents.
 Se vislumbra una celosa pugna entre las tres publicaciones, que representan tres decisivos impulsos: Social, 1927, Suplemento del Diario de la Marina. Síntoma excelente para interpretar las señales.
 Asistiremos. Félix Lizaso
 La Habana, Junio 1927.

 (1) La poesía moderna en Cuba. Antología crítica, ordenada y publicada por Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro. Madrid, 1926.


 Sección Postales de América (Postales de Cuba): “El momento: la vanguardia”, La Gaceta literaria, Madrid, 15 de julio de 1927, núm. 14, p. 5.


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