jueves, 17 de enero de 2019

Vicente Huidobro, el creacionista




 Por Gabriel Sexto

 El creacionismo, cuya paternidad se atribuye a Huidobro con sencillo orgullo, tuvo su momento de reinado en el mundo. Nació en Montparnasse, y en torno al poeta de Chile, todo él temeroso entonces de novedad, creacionaban Tristan Tzara, Max Ernst, Radiguet, Apollinaire el inimitable… Tzara el dadaísta!

 Han pasado ya varios años. Muchos, si se les considera espiritualmente. Casi siglos. El creacionismo, mayusculizado, es tan viejo para los jóvenes, como el Romanticismo. Se pierden, se confunden las perspectivas. Pero es indudable que había algo allí, algo que quedará como accidente feliz en la apasionada fabricación de fórmulas rabiosamente químicas.

 No seré yo quien os hable del Creacionismo, de viejo conocido, pero sí quiero deciros solamente que estaba embebido de frescura, de novedad, de colorido claro, casi un anticipo al sport. Audacia, originalidad, rapidez.

 Vengo ver a Huidobro en nombre de BOHEMIA. Me recibe en su piso, deliciosamente escondido, que tiene en la rue Boissonade. A doscientos metros de Carrefour, que es el ombligo del mundo: Montparnasse y Raspail.

 Los ojos, muy vivos, le hacen la competencia a la boca, muy llena de palabras agudas. La frente muy ancha; la nariz enérgica. Si no supiéramos quién es, nos llamaría la atención al verle pasar: hay en él un no sé qué de personaje contemporáneo, mezcla de aventurero elegante y de actor de cine.

 Precisamente en los muros de su sala veo retratos de estrellas cinematográficas: Lya de Putti, Charlot, Fairnbanks, coros, racimos de estrellas en el cielo oeste. Y él en medio de todos como una estrella que perteneciera al  mismo tiempo al oeste, al ser supremo, al oriente, al meridiano de París, a otros paralelos.

 Es muy curioso oír hablar a Huidobro. Se le escucha sabiendo que dice cosas muy bien. Su talento fresco, siempre en evolucionismo y disparado hacia él mismo no sabe dónde, realiza verdaderos saltos de Pegaso.

 En torno a su figura hay una leyenda. Ha sido amigo de tanta gente; ha impreso tantos libros: ha lanzado tantos manifiestos, en francés, en inglés, en español; ha dirigido tantas revistas eruptivas; ha despertado tanta envidia a su paso; es tan simpático y literariamente ¡tan interesantemente absurdo!

 En 1913 ya era motivo de perturbaciones en Chile. En 1918 sus “Poemas Árticos" metían miedo en Madrid. En 1921, se sumaba a los grandes químicos de Montparnasse, inventando un precipitado cuya paternidad lo enorgullece, y sus "Saisons Choisies" aparecían con su retrato hecho por Picasso, precediendo aquello de “Fils telephoniques, chemin des mots, et dans la nuit violon de la luna”.

 Después se han acumulado los libros, los manifiestos, los viajes, las anécdotas, los incidentes, hasta llegar a este "Mío Cid Campeador" que la Compañía Iberoamericana de Publicaciones, acaba de lanzar con lujo de ilustraciones y de tipos, y que está siendo el epicentro de remolinos de los cafés literarios de Buenos Aires, de París, de Madrid, de Santiago de Chile, etc.

 Charlar con Huidobro, ya lo he dicho, es una aventura deliciosa. Su léxico cromático despliega verdaderos paisajes modernos ante nuestra curiosidad. No situaré aquí esta charla que graciosamente le concedió al representante de BOHEMIA en París. Una entrevista tan juiciosa como las que nos concedieron los otros sería antihuidobrismo. No quiere reñirme con su método breve y colorido, agudo y sincero. Hablará él, pues, en rasguños, en saetazos, en zig-zagues relampagueantes. 



-Tengo 36 años.

-En la Argentina se toma leche. Es un país lleno de lecherías. En Chile, en cambio...! En Chile si uno no hace eses por las calles los perros lo muerden... Eso tiene la ventaja de proporcionarnos doble tiempo para ir a nuestras casas...

-El tipo del intelectual me carga. Los intelectuales españoles son los intelectuales por excelencia. Veamos si no a ese Duque de Alba con su cara de ganso!

-El pueblo español es el más interesante de Europa, y el intelectual español le vuelve la espalda para extasiarse con los suizos, con los franceses, con los alemanes. ¿La música española? Fuera de Falla, que es el Stravinski español, todo es ignominia irrisoria. Se está haciendo allí un pseudo-folklorismo vergonzante. Música trasudada. Siberia caricaturizada.

-Mi revista parisiense "Nord-Sud" apareció en los años 16-17. A mi derredor estaban Apollinaire, Reverdy, Morand… ¿Cocteau? No, no lo queríamos. Nos enviaba poemitas muy malos, como los hubiera escrito aquella calamidad que se llamaba Rostand. Era un pompier insoportable! Yo no sé por qué Cocteau, como muy bien dice Picabia, es el último en llegar y siempre es el que toma el estandarte. Picabia mismo es quien ha dicho aquella verdad magnífica sobre Cocteau: "Cuando se muera, se equivocará de cementerio e irá derechito a encerrarse bajo el Arco de Triunfo. Coctaeu está imantado para un sillón de la Academia.” Estoy de acuerdo con Picabia...

 -¿Waldo Frank? Precisamente estoy trabajando ahora en una contestación a su "Mensaje de la América Latina”, en donde nos insulta procazmente. Mi respuesta, escrita en el mismo tono de superioridad suyo, se llamará "Primer Mensaje a la América Sajona.”

-Los rascacielos me revientan. Me hacen el efecto de botellas de diez metros. Los alemanes hacen cosas mejores y más interesantes con solo dos o tres pisos. Los yanquis sirven solo para irnos a matar los mosquitos.

-¿Edison? Pero si es un mentecato, un pobre hombre. Imagínese usted, inventado mesitas eléctricas para comunicarse con los espíritus…! ¡Comparado con un Pasteur es una chancleta marroquí!

-En la poesía moderna lo que interesa es el hombre y no el artista. A mí me han acusado de antipoeta y me sentí muy contento entonces. Me gusta más el Anticristo que Cristo: es más difícil destruir que crear. Construir es epidémicamente fácil.


 En eso estábamos, como en los cuentos. De pronto se levanta. Va por cigarrillos y una botella.

 -No, mi hijita, no. Yo estaré de regreso antes que tú… Sí, mi hijita, sí… Notamos, sobre la chimenea, un delicioso reloj ochocentista, dorado y cargado de detallitos Luis XIV. ¡El encanto de lo anacrónico!

 Bebemos Oporto. Bebo yo, mejor dicho. El no acostumbra beber…

 -Picasso es más grande que un pintor. Es un monstruo, tan admirable como el Vampiro de Dusseldorf, tan artista como él. Picasso está por encima de la belleza y de la fealdad. En ambos hay una gran cantidad de individuo que se vierte, de calidad inmejorable.

 -Jamás he tenido miedo de hacer la fealdad. “Un huevo al borde del mar”. Muy bien. La poesía salió de lo irracional para volver al irracionalismo pasando por la etapa modesta de lo racional.

 -En 1921 ya yo escribía: “El arte reproductivo es un arte inferior al medio. El arte de adaptación es un arte en equilibrio con el medio. Y el arte creacionista es un arte superior al medio.” Y agregaba: “Primero, predominio de la inteligencia sobre la sensibilidad. Segundo, equilibrio de la sensibilidad y de la inteligencia. Tercero, predominio de la sensibilidad sobre la inteligencia”. Molde.

-Y también decía, en uno de mis manifiestos. “Es curioso constatar cómo el hombre ha seguido en sus creaciones el orden mismo de la naturaleza, no solamente en el mecanismo creativo, sino también en el orden cronológico. El hombre empieza por ver, después oye, después habla, por último piensa. En sus creaciones, el hombre inventa primero la fotografía, que es el nervio óptico mecanizado. Después, el teléfono, que es el nervio auditivo mecanizado. Más tarde el gramófono, que es la mecanización de las cuerdas vocales. Y, por último, el cinematógrafo, que es la mecanización del pensamiento.”

 Se trata, no de imitar a la naturaleza, sino de hacer como ella, que no es lo mismo. Si hay imitación, que sea en el fondo de sus leyes constructivas, en la realización de un todo, en el mecanismo de producción de formas nuevas. No usar del poder imitativo, sino del poder exteriorizador. Disponer de fuerza centrífuga y de fuerza centrípeta. Ser una naturaleza aparte, a su imagen y semejanza, pero aparte.

 En una conferencia que di en Buenos Aires en 1916, decía: “Toda la historia del Arte no es otra cosa que la historia de la evolución del Hombre-Espejo hacia el Hombre-Dios, y que estudiando esta evolución se veía claramente la tendencia natural del Arte a desligarse de la realidad preexistente para buscar su propia verdad, dejando en el camino todo lo superfluo, todo lo que puede impedir su realización perfecta. Es como la evolución geológica: se llega al caballo, arrancando del Paloplotherium y pasando por el Anquitherium.”

 -Sospecho que no se ha dicho nada. Somos los primitivos de un mundo extraordinario. Ser inteligente es ser antinatural. Calderón de la Barca decía que “el delito más grande es el de haber nacido”. Lo natural es no ser inteligente, y Rubén nos lo afirmaba en Lo Fatal.

-El mundo perfecto es el que salió del cuento oriental del Príncipe Feliz, que era un imbécil.

 -¿El hombre trabaja por miedo al vacío?

 -¿Religión? ¿Patria? ¿Matrimonio…? Le repito que es más fácil crear que destruir, sobre todo las cosas que, por miedo al vacío, creó el hombre cuando se sentía tan imbécil como el Príncipe Feliz.


 El retrato del autor de “Ecuatorial” está en sus propias frases. Es por eso que las he respetado tal como iban saliendo, aflechadas y luminosas, golpes de cola de pescado en un bajo fondo marino. Hay nácares y plateaduras fugaces. El escritor Rozades ha dicho de él: “Huidobro ha recorrido el mundo como un globe-trotter, pero jamás un espíritu vulgar ha podido abordarlo”. Gran decir.

 Y no olvidéis que la ternura de este gato rebelde hacia su esposa lo hace llamarla “mi hijita” y que tiene relojes dieciochescos y anacrónicos junto a las vidas comentarias del Oeste. ¡Ah, y tampoco olvidéis que antes de escribir la vida de su antepasado el Mío Cid, preconizó que el poeta no debe ser un instrumento de la naturaleza –como ha sido bajo el régimen de las escuelas literarias anteriores al Creacionismo– sino que el poeta debe hacer de la naturaleza su instrumento. “No olvidéis que el Vesubio está lleno de Gounod. Sacad al sol, para que se sequen, los pañuelos del adiós, y los zapatos al claro de luna. Y, sobre todo no imitemos a Dios, sino hagamos como Dios. Un poeta indio de la América del Sur ha dicho: “No cantes la lluvia, poeta: haz llover”.

 París, 1930.

 Bohemia, 6 de julio de 1930, pp. 38-39 y 79.

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