Pedro Marqués de Armas
Entre los grandes poetas
que pasaron por La Habana en la década del veinte –y podemos contar a unos
cuantos: Stevens, Girondo, Maiakovsky, Desnos, Gorostiza, Villaurrutia, Pellicer– habría
que incluir también a Vicente Huidobro. Su paso, fortuito, fue acaso el más
breve y no tuvo efecto, que sepamos, sobre la polis literaria. Dejó, sin
embargo, el saldo de una entrevista publicada en el Diario de la Marina el 18 de agosto de 1926.
Huidobro regresaba a
París, huyendo de Chile, donde había complicado su existencia al entrar en
política, pero, sobre todo, al descubrirse su romance con la quinceañera Ximena
Amunátegui, cuñada de su hermano, con quien luego se casaría por el rito
musulmán. La publicación del poema “Pasión y muerte”, con referencias a esta
relación, causó escándalo en el clan familiar y Huidobro tuvo que hacer las
maletas.
Embarcó en el vapor
Orita de la Compañía del Sur, que hacía la ruta entre Valparaíso y La Rochele, con
escalas en La Habana y Santander; esta última significativa, ya que la aprovecha
para conocer el pueblo de sus antepasados vascos.
Huidobro permaneció en
La Habana del 17 al 18 de agosto, suficiente para caminar la ciudad, y responder
a aquellas preguntas que parecen lanzadas al aire. Aunque ampliamente conocido
en Cuba, donde su nombre suena por lo menos desde 1920, su poesía no gozaba de
especial favor entre la crítica.
A diferencia de otras
entrevistas en las que se lanza contra sus detractores, o bien se arroga la exclusiva
del creacionismo, esta fue mesurada y más bien informativa, sin que faltara lo
que sería hábito en sus intervenciones públicas: explicar su teoría poética.
Antes de los grandes ataques
emprendidos por Guillermo de Torre, quien lo acusa de plagiar al uruguayo
Herrera y Reissig, lo que acrecienta su orgullo y virulencia, Huidobro aceptaba,
por lo general, compartir la génesis del creacionismo, sin costarle reconocer sus
vínculos con el cubismo, ni sus deudas con los simbolistas, sobre todo, Rimbaud
y Mallarmé.
En esta ocasión, no
rechaza una experiencia en común con los poetas de la revista Nord-Sud, entre éstos Pierre Reverdy, Tristan
Tzara y Max Jacob, y al menos, no insinúa prioridades entre ellos. Su recelo hacia
el primero (“el pobre renacuajo”), al menos no aflora. Huidobro apunta ahora a Nueva
York y Hollywood, donde trama establecerse a fin de concretar antiguos y acuciantes
proyectos.
La entrevista del Diario de la Marina fue recogida en Huidobro a la intemperie (Sudamericana, 2000),
por Cecilia García Huidobro, quien rescata otras muchas declaraciones dispersas
en publicaciones de Chile, Argentina y España. Sin embargo, no fue ésta la
única que concediera a la prensa cubana. Existe otra, olvidada, al punto de no
aparecer en ninguna de sus bibliografías: la que le realiza en 1930, expresamente
para Bohemia, el periodista Gabriel
Sexto, uno de los corresponsales en París.
Publicaré en las siguientes
entradas ambos documentos: "Se encuentra en La Habana el poeta Vicente Huidobro" y "Vicente Huidobro, el creacionista."
La segunda es por
mucho más interesante e incluye varias fotografías, una de ellas autografiada
por el poeta, que posa sentado, con sombrero y bastón, ante un fondo que
resalta, más bien, como decorado neoclásico: “Para la revista Bohemia de La Habana con la simpatía de
Vicente Huidobro”.
Sexto lo
entrevista en su propio hogar, donde el poeta descorcha un Oporto del que
apenas bebe. Aunque la prosa del periodista es gazmoña, no lo son para nada los
parlamentos de Huidobro, quien tiene todavía 36 años, acaba de publicar "Mío
Cid Campeador" y, para no perder la costumbre, polemiza ahora contra el
intelectual norteamericano Waldo Frank.
Denuesta de los
intelectuales españoles, a los que califica de cargantes, remitiendo, como
prueba, al estrafalario retrato de Zuloaga: “¡Veamos si no a ese Duque de Alba con su cara de
ganso!” Enfila dardos contra Cocteau, Edison, los yanquis y los
músicos folclóricos, mientras se coloca al centro de la poesía moderna, como astro
mayor. No faltan citas de manifiestos, sobre todo de uno de los más brillantes
y solitarios: “La creación pura. Ensayo de estética”.
Adornan la entrevista
algunas fotos personales, por lo visto, no muy conocidas. En una playa bretona
(¿Carnac, verano de 1928?) se retrata con sus cercanos amigos Robert Delanuy,
Hans Arp y Tristan Tzara. De espaldas a la cámara y de frente al mar, o bien, “disfrazados
de tritones con barbas de algas”. En un pequeño bote, Huidobro y Ximena, en el
apogeo de su relación.
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