Federico de Ibarzábal
Prólogo
Esta ciudad picante y loca
que está engarzada en una roca
como un diamante colosal,
llena de luz mi poesía.
¡Alucinante pedrería!
¡Extraordinario pedernal!
Ante tus horas vespertinas,
tus elegancias femeninas,
tu cielo azul, tu malecón.
Superficial y pizpireta
vives tu vida de coqueta,
del albayalde al bermellón.
Vives en una carcajada,
una perenne mascarada
te hace reír, siempre reír.
Ríen tus lumias, tus beodos;
altos y bajos, porque todos
juegan dinero al porvenir.
Eres equívoca y absurda;
aristocrática y palurda,
algo moderna y algo cruel.
Bajo tu cielo yo he soñado,
paseando solo y encantado
tus avenidas de laurel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario