viernes, 5 de octubre de 2012

El lenguaje del abanico



  
El abanico en las manos de una mujer, es tanto como los alambres eléctricos en poder de un telegrafista. Este, por medio del telégrafo, se entiende con las personas sin desplegar sus labios; aquellas, por medio del abanico, hablan con los hombres sin pronunciar una palabra. ¿En qué consiste, pues, el lenguaje del abanico?
La mujer que abre y cierra su abanico muchas veces, y en un corto espacio de tiempo, o tiene celos, o se siente dominada por la cólera.
La que, por el contrario, lo abre y lo cierra con mucha pausa, es porque observa con indiferencia a los que la miran.
La que lo cierra de golpe y como con rabia, indica desdén.
La que se entretiene en jugar con sus varillas, amor hacia el que la mira.
La que estando abanicándose fija de repente sus ojos en las pinturas del país, da una cita a un amante por medio de esta seña: contando después las varillas, se indica la hora.
La que lo mantiene cerrado durante unos instantes, y después se abanica muy despacio, quiere dar a entender que su corazón está ocupado.
La que después de mirar a un hombre se abanica muy de prisa, indica que le ama.
La que lo lleva cerrado, y en vez de tocarle por la unión de las varillas lo coge por el lado opuesto, da a entender a los que la miran que no tiene amante.
El hombre declara su amor a la mujer entregándole el abanico entreabierto. Si ella le abre del todo, indica que corresponde a su cariño; pero si lo cierra, manifiesta claramente que no le ama.
 Cuando el abanico se da por las varillas, significa amistad; por el lado opuesto, odio.
 Todas estas observaciones nos han sido comunicadas en secreto por una hermosa niña, y nosotros se las referimos, también en secreto, a nuestros lectores.


 Museo cómico o Tesoro de los chistes, 1863, pp. 284-85.


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