domingo, 11 de diciembre de 2011

Anécdota

 


 Un campesino (vulgo guajiro) fue a consultarse con el sapiente médico chino, que no hace mucho estuvo entre nosotros, sobre cierta enfermedad que padecía. Es el caso, que después de las ceremonias y aparatos que usaba nuestro celebérrimo doctor, de eterna memoria, para conocer lo que padecía el paciente, y a las que el campesino estuvo atento; le dijo, que su mal consistía en las favoritas palabras: Candela bastante, viento poquito. Asustado nuestro hombre con semejantes palabras, creyó que su estómago sería probablemente un volcán, y siguiendo el principio de que el agua es el elemento contrario al fuego, dijo para sí: a desesperado mal, desesperado remedio, y montando en su caballo con la mayor ligereza, se dirigió a la pila del Horcón, donde habiéndose apeado se puso a beber agua de tal modo, que al poco tiempo tenía la barriga como el bombo de una música militar. Preguntado por uno que se acercó a dar agua a su caballo, que era lo que hacía y si pensaba reventar, le contestó: ¡Camaráa! ya voy sintiendo alivio; lo que es la candela ya se apagó; pero aun siento el calor de la ceniza. ¡Oh credulidad hasta donde llega tu poder!

 Semana literaria o El compañero de las damas, La Habana, 1848, p. 142.
 

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