miércoles, 21 de diciembre de 2011

Ahorcado, Señor Intendente




 Comenzó a sabérselo en la tarde, apenas pasada la hora de la siesta.
 -Se ha suicidado un hombre.
 -Han asesinado a un hombre.
 -Han encontrado a un hombre ahorcado.
 -¿Ahorcado?
 -¡Ahorcado! ¡Que bruto!
 -Ahorcado con un cordel.
 -Ahorcado con una corbata.
 -Ahorcado con un alambre.
 -¡Un ahorcado!
 -¡Un ahorcado!
 Entonces llegó a saberlo también la Oficina de Seguridad y envió al Jefe de Demarcación, acompañado por detectives y hombres de armas.
 -Aquí es.
 -Sí, aquí es.
 Las culatas de los rifles castigaron la puerta cerrada y luego la descerrajaron apresuradamente.
 En realidad, ahí estaba el hombre ahorcado. Ahorcado con un alambre, en el centro de su viejo cubo, colgante como una lámpara.
 Y su excelencia el Jefe de Demarcación redactó para el señor Intendente, acto continuo, el siguiente comunicado:
 “Señor Intendente:
  De conformidad con las órdenes recibidas de usted, el día de hoy, a las cuatro de la tarde, me constituí en el sitio de costumbre, con veinte hombres de mi mando, para averiguar el resultado del asunto que de algún tiempo acá ha venido preocupando a esta Dependencia. Como nadie diera respuesta a nuestras llamadas, abrimos la puerta a golpes. El hombre estaba ahorcado”
 Ahora bien:
 Esta historia pasa de aquí a su comienzo, en la primera mañana de mayo; sigue a través de estas mismas páginas, y cuando llega de nuevo aquí, de nuevo empieza allá...
 Tal era su iluminado alucinamiento.


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