Joaquín L. Jacobsen
El Infierno es el sitio inmediato más importante, a una legua de S. Blas, y tiene como éste comprobada significación para la residencia de enfermos del vientre y del pecho; dista de La Sierra dos y media leguas, y está situado a ciento setenta metros sobre el nivel del mar.
Es admirable El Infierno por la exhuberancia y la fertilidad de sus tierras, que producen las frutas europeas, y también por la situación verdaderamente rara y caprichosa, escondido por una cintura de montañas, de tal manera, que el horizonte solo puede observarse desde allí, en el cuarto cuadrante y parte del tercero. (1)
A esa hacienda, corresponden un grupo de elevaciones y entre éstas, la loma de Ventana, que conduce al alto sitio de Buenos Aires, así llamada porque presenta casi a la mitad de su altura un amontonamiento de rocas, dispuestas de tal modo, que forman como una ventana abierta en la montaña.
Esta agrupación vista de cerca, fue comparada por nuestro compañero el Dr. Pons a un monumento o tumba druida de forma tabular. Solo se puede ascender por una vereda estrecha, formada de altos escalones abiertos en la roca, e interrumpida frecuentemente por gruesos cantos rodados, muy pendiente y peligrosa, al extremo que los guías más prácticos se ven obligados más de una vez a echar pie a tierra, tanto a la subida, como a la bajada (2); pero las dificultades y peligros que tiene la ascensión, desde que se abandonan las primeras estribaciones de la montaña, se olvidan ante las perspectivas que ofrece la naturaleza en aquel punto.
A la derecha la cañada, tan próxima, que se la va siguiendo a medida que se sube y se ve como se prolonga y poco a poco se abre hasta formar mucho más lejos un pintoresco vallecito que puede observarse bien al final de la jornada; a la izquierda extensos farallones de otras montañas más altas, y por delante el abrupto sendero, que conduce a las vegas de Buenos Aires. Al llegar, se encuentra un hermosísimo llano convertido casi todo en fincas y haciendas de labranza; está situado a 430 metros próximamente sobre los terrenos de El Infierno y por su envidiable situación y excelentes condiciones higiénicas sería sin duda, una buena residencia para los tuberculosos.
El panorama desde el asiento de Las Vegas es grandioso: se encuentra rodeado hacia el Norte, el S.E. y el E. por numerosas lomas, tan elevadas, que a pesar de la altura del lugar, algunas, como el Pico Blanco y la Cabeza del Muerto, situadas a poca distancia, al S.O., ocultan el horizonte en esa dirección.
Al N.O., en el llano, la ciudad de Cienfuegos, que comparaba el doctor Landa a un blanco cascarón, y más allá extensas tierras, de abundante vegetación y distribuidas en ingenios, sitios y haciendas: al S. y S.O. el mar caribe que se divisa en una extensa porción, y en el resto del horizonte, las majestuosas elevaciones de la Sierra. Las lomas del S. O., más inmediatas, que he mencionado antes, están separadas de Las Vegas de Buenos Aires, por un pequeño valle de aspecto encantador: imposible es describir los mil detalles de su estructura, que varían según el sitio desde donde se observa; visto desde la altura mayor de Las Vegas, el espectáculo que ofrece es imponente y sin embargo, ejerce sobre el espectador asombrado, un atractivo poderoso. Esta porción de la Sierra de Jagua, así como la Siguanea, con su cascada del Hanabanilla, de ciento veinte varas de altura, tan bella, que se la ha comparado con el Niágara, y la parte de las lomas donde se encierra el Guaniquical y el espléndido valle de San Luis, son paisajes del suelo cubano, llenos de tanta vida, tan variados, y hermosos que nada tienen que envidiar a las vistas más celebradas de la Suiza.
(1) Véase esta disposición en el plano núm. 1.
(2) Según el señor Clark, dueño de la Hacienda, se trazó un derrotero algo más al norte, para evitar que fuera la subida tan dura y violenta, pero se ha abandonado su construcción.
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