sábado, 25 de octubre de 2025

Pedro Marqués de Armas: Sin fecha de caducidad



 Concurren aquí textos que abordan la tradición literaria cubana por vía de sus espectros. Obras en ciernes, escrituras nonatas, piezas perdidas, antiguas traducciones, giras y trayectos, incluso poetas ambulantes. Todo para rescatar unas páginas y seguir dialogando con los muertos, para airear un archivo donde caben Apollinaire y Céline, Augusto de Armas y Poveda, Martí y Gabriel de Zéndegui, Casal y Catulle Mendès, Borges, Novás Calvo, Calvert Casey y otros tantos. Un trabajo que descansa en la recurrencias de los tópicos y en la prosecución -al margen de cánones y formulaciones académicas- de eso que no caduca: los afectos, la fantasmalidad.



  Colección Potemkin ediciones


Lord Dunsany: El maleficio de oro y otras piezas fantásticas


 Alguna vez Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña concibieron publicar las piezas teatrales de Lord Dunsany en la traducción que realizara, en los últimos años de su corta existencia, el ensayista cubano Francisco José Castellanos (1892-1920). El proyecto se hubiera concretado en Biblioteca Nueva, entre las obras completas de Freud y las de Amado Nervo. No lo quisieron los hados. Además de dar cuenta de tales avatares, esta edición recupera casi pericialmente tres de las traducciones de Castellanos, sumando las que acometen en la misma época otros dos devotos del mundo anglosajón: el también cubano Luis A. Baralt y el gran traductor español Enrique Díez-Canedo. Como resultado, o mejor, como quien recompone una crátera con figuras y escenas mitológicas: una recuperación de las Five Plays como la habrían soñado Reyes y el maestro dominicano.


  Colección Potemkin ediciones

 

Aurora García Herrera o la psicopedagogía


  Pedro Marqués de Armas 

 Pedagoga, psicóloga e higienista, Aurora García Herrera fue por varias décadas la figura más visible de la psicopedagogía en Cuba. Entre comienzos de los años veinte y hasta finales de los cincuenta, contribuyó de modo decisivo al desarrollo de nuevos enfoques, así como al establecimiento de diversos dispositivos, sobre todo en la enseñanza y asistencia a los niños anormales.
 Nacida Tánger en 1893, de origen cubano. En 1909 alcanzó la acreditación de maestra de primaria, ejerciendo en escuelas públicas. Graduada de doctora en Pedagogía por la Universidad de La Habana en 1920, fue la primera profesora titular de Psicología e Higiene Escolar de la Facultad de Educación. De inmediato, continuó su formación en los Estados Unidos, donde visita los principales centros de atención a menores con discapacidad intelectual y se vincula a las experiencias en materia de higiene mental. 
 En 1925 publicó Ensayos de educación en un aula de anormales (Editorial El Dante), que había sido su tesis de grado, estudio que la sitúa en la emergencia de un proyecto psiquiátrico pedagógico todavía de marcado carácter biologicista y encaminado al control de la infancia. Son los años en que Israel Castellanos publica Alrededor de la antropometría de los menores cubanos, cuya edición francesa obtuviera en 1920 el Premio Broca de la Sociedad Antropológica de París; en que el psicopedagogo suizo George Rouma realiza en escuelas de la isla sus estudios sobre el crecimiento y características de los niños cubanos; en que Arístides Mestre retoma en el marco del movimiento por la higiene mental sus proyectos psicopedagógicos; y en que el psiquiatra Juan Portell Vilá regresa de su periplo por Francia, Bélgica y Suiza con el propósito de introducir “la nueva ciencia del psicoanálisis”. 
 Durante su estancia en Cuba en 1919, Rouma impartió a los maestros de las escuelas primarias un curso sobre diagnóstico y atención de niños retrasados y neuropáticos, el cual inspira la tesis de Aurora García Herrera, quien, una vez establecida el “aula de anormales” (adscrita a la Facultad de Pedagogía) asume su dirección. Como figura cubana de referencia, García Herrera recibe el influjo de su profesor Alfredo M. Aguayo, cuyo gestión resultará decisiva en las transformaciones que tienen lugar en el ámbito en cuestión. 
 En 1927 presentó al Primer Congreso Nacional del Niño, celebrado en La Habana, la ponencia: “Causas de la anormalidad en nuestros niños. Estudio local de las mismas. Medios de combatirlas”, en la que seguía la línea organicista. 
 Sin embargo, en pocos años su enfoque y sus métodos se apartan de las ideas dominantes de Arístides Mestre e incluso de Aguayo. Así, en la década del treinta critica la manipulación de las teorías de Mendel y el uso fascista de la eugenesia. Se había apartado ya de los postulados más ranciamente biologicistas, a favor de puntos de vistas propiamente psicológicos, funcionalistas y ambientalistas, si bien respetando las clasificaciones médicas y neuropsiquiátricas. 
 Abogó tempranamente por el establecimiento de las Clínicas de Orientación Infantil. Se le atribuye la introducción del Test de Rorschach en el ámbito de la psicopedagogía y de la incipiente psiquiatría infantil. Entre 1937 y 1952 ofreció cursos sobre Técnicas de Diagnóstico Psicológico, ampliando el arsenal de pruebas cuantitativas y dinámicas. 
 En 1939 representa a su país en el I Primer Congreso Internacional del niño deficiente, celebrado entre Zúrich y Ginebra, donde expone su estudio “Les enfants deficients de Cuba”. Este mismo año publica El ritmo en la iniciación del aprendizaje de la escritura (Cultural S. A.) En 1946 aparece Higiene Mental (Cultura S.A., que contará con segunda edición en 1950 y tercera en 1953) donde sintetiza algunos de sus trabajos y actualiza la nosología psiquiátrica por la Clasificación Internacional de Enfermedades.
 

 Al crearse en 1940 el Departamento de Neuropsiquiatría en la Cátedra de Patología y Clínica Infantiles, al frente del cual fue designado el Dr. Victor Santamaría, Aurora García fue llamada como pedagoga consultante. Apenas referido, el Departamento, sito en el Hospital Mercedes, contaba con consulta externa y sala de ingreso, y personal que incluía pediatra, neuropsiquiatra, psicólogo, psicometrista, psicopedagogo, visitadora social y secretario. Se conectaban así dispositivos como la Escuela de Educación, el Servicio de Higiene Infantil Municipal y el Departamento de Higiene Escolar del Ministerio de Educación, alrededor de los cuales giran figuras de la psicología y psicopedagogía como José Manuel Gutiérrez, Elena Fernández de Guevara y Piedad Maza, y entre los médicos, el higienista Aníbal Herrera, los psiquiatras Rodolfo Guiral y Esteban Valdés Castillo, y el neurocirujano Ramírez Corría. 
 En 1941 fue invitada por el The New York Institute for the Education of the Blind, de la Universidad de Columbia, Nueva York, en calidad de especialista, recibiendo diversos cursos formativos, entre ellos una capacitación en diagnóstico de la personalidad por el Método Rorschach, que ya había introducido en la isla.
 En 1951 aparece el último de sus libros de que tenemos referencia: Psicología Pedagógica (Editorial Cultural S. A.), que contó también con varias ediciones, y que incluye "Técnica proyectiva moderna empleada en el estudio de la personalidad: el método de Rorschach". 
 A nivel docente había sido designada en 1928 Instructora de Psicología Pedagógica de la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana, ocupándose a partir de 1934 de la Cátedra de Psicología Pedagógica e Higiene Escolar. En 1941 obtiene el grado de Profesora Titular y en 1955 la condición de Profesora de Mérito, mientras ejercía de Vicedecana de la Facultad de Educación.
 En septiembre de 1959 fue acusada junto a otros profesores de prevaricación, al parecer en el curso de las purgas universitarias. En noviembre de ese año solicita su jubilación, concedida en febrero de 1960. Fallece en 1983. 



miércoles, 22 de octubre de 2025

domingo, 19 de octubre de 2025

Juana la Loca

 


  Pedro Marqués de Armas 

 De que la historia da color a los delirios e incluso los modela, da cuenta el caso de Juana la Loca, uno de los más célebres del archivo Mazorra. Era de Santiago de Cuba, donde nació en 1892, madre de diez hijos, cinco de ellos ya muertos cuando fue internada a sus treinta y siete años. La suya era una locura patriótica que comenzó a aquejarla de muy joven, en Guantánamo, donde se buscaba la vida vendiendo tamales. Juana Rodríguez Heredia, su verdadero nombre, por un tiempo Juana la Tamalera y, finalmente, Juana la Loca.

 En algún momento le dio por hablar con las estatuas de Martí, bien para celebrarlo o para incriminarlo, al tiempo que se proponía continuar la obra de los Maceo. Al menos, así la presentó el doctor Antonio Esperón ante una junta médica celebrada en 1931. Estas serían sus señas: “Mestiza, de constitución pícnica y contacto expansivo, tiende a la logorrea. Viste de blanco impoluto: chaleco, camisón, faldas, medias, una faja azul a la cintura y una capucha en la cabeza, todo estampado de estrellas blancas. Lleva consigo banderitas cubanas que agita con frenesí, sobre todo cuando se dispone a dar sus discursos”.

 Según Esperón, había llegado a La Habana en 1926 cuando, alentada por sus ardores patrióticos, se agregó en Oriente a un tren excursionista con motivo de la proclamación del Sr. Presidente de la República, General Gerardo Machado. Confundida entre la multitud y entreverada, según Esperón, entre tantos ardientes patriotas, se inmiscuyó en todos los festejos para hacer resaltar su indumentaria, llena de enseñas patrias y de colgajos alegóricos. Con ella había traído a su hijo menor, lo que, en cierto modo, enmascaraba también su locura.

 Concluidos los homenajes y festejos, no regresó a Oriente recalando en una posada de la calle Aponte. Solía dejar a su hijo con el encargado de la pensión, personándose cada tarde ante la estatua del Apóstol en el Parque Central, para su consabida arenga, en la cual se excedía lo mismo en elogios que en vituperios, pasando de unos a otros sin solución de continuidad. Por demás, cantaba, bailaba, y ponía una lata para que le echaran monedas.

 El veterano doctor Esperón, mambí él mismo, ahora con tres décadas de ejercicio de loquero, destacó ante la junta médica el afán de simbolismo de Juana la Loca, calificando su trastorno de “delirio de grandeza tipo patriótico”. Para el médico, tales delusiones absorbían por entero su pensamiento y su afectividad, si bien con momentos en que el delirio “se eclipsaba" pudiendo reparar en su hijo al que llamaba Ángel Custodio.

 De acuerdo con Esperón, lo que la movía cada tarde ante la estatua de Martí eran las alucinaciones auditivas, toda vez que lo que sostenía con él era un diálogo en el que el Apóstol la convidaba, como ella quería, a continuar la obra de los Maceo y de Máximo Gómez. Cuando la arenga se extendía demasiado, el Apóstol la invitaba a orar por sus hijos y le recordaba que también él tenía que descansar por muy de mármol que pareciera.  

 En poco tiempo toda La Habana la conocía. Como sus arrebatos iban a más, en 1929 la policía la condujo a la Casa de Socorros y de ahí fue trasladada a la Sala de Observación de Enajenados del Hospital Calixto García.

 Siempre según Esperón, su orientación y memoria estaban intactas, recordaba fechas y lugares y los variados incidentes de su vida, pero su pensamiento y afectividad habían sido invadidos. Así que padecía, dijo y se quedó tan ancho, de un “delirio de grandeza alucinatorio crónico progresivo” que, como no había dado muestras de agudización en los dos años que llevaba en Mazorra, descartaba que se tratase de una Parálisis General, es decir, de una manifestación de la sífilis cerebral. Si así fuera, expresó, “no presentaría un aspecto tan lúcido y casi podríamos decir que un estado físico saludable, como el que posee esta enferma, cuyos delirios simbólicos la motivan a trazar escritos y dibujos originales”.

 Lástima que estos últimos no se hayan conservado, que Esperón no se animara a reproducirlos. Por suerte, nos queda su fotografía en la que aparece toda embanderada, como si, ciertamente, su delirio y de la patria se hubieran fundido en un mismo plano o nivel. 



Esperón, el decano

 

  Pedro Marqués de Armas

  

 Ejerció en el Hospital de Dementes de Mazorra por más de cuarenta años. No solo eso, vivió allí casi todo ese tiempo, en el área destinada al personal sanitario. El doctor Antonio Esperón y Rouli formó parte de esa subespecie de “generales y doctores” que fue la de coroneles y alienistas, entre los que figuraron Lucas Álvarez Cerice, Agustín Cruz y Américo Feria, entre otros, con Mazorra como centro de operaciones.

 Esperón nació en Jovellanos en 1859. Realizó sus estudios de medicina en la Universidad de Barcelona, donde fue alumno José de Letamendi, graduándose hacia 1882. Antes de la guerra del 95 ejercería por unos años en su pueblo natal. Una vez iniciada esta se exilia en Estados Unidos, sumándose en Jacksonville a la expedición del vapor Three Friends, organizada por el comandante Enrique Collazo, y que desembarcaría por Varadero el 17 de marzo de 1896, fecha de su incorporación al Ejército Libertador. En breve ocupa el puesto de Jefe de Sanidad de la Segunda División del Cuarto Cuerpo, alcanzando el grado de Teniente Coronel. 

 El 1 de enero de 1899 fue designado médico de Mazorra junto a otro doctor de la guerra, el también matancero Lucas Álvarez Cerice, nombrado director. Otro mambí, igualmente de Matanzas, se suma a la nómina: José Vega Lamar. Esperón ocupó la segunda sección de la Clínica de Varones, atendiendo los departamentos de convalecientes y tranquilos, enfermedades intercurrentes y enfermedades infecciosas. En una temprana memoria dio cuenta del hacinamiento y de las malas condiciones de vida. 

 Por muchos años impartió clases de anatomía en la Escuela de Enfermería de Mazorra. Desde 1905 integró la Junta Local de Sanidad de Santiago de las Vegas. Fue miembro fundador de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y Neurología, establecida el 20 de abril de 1911. Entre 1918 y 1921 realizó varios viajes de formación a los Estados Unidos. En marzo de 1926 se sumó a las labores de Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría, reeditada tras años de dispersión. Entonces estaba al frente del departamento de enajenados procesados. A partir de 1929 este pabellón llevaría su nombre. 

 Aunque publicó algunos trabajos, entre los que cabe destacar "Los niños alienados y los epilépticos de Mazorra" (II Conferencia Nacional de Beneficencia y Corrección,1904, Imprenta y Librería La Moderna Poesía), fue predominantemente ágrafo. En su juventud trató de patentar un producto para las neuralgias a base de un extracto de escoba amarga. 

 En 1934 recibió un homenaje en calidad de decano por sus labores en Mazorra. En 1938 fue condecorado “por sus grandes servicios durante décadas atendiendo a los orates”. Como se ha dicho, ejerció por más de cuarenta años, pues todavía en 1945 estaba en activo. Desde 1930 ejerció paralelamente en el sanatorio Esperón-Baralt, situado en la Quinta Cardona, en Calabazar. 




sábado, 18 de octubre de 2025

Retrato de la Srta. Isabel Walker

 



Revista de Psiquiatría y Neurología, T.2, núms. 4-6, octubre-diciembre de 1930. 


domingo, 12 de octubre de 2025

sábado, 11 de octubre de 2025

Walker

 

No pasa mes sin que se inaugure una nueva obra de las que formaban el programa constructivo del Honorable Presidente de la República. 

I. Detalle de la fachada del pabellón "Isabel Walker". 

II. El patio del hermoso pabellón. 

III. Otro aspecto del mismo patio. 

IV. Vista general del citado pabellón, orgullo de ese hospital de Mazorra que era, hasta hace pocos años, motivo de vergüenza. 



lunes, 6 de octubre de 2025

Elizabeth Walker (Miss Walker)

 

 Pedro Marqués de Armas 


 Jefa por décadas del servicio de enfermería del Hospital de Dementes de Cuba, Elizabeth Walker fue la enfermera psiquiátrica más importante de la República: organizó no solo la asistencia en sus diversos niveles, sino también la docencia formando a varias generaciones de enfermeras especializadas.

 Llegó a La Habana a comienzos de 1901, incorporándose al servicio del Hospital Número Uno. Descendía de una familia inglesa asentada en los Estados Unidos tras la Independencia y se había graduado en el Hospital de Pennsylvania a finales del siglo XIX.

 El 19 de junio de 1903 ocupó el puesto de Superintendente de la Escuela de Enfermería de La Habana, de la que fuera fundadora junto a otras dos enfermeras norteamericanas: Eugenia Hibbard y Gertrude Moorey. Tras dirigir por unos años el servicio de enfermería del Hospital “General Calixto García”, fue convocada en julio de 1909 por el entonces Secretario de Sanidad, Matías Duque, para ocupar la plaza de Superintendente de la Escuela de Enfermeras de Mazorra. Allí permaneció prácticamente hasta su jubilación en 1949.

 Miss Walker participó en la Exposición de Boston, celebrada en octubre de 1914, donde presentó un informe acerca de su experiencia en la isla que le granjeó elogios de la comisión del evento y de la prensa.

 En agosto de 1917 recibió el Premio Nacional de Enfermería. En julio de 1918 fue nombrada consejera de la Asociación de Enfermeras de Cuba, ocupando su plaza de Superintendente de la Escuela de Enfermería de Mazorra otra destaca enfermera, Antonia Casanova.

 En 1929 fue premiada por sus largos años de servicio, con diploma y medalla de oro, por el Secretario de Sanidad Francisco María Fernández.

 En 1930 un pabellón de Mazorra recibió su nombre, develándose un retrato suyo, seguido de un discurso del Dr. José Randín exponiendo sus méritos.

 Durante los años críticos de la década del treinta se mantuvo al frente del cuerpo de Enfermos y Enfermeras de Mazorra.

 En 1936 recibió la condecoración de la Cruz Roja Cubana.

 El 1 de noviembre de 1949, Carlos Ramírez Corría, neurocirujano y entonces Ministro de Salud Pública, la condecoró con motivo de su despedida y regreso a su país de origen, después de tan larga trayectoria.

 Falleció el 25 de junio de 1951 en Filadelfia, Estados Unidos.