sábado, 19 de julio de 2025

Luz Gay entre banderas: bilingüe y rota

 

  Pedro Marqués de Armas


 Tuve conocimiento de Luz Gay revisando hace un tiempo viejas antologías de poesía cubana. No por su nombre, que ya resalta, sino por la alusión a su locura en Poetas jóvenes cubanos -nutrida recopilación que Paulino G. Báez publicó por la Casa Editorial Maucci de Barcelona en 1922-, captó mi atención. Al pie del único poema suyo, el soneto titulado “Soneto”, Báez apuntaba: “Luz Gay pertenece al corto número de elegidas de Apolo, que dieron brillo a las letras patrias de fines del siglo XIX. Autora de la revista “Blanca” ha tenido, como triste epílogo, su vida, el ingreso en un Manicomio”.

 Anoté la referencia y realicé algún que otro rastreo en muestras y antologías poéticas, comprobando que no fue incluida en más ninguna, salvo -con un cuento- en el lujoso número que El Fígaro dedicó en 1895 a las escritoras y artistas más destacadas.

 Con relación a su locura, recopilé información sobre las gestiones realizadas por el Club Femenino para atenderla en su desamparo e internarla en alguna clínica psiquiátrica, pudiendo seguir su periplo por varias de éstas: la clínica del Dr. Armando de Córdova, la del Dr. Raventós, el sanatorio Pérez Vento de Guanabacoa, y el Galigarcía en Los Pinos, en ese orden. Intenté luego, sin resultados, dar con alguna mención por parte de esos conocidos psiquiatras que la atendieron.

 Pasó un tiempo y descubrí en internet un artículo de Jorge Domingo Cuadriello titulado "Luz Gay: de la poesía a la locura", publicado en la revista Espacio Laical en 2020. Se trata del único acercamiento contemporáneo a la obra y la figura de esta enigmática poeta, sin dudas espléndido rescate y reconstrucción de su trayectoria, por demás con el rigor que tienen los escritos e investigaciones de Domingo, quien declara al comenzar su artículo: “Muy pobres son los datos biográficos que hemos podido acopiar de esta autora, que debió nacer en La Habana aproximadamente en 1860”.

 Ciertamente motivado por los aportes de este acercamiento, decidí indagar detenidamente en diversas hemerotecas, con la intención de reconstruir algo más, en lo posible, tanto las gestiones como la figura de esta poeta que termina en el olvido y la miseria, erigida luego por las feministas cubanas de los años veinte en uno de los estandartes de su labor, a medio camino entre la caridad pública y la intervención propiamente social. 

                   Del nombre al delirio

 Revista Blanca comenzó a circular el 15 de julio de 1894, con una frecuencia mensual y sobrevivió -por lo visto- hasta finales de 1897. Dirigida por la poeta Luz Gay, una de las primeras mujeres en ejercer el periodismo en Cuba, estaba sobre todo dirigida a un público femenino y era más del gusto romántico que modernista, si bien se aproximó a este último por su autonomía artística y la aparición en sus páginas de poetas como Gutiérrez Nájera, Díaz Mirón, Nervo e Icaza, con alguna que otra crónica de Gómez Carrillo sobre el París moderno. 

 Los principales colaboradores de Luz Gay -a cuyo cargo corría la totalidad de la gestión- fueron Alfredo Pons Zayas, Rafael Fernández de Castro y José Faiñas y Cartelí, con ocasionales trabajos de Enrique Piñeyro, Antonio y Francisco Sellén, Pedro Santacilia y la escritora gallega Sofía Casanova, entre otros. Publicó la revista numerosas traducciones, textos de o sobre Heine, Hugo, Lamartine, Zola y Maupassant, junto a abundantes retratos -Petrarca, Byron, Gautier, la Avellaneda, Heredia, Edisson, y muchos más. Contenía lo mismo grabados de obras como "El jardín de las Hespérides" de Georget que paisajes locales: carruajes, cafetales, sendas de palmas. Se suman crónicas de salón, una sección de ajedrez, viñetas y anuncios. 

  En todos los números -según puede corroborarse en reseñas de época- colaboró su directora, mayormente con sus poesías, aunque también con cuentos y artículos -por ejemplo, uno sobre el raquitismo.

 Luz era hija del hacendado y coronel de voluntarios Francisco de Paula Gay, cuya muerte en noviembre de 1885 la afectó profundamente. Después de un lustro de fervorosa entrega procurando que no se atrasaran los números y cumplir con sus lectores, hacia finales de 1897 comenzó a tener problemas para sostener su empresa, si bien parece que siguió editando de modo espaciado. Todo indica que a mediados de 1900 ya daba muestras de desequilibrio, cuando reclamó a la Revista Blanca de Madrid -fundada en 1898- el haberle hurtado el título de su publicación. Y dos años más tarde, poco antes del nacimiento de la República, perdió completamente el juicio.

 Vinieron entonces largos años de errancia por las calles de La Habana, por las que se paseaba sin aceptar limosnas y con unos cuadernos envueltos en una bandera norteamericana. Es así que se le conoce como "la loca de la bandera", según la calificó el popular periodista Billiken.

 Se señala como desencadenante de su trastorno mental un amor fallido, cuyos inicios habría que situar antes de la muerte del padre. En uno de los pocos artículos que informa sobre su infortunada relación, Anita Arroyo aseguraba: "Sufrió un verdadero trauma amoroso que la llevó a la locura. Su novio, sorprendido en actividades revolucionarias, fue hecho prisionero por el gobierno español y condenado a muerte. El padre de Luz consiguió, movido por el dolor de su hija, y haciendo uso de su influencia con el Capitán General, que se le conmutara la pena por la de destierro a España. El joven partió dejando a la enamorada muchacha la enorme esperanza del regreso. Pero no volvió jamás. A la que le había salvado la vida le hizo la afrenta de olvidarla, y un día leyó Luz la noticia de las bodas de su novio con otra".

 Por más que he rastreado en busca del joven en cuestión he tenido que conformarme con la referencia de Arroyo. Si su padre, como varias fuentes indican, fallece en 1885: ¿en qué año situar el mencionado episodio? Arroyo va más allá y aporta lo siguiente: "Dícese que no lloró una sola lágrima. Pero la oscuridad se hizo en su mente, que no podía concebir la traición de la persona que más amaba en el mundo, y la infeliz Luz perdió, con la razón de vivir, la razón de su cerebro. La apasionada joven, que había sentido la causa separatista con verdadero celo de patriota, se hizo desde entonces anexionista. Huérfana, poco después, cargó, como único equipaje, con una bandera americana, se envolvió en ella, y a ella redujo su vestido. Recitaba en tono declamatorio por las calles sus poesías de amor y se enfurecía cuando los muchachos la apedreaban y le gritaban, ignorantes de su tragedia, `Viva Cuba Libre´".


 En fin, la historia no puede ser más interesante y, en lo que toca a la locura, más expresiva de los conflictos político-identitarios de la época. En cierto modo una fusión de factores, varios de los cuales se atisban vagamente en sus poesías y en la empresa que llevó a cabo: el abandono de la madre, la pérdida del padre, el agotamiento de los recursos financieros. A lo que habría que añadir un cortocircuito con los ideales paternos que parece darle fondo a sus delirios. De Paula Gay fue uno de los hombres más ricos e influyentes de la colonia: además de dueño de ingenios, poderoso banquero, mientras en lo político derivaba del integrismo -cercano a Valmaseda en la guerra del 68- al reformismo, ocupando por último un puesto importante en el partido autonomista.

 En cualquier caso, Luz Gay es incapaz de superar la "traición" de quien debe la vida a su padre, como tampoco la culpa por "comprometerlo", lo que complica su nunca resuelto duelo. Al negar al amante en totalidad, la autora de "Plegaria de la huérfana" niega de paso su identificación con lo cubano, proyectando en la enseña en que “se envuelve” -o en el objeto envuelto- tanto su orfandad como necesidad de protección ante una República a la que llega tocada y de la que no puede fiarse. Es probable que la locura, que se manifiesta en el “robo” del nombre de su revista -no es ignorancia, sino paranoia lo que la lleva a semejante demanda- viniera abriéndose paso desde antes de 1900. Según algunas versiones, a veces se envolvía en una bandera cubana, pero para despojarse de ella una y otra vez. 

 No se trata tanto, en su caso, de una fijación al paisaje emocional de la época en que pierde el juicio -la de las dos banderas ondeando a la par-, como de negar un orden simbólico que se le torna insoportable. Claro que subyace en este orden también un rechazo a España, que representa de algún modo aquello que le han usurpado: el amor -si es que allí, como parece, encuentra cobijo su prometido- y el objeto al que traspola su pasión: la revista.    

 Lo cierto es que deambuló en delirio por las calles de La Habana -¿qué serían esos cuadernos que envolvía bajo tales enseñas? ¿acaso la revista a la que tanto se entregó?- hasta abril de 1920, cuando el Club Femenino lanza una convocatoria a su favor en virtud de la cual fue internada como enferma mental.

                   De la calle al manicomio

 Como apunta Domingo Cuadriello, son escasas las noticias posteriores a 1902 y solo tras un “largo paréntesis resurge a la vida pública habanera convertida en una demente que recorre las calles vestida con unos harapos y en completo estado de abandono personal”. Todo indica que únicamente con el surgimiento en 1918 del Club Femenino de Cuba, se repara en su situación y se inicia una campaña encaminada a sufragar su internamiento. En septiembre de 1919 el Diario de la Marina reprodujo un soneto suyo con este comentario: “Esta Luz Gay es hoy una pobre mujer medio distraída que vaga por las calles con unos cuadernos bajo el brazo envueltos en una bandera cubana”.

 El asunto es tratado por las feministas en sesión del 15 de abril de 1920. Es entonces que se solicita la ayuda tanto de la prensa como de corporaciones y entidades estatales “para obtener por colecta pública los fondos precisos para sufragar la permanencia de la señorita Gay en un sanatorio o clínica adecuada durante todo el tiempo que reclame su curación, sin límite”. Se promueve además desde esa junta “preparar una edición de sus poesías y escritos” con el objeto de vendarla por medición de Club Femenino a lo largo de todo el país, una función teatral a su favor, etc.

 En apenas dos meses se reunió la cantidad suficiente para proceder a internarla, lo cual se llevó a efecto en la clínica del Dr. Córdova el 21 de junio de 1920, creándose de paso un clima de opinión y sensibilidad favorables para su sostenimiento. Una semana más tarde aparecería un sugestivo artículo de Miguel Ángel de la Torre, cronista de El Heraldo de Cuba y una de las mejores plumas de la época; reproduzco los párrafos que cita Domingo Cuadriello junto a la fotografía que acompañaba el texto, titulado “Los harapos de la quimera”:

“¡Luz Gay! Envuelta en andrajos, devanando sin cesar un absurdo soliloquio, con un bulto enigmático a cuestas, su pobre figura depauperada y ridícula forma parte de la decoración callejera de La Habana, a cuya comparsa de mendigos y gente maleante se unió un día sin sol. Duerme al cobijo equívoco de los soportales y come las ocasionales migajas del hallazgo, pero habla de grandezas en su lenguaje bilingüe y roto.

Jamás tendió su mano en humillado pordiosero. Sin sentir sobre su cuerpo, antaño hecho a las caricias blandas de la comodidad, las agresiones de la intemperie, ni los gritos del hambre, Luz Gay pasea por nuestras calles una engallada satisfacción. Sólo de vez en vez, bajo una racha de recuerdos, su frente se frunce, su mirada se ensombrece y su voz arroja al viento maldiciones indignadas. Pero, salvo esos paréntesis alumbrados por un corto relámpago de ira, en su alejamiento de la realidad parece pasar entre filas de cervices inclinadas en reverencia ante ella y entre manos amigas tendidas hacia ella”.

 No tiene precio la referencia del cronista al lenguaje de la poeta devenida psicótica: el suyo un lenguaje “bilingüe y roto” que se expresa en clave de grandezas, es decir, de orgullosa paranoia.


 Un año más tarde, a mediados de 1921, ya estaba lista la edición de sus poesías y escritos, prologada por Dulce María Borrero bajo el título Poesías de Luz Gay, y editada gracias al auxilio de Juanita Egulior, viuda de Ramón Rambla, dueño junto a Jesús María Bouza de la Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Cía.

 En su presentación, Borrero destacaba así su vagabundez y locura: “…desesperado dolor es el dolor inconsciente o resignado de aquellos que han perdido la voluntad, y Luz Gay, la poetisa de temperamento exquisito y sensitivo, que en sus años de oro compusiera esas rimas delicadas y escribiera esa páginas enérgicas (…), errando todo el día, ensimismada y muda a través de la urbe bulliciosa, bajo el sol ardoroso; postrándose de noche, rendida al peso de su desamparo, sobre el frío peldaño de algún umbral infranqueable o en la fraternal aspereza de un pedazo de tierra, con el silencio del mundo por cobija y por almohada la retorcida raíz de algún árbol que sube susurrando hacia la tiniebla estrellada del cielo como para escapar a la contemplación del horror…”

 Borrero la califica de “hermana nuestra” y señala la triple pérdida de fortuna, techo y razón. Y frente al mundo, una dignidad que la lleva al enfado e indignación que cada vez que le ofrecen o insinúan ofrecerle limosnas. No alude sin embargo a las presuntas causas de su locura, sobre la que he especulado más arriba. No será hasta la publicación en 1954 del artículo de Anita Arroyo, que alguna luz se arroje al respecto.

 Un rastreo menos especulativo nos lleva a los siguientes datos: crecientes dificultades a lo largo de 1897 para sostener la revista. A finales de ese año dificultades para realizar una función a favor de su proyecto, enviando a la prensa esta aclaración: “Por diferencias surgidas con el administrador del Teatro de Tacón, y que han terminado con la caballerosa mediación particular cerca de mí, del Señor Bruzón, invitado a ello cortésmente por el General Blanco, pongo en conocimiento de usted, que finalmente el próximo domingo 12, tendrá efecto en Tacón, la función benéfica extraordinaria de la Revista Blanca”.

 En junio de 1901 era autorizada a publicar un periódico titulado “El trabajador” del cual no hay rastros. En septiembre de ese año escribe aquella carta acusando a la poderosa Revista Blanca de Madrid de hurtarle el título, misiva duramente contestada por un receloso reportero del Diario de la Marina. Y finalmente esta nota de 24 de marzo de 1902 declarando su enfermedad: “Con pena hemos sabido que nuestra compañera, la Srta Luz Gay, se encuentra sufriendo penosa enfermedad. Deseamos el más breve y completo restablecimiento de la inspirada poetisa y correcta escritora que tanto aprecio nos merece”. Por entonces, intentaba integrar la “Asociación de la Prensa” que presidía el cronista musical Serafín Ramírez.

  El poeta gallego Curros Enríquez, quien debió conocerla en algunas de sus estancias cubanas a finales del XIX, siempre dispuesto a dispensar con sus versos a las cubanas, le dedicó esta estrofa precedida de comentario:

   A Luz Gay

  (Contestando a un ideal romántico en que dice que quiere morir de tedio y que en su sepulcro no caiga ni un rayo de sol.)

  Luz: para mí la mejor

  Muerte es la muerte de amor;

  Y si tumba he de escoger

  Por tumba pido al Señor

  ¡El alma de una mujer!

 Después viene su errancia y el largo silencio a que se refiere Domingo Cuadrillo. Apenas alguna vaga referencia por los años de 1910, con su nombre por objeto, bien alguna denuncia por escándalo callejero, bien por un extraño regalo que le cursan desde una famosa floristería.   

 Hasta su muerte -por lo que parece en 1936- Luz Gay fue motivo de piadosas peregrinaciones de las feministas cubanas a las diversas clínicas psiquiátricas por las que pasó. Ciertamente, devino en uno de los referentes de la asistencia social, en fetiche por excelencia del discurso socio-caritativo. Así que termino con unos recortes que ilustran ese otro interregno en el que se le tuvo y en el que, como suele ocurrir, se habla en su nombre pero sin ella, esto es, sin que conozcamos algo más de su vida. 

                                                                          La Lucha, julio 23, 1908.


Diario de la Marina, febrero 16, 1924. 


Diario de la Marina, abril 3, 1923. 


Diario de la Marina, 11 de julio, 1923. 


Diario de la Marina, octubre 9, 1927. 


Diario de la Marina, 6 de enero, 1929.


                   Diario de la Marina, abril 11, 1930. 


Diario de la Marina, mayo 16, 1933. 

No hay comentarios: