Anita Arroyo
Ahora que el Patronato de Servicio Social celebra "La Semana de Servicio Social" con el fin de movilizar el interés público hacia la ayuda al necesitado promoviendo una mayor tecnificación de la Asistencia Social en Cuba, ha venido a mi recuerdo, por contraste, el conmovedor caso de La Loca de la Bandera. Sucedió hace muchos años cuando no existía en nuestro país la Asistencia Social y las instituciones culturales eran las que practicaban la filantropía. El Club Femenino de Cuba, decana de nuestras instituciones de mujeres, fue el primero en tratar de organizar, dándole un sentido de ayuda permanente, la vieja caridad privada. Para ello creó servicios públicos, como La Gota de Leche, y se ocupó de resolver algunos casos individuales, como el de la poetisa Luz Gay, a quien mantuvo el Club Femenino recluida, por espacio de largos años, en un sanatorio de enfermedades mentales.
Caso peregrino el de esta pobre enajenada, que
quizás muchos habaneros recuerden todavía. Vagaba la infeliz envuelta en una
bandera americana por las calles de la ciudad. Así ataviada, era el blanco de
las burlas de los transeúntes y de las irreverentes mofas de los chiquillos
callejeros. El popular "Billiken", en un artículo de su sección
"Arreglando el Mundo", le dedicó por entonces una humanitaria estampa
que tituló "La Loca de la Bandera". Su artículo movía al sector a comprender
la tragedia de aquella pobre mujer.
Poetisa distinguida, hija de una aristocrática
familia de fines de la etapa colonial, sufrió un verdadero trauma amoroso que
la llevó a la locura. Su novio, sorprendido en actividades revolucionarias, fue
hecho prisionero por el gobierno español y condenado a muerte. El padre de Luz
consiguió, movido por el dolor de su hija, y haciendo uso de su influencia con
el Capitán General, que se le conmutara la pena por la de destierro a España.
El joven partió dejando a la enamorada muchacha la enorme esperanza del
regreso. Pero no volvió jamás. A la que le había salvado la vida le hizo la
afrenta de olvidarla, y un día leyó Luz la noticia de las bodas de su novio con
otra.
Dícese que no lloró una sola lágrima. Pero la
oscuridad se hizo en su mente, que no podía concebir la traición de la persona
que más amaba en el mundo, y la infeliz Luz perdió, con la razón de vivir, la
razón de su cerebro. La apasionada joven, que había sentido la causa
separatista con verdadero celo de patriota, se hizo desde entonces anexionista.
Huérfana, poco después, cargó, como único equipaje, con una bandera americana,
se envolvió en ella, y a ella redujo su vestido. Recitaba en tono declamatorio
por las calles sus poesías de amor y se enfurecía cuando los muchachos la
apedreaban y le gritaban, ignorantes de su tragedia, "Viva Cuba
Libre:"
¡Cuánto ha cambiado el tratamiento y la ayuda
al necesitado desde entonces! Hoy se le atiende con humana simpatía y si este
siglo es el siglo de la mujer y del niño, lo es, igualmente, el siglo de los
derechos del necesitado. En nuestro país la asistencia social ha sido obra,
principalmente, de mujeres. La Sección de Asistencia Social del Lyceum fue, en
1933, el núcleo generador de una definitiva organización científica de los
distintos servicios de carácter social, de acuerdo con la técnica y los
postulados de la moderna ciencia de la Asistencia Social, y de allí surgió el
Patronato de Servicio Social. Este suponía la introducción, en este vital
sector, del modo de pensar científico y el aporte de disciplinas sociales,
tales como la Sociología, la Economía, la Biología y las ciencias políticas.
Tales adelantos tecnológicos condujeron a la
preparación, cada vez más especializada, de un número cada vez mayor de los
interesados en prestar servicio social. Se llegó a la conclusión de que, para
desempeñar eficientemente este humanitario trabajo, se requerían estudios
especiales. preparación cualificada.
Fue entonces, cuando el grupo entusiasta de
hombres y mujeres que componían el Patronato de Asistencia Social, impulsados
por la dinamia sin paralelo de Elena Mederos, se dieron a la tarea de organizar
la Escuela de Asistencia Social para preparar un nuevo tipo de profesional,
sumamente útil a la colectividad: el de los Trabajadores Sociales. La fecha de
1934, en que quedó fundada la Escuela en la Universidad de La Habana, entonces
formando parte de la facultad de Educación y hoy, más propiamente, dentro de la
de Ciencias Sociales, constituye el acontecimiento de mayor trascendencia en la
historia de beneficencia pública en nuestro país. Desde entonces se han
graduado en la Escuela de Servicio Social más de doscientos Trabajadores
Sociales, de los cuales ocupan en la actualidad dentro de su profesión, en
instituciones públicas y privadas, alrededor de ciento veinte. El Patronato
continúa hoy con el mismo entusiasmo sus actividades rectoras y orientadoras,
tratando de coordinar todas las actividades de la ayuda al necesitado e imprimiéndoles
un carácter cada vez más técnico. La presidenta actual, la doctora Consuelo
Rossie, nos habla con entusiasmo de la Revista de Servicio Social que
edita el Patronato: "Tiene una gran demanda fuera de Cuba, donde es más
conocida que aquí por las instituciones de este tipo en el resto de
América", nos dice a propósito de la Semana de Servicio Social. Y oyendo
hablar esta Trabajadora Social moderna, graduada de la Escuela de Servicio
Social, fue que evocamos los desvelos de las primeras feministas cubanas -entre
ellas mi madre- por la Loca de la Bandera.
Diario de la Marina, 17
diciembre de 1954.
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