domingo, 27 de julio de 2025

"El busca la patria". Relación de un caso frenológico

 

El martes 23 de enero de 1844, hallándome en Vilanova y Geltrú, con el objeto de introducir en ella el estudio de la Frenología, se presentó D. Indalecio Roig de 21 años de edad, acompañado de su señora madre, para hacerse examinar la cabeza. El año 1839 los padres de este joven lo mandaron a la Habana donde residió unos cuatro años, al cabo de los cuales tuvieron sus encargados que volverlo a mandar a España, a consecuencia de unos fuertes ataques de nostalgia que padecía.

De regreso a su patria, principiaron a darle y continúan dándole de cuando en cuando unos arranques de fuga, huía de su casa en busca de un imaginado asilo o patria; pero por no bailarla o por calmarle el arrebato, vuelve a su casa al cabo de tres o cuatro días. Los paroxismos le han valido el epíteto de “El busca la patria”, con cuyo apodo todo Villanueva le conoce. Hará unos nueve meses que le han puesto al oficio de carpintero, y desde entonces no son tan frecuentes sus arrebatos.

 Nada de eso sabía yo cuando se presentó el joven; pero apenas le puse las manos en la cabeza, cuando noté que hacia el vértice superior del hueso occipital, donde reside la habitabilidad, presentaba un calor de más de cinco grados que el natural del resto del pericráneo. Desde este momento ya no me cupo duda alguna que la habitatibidad (sic) en aquel joven se hallaba enferma por irritación, pero yo no sabía, ni sabía entonces la Frenología, de qué manera se manifestaba semejante anormalidad de aquel órgano. Así lo comuniqué con toda sinceridad a la madre del examinado, la cual me respondió contándome lo que he referido al principio de esta narración.

Esta señora estaba bastante conmovida creyendo que su hijo era loco, y que para él no había cura. Soseguela, diciéndola: “su hijo de V. no es demente como V. creé, solo tiene un órgano de la cabeza afectado; que es como si dijéramos un solo dedo irritado respecto a las manos. Su razón está sana, y él conoce cuando estos arranques le vienen”. “¿No es verdad Sr. Roig?”, le pregunté. A lo que respondió así señores muy cierto. Pues bien, “señora, continué yo, para curarse sólo es menester que cuando él conoce que está próximo el paroxismo que se lo diga a V. o al que esté cerca de él para impedirle la fuga hasta que le pase el arrebato el cual no le durara mucho tiempo. En el ínterin bueno será que se distraiga cuando salga de su trabajo, que busquen algún bueno y divertido amigo con quien pasearle todos los días y especialmente los domingos, que piense y reflexione constantemente sobre la bobería de escaparse de su casa en busca de una soñada patria, y estoy cierto que no se pasarán quince días sin que el mismo conozca que está curado”.

 Quedó la madre muy satisfecha y se marchó profundamente convencida de que sucedería como yo había dicho. El viernes 2 de febrero, es decir diez días después de la entrevista referida, volvió a verme el joven D. Indalecio Roig, con semblante risueño y muy animado dándome las más afectuosas y expresivas gracias, porque se consideraba curado, y porque dentro de si ya ridiculizaba sus paroxismos y miraba como imposible que jamás hubiese tenido semejantes manías. Toque en el acto la cabeza, y sentí que su habitatibidad (sic) tenía, poco más o menos el calor natural del resto de la cabeza, “ya no, dijo él, ya no siento aquí aquel terrible calor”.

El miércoles 24, el día después de haber examinado el referido joven D. Indalecio Roig, le presenté a mis cuatro clases frenológicas, diciéndoles, “señores indíquenme vds. cuál es la parte más caliente de la cabeza de este caballero”. Y apenas ponían los alumnos la mano en la cabeza del joven decían todos “ésta, ésta”, señalando la habitatibidad. Cuando se les presentó de lleno la correspondencia entre la irritación del órgano que tocaban y la manía que todos sabían poseía el joven, quedaron maravillados de que hubiese quien, con semejantes casos a la vista, pudiese dudar de la Frenología.

Mariano Cubí y Soler

 

Los médicos abajo firmados nos hallábamos presentes como alumnos en las clases a que se refiere el Sr. Cubí, y certificamos que efectivamente quedamos asombrados de ver la correspondencia entre la irritación de la habitatibidad del joven Roig, y los paroxismos a que todos sabíamos que estaba sujeto. Este caso y otros no menos importantes que nos hizo notar el Sr. Cubí, nos han convencido con nuestro distinguido Vicia que: “la Frenología se halla ya en un estado de cuyos conocimientos no pueden carecer el fisiólogo, la medicina práctica, la legislación, la moral, etc.

Villanueva y Geltrú a 7 de febrero de 1844.

José Puigdemasa, Médico Cirujano. Carlos Galcerán, Médico. Juan Banach, Médico y Cirujano. Isidro Parellada, Médico y Cirujano.


Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Sociedad Médica Oficial de Socorros Mutuos, 1844 , p. 34.


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