miércoles, 14 de agosto de 2019

Lezama en su casa de la calle Trocadero





 Heberto Padilla


 Hace algún tiempo
como un muchacho enfurecido frente a sus manos atareadas
en poner trampas
           para que nadie se acercara,
nadie sino el más hondo,
nadie sino el que tiene
           un corazón en el pico del aura,
me detuve en la puerta de su casa
para gritar que no
           para advertirle
que la refriega contra usted ya había comenzado.
Usted observaba todo,
imagino que no dejaba usted de fumar grandes cigarros,
que continuaba usted escribiendo
            entre los grandes humos.
¿Y qué pude hacer yo,
             si en su casa de vidrios de colores
hasta el cielo de Cuba lo apoyaba?



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