domingo, 5 de mayo de 2019

Cuento del País de las Hadas




 El poema que ofrecemos a nuestros lectores, obra de singular belleza y sugerente simbolismo, fue publicado por vez primera en la importante revista de Nueva York, "The Forum", y constituyó para su autor, el poeta de Nicaragua Salomón de la Selva, una verdadera consagración literaria. Después, en unión de otros poemas, vino a formar el admirable libro "Tropical Town and other poems",  de un alto grado de excelencia por la riqueza de los temas y la pureza y frescura del entusiasmo lírico. Salomón de la Selva ofrece el caso raro en las letras hispano-americanas, del escritor apropiadamente bilingüe, es decir, del que no sólo maneja con poca usual maestría dos instrumentos fonéticos de arte tan distintos, como el inglés y el castellano, sino que en él se funden, para formar una compleja personalidad artística, las virtudes y las tradiciones poéticas de dos razas y de dos culturas.

 Por su culto a los valores estéticos, por la vasta gama de su sensibilidad y por su weltanschauung, es quizás un poeta nórdico: pero su poesía no es brumosa, ni perezosamente ensimismada, ni es, por esencia, simbólica y trascendental: más bien predomina en ella el sentido meridional de la armonía y la claridad mediterránea", y está toda plena de la vibración cordial del entusiasmo juvenil, de un ímpetu lírico apasionado y fluyente. Tal se nos muestra con atornasolada gama, de color y sensibilidad, en sus poemas más íntimos, —acaso los más representativos—, y en la cálida limpidez vernal de sus poemas del Trópico, —acaso los de sabor más exótico para los lectores ingleses.

 Así Salomón de la Selva, poeta en lengua inglesa o poeta en lengua castellana, es siempre algo singular, —singular por lo genuino de sus valores poéticos y por la pureza y frescura de su emoción lírica. Sin ser extravagante, es nuevo, porque posee las virtudes renovadoras de todas los temas eternos y ese don —tan raro en nuestros poetas de hoy— de hacer de la obra de arte, cauce y espejo, donde rebose y se refleje la cálida afluencia de la vida.

 Con todo, no es difícil notar en él, aún al través de la urdimbre de las intercruzadas influencias que han precedido a su formación, la efervescencia de un temperamento meridional hirviendo bajo el sereno bronce de sus poemas ingleses, como las erupciones de los volcanes submarinos bajo la tranquila superficie del mar.

 De su riqueza de imaginación, de seguro instinto para la percepción de la belleza y de ese su apasionado acento lírico, —tan lleno de sugestivo poder por lo ingenuo y sabio al mismo tiempo— nos da una buena muestra el magnífico "Cuento del País de las Hadas", que un hermano suyo en Apolo, el poeta cubano Mariano Brull, ha querido contarnos en castellano en su vibrante acento lírico.


Mientras estaba en mi lecho en plácida inacción
A deslumbrarme vino una hermosa visión.

Y me quedé acostado por todo el día, en tanto
Hilaba bellas voces en la malla de un canto.

(Y olvidé todo: el hambre, y el fracasado empeño
Que me hizo ansiar la noche del infinito sueño.)

Ningún tapiz antiguo asemejar pudiera
Con aquel, que, a mis ojos, maravilloso era.

Porque en voces de púrpura, porque en voces de oro deslumbrador
Y en palabras de sedas y de plata, se decía, el Amor

Y ostentaba figuras de sorprendentes trazos
De dioses y de hombres, de auroras y de ocasos.

Ahí estaban los símbolos de Merlín como en luz
De misterio: el Rebaño, las Palomas, la Cruz...

Y un laberinto áspero de intrincado camino
Donde se deshilaba el hilo del destino.

Y voces como rosas; y de sones altivos
Como un súbito vuelo de pájaros esquivos.

Y esas voces agrestes, que, cual hojas al viento
Murmuran en los versos con un trémulo acento.

Una palabra casta, helada de misterio.
Era la luna en el palacio de su cautiverio.

Otra, era el sol: redonda, cálida, deslumbrante,
Dejaba un son de oro a su paso triunfante.

Otra, suave, cual carne de virgen, rosiblanca;
Y otra, el día y la noche sustentaba en su anca.

Todas estas palabras tejí en un canto, atento:-
Un tapiz de palabras que me trajo el contento.

Y ya al fin terminado, —me dije— “De derecho
El Rey debe comprarlo". Y salté de mi lecho.

"El Rey lo comprará, y, en don de su realeza.
Hará a todos los hombres merced de su belleza".

"Y así, de día en día, su fama irá tan lejos
Que hasta los ermitaños llegarán sus reflejos".

"Quienes parando el rezo, dirán a prima hora:
¡Debe ser más hermoso que el nacer de la aurora!"

"¡Dios bendiga las manos que hicieron tal proeza
y bendiga Dios el alma que soñó tanta belleza!"

Y muchas veces, dije: "El Rey, para decora
Del Palacio Real, comprará mi tesoro".

"Y cuando alguna Reina de belleza única
A visitarle fuera, él saldrá a recibirla con el tapiz por túnica".

"Y le estará tan bien la soberana
Túnica, como al lirio, el rocío en la mañana".

"Y le estará tan bien, cual si el velo nocturno
Cayera un día, en pleno, del vivo fulgor diurno".

"Le quedará tan bien, como a la funda inerte
La poderosa espada, cuyo toque es la muerte".

"Le quedará tan bien, que, al verlo en su llegada
Se sentirá la Reina como transfigurada".

"Y el gran día de gloria de la fiesta nupcial
Estará de dosel en el Tálamo Real."

Y con mi tapiz lírico y el corazón contento
Al Palacio llegué, tan veloz como el viento.

Y hallé en la puerta un crítico que dijo, sin mohína:
"Podrá el tapiz tener buen uso en la cocina.”

"O, a más, podrá servir para que la fregona
Se engalane; —usted ve— todo en él desentona."

"El estilo es pedestre y el color es muy vivo".
—y contraía sus labios, de ira, un gesto esquivo.—

"A más, el tema es viejo. De haber usted vestido con mejor fantasía
Sus ensueños, —a la usanza moderna— otra cosa sería".

"También, el tema es vago. Debió ser definido
Muy difícil sería encontrarle el sentido".

Y así, con crueles bromas, quiso excitar la risa
Pero, más cruel aún era, su taimada sonrisa.

"Como sois joven, —dijo— aún podéis aprender para hacerlo mejor".
—Mi corazón, en tanto, sangraba de dolor.—

Y como me acosaba el hambre, y yo era pobre,
Di el tapiz de oro y plata por monedas de cobre.

Y Seguí por la senda de tantos infelices
Hacia el benigno río de los remansos grises.

Noches después, la pálida Cenicienta vestía
La tela que tejieron mis manos. —Y se decía

En crónicas de Hadas, que en el Salón Real
Nunca vieron los hombres magnificencia igual.

Y vinieron romeros de países ignotos
Más allá del desierto, y de mares remotos.

Porque aquel que era amante del Amor, —se decía—
Le llevaba a su alma la perfecta alegría.

Así, Jasón intrépido, que al Amor hizo ofrendas
Realizó mil hazañas, según griegos leyendas.

Y así de mano en mano pasó el tapiz precioso
Aumentando el encanto de su don prodigioso.

Pues toda la belleza que el hombre anhela tanto,
La gracia de los niños, el ímpetu del canto;

El candor de las cosas que exalta el vivo anhelo
—Aunque presas en tierra— de remontarse al cielo;

El valor y la fe que a la mujer sustenta
Que vence del dolor y a toda angustia afrenta;

Y cuanto amé y sufrí, fue en el tapiz tejido:
Pero sólo era dueño de él, el escogido:

El que por amar mucho fuele dado, en consuelo,
Manos, que, en tierra siembran, de las flores del cielo.

Así fue, como a Cristo, que murió por amor,
Le llevó Magdalena mi tapiz triunfador.

Con él Arimatea, que, fiel, al trance asiste,
Al descanso postrero entregó al Hombre Triste.

Cuando el tercero día volvió de entre los muertos
Los ojos de los hombres vieron, de asombro yertos,

Que el tapiz que tejiera en horas de agonía
Y de amor, de sus hombros, caía

Y le estaba tan bien la soberana
Túnica, como al lirio, el rocío en la mañana.

Y le estaba tan bien, cual si el cielo nocturno
Cayera sobre un día de intenso fulgor diurno.

Y le estaba tan bien, como a la funda inerte
La poderosa espada, cuyo toque es la muerte.

Y El habrá de llevarlo en el Juicio Final,
Mientras cantan los santos en el Trono Inmortal: —

“¡Dios bendiga las manos que hicieron tal proeza
Y bendiga Dios el alma que soñó tanta belleza!"


 Traducción: Mariano Brull

 El mercurio peruano, vol IX, 1922, pp. 165-74.

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