Antonio de Gordon y Acosta
Como nuestro empeño es el estudio del problema
que nos ocupa, con relación al más precioso engaste de la rica presea de la
Corona Española y la más estimable concha de la Occidental margarita, así
llamada por Dávila Orejón, Capitán General que fue de esta Isla, desde 1664 a
1670, vamos a detenernos con la brevedad posible, en enumerar los principales
incendios que han tenido lugar en la Capital, desde su fundación hasta nuestros
días.
Sábese que el Adelantado D. Diego Velázquez,
natural de Cuellar, provincia de Segovia, fue el que fundó la población el 25
de Julio de 1515 en la desembocadura del río Mayabeque; sábese también, que por
lo malsano del lugar, se trasladó luego la Villa a la boca del Casiguaguas,
Chorrera o Almendares, llamado así por los provechosos baños que tomó en él el
Obispo Fray Enrique de Almendariz, y que en 1519 se estableció en el punto en
que hoy se halla, denominándose San Cristóbal de la Habana, por haberse creado
el día de ese mártir, y según el erudito Arrate, con el fin de obsequiar al
Almirante de las Indias D. Diego Colón, por haber llevado su glorioso padre el mismo
nombre, y Habana por haberse emplazado en la provincia india que los naturales
distinguían con ese término.
Ahora bien, a poco de constituida la urbe, el
año de 1538, siendo Teniente de Gobernador Juan de Rojas, unos piratas llamados
filibusteros, entraron en el Puerto, saquearon e incendiaron la población, por
lo que enseguida se personó en ella el Gobernador D. Hernando de Soto, ordenando
la construcción del Castillo de 1a. Fuerza, que concluido en 1544, dio tal
importancia a la Villa, que se dispuso al año siguiente que las embarcaciones
que entraran la saludaran como plaza militar.
En 1555, volvieron los piratas a saquear y a
incendiar la Habana, defendida entonces por Juan Lovera, viéndose el Gobierno
obligado a trasladarse a Guanabacoa.
En los años de 1618, 1619, 1620 y 1621,
tuvieron lugar varios incendios en la población, en los cuales se quemaron 100
casas, según dijo a S. M. el Gobernador Venegas, en carta que le dirigió con
ese objeto, acaeciendo uno horroroso entre 8 y 9 de la mañana del viernes 22 de
Abril de 1622, en que por una fuerte brisa fueron devoradas por las llamas
cinco cuadras, principiando el siniestro por una casa de la calle del Molino
cerca de la Plaza, extremo de la que se llama hoy Riela; el fuego fue tan intenso,
que quedó dividida la ciudad en dos partes por una faja ardiente, propagándose
a los bosques y quemándose más de una legua de éstos.
El 30 de Junio de 1741, a las tres de la
tarde, cayó un rayo en el mayor del navío “Invencible”, Capitana de la Escuadra
de D. Rodrigo de Torres, prendiéndose todo el buque, que contenía cuatrocientos
quintales de pólvora, por lo que atemorizados los vecinos en número
considerable, se echaron a la calle, dirigiéndose al campo y resultando por el
siniestro 16 muertos y 21 heridos.
El 3 de Julio de 1762 fue reducido a cenizas
el Reducto construido por los ingleses en la toma de esta capital, durando el
fuego 3 días.
El 9 de Agosto del mismo año el Conde de
Albemarle que dirigía el sitio de esta plaza, hizo incendiar las fábricas que
había en los extramuros, que eran chozas de guano, lo que verificó sin duda por
haber acampado el enemigo entre la Punta y San Lázaro, en donde estableció su
cuartel general.
A la una del día 25 de Abril de 1785 se
declaró un violento incendio en los talleres de la Maestranza de la plaza y
carenaje de buques del comercio en Casa-Blanca, los cuales tenían gran cantidad
de combustibles, quedando convertidos por eso los edificios en cenizas.
En la tarde del 2o de Abril de 1802 siendo
Gobernador de la Isla el Marqués de Someruelos, tuvo lugar el primer voraz
incendio de Jesús María, que redujo a cenizas 194 casas, el que duró dos días,
quedando sin hogar y en la miseria, gran número de habitantes.
En 1810 se quemó por completo la fragata
«Atocha» en el bajo de Begla, de la misma manera que lo fue la «Eulalia» el 15
de Marzo de 1757 que se encontraba cargada de aguardiente y azúcar.
El 11 de Febrero de 1828 tuvo lugar el segundo
incendio del barrio de Jesús María, el cual no fue menos desastroso que el
anterior, pues fue grande el daño que ocasionó.
El voraz elemento consumió el 12 de Septiembre
de 1836, la cuadra de la Calzada del Monte situada después del puente de Chávez,
trabajando tanto y tan bien los bomberos, que el Excmo. Sr. General Tacón,
complacido del comportamiento de aquellos, les dio las más expresivas gracias.
El 5 de Abril de 1837, cuatro fuegos casi
simultáneos tuvieron lugar en la calzada del Príncipe Alfonso, quemándose 20
casas, produciendo 47 bajas en el Cuerpo de Bomberos.
En la noche del 7 de Abril de 1839 ardió la
ferretería situada en Muralla 32, siendo tan grande la cantidad de escombros
que fue preciso dejar 21 Bomberos para apagarlos y removerlos.
No menos desastroso fue el siniestro acaecido
el 12 de Enero de 1848, en el almacén de Bustamante, situado en los bajos de la
casa del Sr. Conde de Santovenia, produciendo 22 enfermos y heridos en el
Cuerpo de Bomberos, los cuales fueron atendidos con 1000 pesos que dispuso el Capitán
General que fueran satisfechos por la Junta Municipal.
El 1ro de Agosto de 1851, hubo un gran
incendio en la Fábrica de Papel de Puentes Grandes, en donde trabajaron los
bomberos hasta su completa extinción, como así mismo sucedió en el siniestro
ocurrido en 26 de Abril de 1852 en la calzada del Monte núm. 203, casa de Don
Francisco Díaz.
En la mañana del 5 de Abril de 1854, en la
calle de la Zanja, fue reducido a cenizas el taller de maderas de Colombos, y
en la calle de Puerta Cerrada del Arsenal, en la madrugada del 25 de Noviembre
de 1858, se quemaron las casas números 63, 65 y 67.
El 23 de Febrero de 1850, las llamas se
encargaron de higienizar la población, pues hubo fuego en el basurero situado
entonces en las faldas del Castillo de Atares.
El 10 de Octubre de 1860 fue destruido por un
incendio que comenzó a la una de la madrugada, el mercado del Cristo, el cual
se inició en el establecimiento de víveres que existía en la esquina de
Bernaza, terminando el siniestro a las seis y media de la mañana. Ese local es
hoy el Parque de Michelena.
Al mediodía del 22 de Julio de 1863 principió
a quemarse el 2do y 3er. edificio de los Almacenes de Begla, durando la acción
de las llamas hasta las siete de la mañana del día 30.
Desde el primer momento acudió a prestar sus
servicios el Batallón de Bomberos Municipales, pero prolongándose el desastre
después del segundo día, solo asistieron 200 hombres que se relevaban cada 24
horas, trabajando tanto y tan bien, que D. Francisco Fesser, Director de la Compañía,
con fecha 25, dio las gracias a los bomberos en carta publicada en 31 del mismo
mes en el Diario de la Marina.
En esta calamidad se quemaron 63,012 cajas de
azúcar, 672 estuches, 214 pacas de algodón, 1,781 de esterillas, 4 cajas
casquillos, 1,953 sacos de maíz, 852 de café, 73 pacas orégano, 4,770 barriles
y 778 sacos de harina, 7,786 losetas de barro, 612 ladrillos, 875 sacos de sal,
96 huacales de loza y 5,573 bultos de otras mercancías de este comercio.
Las pérdidas en conjunto se calcularon en más
de $1.500,000, ocasionando 27 bajas al Cuerpo de Bomberos Municipales.
Otro hecho notable filé el ocurrido el sábado
6 de Septiembre de 1873; en efecto, a la una menos cuarto de la madrugada el
sereno de la calle del Águila, esquina a Dragones, avisó que ardía el mercado
de Tacón, incendio que se propagó rápidamente devorando todo el edificio, al extremo
de que un padre tuvo que descolgar a dos hijos por un balcón a la calle para poderlos
salvar; la falta de agua se hizo sentir y esta fue causa de la marcha veloz de
la desgracia.
La bomba de vapor de la «Compañía de Seguros
Inglesa» North Bristih and Mercantile Insurance Co., funcionó con dos mangueras
en el siniestro asistida por su personal propio de paisano, pues ya desde meses
antes se trabajaba aquí con entusiasmo para la creación de un nuevo cuerpo de
Bomberos, formado por jóvenes del comercio que voluntariamente se prestaban á
tan grande como humanitario servicio.
Hubo en esta afección social a más de las
pérdidas materiales, 3 muertos, 1 herido y varios tetanizados. El mercado
quemado fue construido de madera en 1817, formando las casillas un octógono en
su interior, conociéndosele con el nombre de Plaza del Vapor, por haber colocado
D. Francisco Marty y Torróos, en una fonda que poseía del lado de la calle de
Galiano, un cuadro en que se hallaba representado un buque de vapor, el
«Neptunio», primero que entró de esa clase en el puerto en 1819, y que hacía
sus viajes de la Habana a Matanzas.
En 1836 el Exmo. Sr. General D. Miguel Tacón
reedificó el edificio, haciéndolo de cantería, y así existió hasta que fue
pasto de las llamas; después de quemado se edificó el actual de hierro y
piedra, inaugurándose, previa bendición, el 14 de Noviembre de 1880.
Grave fue la situación de esta capital el 9 de
Noviembre de 1873, pues estuvo amenazada de terrible desgracia con el fuego que
se produjo en la sala de armas de la Maestranza de Artillería, la que estaba
ocupada por fusiles y repleta de cartuchos, que impidieron nuestros bomberos que
estallaran, evitando así quién sabe cuantas víctimas y notable pérdida para el
Estado.
El elemento del primero de los filósofos
griegos consumió, el 18 de Noviembre de 1876, el mercado de Colón, no obstante
ser de hierro, a consecuencia del número considerable de barbacoas de madera
que en el mismo se habían construido.
El 14 de Mayo de 1877 fue pasto de las llamas
la hermosa casa de Burnhan, Mercaderes 22, ocasionando considerables perjuicios;
en el mismo año y mes, pero el 19, ocurrió otro incendio en la Maestranza de
Artillería, la que cuatro años antes había sido maltratada por las llamas, salvando
los bomberos 100,000 cartuchos.
Cumple a nuestro deber recordar la noche del
22 de Enero de 1880, por la oscilación terrestre que se sintió en la capital,
como igualmente por el siniestro de la fábrica de velas de la calle de la Universidad,
en que se redujeron a cenizas 11 casas, desde el numero 16 al 36.
Pocos minutos después de las doce de la noche
del jueves 7 de Enero de 1881, se manifestó un desastroso siniestro por las
llamas, en la calle del Príncipe Alfonso núm.
7,
manufactura de tabacos de Don José Gener, en que ardió todo el edificio,
calculándose las pérdidas en 250,000 pesos.
Significóse el año 1883 entre nosotros, con
dos notables abrasamientos, siendo éstos: el que se presentó el 30 de Enero en
la Sierra del Sr. Crespo, en el puente de Chávez, de resultas del que hubo
varios muertos, y el otro, el del 4 de Febrero, en el taller de madera de la
calle del Prado, principiando la enfermedad social por un establo que le era
inmediato.
Merece también mención, el ocurrido el 27 de
Mayo de 1884, en la tienda de ropas «El Comercio» situada en la calzada de
Galiano núm. 72, la que pertenecía a Don Francisco González y Quirós,
quemándose todas las existencias como así mismo el mobiliario.
Sucede igual con el que tuvo lugar a las cinco
y media de la mañana del 14 de Junio de 1884, en el almacén de muebles de D.
Mariano González, situado en la calle de la Habana números 136 y 138, estando
muy expuesta la gran droguería del Sr. Sarrá, pues el fuego se hubiera
propagado a ella, a no evitarlo con su acertada intervención los virtuosos enemigos
del elemento pitagórico.
El 29 de Abril de 1884, a consecuencia de la
explosión del polvorín San José, los bomberos se trasladaron al lugar del
siniestro y en él trabajaron como saben hacerlo siempre; servicio que prestaron
de igual manera, el 29 de Septiembre de 1858, cuando tuvo lugar la catástrofe
del otro edificio de la misma clase del anterior.
El 26 de Enero de 1885 a las ocho y media de
la noche, principiaron a arder los barracones del castillo del Príncipe y a no
ser por el arrojo y actividad de nuestros celebrados héroes, hubieran sido
todos aquellos consumidos por la combustión.
El 21 de Mayo de 1887, quemóse gran parte del
edificio que ocupa, con sus existencias, en la calle del Obispo esquina a
Aguacate, el popular establecimiento «El Fénix», como en 27 de Enero de 1890,
la combustión redujo a cenizas la fábrica de baúles situada en Egido núm. 6.
Luctuosa noche fue para esta Capital, la
memorable del 17 de Mayo de 1890: a las diez y veinte minutos los silbatos y
cornetas anunciaban la existencia de un incendio en la demarcación resultando
ser en la ferretería de D. Juan A. Isasi, Mercaderes 24, esquina a Lamparilla,
en donde a poco de principiar ocurrió una terrible explosión, de resultas de la
que hubo el derrumbe del edificio, que fue causa de 50 heridos, 1 7 bomberos
del Comercio muertos, 8 de los Municipales, 4 del personal de O. R, 1 marinero
y 8 paisanos espectadores; a pesar de tamaña desgracia, no por eso suspendieron
los trabajos los demás miembros de ambos cuerpos, al extremo de haberle
obligado a decir al digno General D. José Chinchilla, que entonces gobernaba
estas provincias: «Jamás he visto mayor valor y entusiasmo». La Habana entera se asoció al sentimiento de
dolor, cubriéndose de negro los edificios públicos y privados, siendo el
entierro de las gloriosas víctimas la mejor prueba de la honda pesadumbre de
este pueblo, en el que, «los mártires del deber vivirán eternamente».
Hubo este año en la Capital, incluso el
siniestro descripto, lo incendios y 41 alarmas.
En 1891 ocurrieron en la ciudad 10 fuegos y 37
alarmas, distinguiéndose entre aquellos el del 3 de Abril en la calle de Aguiar
91, sedería de D. Antonio Barillas; el del 20 de Agosto, en la fábrica de
cerillas fosfóricas «La Americana»; el de la panadería «La Flor de Cuba»,
Neptuno esquina a Águila, de la propiedad de Don Vicente Carrodeguas, y el del
«Gimnasio Romaguera», el 2 de Diciembre, cuyo establecimiento reconstruido está
situado donde se hallaba, Compostela 111 y 113.
En 1892, se contaron en la Habana 14 incendios
y 61 alarmas, siendo notables el de Estrella 10, que tuvo lugar a la una y
media de la madrugada del 4 de Abril; el del
viernes
29 del mismo mes, a igual hora que el anterior, en la sedería «La Filosofía»,
Neptuno 69, muriendo 3 individuos carbonizados; el del 4 de Mayo en que
ardieron las casas 45, 47, 49, 51 y 53 de la calzada de Jesús del Monte y las
66, 68 y 70 de la calle de San Joaquín, y el del 26 de Noviembre en la Sierra
de D. Juan Alegret, tabaquería la «Cruz Roja» y tren de coches de Salas.
En 1893 hubo 21 fuegos y 66 alarmas, debiendo
mencionarse entre los primeros, el que ocurrió el 10 de Marzo a las dos de la
tarde en la agrupación 1-5-1, pues se quemaron las casas 181-A y 181-B de la
calle de la Concordia, las 10, 12,14 y 16 de Aramburo y las 222, 224 y 226, de
la de Neptuno.
En lo transcurrido del año actual, hasta el 30
de Junio en que terminamos este trabajo, han tenido lugar en la Capital 8
siniestros y 36 alarmas, siendo el más notable de aquellos el de San Ignacio
78, edificio que poseía en la parte alta una Casa de Huéspedes y en la baja
varios comercios, y
en el que hubo uno de los vecinos carbonizado, dos muertos por quemaduras
extensas y un bombero del Comercio con fractura del brazo derecho…
Los
incendios, los bomberos y la higiene, La Habana, A. Miranda, 1894, pp.
14-23.
No hay comentarios:
Publicar un comentario