Fue en
enero de 1968 que la poetisa cubana Excilia Saldaña me llevó por primera vez a
casa de José Lezama Lima. Me parece que ha sido ayer que él me confesó:
"He sido un solitario que cultiva el diálogo con fanatismo. Creo en la
intercomunicación de la substancia pero soy un solitario. Creo en la verdad y
en el canto coral pero seguiré siendo un solitario. Participo, converso, me
paro en la esquina y miro en torno, pero sigo siendo un solitario. Creo que la
compañía robustece la soledad pero creo también que lo esencial del hombre es
su soledad y la sombra que va proyectando en el muro". Me impresionó más
que cualquier otro escritor. Tenía la sensación de vivir momentos
importantísimos de mi existencia. De hecho recordé muchas veces este primer
encuentro y los dos que le sucedieron y cuya consecuencia es la siguiente
entrevista. Sé que todos los que han tenido la suerte de conocerlo alguna vez
han sido de idéntica manera marcados por él. Basta con el artículo que le
consagró Mario Vargas LLosa en Siempre:
"Hombre muy cordial, prodigiosamente culto, conservador fascinante
mientras el asma no le guillotine la voz, enormemente ancho y risueño, parece
difícil aceptar que este gran conocedor de la literatura y de la historia
universales, que habla con la misma versación picaresca de los postres
bretones, de las modas femeninas victorianas o de la arquitectura vienesa, no ha
salido de Cuba sino dos veces en su vida, y… ambas por brevísimo tiempo: una a
México y otra a Jamaica (uno de sus más hermosos poemas, “Para llegar a Montego
Bay”, refiere esta última experiencia como una proeza mítica, no menos
sobrenatural y fastuosa que el retorno de Ulises a Ítaca).
Como Lezama, Excilia Saldaña era asmática.
Coincidencia, es otro asmático el poeta salvadoreño Roberto Armijo, quien me
trajo la noticia de que se había muerto el autor de Paradiso. Pero ¿es que, de
verdad, ha muerto? Escuchémoslo: "Yo mismo soy el asma, porque a la disnea
de la enfermedad he sumado también la disnea de la inmovilidad. Aquí estoy en
mi sillón, condenado a la quietud, ya peregrino inmóvil para siempre. Mi único
carruaje es la imaginación, pero no a secas: la mía tiene ojos de lince. Son ya
pocos los años que me quedan para sentir el terrible encontronazo del más allá.
Pero a todo sobreviví, y he de sobrevivir también a la muerte. Heidegger
sostiene que el hombre es un ser para la muerte; todo poeta, sin embargo, crea
en la resurrección, entona ante la muerte un hurra victorioso. Y si alguno
piensa que exagero, quedará preso de los desastres, del demonio y de los
círculos infernales.”
Barcelona 25-8-1976
"Al
llegar la poesía a su identidad, espejo y médula de sauco, abre sus cien
puertas." José Lezama Lima nació en La Habana el 19 de diciembre de 1910.
Su obra, además de la poesía comprende el cuento; el ensayo y la novela. Fundador
de las revistas Verbum (1937), Espuela de Plata (1939-1941), Nadie Parecía (1934-1944) y Orígenes (1944-1956), núcleo en torno al
que giran los poetas cubanos más trascendentales y de la tercera generación
republicana. "En el hálito que recibe el hombre está el espejo de lo estelar
y, en las palabras que devuelve, la inauguración de la arcilla en
lluvias." Ha publicado: Muerte de
Narciso (1937), Enemigo rumor
(1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960) y Poesía
completa (1970), Coloquio con Juan
Ramón Jiménez (1938), Anécdota del
reloj (1953), La expresión americana
(1957), Tratados en La Habana (1958),
Antología de la poesía cubana (hasta
el siglo XIX, 3 tomos, 1965) y La
Cantidad hechizada (1970), ensayo; Paradiso,
novela traducida a varios idiomas. En 1966, la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba publicó, con un ensayo preliminar del
poeta Armando Álvarez Bravo, Orbita de
Lezama Lima y en 1971 una recopilación de textos sobre su obra fue dada a conocer
por la Casa de las Américas en su serie "Valoración Múltiple".
-Sabemos
que usted conoció y fue amigo de tres de los más grandes poetas españoles de
este siglo: Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda y Federico García Lorca. ¿Cuál es
la imagen más precisa que recuerda de cada uno de ellos?
-Conocí a García Lorca en el Bufete de Emilio Roig,
donde se celebraba una exposición que una institución cultural cubana se había
negado a ofrecer por estimar que abundaba en excesos sensuales. Recuerdo que
estaban allí Porfirio Barba Jacob y Luis Cardoza y Aragón. Hablaban entre ellos
con mucha animación, y yo con otros alumnos universitarios que éramos un tanto
adolescentes asombrados permanecimos retraídos. A Cernuda lo conocí cuando estuvo
en La Habana. Oí las conferencias que dio en el Ateneo y la Universidad. Me
visitó en mi casa. Era un hombre difícil pero si uno llegaba a ser su amigo se
sentía acogido con una cordialidad fina y depuradísima. Al que mejor conocí de
los tres fue a Juan Ramón Jiménez. Con él conversaba con frecuencia. No le gustaba
recibir nada más que una persona a la vez. Recuerdo que cuando concertábamos una
cita siempre me decía: "No venga con nadie más". Como es sabido,
parte de nuestras conversaciones están recogidas en mi Coloquio con Juan Ramón Jiménez. En ocasiones he evocado su visita
y su recuerdo. Lorca nos causaba siempre la impresión de lo inapresable, como
el dragón para los chinos. Gemía, cantaba y sonreía al unísono. Cernuda causaba
la impresión de la severidad y de lo justiciero. Juan Ramón Jiménez recordaba
los grandes momentos de España, los comensales a un banquete en la casa del
Greco.
-¿Qué
significó para usted participar como estudiante universitario en la protesta de
septiembre de 1930 contra la dictadura de Gerardo Machado?
-Venía a significar para mí la participación histórica,
porque de esa manera yo salía de lo placentario familiar a enfrentarme con lo
coral histórico. Por eso en mi novela Paradiso,
en la manifestación estudiantil, se verifica el total encuentro de Fronesis,
Foción y Cemí. Ese hecho histórico está enmarcado en mi imaginación con el
nacimiento de la amistad. El hecho por el cual tres adolescentes coinciden en
una manifestación, marca ya por sí mismo el nacimiento de la novela. Buscando equivalencias
podría decir que la realidad de ese hecho histórico engendra una realidad
imago.
-¿Cuándo
sintió por primera vez la necesidad de escribir y por qué ha escogido la
literatura a lo largo de su vida como vehículo expresivo?
-Empecé a escribir desde muy joven. A los 17 años
ya escribía. Algunos de esos poemas se publicaron en la Antología que hizo Juan
Ramón Jiménez. El asma me llevó a excesos de lectura. Mi madre me regaló El Quijote, y en mi casa se hablaba
constantemente de los emigrados revolucionarios de la época de José Martí. De
niño leí mucho a Alejandro Dumas padre, y yo creo que eso contribuyó a la formación
de mi concepto de la imagen como historia. Todos estos antecedentes hacían que
en mi casa y en mi formación gravitara la figura de José Martí. Mi enfermedad
me hacía contemplativo, y eso daba lugar a que viera en la literatura una totalidad
donde el hombre pudiera expresarse a cabalidad. Además, la justificación del
tiempo, que sentía como vaciedad y muerte: Expresarme, escribir, era la única
manera que tenía de vencer la muerte. Me servía de ejemplo el cumplimiento de
su destino y de su vocación, que a mi lado verificaba mi madre. Yo quería tener
una vocación como ella había tenido la suya. Una entrega, un renunciamiento vocacional
que resurgía en el sutil tejido familiar. La vocación era para mí materia de
fe.
-De
su infancia, ¿qué señalaría como determinante para la formación de su
personalidad?
-Ya lo he dicho en la pregunta anterior: Martí
fue predominante como lo fueron la muerte de mi padre y la presencia de mi
madre. La muerte a nuestro lado, como "ananké" comunicándonos en terrible
sentido; por otra parte el abandonarse a su vocación.
-Usted
dirigió sucesivamente tres revistas literarias antes de fundar -junto con
Rodríguez Feo Orígenes que llegó a ser la revista más importante del
idioma. ¿Podría decirme lo que sacó usted de esta experiencia, y cuál es, a su
juicio, el aporte fundamental de este grupo, de esta revista, al acontecer
cultural cubano?
-Orígenes, a
mi modo de ver, resolvió un criterio de selección cubano-hispano-americano, y lo
que se hacía en el momento ese en el mundo. Llegamos a publicar un capítulo de Las Memorias de Santayana, que sigue
inédito en inglés, la primera traducción de los Cuartetos de Eliot, los poemas de Williamson (sic), algunos textos
de Macedonio Fernández, un cuento de Albert Camus, y los cinco primeros
capítulos de Paradiso. Sumaba varias
generaciones. La revista despertó una enorme curiosidad y simpatía en el
extranjero. Esta frase de que “era la mejor revista del idioma” es de Octavio
Paz. Creo que en general toda experiencia de revista parte de ahí. Roberto
Fernández Retamar que ahora dirige la revista Casa de las Américas, desde muchacho estuvo en Orígenes y desde
luego vio muy de cerca lo que es un taller de tipo renacentista, creando en una
gran casa, animado por músicos, dibujantes, poetas, tocadores de órgano… De tal
manera que cuando un número salía, parecía la vecinería de un barrio cuando
sale el pan, en la fiesta de la mañana, con esa alegría que percibimos también
en los coros de catedral cuando todos los barrios, todos los oficios, concurren
al misterio de la alabanza. Orígenes,
creo haberlo dicho ya, fue un producto de la amistad: coincidimos Portocarrero,
Mariano, Lozano, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Octavio Smith, el padre Ángel
Gaztelu y José Rodríguez Feo. Ya teníamos experiencias anteriores, el haber
hecho antes otras revistas: Verbum, Espuela de Plata y Nadie Parecía donde se iba mostrando un estado de sensibilidad.
Mientras se hacía la revista Orígenes
yo iba haciendo mis ganancias de estilo para llevar la poesía a la novela, sirviéndome
también de espacio intermedio del ensayo. La revista por su misma índole y
desarrollo me dio una perspectiva de universalidad. Mis primeras revistas
fueron una toma de posesión poética. Ya en Orígenes
sentí la necesidad de llegar hasta la novela. En el modo como se trabajaba en
la revista, nuestras reuniones, nuestras fiestas, nuestras comidas, y cómo ésa
se iba emparentando por el espíritu, forma ya parte de una novela y de la
historia de la ciudad. Llegamos a unirnos en tal forma que por el espíritu fuimos
a la sangre y nuestras vidas están vinculadas con relación de parentesco a la
fecha de aparición de esa revista. Su aporte fundamental fue la preocupación de
lo cubano y su expresión en la poesía como se puede ver en la obra magistral de
Cintio Vitier, sobre lo cubano en nuestra poesía, y al mismo tiempo la preocupación
porque esa expresión cubana llegara a ser universal, pudiera interesar a todos
los hombres. No digo que en otros momentos no se buscase idéntica finalidad
histórica, pero en Orígenes se
subrayó lo cubano y lo universal, no tan sólo como propósito cubano sino que se
estableció una intercorrelación que iba incesantemente de una nutrición
universal a volcarse sobre lo cubano, engendrando una manifestación literaria
que pudiera interesar a todos.
-¿La
poesía resulta para usted inseparable del libro-objeto?
-He hablado de poesía, de poema y de poeta. En
las eras imaginarias, por ejemplo: período carolingio, los cruzados, época de
gran poesía, de leyendas, la poesía no cuajó en libro alguno. La poesía preexiste
a su redacción. Cuando coinciden las eras imaginarias, construcción de las
grandes catedrales, con el poema, estamos en los momentos de la gran poesía. La
poesía es como el aire, toca al hombre y lo define, le da figura y contorno
pero el aire es inapresable. Uno de los milagros de la poesía es que toca al
fuego y es al mismo tiempo el fuego transfigurado. Esto no lo debe olvidar
nunca el poeta.
-Usted
ha formulado una concepción de la poesía, un sistema poético. ¿Podría precisar
cuál es la esencia de dicho sistema, qué encierra dentro de sus límites?
-En numerosos ensayos que aparecen en la
primera parte de mi libro La cantidad hechizada
he procurado esbozar una concepción total de la vida partiendo de la poesía,
tomando como fundamento la frase de Tertuliano "Es cierto porque es
imposible". Aliados la metáfora, la imagen, el poema y la poesía intentan
ese imposible. La metáfora con su parentesco en la infinitud logra las más
sorprendentes aproximaciones. La imagen une lo telúrico con lo estelar, y es el
centro de la esfera.
-¿Considera
positiva la difusión de la poesía a través de los medios masivos de
comunicación?
-Una obra de calidad ejerce su influencia
sobre los mejores espíritus y a través del tiempo. No creo que la verdadera cultura
tenga nada que ver con los medios masivos de comunicación. Al utilizarse estos medios,
la esencia misma de la poesía queda invalidada. Somos de opinión que la cultura
cubana desde el Padre Caballero hasta José Martí ha surgido de una irradiación
minorista. La obra de Martí está en nuestra fundamentación. El pueblo debe
asimilar la irradiación de esos hombres excepcionales en toda su pureza.
-¿Cree
que a más de doce años de Revolución se puede hablar de una nueva poesía cubana
con características propias?
-Si estudiamos la poesía cubana desde el
"Espejo de Paciencia" hasta nuestros días, nos encontramos con que la
poesía cubana ofrece signos característicos. No un fragmento, no una sola
generación, sino la totalidad continua de la misma. Es, para usar la expresión
de Montaigne, ondulante y diversa. No se fija en señales o signos exteriores.
El signo de las generaciones fructuosas es una ruptura exterior y una
continuidad que retoma la tradición, la reanima y la hace de nuevo germinativa.
-¿Cómo
se explica el apogeo que, desde hace algunos años, goza la literatura
latinoamericana en Europa y particularmente en Francia?
-Es innegable que la novela americana con
Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes, etc., muestra una preocupación
de lenguaje, de motivaciones que vienen tal vez de lo que pudiéramos considerar
como el primer momento de esclarecimiento de lo americano. Sus mitos, una
profundidad en sus puntos de vista, una asimilación de lo europeo más reposada
y cabal, hacen que el hombre de cualquier latitud no vea una diferenciación
localista en el producto literario que ofrecen. Un intercambio rápido y vivaz
entre todos los países del mundo facilita la comprensión. Por ejemplo, Rayuela se desenvuelve parte en París,
parte en América, pero es indudable que la raíz está en lo americano. La novela
americana anterior subrayaba la diferenciación. Lo que ahora hacen los
novelistas americanos es un contrapunto, que parte de muy variadas fuentes. Al
hacerse más rica y variada la asimilación, más completa y diversa, ofrece un
material más fascinante.
-Existe
una generación de escritores nacidos en la Revolución cubana, pero, ¿hasta qué
punto existe una literatura de la Revolución y, en su concepto –por supuesto
divorciándonos de falsos esquematismos incompatibles con la labor creadora-
cómo debe ser ésta?
-Siempre he sido una persona que no ha
aceptado el tema de las generaciones. Creo que la negación de las generaciones
no es la negación de lo histórico. A mi manera de ver el concepto de
generaciones surgió un poco de resentimiento de Schleger frente a Goethe.
Cuando Goethe ya estaba en la madurez de su genio, dominando a Europa con su
espíritu creador y su inteligencia soberana, Schleger, que era un hombre muy
resentido, intentó levantar el mito de Novalis frente al de Goethe. Goethe era
lo viejo, Novalis lo nuevo. Goethe era lo ya hecho, Novalis lo que se iba a
hacer. Goethe era un hombre viejo, Novalis un hombre joven. Pero en realidad,
al paso del tiempo hemos visto que ese fue uno de los errores de Schleger en el
alto romanticismo alemán, o sea llevar a Novalis a trabajar en la dimensión de
Goethe. Repito que el concepto generacional es un concepto que brota un poco
del resentimiento, del rencor. Para aclarar más mis ideas, ¿quién es el que
engendró en Alemania el concepto generacional? Goethe. ¿Quién es el que
engendra en Francia el concepto generacional? Víctor Hugo. Son esas figuras
desmesuradas las que engendran estas reacciones, esas manifestaciones de lo
histórico. Así, si pensamos en el arco voltaico descrito desde Hugo hasta
Rimbaud, desde que Hugo llama a Rimbaud "niño sublime" y Rimbaud a
Hugo "viejo chocho", nos damos cuenta que es nada más la integración
en la poesía francesa de un concepto proyectado en el tiempo: no una crítica al
pasado, no una cosa vuelta sobre el pasado, sino una proyección en el tiempo. En
ese sentido, sí acepto lo generacional, es decir, la búsqueda porvenirista, no
el resentimiento, el rencor hacia atrás. Creo que en Cuba ha habido una sola generación
que haya sido creadora, que es la de José Martí. Después de Martí, los que
seguimos trabajando en la cultura, buscamos una posibilidad en el porvenir.
Pero me parece ilusorio fragmentar la historia de nuestra cultura en
generaciones. Por ejemplo, usted me habla de la generación de la Revolución. Y
bien, en ésta, sus figuras más representativas por su obra ya realizada se
encontraban en Orígenes. Todos estos
poetas que después ocuparon lugares distinguidos y de calidad en las filas de la
Revolución se dieron a conocer en Orígenes.
Le voy a citar nada más que algunos ejemplos: los casos de Fayad Jamís, Roberto
Fernández Retamar, Edmundo Desnoes, Pedro de Oraá, Pablo Armando Fernández,
etc., todos ellos se dieron a conocer en Orígenes.
¿Por qué? Porque cuando hacíamos Orígenes
tratábamos ya de vulnerar, de reaccionar un poco contra ese criterio generacional.
Y más de una vez afirmé que Orígenes
no era una generación sino un estado poético que podía abarcar varias
generaciones. Es la vuelta a los orígenes. Como decía Nietzsche "el que
vuelve a los orígenes encontrará orígenes nuevos". Ahí está verdaderamente
lo germinativo, lo que es creador. Y a medida que pasa más el tiempo, creo cada
vez menos en el tema generacional. Hace cien años hubo una reacción contra
Víctor Hugo. "Cultivaba la elocuencia, se perdía en apóstrofes infinitos,
coqueteaba con las multitudes y platicaba con Dios", dice Valéry. Uno percibe
la huella de Hugo en muchos de los poemas de Rimbaud y Breton lo cita como uno
de sus precursores.
-He
notado en la literatura cubana actual una voluntad de integración con relación
a la realidad circundante. ¿Responde esto a una verdadera necesidad o por el contrario
es parte de una tácita autocensura que se impone el escritor? Y si esto último
fuera cierto, ¿cree usted que esta actitud es indispensable?
-Tal relación con la realidad circundante creo
que ha existido siempre. El problema es de formas. Unas veces ha existido en
una forma más inmediata o esclavizadora y otras se ha buscado esa integración en
una forma más problemática, más misteriosa. La relación de Martí en su diario,
cuando desembarca, es una dimensión casi egipcia. Al final del diario pide
leche, pide higos... Parece que estamos leyendo el Libro de los Muertos. Hay una relación casi terrible con sus circunstancias
profundas. Hay también en esa voluntad de integración -según se plantea- algo
de una manifestación de autocensura, y como en toda autocensura interviene el
resentimiento que se impone el creador. Desde luego, yo creo que ningún verdadero
creador debe imponerse una autocensura. Si toda censura de fuera es molesta, una
censura del creador me parece todavía más desdeñable o inadmisible. No creo que
sea insuperable, por el convencimiento de ver la historia de una forma
germinante, creadora. No creo que en la historia haya nada indispensable ni
insuperable. Toda respiración del hombre dejará su huella, su configuración.
Recuerdo la frase de Nietzsche "Donde quiera que haya una piedra habrá una
imagen", y hay otra frase de un gran músico francés que decía: "El artista
no tienen por qué conocer directamente la historia universal sino la historia
del viento entero que le repite la historia universal".
-¿Reconoce
usted en su obra puntos directos de enlace con su novela Paradiso?
-No lo puedo negar. Para llegar a mi novela hubo
necesidad de escribir mis ensayos y de escribir mis poemas. Yo dije varias
veces que cuando me sentía claro escribía prosa y cuando me sentía oscuro
escribía poesía. Es decir, mi trabajo oscuro es la poesía y mi trabajo de
evidencia buscando lo central, lo más meridiano que podía configurar en mis
ensayos tiene como consecuencia la perspectiva de Paradiso. Al llegar a mis cuarenta años me di cuenta de que mis
lecturas, mis estudios, mis meditaciones, mis experiencias me comunicaban un
"logos", un sentido que se iba hacia alguna parte, y entonces había
un poco lo que La Fontaine considera que debe ser la cultura del poeta
"l'amateur de toutes choses". A La Fontaine le gustaba llamarse "Poliphile"
porque creía que el poeta debía ser de mucha curiosidad. Y así fue. Lo mismo
leía un libro sobre jardinería, un libro sobre cocina medieval que un libro
sobre las relaciones bancarias de la Casa de Aragón. En fin, las más disímiles
lecturas. Y observé, al llegar a mi posible madurez (porque siempre la madurez
es una posibilidad, no una realización) que todo aquello tenía un sentido.
Entonces se me ocurrió hacer una locura que fue mi sistema poético del mundo,
que lo considero un intento de intentar lo imposible. Pero si en nuestra época
no intentamos eso, ¿qué es lo que merece la pena intentar? Lo que tenemos que intentar
es eso, lo imposible. Y el sistema poético del mundo, que a muchos le parecería
una locura, una flecha al aire, continúa, estableciendo sus coordenadas en Paradiso. Podríamos decir que el sistema
poético culmina en la última parte de Paradiso,
cuando Oppiano Licario pone en movimiento sus inmensas coordenadas para que,
cuando él esté muerto, Cemí se vea obligado a ir a la funeraria. Entonces,
pues, él buscó una calleja donde coinciden la inauguración de una funeraria llena
de luces de arriba abajo, la insistencia eterna de un tiovivo, la musiquilla
aquella que se reintegra, que se reitera como la gota de la eternidad, como la espera
del infierno, como las condenaciones del infierno esperan, la infinitud de la
espera y luego la lejanía, lo que yo llamo la ciudad tibetana, la casa que
parece que está construida por un arquitecto enloquecido, que también he
llamado la sobrenaturaleza. Al llegar Cemí a las luces de la funeraria se detiene
asombrado de la violencia de aquel chorro de luz en la noche, comienza a
penetrar en la calleja donde el tiovivo eternaliza su caminata por aquellas avenidas
que parecen los ríos de Paradiso.
Entonces a la lejanía se ve la casa infinitamente vertical, la casa babélica,
la casa tibetana, la casa de estalactitas, donde vuelve a realizarse el afán de
la sabiduría de la cultura china, el afán de los taoístas, de las culturas de
las estalactitas, tal como se ven en la cultura china, donde en ciertos meses
de hibernación, el emperador tiene que irse a las grutas para chupar las
estalactitas, que es uno de los símbolos más profundos de la eternidad
encontrados por el hombre. Mi obra se puede considerar como una penetración en
mi oscuro. Entonces, al llegar a la madurez, Tebas abre sus cien puertas: el
palacio de las ventanas verdes consigue su luz, y comenzamos a conversar en la
Catedral de La Habana. Todo va convergiendo en lo oscuro. Toda mi obra se
resuelve en el último acto.
“Diálogos del fanatismo”, con dibujos de René
Portocarrero, Revista de la Universidad
de México, 31, núm. 12, agosto de 1977, pp. 1-6. Con el título “Antes de
morir Lezama”, Índice (Madrid), núms.
401-02, septiembre-octubre, 1976, pp. 45-49.
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