Joaquín Nicolás Aramburu
Dos peregrinos proyectos
de ley se presentaron en nuestra Cámara Baja durante el mes que hoy termina;
uno bien inspirado, pero absurdo; otro absurdo y mal inspirado.
El primero: un
censo general de las mujeres en cinta. El representante proponente cree evitar
así que se cometan infanticidios por medio del aborto criminal, y a la vez
piensa favorecer a las madres, impidiendo que se las obligue a ciertos trabajos
rudos que ponen en peligro sus vidas durante los últimos meses de la preñez,
porque patronos, municipios y gobierno las auxilien, si de obreras míseras se
trata. Pero el proponente olvida que la criminal mujer que tenga resuelto
ocultar su falta y no criar al fruto de su extravío, no confesará estar en
cinta, y el delito será.
En cambio, eso de
averiguar casa por casa, no solo el estado de gestación de cada esposa honrada,
sino los casos de extravío, las caídas misteriosas de jovencitas y el deshonor
de padres que bastante desgracia tendrán, con él, para llevar sus nombres a las
oficinas y sus penas al comentario callejera, no puede ser aplaudido por quien
respete la desdicha ajena.
Segundo proyecto:
que se suprima el uso de la sal en los bautizos católicos. El legislador que
esto propone, ha querido que se eche petróleo en las pilas de agua bendita de los templos, so pretexto
de higiene; ahora supone que en los dedos del párroco, que pone un poquito de
sal en los labios del neófito, puede ir el germen de una enfermedad
transmisible, como si los párrocos no se lavaran las manos, como si en el pecho
de las nodrizas, y en los biberones que chupan los infantes, hubiera practicado
sus medidas desinfectantes la sanidad cubana (...)
Uno de los factores
más eficaces del desarrollo de la prostitución, que ya en nuestra capital es
escandaloso, consiste en la facilidad con que se realiza la trata de blancas. Como
si por desgracia el lujo, los vicios y las nuevas orientaciones en la educación
doméstica, no fueran causa de que ya se produzca en el país suficiente carne de
burdeles, la importación de prostitutas constituye lucrativa industria. Agentes
expertos —particularmente franceses— burlando la ley de inmigración, seducen y
conquistan en Europa a muchachas frágiles y las traen al mercado de Cuba, Como aquí
no se exigen ciertos requisitos, en son de turistas suelen venir falsos
matrimonios extranjeros; el supuesto marido es un souteneur vil, y la
mentida esposa una desdichada más. Así hay siempre mercancía fresca, que unos
cuantos infames explotan.
A contener ese mal,
y su secuela de corrupción de jóvenes nativas, tiende un proyecto de ley presentado
al Senado por el doctor Maza y Artola. ¿Será aprobado? Desconfío mucho de la
acción moralizadora de nuestro legislativo, generalmente entregado a luchas de
bajo vuelo cuando no de funesta holganza.
Si
quisiera Ferrara, en vez de divorcista,
fuera campeón decidido de las viejas tradiciones criollas...!
En una de mis
anteriores decía a ustedes que un decreto presidencial, suspendiendo temporalmente
los requisitos de la ley de inmigración, estaba inundando el país de chinos falsamente
declarados estudiantes y gente de comercio; y, en amor a mi raza y deseo
legítimo de que no se complique con nuevos factores el estado de heterogeneidad
de este pueblo, censuraba la condescendencia que, favoreciendo la entrada de
inmigrantes que no se confunden
con la población blanca, solo atendía a abaratar un tanto los jornales con daño
del obrero nativo.
Que yo tenía razón
lo prueba que el mismo gobierno, por miedo de sus inspectores de inmigración, está
deteniendo a numerosos asiáticos, que ni comercian ni estudian, sino que se han
contratado por pequeños sueldos para las faenas agrícolas. Se dice que muchos
serán reembarcados.
¿No habría sido
más cuerdo impedir que vinieran?
Pues estas son mis
censuras, siempre inspiradas en sanos propósitos.
Cuando escribo
ésta se discute en el Senado la moralizadora ley del doctor Maza y
Artola, contra el proxenetismo, la corrupción de la mujer y en general contra
la prostitución, ya alarmante y escandalosa. En la discusión intervienen
senadores de alto prestigio jurídico. Y es sensible a mi ver que no todo sean
facilidades para llegar a un acuerdo salvador de las costumbres públicas, sino que
triquiñuelas de abogados y rivalidades de políticos, entorpezcan una medida para
la cual claman de consuno el prestigio da la República y la honra de nuestros
hogares que la ola de cieno cerca y amenaza.
En la prensa de la
Habana he tenido el honor de sumarme a la propaganda de algunos periódicos regionales
en defensa de la mujer española, de esa infeliz que suele venir sola, esperanzada
en el apoyo de algún paisano o pariente, y a veces confiada en sí misma, para
dedicarse a los quehaceres de sirvienta o a las
obligaciones de nodriza.
Particularmente proceden
ellas del Noroeste de España. Últimamente La Voz Montañesa publicó un
vibrante artículo a ese respecto, censurando que mientras se gasta mucho dinero y se emplean
muchas energías en palacios, alfombras, lujo y alardes, se desatienda a esa
pobre inmigrante, que acaso sus mismos paisanos empujan a la caída y precipitan
en eterna desgracia.
Y llega y llega
más carne propicia, más inocencias quebradizas, más jovencitas, habituadas en
España a cierta libertad individual y cierta resolución callejera, para ser presas
de Tenorios de barrio y hundirse al cabo en los horrores de la
prostitución. Entiendo que eso es inhumano, antipatriótico, y deprimente para
cuantos, pudiendo impedirlo, lo consienten.
En El Diario de
la Marina he cumplido el deber de amigo de España y de cubano ganoso de la
moral social, excitando los sentimientos de los directores de las sociedades
regionales a fin de que presten atención a un problema cuya continuación
perjudica al nombre español en América.
Más dispuestas que
las mujeres del país a dejarse llevar de ciertos falsos espejismos de lujo y
bienestar, por lo mismo que desconocen las costumbres tropicales y se ilusionan
con la relativa abundancia del medio en que vienen a vivir, no es nuestro
gobierno, es la colonia española quien puede defenderíais y ampararlas.
Confío en que lo hará.
En el Senado ha
triunfado el proxenetismo: cuidado, que no pronuncio yo esa frase: la dijo a
gritos el senador muy cívico doctor Maza y Artola, y la ha repetido toda la
prensa de información, para que en el extranjero la oigan.
Alarmante el crecimiento
de la prostitución, aún más desde que se suprimió la reglamentación del vicio;
escandalosa la trata de blancas, frecuentes las acusaciones por delitos de ese
género, y evidente que muchas docenas de personas de ambos sexos viven
explotando eso como una industria casi lícita, el señor Maza y Artola presentó
un proyecto de ley para cortar -el mal de raíz y evitar la transmisión de
ciertas dolencias.
La opinión pública
y algunos de sus órganos
en la prensa, no han cesado de excitar al laborioso senador para que defendiera
su proyecto. Pero a pesar del largo tiempo transcurrido, y de haberse repartido
copias de 63, los senadores no han estudiado el asunto, puesto que, con ese
proyecto que suspendido el debate, y fue derrotada la proposición de un breve aplazamiento,
acordando la mayoría que quede por tiempo indefinido el asunto sobre la mesa; es
decir, que se le condene a indefinida prescripción.
Extractos de “Cartas
de Cuba”, La Vanguardia, 1914-15.
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