El
cónsul de Cuba en Palma de Mallorca muere abrasado
Cuando
fumaba en el lecho, ardieron las ropas y colchones
PALMA
DE MALLORCA 10.—Esta madrugada, los vecinos que ocupan la casa de la calle del Sol,
donde está, el Consulado de Cuba, vieron que salía humo de las habitaciones del
cónsul y pidieron auxilio a un vigilante nocturno. Como nadie contestase a las
llamadas que se hicieron, las autoridades ordenaron que se abriese
violentamente la puerta y penetraron en la casa y después en la habitación donde
descansaba el cónsul, don Diwaldo Salom, que se hallaba entre llamas quejándose
con voz desfallecida.
Recogido,
fue trasladado con urgencia a la Casa de Socorro, donde se le practicó la
primera cura, y luego, con grandes precauciones, se le llevó al hospital, donde
falleció a las cinco y media de la mañana.
Según las manifestaciones algo confusas que pudo
hacer la víctima, se supone que el incendio lo provoco un cigarro que fumaba
aquél ya metido en la cama. La muerte del señor Salom ha sido muy sentida.
La Época, viernes 10 de febrero de 1928.
Incendio en el edificio del Consulado de
Cuba en Palma de Mallorca
EL
CÓNSUL MUERE ENTRE LAS LLAMAS
PALMA
DE MALLORCA 10 (11,40 m.).—Esta madrugada, los vecinos que viven en la casa en
que se halla instalado el Consulado de Cuba observaron que de éste salía gran
cantidad de humo. Como a pesar de las reiteradas llamadas que se hicieron para
que los habitantes del Consulado abrieran la puerta de la habitación nadie
contestaba, hubo necesidad de forzarla. Una vez dentro del cuarto, se encontró al
cónsul, Diwaldo Salom, tendido en la alcoba, envuelto en llamas y quejándose
con voz desfallecida.
Rápidamente fue conducido a la Casa de
Socorro, donde se le prestó asistencia; pero su estado era de tal gravedad, que
falleció al ser conducido al hospital.
Parece que el incendio fue originado por una
punta de cigarro que debió de caer en la cama al quedarse dormido el Sr. Salom,
y hay quien lo relaciona con el hecho de que el cónsul hubiera dado
recientemente pruebas de tener perturbadas sus facultades mentales.
La
víctima vivía sola, pues las personas a su servicio se ausentaban de la casa al
llegar la noche.
De
los asuntos del Consulado se ha hecho cargo el canciller, D. Rogelio L. de
Mora.
La voz,
10 de febrero, 1928.
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