Philippe Sollers
Estamos en pleno Sud. El sol sale
amarillo por la izquierda y se pone rojo por la derecha. A menudo, con buen
tiempo, la luna y el sol se ven juntos en perfecta simetría. Venus brilla, la
estrella de los enamorados.
En frente, la Giudecca y el Redentor. Un poco
más a la izquierda, San Giorgio. Es sábado, entran los grandes transatlánticos.
El muelle, amplísimo, se construyó por decreto
del 8 de febrero de 1516. En 1640, se ordenó descargar allí toda la madera.
Como los troncos descendían por flotación (zattera), arrastrados por la
corriente del Piave desde los bosques de Cadore hasta Venecia, el largo muelle
recibió el nombre de "Zattere". Se extiende desde la punta de la
Aduana hasta la estación marítima. Cualquier viajero un poco experimentado sabe
que este es el lugar más hermoso del universo.
Viví allí, semanas y semanas, para respirar y
escribir, durante cuarenta años, completamente de incógnito. De un barco a otro,
de una a otra terraza sobre pilotes, muy temprano por la mañana, al mediodía,
por la noche. He cruzado mil veces el Puente de la Humildad, el muelle de los
Incurables, el del Espíritu Santo. He perdido la cuenta de los cafés que tomé
al sol contra el agua centelleante y su batir regular bajo los tablones. La Linea
d'ombra ha desaparecido, Aldo también, Gianni, La
Calcina y La Riviera están allí. Cada día, mañana y tarde, se dice y
repite la misa en los Gesuati, Santa María del Rosario. Pasajero, o paseante, enciende
aquí una vela por mí. Soy incurable, pero tal vez el Espíritu Santo me proteja.
La Humildad debería hacerme perdonar mis errores. Y como dijo alguien mejor que yo, avanzando
al frente escenario, para significar el final de la historia: Let your
indulgence set me free.
Dictionnaire amoureux de Venise, Éditions Plon, 2021, pp. 85-86.
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