La entrevista realizada a Vicente Huidobro a su paso por La Habana en 1926, además de reproducida en el número monográfico de Poesía (Madrid, 1989), fue rescatada por Cecilia García Huidobro en Huidobro a la intemperie (Sudamericana, 2000), junto a otras muchas dispersas en publicaciones de Chile, Argentina y España. Sin embargo, no fue ésta la única entrevista que el poeta concedió a la prensa cubana. Existe otra, olvidada, al punto de no aparecer en ninguna de sus bibliografías: la que ofrece en 1930 expresamente para Bohemia al periodista Gabriel Sexto, uno de los corresponsales en París.
Bajo el título "Vicente Huidobro, el creacionista” y por mucho más interesante, apareció acompañada de varias fotografías, una de ellas autografiada por el poeta, quien posa sentado, con sombrero y bastón, en el pórtico de la Basílica de San Marcos en Venecia. La imagen lleva a un día lluvioso de 1923 en que Huidobro se retrató por toda la plaza, echando migajas a las palomas, fumando bajo la lluvia o sentando en aquel recanto: "Para la revista "Bohemia" de La Habana, con la simpatía de Vicente Huidobro, París, mayo 1930".
Sexto lo entrevista en su propio hogar, donde el poeta descorcha un Oporto del que apenas bebe. Aunque la prosa del periodista es gazmoña, no lo son los parlamentos de un afilado Huidobro, todavía de treinta y seis años, que acaba de publicar Mío Cid Campeador y que, para no perder la costumbre, polemiza contra el intelectual norteamericano Waldo Frank.
Denuesta de los intelectuales españoles, a los
que califica de cargantes, remitiendo, como prueba, al estrafalario retrato de
Zuloaga: “¡Veamos si no a ese Duque de Alba con su cara de ganso!”
Enfila dardos contra Cocteau, Edison, los
yanquis y los músicos folclóricos, mientras se coloca al centro de la poesía
moderna, como astro mayor.
No faltan citas de manifiestos, sobre todo de
uno de los más brillantes y solitarios: “La creación pura. Ensayo de estética”.
El resto de las fotografías lleva a la playa bretona de Carnac en el verano de 1929, donde se retrata con sus cercanos amigos Robert Delanuy, Hans Arp y Tristan Tzara: de espaldas a la cámara y de frente al mar, o bien “disfrazados de tritones con barbas de algas”. Por último, en un pequeño bote, Huidobro y Ximena en el apogeo de su relación.
Apenas hay datos del entrevistador, pero puede tenerse idea de su trabajo como colaborador de Bohemia en París. A principios de los años treinta entrevista allí, entre otros, al poeta vanguardista italiano Lionello Fiumi; al dramaturgo judío Georges de Porto-Riche, ya anciano; y al célebre intérprete Maurice Chevalier, en la cumbre de su carrera.
Vicente Huidobro, el creacionista
Por Gabriel Sexto
El creacionismo, cuya
paternidad se atribuye a Huidobro con sencillo orgullo, tuvo su momento de
reinado en el mundo. Nació en Montparnasse, y en torno al poeta de Chile, todo
él temeroso entonces de novedad, creacionaban Tristan Tzara, Max Ernst, Radiguet,
Apollinaire el inimitable… Tzara el dadaísta!
Han pasado ya varios años.
Muchos, si se les considera espiritualmente. Casi siglos. El creacionismo,
mayusculizado, es tan viejo para los jóvenes, como el Romanticismo. Se pierden,
se confunden las perspectivas. Pero es indudable que había algo allí, algo que
quedará como accidente feliz en la apasionada fabricación de fórmulas
rabiosamente químicas.
No seré yo quien os hable
del Creacionismo, de viejo conocido, pero sí quiero deciros solamente que
estaba embebido de frescura, de novedad, de colorido claro, casi un anticipo al
sport. Audacia, originalidad, rapidez.
Vengo ver a Huidobro en
nombre de BOHEMIA. Me recibe en su piso, deliciosamente escondido, que tiene en
la rue Boissonade. A doscientos metros de Carrefour, que es el ombligo del
mundo: Montparnasse y Raspail.
Los ojos, muy vivos, le
hacen la competencia a la boca, muy llena de palabras agudas. La frente muy
ancha; la nariz enérgica. Si no supiéramos quién es, nos llamaría la atención
al verle pasar: hay en él un no sé qué de personaje contemporáneo, mezcla de
aventurero elegante y de actor de cine.
Precisamente en los muros
de su sala veo retratos de estrellas cinematográficas: Lya de Putti, Charlot,
Fairnbanks, coros, racimos de estrellas en el cielo oeste. Y él en medio de
todos como una estrella que perteneciera al mismo tiempo al oeste,
al ser supremo, al oriente, al meridiano de París, a otros paralelos.
Es muy curioso oír hablar a
Huidobro. Se le escucha sabiendo que dice cosas muy bien. Su talento fresco,
siempre en evolucionismo y disparado hacia él mismo no sabe dónde, realiza
verdaderos saltos de Pegaso.
En torno a su figura hay
una leyenda. Ha sido amigo de tanta gente; ha impreso tantos libros: ha lanzado
tantos manifiestos, en francés, en inglés, en español; ha dirigido tantas
revistas eruptivas; ha despertado tanta envidia a su paso; es tan simpático y
literariamente ¡tan interesantemente absurdo!
En 1913 ya era motivo de
perturbaciones en Chile. En 1918 sus “Poemas Árticos" metían miedo en
Madrid. En 1921, se sumaba a los grandes químicos de Montparnasse, inventando
un precipitado cuya paternidad lo enorgullece, y sus "Saisons Choisies"
aparecían con su retrato hecho por Picasso, precediendo aquello de “Fils
telephoniques, chemin des mots, et dans la nuit violon de la luna”.
Después se han acumulado
los libros, los manifiestos, los viajes, las anécdotas, los incidentes, hasta
llegar a este "Mío Cid Campeador" que la Compañía Iberoamericana de
Publicaciones, acaba de lanzar con lujo de ilustraciones y de tipos, y que está
siendo el epicentro de remolinos de los cafés literarios de Buenos Aires, de
París, de Madrid, de Santiago de Chile, etc.
Charlar con Huidobro, ya lo he dicho, es una aventura deliciosa. Su léxico cromático despliega verdaderos paisajes modernos ante nuestra curiosidad. No situaré aquí esta charla que graciosamente le concedió al representante de BOHEMIA en París. Una entrevista tan juiciosa como las que nos concedieron los otros sería antihuidobrismo. No quiere reñirme con su método breve y colorido, agudo y sincero. Hablará él, pues, en rasguños, en saetazos, en zig-zagues relampagueantes.
-Tengo 36 años.
-En la Argentina se toma leche. Es un país
lleno de lecherías. En Chile, en cambio...! En Chile si uno no hace eses por
las calles los perros lo muerden... Eso tiene la ventaja de proporcionarnos
doble tiempo para ir a nuestras casas...
-El tipo del intelectual me carga. Los
intelectuales españoles son los intelectuales por excelencia. Veamos si no a
ese Duque de Alba con su cara de ganso!
-El pueblo español es el más
interesante de Europa, y el intelectual español le vuelve la espalda para
extasiarse con los suizos, con los franceses, con los alemanes. ¿La música
española? Fuera de Falla, que es el Stravinski español, todo es ignominia irrisoria.
Se está haciendo allí un pseudo-folklorismo vergonzante. Música trasudada.
Siberia caricaturizada.
-Mi revista parisiense "Nord-Sud"
apareció en los años 16-17. A mi derredor estaban Apollinaire, Reverdy, Morand…
¿Cocteau? No, no lo queríamos. Nos enviaba poemitas muy malos, como los hubiera
escrito aquella calamidad que se llamaba Rostand. Era un pompier insoportable!
Yo no sé por qué Cocteau, como muy bien dice Picabia, es el último en llegar y
siempre es el que toma el estandarte. Picabia mismo es quien ha dicho aquella
verdad magnífica sobre Cocteau: "Cuando se muera, se equivocará de cementerio
e irá derechito a encerrarse bajo el Arco de Triunfo.
Coctaeu está imantado para un sillón de la Academia.” Estoy de
acuerdo con Picabia...
-¿Waldo Frank? Precisamente
estoy trabajando ahora en una contestación a su "Mensaje de la América
Latina”, en donde nos insulta procazmente. Mi respuesta, escrita en el mismo
tono de superioridad suyo, se llamará "Primer Mensaje a la América
Sajona.”
-Los rascacielos me revientan. Me hacen el
efecto de botellas de diez metros. Los alemanes hacen cosas mejores y más
interesantes con solo dos o tres pisos. Los yanquis sirven solo para irnos a
matar los mosquitos.
-¿Edison? Pero si es un mentecato, un pobre
hombre. Imagínese usted, inventado mesitas eléctricas para comunicarse con los
espíritus…! ¡Comparado con un Pasteur es una chancleta marroquí!
-En la poesía moderna lo que
interesa es el hombre y no el artista. A mí me han acusado de antipoeta y me
sentí muy contento entonces. Me gusta más el Anticristo que Cristo: es más
difícil destruir que crear. Construir es epidémicamente fácil.
En eso estábamos, como en
los cuentos. De pronto se levanta. Va por cigarrillos y una botella.
-No, mi hijita, no. Yo
estaré de regreso antes que tú… Sí, mi hijita, sí… Notamos, sobre la chimenea,
un delicioso reloj ochocentista, dorado y cargado de detallitos Luis XIV. ¡El
encanto de lo anacrónico!
Bebemos Oporto. Bebo yo,
mejor dicho. El no acostumbra beber…
-Picasso es más grande que
un pintor. Es un monstruo, tan admirable como el Vampiro de Dusseldorf, tan
artista como él. Picasso está por encima de la belleza y de la fealdad. En
ambos hay una gran cantidad de individuo que se vierte, de
calidad inmejorable.
-Jamás he tenido miedo de
hacer la fealdad. “Un huevo al borde del mar”. Muy bien. La poesía salió de lo
irracional para volver al irracionalismo pasando por la etapa modesta de lo
racional.
-En 1921 ya yo escribía:
“El arte reproductivo es un arte inferior al medio. El arte de adaptación es un
arte en equilibrio con el medio. Y el arte creacionista es un arte superior al
medio.” Y agregaba: “Primero, predominio de la inteligencia sobre la
sensibilidad. Segundo, equilibrio de la sensibilidad y de la inteligencia.
Tercero, predominio de la sensibilidad sobre la inteligencia”. Molde.
-Y también decía, en uno de mis manifiestos.
“Es curioso constatar cómo el hombre ha seguido en sus creaciones el orden
mismo de la naturaleza, no solamente en el mecanismo creativo, sino también en
el orden cronológico. El hombre empieza por ver, después oye, después habla,
por último piensa. En sus creaciones, el hombre inventa primero la fotografía,
que es el nervio óptico mecanizado. Después, el teléfono, que es el nervio
auditivo mecanizado. Más tarde el gramófono, que es la mecanización de las cuerdas
vocales. Y, por último, el cinematógrafo, que es la mecanización del
pensamiento.”
Se trata, no de imitar a la
naturaleza, sino de hacer como ella, que no es lo mismo. Si hay imitación, que
sea en el fondo de sus leyes constructivas, en la realización de un todo, en el
mecanismo de producción de formas nuevas. No usar del poder imitativo, sino del
poder exteriorizador. Disponer de fuerza centrífuga y de fuerza centrípeta. Ser
una naturaleza aparte, a su imagen y semejanza, pero aparte.
En una conferencia que di
en Buenos Aires en 1916, decía: “Toda la historia del Arte no es otra cosa que
la historia de la evolución del Hombre-Espejo hacia el Hombre-Dios, y que
estudiando esta evolución se veía claramente la tendencia natural del Arte a
desligarse de la realidad preexistente para buscar su propia verdad, dejando
en el camino todo lo superfluo, todo lo que puede impedir su realización
perfecta. Es como la evolución geológica: se llega al caballo, arrancando
del Paloplotherium y pasando por el Anquitherium.”
-Sospecho que no se ha
dicho nada. Somos los primitivos de un mundo extraordinario. Ser inteligente es
ser antinatural. Calderón de la Barca decía que “el delito más grande es el de
haber nacido”. Lo natural es no ser inteligente, y Rubén nos lo afirmaba
en Lo Fatal.
-El mundo perfecto es el que
salió del cuento oriental del Príncipe Feliz, que era un imbécil.
-¿El hombre trabaja por
miedo al vacío?
-¿Religión? ¿Patria?
¿Matrimonio…? Le repito que es más fácil crear que destruir, sobre todo las
cosas que, por miedo al vacío, creó el hombre cuando se sentía tan imbécil como
el Príncipe Feliz.
El retrato del autor de
“Ecuatorial” está en sus propias frases. Es por eso que las he respetado tal
como iban saliendo, aflechadas y luminosas, golpes de cola de pescado en un
bajo fondo marino. Hay nácares y plateaduras fugaces. El escritor Rozades ha
dicho de él: “Huidobro ha recorrido el mundo como un globe-trotter,
pero jamás un espíritu vulgar ha podido abordarlo”. Gran decir.
Y no olvidéis que la
ternura de este gato rebelde hacia su esposa lo hace llamarla “mi hijita” y que
tiene relojes dieciochescos y anacrónicos junto a las vidas comentarias del
Oeste. ¡Ah, y tampoco olvidéis que antes de escribir la vida de su antepasado
el Mío Cid, preconizó que el poeta no debe ser un instrumento de la naturaleza
–como ha sido bajo el régimen de las escuelas literarias anteriores al
Creacionismo– sino que el poeta debe hacer de la naturaleza su instrumento. “No
olvidéis que el Vesubio está lleno de Gounod. Sacad al sol, para que se sequen,
los pañuelos del adiós, y los zapatos al claro de luna. Y, sobre todo no
imitemos a Dios, sino hagamos como Dios. Un poeta indio de la América del Sur
ha dicho: “No cantes la lluvia, poeta: haz llover”.
París, 1930.
Bohemia, 6 de julio de 1930, pp. 38-39 y 79.
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