domingo, 28 de enero de 2024

No se juega infamemente con los Dioses

 

   Alfonso Reyes

 

  Acaba de publicarse con lujo de estruendo el libro del infortunado Antonin Artaud, Les Tarahumaras (L’Arbalete, Decines, Isère). Posible es que la obra consagrada al peyotl por el Dr. Rouhier, y aun mi poema Yerbas del Tarahumara, publicado por la revista Commerce, en traducción francesa de Valery Larbaud (París, verano de 1929), hayan movido la curiosidad de Antonin Artaud.

   El libro es una falsificación poemática y seudo-mística en torno a la magia del peyotl. Pero ya sabemos que la verdad poética es otra especie de verdad y, como varios lo hemos dicho ya por allí, se reduce a sacar conejos del sombrero o a pedirle peras al olmo con éxito.

 En esta obra se recogen cartas, o fragmentos de cartas de Artaud a varios amigos: a Balthus, al Dr. Allendy, a René Thomas, Marc Bauhezat, a Henri Parisot y a Jean-Luis Barrault. Por cierto que éste ha tomado tan en serio las fantasías retóricas de Artaud que, según me dijo durante una reciente temporada en México, se propone volver a nuestro país para conocer de cerca los misterios de los Tarahumaras. Yo le contesté con la frase que se atribuye al moribundo Émile Faguet, cuando un sacerdote quiso confesarlo y recordarle que iba a comparecer en la presencia de Dios: “¡Qué decepción va a llevarse el pobre!”

  Revuelvo mi archivo. Poseo documentos sobre el viaje a México de Antonin Artaud. En París, a 4 de octubre de 1935, me dirigió una carta al Brasil en que me anunciaba su proyectado viaje y, por indicación de Jean Paulhan y Benjamin Crémieux, me pedía algunas orientaciones. Yo vertí lo esencial de esta carta en la siguiente que se explica sola y tiene el valor de una preparación de artillería.

   El 4 de febrero del siguiente año, a bordo del Siboney, Artaud me escribe nuevamente a Río de Janeiro (traduzco):

 

 A ALFONSO REYES

 

 4 de febrero de 1936

 

 En octubre último le escribí a usted para hablarle de mi posible viaje a México, y usted tuvo la amabilidad de decirme en su respuesta que ya preparaba usted el terreno. Hoy el viaje es ya un hecho. El viernes 7 de febrero en curso llegaré a México. Usted ha comprendido que mi propósito es manifestar de un modo concreto, inmediatamente asimilable, ciertas ideas que figuran en un estado mítico en algún estudio mío como El Teatro y la Peste. Usted habrá visto que cierta zona de la inteligencia francesa, la más joven y a la vez la más desesperada —pero sólo los muertos lo desesperan ya— tiene los ojos vueltos hacia México. Hoy por hoy una sola corriente agita al mundo y la fuente mágica brota en la tierra a la que yo he deseado ir y adonde llegaré en un par de días. Me figuro, señor Embajador, que puedo contar con usted para facilitarme la tremenda tarea que emprendo, y en esta confianza, le saludo devotamente. Mi dirección: Embajada de Francia en México.

                                                          ANTONIN ARTAUD

 

 [Escrita a bordo o antes de embarcar a México en el vapor Siboney, y traducida por Alfonso Reyes]

 

  Nueva carta que también traduzco, de México a Río de Janeiro, 16 de abril de 1936:

 

 Me autorizó usted a hablarle con toda franqueza. Más aún: me invitó usted a hacerlo. Visité al señor Ceniceros, y en él he encontrado algo más que un amigo: un verdadero aliado. Gracias a él he dado tres conferencias en la Universidad de México. He dicho lo que tenía que decir.

 

 Daré otra nueva y breve conferencia en la Lear, sobre la Revolución Universal y el Problema Moderno. Diré cuanto me propongo, respecto a la absoluta necesidad en que está México de romper con todas las formas de la civilización europea, industrialismo, maquinismo, marxismo, capitalismo y esa terrible forma del capitalismo eterno que es el capitalismo de la conciencia humana, la capitalización de los conceptos y de los datos surgidos del espíritu dualista de Descartes y que han aniquilado el espíritu de la vida. Todo esto me propongo decir. Ya mis ideas, no bien comprendidas mientras hablé en francés, parecen irse abriendo paso en cuanto di con traductores inteligentes. Gracias a ellos, todas mis conferencias se publicarán en El Nacional.


 Para coronar mi trabajo, he pedido al señor Ceniceros una Misión: me basta una sencilla comisión de escritor, de artista. Quiero enfrentarme con razas puras, que quedan tan pocas. Quiero estudiar los ritos, las danzas de los indios. No sacaré de aquí un mero libro de descripciones. Yo creo en una fuerza mágica, de que estos ritos son algo más que la mera transcripción alegórica. Esta fuerza se viene perdiendo desde que se persiguen y prohíben estos ritos so color de acabar con las supersticiones. Pero hay más superstición en la Ciencia Moderna que en los ritos de los indios. Las fiestas cívicas con que México quiere reemplazar tales ritos y que artistas y escenificadores copian las manías estéticas de Europa, operan bajo el impulso de una inspiración individual e incoherente y no logran, a mi modo de ver, más que crear un verdadero estado de anarquía. Para mí, naturaleza, mundo, humanidad debieran recuperar su unidad. Hay leyes, hay una necesidad cósmica de que las danzas y fiestas indias son una manifestación. En suma, he pedido una Misión para ir en busca de la fuerza antigua y caracterizarla.

 

 He recogido informes privados. Sé a dónde tengo que ir. No traeré de allá un libro de arte, sino en suma un libro de teoremas. Y la lengua, vibrando según el estímulo de esta fuerza tratará de expresar sus leyes. Es cosa que puede hacerse, no es una utopía. El Gobierno Mexicano ha consentido en facilitar esta misión. Espera mi libro y me concede libre transporte en todos los ferrocarriles. Los gobernadores locales me darán su apoyo, me llevarán aquí y allá. Pero, para lo demás, tanto el Gobierno de México como el de Francia dicen no tener dinero. Yo he venido aquí sin un centavo, decidido a arriesgarlo todo por tal de encontrar lo que busco. Pero necesito economizar mis fuerzas y no desfallecer en el camino. Necesito encontrar algunos recursos, lo indispensable para sostener la jornada.

  

 La suma no ha de ser enorme y he de juntarla antes de emprender el viaje. Pero juntar dinero para una idea metafísica puede parecer en esta época una locura. Y es fuerza que esta locura se realice. Deben aún quedar por allí algunos comerciantes, coleccionistas, aficionados al arte capaces de sacrificar una suma por una idea. Para partir de México, la ciudad, y discurrir por el norte del país durante tres meses, ya usted comprende lo que hace falta. Se obtienen más fondos para los arqueólogos que en saber explicar, situar, fortificar lo que encuentra, porque son sabios. Esta vez, un poeta se ofrece a encontrar algo objetivo, a enlazar sintéticamente los datos plásticos como forma y fuerza de la vida. Creo, Alfonso, que si usted se lo propone puede usted encontrar esto. Usted ha de saber a quién se puede acudir en México o en el Brasil.

 

 No me diga usted que la poesía a nadie le interesa. Hay una manera de presentar a los ricos los objetivos verdaderos, humanos, científicos de la poesía. Quiero reconciliarlos con la poesía. Hacer de ella una fuerza activa, concreta, asimilable a todos los hombres, una fuerza de curación.

 

 Todavía quedan en el mundo los secretos de la curación. Para la curación bastan las fuerzas puras, las del espíritu primitivo, de frente generatriz. En ello anhelo trabajar, y descubrir el secreto de aquellas culturas. Estoy ya con el pie en el estribo. Espero el último empujón.


 Toda mi gratitud y mis disculpas. Saludos, etc.

 

 Infortunado. Algunas de sus páginas fueron escritas en el asilo de Rodes Ivry-sur-Seine en 1947. Allí confiesa sus delirios. El Tutuguri está firmado el 16 de febrero de 1948. No se juega infamemente con los dioses.

 

 "Documentos. Artaud. No se juega infamemente con los Dioses", recogido por Alicia Reyes, Revista Universidad de México, núm. 497 (junio de 1992).


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