sábado, 10 de septiembre de 2022

Vladimír Boudník

 


  Andrea Fajkusová


 A finales de los años cuarenta, en uno de los barrios obreros de Praga un hombre despertó la atención de los transeúntes, causando cierto alboroto entre las fuerzas policiales. En una pared desconchada pegó una hoja de papel blanco pintando en ella las estructuras gráficas que veía en la pared.

 Luego empezó a explicar a la gente reunida las estructuras de la pared desde distintos puntos de vista estéticos, obligándola a "mirar a su alrededor, utilizar sus ojos, ver el arte y entenderlo". En ello consistía el secreto de su estilo -el explosionalismo-, en la fuerza explosiva de la fantasía.

  El hombre era un tornero de la fábrica de acero de Kladno, Vladimír Boudník. Durante los años cincuenta organizó unas 150 actividades callejeras similares. Al mismo tiempo describía su teoría del arte en manifiestos y cartas que enviaba en centenares de copias a redacciones, escuelas y oficinas públicas. Escribía también poemas que publicaba en samizdat.

 En la fábrica de Kladno conoció a su amigo de toda la vida, al escritor Bohumil Hrabal. Durante dos años compartieron un hogar y Hrabal inmortalizó a Boudník, a quien llamaba con el diminutivo "Vladimírek", en los libros "El tierno bárbaro" y "Perlas en el fondo". Posteriormente se unió a los dos el poeta y filósofo, Egon Bondy. Surgió así un trío inseparable al que hoy en día nos referimos como a "los tres grandes de Libeñ", barrio praguense donde residían.

 En el año 1952, Vladimír Boudník empezó a trabajar en la empresa de maquinaria CKD en Praga-Vysocany. Permaneció allí trece años. Se enamoró de la fábrica encontrando en ella la mejor inspiración.

 La empresa CKD se convirtió en un taller de alquimia para Boudník. Reunía desperdicios y con un autógeno, un martillo y otros instrumentos lo transformaba en arte. Hacía de todo, pero especialmente gráficos estructurales y magnéticos.

 Los primeros los creaba usando arena, materiales textiles, cuerdas o trozos de papel que fijaba con lacas. Los gráficos magnéticos nacían con la impresión de superficies formadas por limaduras, ordenadas con ayuda del flujo de líneas de fuerza. Soñaba con construir una prensa gigantesca con la que pudiera crear una hoja gráfica que tapara el cielo.

 Vladimír Boudník estaba obsesionado por los experimentos. No experimentaba sólo con técnicas figurativas, sino también con su propio cuerpo en detrimento de su salud. Dormía poco para ganar más tiempo, trataba de vivir únicamente de cerveza y pan, pidió a su médico que le recetara LSD, y en ocasiones experimentaba con la muerte, "jugando" con la horca en su casa. No se conformaba con experiencias transmitidas.

  Boudník exponía sus obras en el patio de la fábrica, en sus naves de producción o en el comedor. En el extranjero se presentó en la Exposición Mundial Expo 58 en Bruselas, cosechando un enorme éxito. Se le abrieron las puertas a Varsovia o Nueva York, pero cerraron las de su patria. Su única gran exposición en Checoslovaquia se realizó en el año 1963 en la sala de exposiciones Mánes, de Praga.

 A mediados de los años sesenta Vladimír Boudník cayó en una crisis artística y personal. Dudaba de su arte, se divorció, después llegó agosto de 1968 y un amigo suyo murió en un accidente de tráfico.

 A principios de diciembre de 1968 Boudník preparó después de varios años su propia exposición en la bodega Viola, en Praga, lugar que frecuentaba a menudo. El mismo colgó los cuadros y después de la inauguración se quedó conversando con sus amigos hasta altas horas de la noche. En la mañana del 5 de diciembre lo encontraron en su cuarto ahorcado.

 

  “El tierno bárbaro Vladimír Boudník”, tomado de Radio Praga Internacional, 2004.

 

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