miércoles, 24 de junio de 2020

Cuba en llamas




 Pedro Marqués de Armas 
  
 1.
 Escribió Céspedes: “Que Cuba sea libre aun cuando tengamos que quemar todo vestigio de civilización desde la punta de Maisí hasta el cabo de San Antonio”.
 Y Gómez: “Hasta que no quede piedra sobre piedra”.
  No por metafóricas las siguientes descripciones resultan menos terribles. 
 En Campañas de Maceo en la última Guerra de Independencia (Editorial Lex, 1946, p. 83.) escribe Piedra Martell: “La tea no estaba inactiva un solo momento, y el paso de las huestes invasoras era señalado, a su espalda, y a sus costados, por el resplandor de los incendios. Todo ardía. El horizonte aparecía día y noche enrojecido, como si en el éter se hubiese cuajado el rosicler de una aurora, y el humo, esparcido por el fuerte viento reinante y llevado a larguísimas distancias, tendía sobre la campiña y los pueblos comarcanos un como oscuro y flotante telón. Fue este espectáculo lo que llamó un viajero que cruzaba por aquellos días frente a las costas de la isla "Cuba en llamas". 
 Israel Consuegra Guzmán en Mambiserías. Episodios de la guerra de la independencia (Imprenta del Ejército, 1930, p. 20): “Las "comisiones de candela" no cesaban en su misión de aplicarle la tea incendiaria a los verdes cañaverales, que al convertirse en pavesas ennegrecían el firmamento entre llamaradas terribles y grandes espirales de negro humo que todo lo envolvían”. 
 Estar en la tea: expresión guajira que indica falta de comida.
 Estar en llamas. Estar en candela. Comecandela: personificaciones de la tragedia e intransigencia cubanas. 
 Escribe el periodista norteamericano Bronson Rea: “El itinerario insurrecto se señalaba por una masa continua de pesado y negro humo procedente de los campos de caña y de los ingenios de azúcar, y hasta una distancia de 50 millas el sol se veía como a través de un vidrio ahumado. Tras ellos queda siempre esta horrible estela”.
  No menos lírico, relata Raimundo Cabrera en Episodios de la guerra (1898): “Una llama rojiza se elevaba en el horizonte; inmensas columnas de humo se levantaban al cielo y una espantosa conflagración se ofrecía a las aterradas miradas (…) El incendio destruyó en pocas horas las plantaciones del Ingenio Central, atacadas por la tea a los cuatro vientos. También quedó convertida en un montón de escombros y de ruinas la linda casa de viviendas de la granja "El Paraíso."

 2.
 Los campesinos simpatizantes facilitan la labor: incendian sus propios cañaverales.
 Ramiro Guerra, futuro historiador, avisa a su padre que los mambises se acercan. Por fin llegan y dictaminan que hay que dar candela. El padre del historiador se muestra de acuerdo, pero pide un tiempo, hasta que el viento cambie de dirección, para que no se quemen también las casas del batey. “El que parecía ser el jefe y hablar en nombre de los cinco –cuenta en Por las veredas del pasado– dijo que estaba bien, porque veían que se trataba de una familia de buenos cubanos”.
 Se portan como buenos, y esa tarde queman sus cultivos. El mayor de los hermanos se incorpora a los insurrectos, mientras la familia no deja ya de dar tumbos hundida en la pobreza y muerta de tifus una de las hermanas. Pero no es ni de lejos el peor destino. 
 Los cubanos buenos tienen derecho (no siempre) a quedarse con una yunta de bueyes y una vaca lechera, entre otros bienes personales. En caso contrario lo pierden todo. El apego de los pacíficos a sus escasas posesiones es definido como anti-cubano. 
 El fuego se propaga a los demás cultivos. El ganado se lanza por el escaso maíz, la yuca y los retoños de caña. “Los puercos habían desaparecido de la tierra”, escribe el insurrecto Serafín Espinosa, que narra cómo terminan comiéndose sus caballos.
 En tal circunstancia, recuerda José Isabel Herrera, más conocido por Mangoché, se alcanza la suprema penuria: “Vivíamos como animales comiendo cogollos de palmas, bleo, ceiba y otras yerbas”. 
 Fue este mambí el que mejor definió el rumbo moral de la contienda: “La guerra era ya más de resistencia que de batalla, estábamos como dos boxeadores que cansados se estudian, dándose sólo de sorpresa y buscando el agotamiento de su contrario”.

 3.
 El médico Matías Duque (luego intransigente doctor republicado célebre por su propuesta de injertar tejido canceroso a los condenados a muerte) se hacía eco de una conocida frase de Gómez, según la cual eran "doncellos" aquellos que no se mostraran suficientemente aguerridos o adscritos a sus feroces bandos de destrucción.
 De exaltado carácter forjado en la fragua revolucionaria y deseando cumplir a cabalidad las órdenes, Duque reparó en que tenía que empezar por sus propiedades “por entender que no podía quemar lo de otros si tenía lo suyo en pie”.  
 Así, pues, incendia el ingenio de su señora madre en San Antonio de los Baños. 
 Lo de doncellos no fue invento de Gómez, aunque sí instrumentación suya. Además de fosforitos y bijiritas, los españoles llamaban a los cubanos "doncellos". Un ej.: "En esta provincia parece que los doncellos no sepan por ahora más que desaparecer e ir a otros puntos más vacíos de tropas, y poder así trabajar por su libeltá" (Rafael Guerrero: Crónica de la guerra de Cuba, 1898). 


 Crédulo de tales historias Lezama decía de los patricios del 68: “empezaron por quemar sus riquezas”. Pero lo cierto es que las llamas acaban con medianos y pequeños propietarios. 
 De una guerra a la otra se expanden con el mejor combustible: la propaganda sacrificialista.
 Sobre el incendio de Bayamo dicta el siempre exclamatorio Martí: “Cuando el sacrificio es indispensable y útil, marcha sereno al sacrificio, como los héroes del 10 de Octubre, a la luz del incendio de la casa paterna, con sus hijos de la mano.”
 En 1873, Gómez quiere extender el conflicto a la zona occidental mediante la tea. Céspedes lo apoya pero Agramonte y la Cámara de Representantes se oponen. Se agudizan las diferencias entre civiles y militares. Céspedes es destituido. Cae Agramonte. En 1875 Gómez es autorizado a invadir occidente. En solo 46 días incendia 83 ingenios.
  Asoma la figura (no es el único en llevar ese tipo de apodos) de Federico Fernández Cavada, más conocido como el “General Candela”. Se cría en Estados Unidos. Participa en la Guerra de Secesión, alcanzando el grado de Coronel en las fuerzas unionistas. En la contienda del 68 organiza el alzamiento de Trinidad y luego es nombrado Jefe de la División de las Villas. Ya General, en julio de 1869 emite un bando en el que llama a quemar todas las propiedades de cubanos y españoles que no se incorporen a la insurrección. 
  Pero Gómez es, desde luego, el adalid de la byroniana tea. Redacta manuales de instrucción militar para las tropas y desarrolla en las fuerzas mambisas los servicios de espionaje. 
  En su orden del 6 noviembre de 1895 expresaba:
 Artículo 1. Que todas las plantaciones sean totalmente destruidas, quemando la caña y los edificios aledaños, así como todos los ferrocarriles que los comuniquen a los ingenios.
 Artículo 2. Que todos los trabajadores que laboren en los ingenios azucareros (fuentes de riqueza que tenemos que negar al enemigo) sean considerados traidores a la patria.
Artículo 3. Que todo aquel que se pruebe que esté involucrado en las actividades descritas en el Artículo 2, sea pasado por las armas. Que todos los jefes del Ejército Libertador acaten esta orden, en nuestra determinación de desplegar triunfante la bandera de la República de Cuba, aunque esto tenga que ocurrir sobre un campo de ruinas y cenizas.
 Del Diario de Gómez: 
 “Comprendiendo que para quitar a nuestros enemigos los recursos pecuniarios, era absolutamente indispensable destruir la riqueza del país, incendiando, los ingenios y cafetales existentes en el Distrito a mi mando, di órdenes a mis subalternos autorizando esta terrible medida; pero teniendo en cuenta que si logramos, poniéndonos de acuerdo con los dueños de las haciendas que permanecen en pie, obtener una remuneración a trueque de respetar dichas haciendas, sería más conveniente para el progreso de la Revolución y; para el bienestar y prosperidad futuros de la Isla, punto para mí muy importante y del cual no aparto nunca mi vista, he determinado iniciar con los mencionados dueños un convenio que tendrá por objeto, por nuestra parte, respetar sus propiedades, y por la de ellos, contribuir con una suma que estipulará la Junta Cubana, residente en Jamaica, a la cual escribo con esta misma fecha para ponerla en antecedentes.” (16 enero de 1871.)
 Proclama de Gómez y Maceo en la que arde el inextinguible fuego del 68. O donde se define qué es ser cubano y qué es ser hombre:  
 “Habitantes de Occidente: Vuestros hermanos de las comarcas de Oriente y del Centro; los vencedores en el Jobito y Peralejo se encuentran ya entre vosotros; venimos a ayudaros a levantar con manos potentes el estandarte glorioso de la Revolución Libertadora de nuestra Tierra, tan empapada con sangre de nuestros compañeros y de nuestros hijos.
 La guerra será dura y desoladora, pues así lo quiere el tirano; y hay más dignificación y grandeza para los pueblos y los hombres en vivir libres, aunque pobres, que no ricos y acomodados en el hogar mancillado por la servidumbre y el oprobio. Debemos salvar los principios y la Tierra. Que los que son capaces de conquistar por la fuerza de su brazo y la firmeza de sus convicciones el bien supremo de sus libertades, son capaces también de devolver al País, con la Paz, el trabajo y el orden, toda y mucho más, la material riqueza que la dolorosa necesidad de la guerra nos impone destruir por la torpe resistencia de España.
 ¡Cubanos! Hay un Pueblo cuya página en la Historia de esta hermosa Tierra es brillante. Bayamo fue incendiado por sus propios hijos antes que Balmaseda profanara una vez más sus hogares. Eso es ser cubano; eso es ser hombre.
 ¡Pueblos de Occidente, a las armas!
 Viva la República para todos los hombres trabajadores y honrados.
  Boca del Toro. II Diciembre 1895.—Villas—Villaclara.”

  4. 
  Incendio danzario de Candelaria tras largo día de asedio:

Mientras tanto, algunos pelotones de los asaltantes se iban apoderando de los edificios evacuados por los defensores, parapetados en los cuales servían de sostén a las demás tropas que continuaban adelantando terreno, batiéndose al descubierto en las calles, bajo una lluvia de proyectiles, y dándole candela a las casas deshabitadas, a los establecimientos de comercio y a todo aquello que fuera obstáculo a su paso, o pudiera servir de abrigo a los adversarios. Como a la media noche una multitud de casas estaba ardiendo, la batalla estaba en pleno desarrollo, y los combatientes, al resplandor de los incendios, parecían irritadas furias.
Luego, como desde la una a las tres de la madrugada, el fuego disminuyó un tanto. Ambas partes habían sufrido numerosas bajas, y estaban precisadas a curar sus heridos y sepultar sus muertos. Pero al venir el alba del nuevo día, se renovó la lucha con igual o mayor encono. Ahora los hombres de uno y otro partido, viéndose las caras a la luz del día y enardecidos por las mutuas injurias, se disparaban a quemarropa sus fusiles y se iban a las manos en mortales cuerpo a cuerpo. Estos se sucedían con mayor frecuencia entre las gentes negras que militaban en los dos distintos partidos. Los hombres de color que a nuestro lado derramaban generosamente su sangre por el derecho y la dignidad de los cubanos de todas las razas, no podían concebir la ignominia de aquellos negros que, ostentando el uniforme español de chapelgorris, luchaban por mantener el régimen de factoría y despotismo a que nos tenía sometidos la dominación de España, que a unos y a otros por igual nos denigraba. Y en cuanto le echaban la vista a alguno de ellos, dejaban toda circunspección y mesura, y se abalanzaban a él con los machetes levantados. (Piedra Martell.)
 Los negros Chapelgorris fueron una exigua minoría, no así los negros guerrilleros. 
 Así pinta el cronista a los primeros: “lucían con orgullo en sus crespas cabezas la boina encarnada y rivalizaban con los éuscaros sus compañeros de filas, en denuedo y en devoción a la bandera española”.

 5. 
 Glorificación de la ceniza: 

 Apunta Fermín Valdés Domínguez en sus Diarios: “Todo aquel alegre caserío de estos lugares ya no existe: donde vivía Luz se levantan los palos negros que denuncian el incendio y sólo queda la tierra testigo de tanta labor antes y de tantos heroísmos ahora.”
 Y Bernabé Boza: “El sol, el fuego, el humo del incendio que nos rodea, el hambre y la sed, nos castigan cruelmente; sobre todo la sed, pues hay agua muy cerca y no podemos ir a tomarla”.
 Pero eso no le hace cambiar de perspectiva. Y cita una vez más la arenga de Gómez: 
 “Yo le auguro a Martínez Campos un fracaso cabal que ya empezó para él en la sabana de Peralejo, pronóstico que habrá de cumplirse al llegar los invasores a las puertas de la Habana, con la bandera victoriosa, entre el humo rojizo del incendio y el estrépito de la fusilería. ¡Soldados! llegaremos hasta los últimos confines de Occidente; hasta donde haya tierra española: ¡allí se dará el Ayacucho Cubano!"
 Circular de Loynaz y Mayía Rodríguez de 8 de febrero de 1897, a escasos días del encuentro con Felino Álvarez Duarte: “Serán incendiados todos los cañaverales sin excepción ninguna. Y en los casos de ingenios que muelan, serán fusilados, al ser aprendidos, sus dueños o encargados, y todos los trabajadores y empleados que en ellos se encuentren”.

 6.
 Breve antología numantina 

  España y Cuba

 ¡Cuba, la tierra tanto tiempo esclava
reclama de ser libre su derecho;
es el volcán que en erupción deshecha
arroja sangre cual candente lava!

El español con fuerzas y cañones
imponiendo su odiosa tiranía,
el cubano, invencible cada día,
derrotando los grandes batallones.

El español en el seguro puerto
desembarca legiones de soldados;
los cubanos, valientes emigrados
saltan del bote al arenal desierto.

Del español el fuerte artillerado
la ciudad con sus grandes barricadas,
del cubano, las cumbres empinadas
con el glorioso pabellón plantado.

Y así la lucha desigual, tremenda,
más de un año se viene prolongando
y el mundo de Colón sigue admirando
sin que su mano protectora tienda.

Mas, no importa, la suerte de esta tierra
depende únicamente del cubano;
el rifle al hombro, el machete en mano
incendio y destrucción; ¡la santa guerra!

Siga el tirano en su tarea maldita
Mande España soldados a montones,
que para hacerle frente a sus cañones
está la salvadora dinamita.

Busque el dinero que le falta ya
mendigue a las potencias protección,
que está de pie la noble emigración
y el patriota de nada escaseará!

No habrá paz sin la santa independencia
ni un instante de tregua en la Campaña
que el Gobierno tiránico de España
guerra a muerte requiere sin clemencia!

De guerra el grito hasta los cielos suba,
y antes que verla por más tiempo esclava,
siga brotando la candente lava
sepúltela el volcán y... allí fue Cuba!

 Luis de la Cruz Muñoz. Campamento en Santa Teresa. Versos enviados a Fermín Valdés Domínguez, quien los incluye en su diario.

Máximo Gómez 

 Cuando en cínico alarde provocante
La codicia saciaba el torpe ibero,
Nuevo Aníbal, alzóse un caballero
A darle vida al pueblo agonizante:

De Oriente hasta Occidente va triunfante
Alcanzando victorias el guerrero,
Y al escuchar su nombre el Orbe entero
Admira las hazañas del gigante.

El incendio voraz haga pavesa
El mando de la sílfide cubana,
Para lograr la redentora empresa.

Llene mi voz los ámbitos del mundo…
¡Yo le canto al coloso de mañana,
Y bendigo al Atleta sin segundo!

 Soneto escrito en campaña por un mambí de apellido Piñán.

 Cuando el fuego cala el ser del paisaje:


 7
 Saldo positivo
 Carta de Maceo a Estrada Palma de 21 de marzo de 1896: “Mi distinguido amigo, ya sabe Ud. por mis anteriores, que la invasión hasta el extremo Occidental de la Isla produjo el resultado apetecido: todo esta removido y pujante la Revolución: el incendio revolucionario ha prendido hasta en los últimos rincones de la Vuelta Abajo. Pláceme comunicarle ahora que, después de haber regresado a la jurisdicción de Cárdenas, invadiendo y organizando las fuerzas de aquellas provincias, he llegado nuevamente hasta aquí, con lo que me propongo, por el momento demostrar cuanto podemos impidiendo a todo trance la realización de los sueños de Weyler, para ello apelo a recursos extremos que, infundiendo el necesario terror harán deponer su actitud a los hacendados que intenten hacer su Zafra.
 Después haremos más…”

 Saldo negativo
 Cabezas de ganado: 1882: 2 585,309; 1899: 376,650.
 Caballos, mulos y asnos: 1892: 647,360; 1899: 108,317.
 Embarques de cocos, plátanos y frutas frescas hacia EE.UU.
 1888: casi dos millones y medio de pesos; 1898: 44,000 pesos.
 Maderas preciosas exportadas: 1893: Más de 1 millón de pesos; 1898: 16,000 pesos.
 Zafra azucarera: 1894: 1 054,214 ton.; 1897: poco más de 200,000 ton.

 8.
 Epílogo drástico

El conseguirlo había impuesto sacrificios inmensos. El país quedaba arrasado; la riqueza pública había sido totalmente destruida, en los campos, al menos. Imposible era creer que pudiera tamaño estrago repararse en pocos años. Los sitios de labranza y las plantaciones de caña, fuentes principales de la producción, habían desaparecido por completo. Por leguas y por leguas nada percibíase cultivado, y entre el verdor monótono de los herbazales, sólo sobresalían a trechos los restos ahumados de los ingenios y de las casas incendiadas, únicos y mudos testigos de la desolación y del desastre”. (Rafael Ortiz: Cuba: primeros años de independencia). 
La guerra, desconocida por completo en esta tierra virgen, recibióse por las masas con alegría infantil de niño en posesión de su primer juguete. La libertad, la diosa deslumbradora, dio expansión a los espíritus comprimidos, y el colono cohibido y el esclavo embrutecido aplaudieron el grito que rompía con la opresión, en que se les mantenía. No previeron los horrores de toda guerra, de una guerra civil, de una guerra de independencia, con nobles abolengos de crueldad; de una guerra cuyo desenvolvimiento y cuya manera de ser están escritos de antemano en la historia, en donde en cada página se orea la sangre humana con el calor de los incendios (Emilio Bacardí, Vía Crucis).  



 Del cuaderno de trabajo para la novela La vida trunca del Coronel Felino (2015). 

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