domingo, 28 de julio de 2019

Thomas Walsh



 Pedro Henríquez Ureña 

 Uno de los poetas más distinguidos de este país, Thomas Walsh, acaba de publicar su libro de versos The Pilgrim Kings; Greco and Goya and other poems of Spain. Es el segundo suyo. El anterior, The Prison Ships and other poems, apareció en 1909.

 En sus primeras poesías, Thomas Walsh reveló excelentes cualidades: su aptitud para la expresión solemne, en la oda "Las galeras" (The Prison Ships); su poder sugestivo en "Los ciegos", "La laguna de los avellanos", "En el jardín de la memoria”, su delicadeza en "Ad Astra", "Primavera sin término", "Citas de estrellas". También reveló desde entonces su afición a España y a los temas españoles (interpolados entre otros franceses e italianos), en el “Canto de la Alhambra”, “el dulce gemido del corazón que canta y se rompe”; la amorosa "Sevillana"; "En el claustro de San Juan", diálogo entre la novicia Serafita y las flores del jardín conventual; y "La Catedral de Burgos", hermosa composición llena de rumores y armonías graves, como sonoridades de órgano.


 Pero en The Pilgrim Kings Walsh se muestra mucho mayor poeta. Apenas abierto el libro, hallamos en el poema inicial, sobre los magos peregrinos de la Nochebuena, la suave aura de ingenuidad piadosa que nos encanta en los viejos villancicos de Lope, de Valdivieso y de Sor Juana Inés de la Cruz; piedad que aquí se pone frente a las dudas del pasajero descreído. A seguidas, “Invasión” es un trozo de lujo descriptivo, como más adelante “Los reyes del otoño”. Las notas ligeras y amables, de amor y galantería, las hallamos de nuevo, fáciles y graciosas, en "El codicilo de amor", "La despedida", "Canción de cítara". Estas notas son más finas y elegantes en "El embarque rumbo a Citeres", donde se sienten tenues aromas de las Fiestas galantes de Verlaine. De ahí se pasa sin esfuerzo a las encantadoras sugestiones del "Nacimiento de Pierrot"; al suave misterio de "Pozos Sagrados”, que hace pensar en los poetas belgas, contempladores del “alma de las cosas”, cantores de las aguas tranquilas; y por último, al vago misticismo de “Junto al pesebre” y “El Grial”. Pero la nota suprema del libro es, a nuestro juicio, la elegía “Coelo et in terra”. En los majestuosos versos iniciales se esboza una noble y alta filosofía de la muerte y del dolor; y en ellos, y en todos los restantes, la expresión es selectísima y solemne. 

 A la España de Thomas Walsh entramos, por la críptica puerta de “La vieja Toledo”, hacia las amplias salas donde lucen los tapices narrativos y dramáticos "Greco pinta su obra maestra”, “El juicio final del Greco”, “Egidio de Coimbra”, “Las Meninas”, “Goya en la cúpula”. Se oyen también allí canciones lánguidas, como “Balcones crepusculares”; rumores de guzlas moriscas, como las "Canciones de la Alhambra”; memorias legendarias como “La Preciosa” y “El cántico de Fontebras”; reminiscencias místicas como la de Sor Gregoria de Santa Teresa, y tributos al reino español como en los versos “A Goya”.

 Exprofeso dejamos para el final las cuatro traducciones de poesías de Fray Luis de León, breve muestra de la vasta labor de Walsh, cuyo estudio y conocimiento del gran agustino nadie supera. Si toda traducción es difícil, la de Fray Luis ofrece dificultades peculiares. Trátase de un poeta cuya perfección formal se funda en la expresión limpia con transparencia de cristal, alcanzada mediante maravillosa disciplina en la selección de palabras.

 Pedro Henríquez Ureña en los Estados Unidos, Alfredo Ángel Roggiano, Talleres de La Casa Editorial Cultura, 1961, pp. 97-98. Fragmentos del artículo. Originalmente publicado en Las Novedades, Nueva York, 12 de diciembre 1915; y, El Fígaro, 6 de febrero de 1916. 


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