Pedro Henríquez Ureña
Uno de los poetas más
distinguidos de este país, Thomas Walsh, acaba de publicar su libro de versos The Pilgrim Kings; Greco and Goya and other poems of Spain. Es el segundo suyo. El anterior, The Prison Ships and other poems, apareció en 1909.
En sus primeras
poesías, Thomas Walsh reveló excelentes cualidades: su aptitud para la expresión
solemne, en la oda "Las galeras" (The Prison Ships); su poder
sugestivo en "Los ciegos", "La laguna de los avellanos",
"En el jardín de la memoria”, su delicadeza en "Ad Astra",
"Primavera sin término", "Citas de estrellas". También reveló desde entonces su
afición a España y a los temas españoles (interpolados entre otros franceses e
italianos), en el “Canto de la Alhambra”, “el dulce gemido del corazón que canta
y se rompe”; la amorosa "Sevillana"; "En el claustro de San
Juan", diálogo entre la novicia Serafita y las flores del jardín
conventual; y "La Catedral de Burgos", hermosa composición llena de
rumores y armonías graves, como sonoridades de órgano.
Pero en The Pilgrim Kings Walsh se
muestra mucho mayor poeta. Apenas abierto el libro, hallamos en el poema
inicial, sobre los magos peregrinos de la Nochebuena, la suave aura de
ingenuidad piadosa que nos encanta en los viejos villancicos de Lope, de
Valdivieso y de Sor Juana Inés de la Cruz; piedad que aquí se pone frente a las
dudas del pasajero descreído. A seguidas, “Invasión” es un trozo de lujo
descriptivo, como más adelante “Los reyes del otoño”. Las notas ligeras y
amables, de amor y galantería, las hallamos de nuevo, fáciles y graciosas, en
"El codicilo de amor", "La despedida", "Canción de
cítara". Estas notas son más finas y elegantes en "El embarque rumbo
a Citeres", donde se sienten tenues aromas de las Fiestas galantes de
Verlaine. De ahí se pasa sin esfuerzo a las encantadoras sugestiones del
"Nacimiento de Pierrot"; al suave misterio de "Pozos Sagrados”,
que hace pensar en los poetas belgas, contempladores del “alma de las cosas”,
cantores de las aguas tranquilas; y por último, al vago misticismo de “Junto al
pesebre” y “El Grial”. Pero la nota suprema del libro es, a nuestro juicio, la
elegía “Coelo et in terra”. En los majestuosos versos iniciales se esboza una
noble y alta filosofía de la muerte y del dolor; y en ellos, y en todos los
restantes, la expresión es selectísima y solemne.
A la España de Thomas
Walsh entramos, por la críptica puerta de “La vieja Toledo”, hacia las amplias
salas donde lucen los tapices narrativos y dramáticos "Greco pinta su obra
maestra”, “El juicio final del Greco”, “Egidio de Coimbra”, “Las Meninas”, “Goya
en la cúpula”. Se oyen también allí canciones lánguidas, como “Balcones
crepusculares”; rumores de guzlas moriscas, como las "Canciones de la
Alhambra”; memorias legendarias como “La Preciosa” y “El cántico de Fontebras”;
reminiscencias místicas como la de Sor Gregoria de Santa Teresa, y tributos al
reino español como en los versos “A Goya”.
Exprofeso dejamos
para el final las cuatro traducciones de poesías de Fray Luis de
León, breve muestra de la vasta labor de Walsh, cuyo estudio y conocimiento del
gran agustino nadie supera. Si toda traducción es difícil, la de Fray Luis ofrece dificultades peculiares. Trátase de un poeta cuya perfección
formal se funda en la expresión limpia con transparencia de cristal, alcanzada
mediante maravillosa disciplina en la selección de palabras.
Pedro Henríquez Ureña en los Estados Unidos, Alfredo Ángel Roggiano, Talleres de La Casa Editorial Cultura, 1961, pp. 97-98. Fragmentos del artículo. Originalmente publicado en Las Novedades, Nueva York, 12 de diciembre 1915; y, El Fígaro, 6 de febrero de 1916.
Pedro Henríquez Ureña en los Estados Unidos, Alfredo Ángel Roggiano, Talleres de La Casa Editorial Cultura, 1961, pp. 97-98. Fragmentos del artículo. Originalmente publicado en Las Novedades, Nueva York, 12 de diciembre 1915; y, El Fígaro, 6 de febrero de 1916.
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