Desde que emprendí la
brillante carrera de la Milicia, he leído muchas historias llamadas morales (…)
Toda la antiguedad ha resonado sus elogios, cuyo eco se ha extendido hasta los
tiempos más remotos de la acción de Catón Uticense. Este romano se da a sí
mismo la muerte por no caer en manos de César. Esto se ha llamado
universalmente virtud, heroísmo; yo lo llamaría mejor orgullo, soberbia. Nadie
es dueño de su propia vida. Dios nos las ha dado, solo Dios os la puede quitar.
¿Y por qué Catón se mata a si proprio? ¿Qué bien público o particular resulta
de su horrorosa acción? ¿Liberta a su patria, la saca de la esclavitud? No: él
solo se sustrae a la ignominia de verse dependiente… ¿En todo caso la virtud no
consistía en sufrir?
Papel Periódico de la Havana, no 40, jueves 17 de mayo de
1804, p. 157.
Texto atribuído a Manuel de
Zequiera y Arango (Emilio Roig de Leuchsenrig: La literatura
costumbrista cubana de los siglos XVIII y XIX. Los escritores. Oficina del
Historiador, 1962, p. 15).
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