lunes, 20 de febrero de 2012

Expreso del infierno





 La guillotina ha terminado la triste historia de Eyraud, el amante de Gabriela Bompard. No quiso confesarse y rechazó el auxilio espiritual del sacerdote de la procesión; bien es cierto que en Francia no se da importancia oficialmente a los actos religiosos: despiertan al reo y le anuncian que va a morir, le cortan el cuello de la camisa para que no estorbe a la cuchilla, le sacan a la plaza llena de curiosos, le empujan hacia la báscula, gira el mecanismo y cae la cabeza en el canasto; colocan el cuerpo en un furgón, lavan la sangre, y todo ha concluido.
 No negaremos que la intención es evitar sufrimientos a los reos, pero negamos que se consiga el resultado; pues, como hemos dicho otras veces y ha declarado un condenado a muerte, todas las noches desde que se entabla el recurso de indulto, son noches de capilla, y los sueños intranquilos, pues pueden terminar de improviso en la ejecución.      
 Terrible es también la capilla, pero en ella se da al hombre moral una tregua para disponerse, si es creyente; para pensar en los suyos, si tiene familia; para elevar su espíritu, si no carece de entendimiento. El sistema de hacer morir a los reos con rapidez no es natural, y la prueba es que ninguno pretende apresurarlo, sino que dilata el momento lo posible.
 Una amiga nuestra llama a este sistema "hacer tomar a los reos el expreso del infierno". Nosotros creemos que todos los medios de ajusticiar son desagradables por sí y por accidente.  
 Pero si se quiere que no sufran los reos, ¿no sería preferible que los matasen a traición sin avisarles?
 En el caso de Eyraud lo más terrible es la situación moral en que deja a su familia respetable. Sin embargo, el crimen de Eyraud es tan personal, que sólo puede proyectar sobre su familia, en el ánimo de toda persona regular, sentimientos de respetuosa compasión.


 La ilustración española y americana, Año XXXV, no. V. Madrid, 8 de febrero de 1891.



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