domingo, 14 de abril de 2024

Nota de Vitier y enlace a Sones de la lira inglesa



  Cintio Vitier


 De los años del regreso de Gabriel Zéndegui a Cuba después del Pacto del Zanjón, se conservan algunas cartas muy amistosas que le escribió Martí. En una de ellas (Nueva York, 28 de julio de 1882) le habla de su hijo y de Ismaelillo: "No sé si he acertado a dar forma artística al tropel de visiones aladas que cuando pienso en él me danzan en torno de la frente. Ni si esa vez, que dormí en almohada de rosas, pudo olvidar mi cabeza la almohada de piedra en que usualmente duerme". 

 Por extraño que nos parezca, a Zéndegui no le pareció el Ismaelillo del todo bien, y así se lo escribió a Martí, quien el 14 de octubre le dice de su carta: "me enoja, aunque suavemente, porque me supones capaz de montar en ira porque no te haya parecido el Ismaelillo cosa maravillosa. Dime que no soy bueno, o que no vivo enamorado del bien de los hombres, y me enojaré, porque sería injusticia; pero de cuanto yo escribo, dime cuanto te parezca cierto, útil a mí, que yo sé que me quieres, y eres sincero, y me hará bien y no me enojaré". 

 Gran lección para todos. Y al final de su carta servicial (respondiendo a las preguntas de Zéndegui sobre sus posibilidades de trabajar en Nueva York), insiste Martí: "Me empeño, Gabriel (...) en que vuelvas a decirme lisamente lo que hayas pensado de Ismaelillo.- De mis imaginaciones, culpable es quien me las pone ante los ojos, -pero de mi modo de vaciarlas en el papel, yo soy culpable". 

 Queda claro que Martí, descontando su incansable bondad y fineza, estimaba el juicio literario de Zéndegui, de quien alabó su "sólido talento y buenos versos". Queda claro también que Zéndegui, como tantos otros, no llegó a percibir la nueva dimensión poética que inauguraba Ismaelillo, quizás porque su formación lo llevaba más a las fuentes anglosajonas que a las raíces hispanoamericanas, y su temperamento más al "amor del intelecto" que a la "abundancia del corazón". 

 Zéndegui volvió al exilio como redactor de La Nación, de Buenos Aires, pasando después a Londres como corresponsal de ese periódico. Estrada Palma lo designó Secretario de la Legación Cubana en Inglaterra, cargo al que renunció por conflictos con el gobierno de Menocal. Ciego y asmático, siguió viviendo con su familia en Londres, donde murió en 1922, dos años después de dar a la estampa su extraordinaria colección Sones de la lira inglesa (Oxford University Press, 1920), a nuestro juicio la joya principal de los traductores cubanos del siglo XIX, precioso libro de poesía y pensamiento poético, cuya introducción brevísima es la página de un maestro. 

     

 Nota introductoria de Cintio Vitier a los poemas de Zéndegui recogidos en Flor oculta de la poesía cubana, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1978, pp. 298-304. 


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