martes, 28 de septiembre de 2021

Poeta en ascensión


  Rafael Heliodoro Valle


 Jaime Torres Bodet ha vuelto de Europa, de Sud-América y de largos viajes a través del Derecho Internacional, y de los cielos las aguas y las riberas donde la poesía lírica está intacta, y la sombra del sueño pasa por la transparencia mineral de los sueños?

 Y ha vuelto, más fina la inteligencia, más sobrio el ademán, y la noble sonrisa, y el perfecto equilibrio. A su larga ausencia, que lo ha tenido más cerca de México, sucede la alegría de un encuentro en que ya la amistad está en el instante eterno. Y hablamos, divagamos, divaga él sobre temas de hoy, de ayer y de siempre, con la pericia de quien es maestro de letras, ya reconocido.

 -Si -me dice- he seguido desde lejos con profundo interés la labor de los nuevos valores de México. Después de residir en países en los que un escritor de cuarenta años puede aceptar sin desdoro, ni ridícula petulancia, el dictado de "poeta joven", se comprenderá que no me resigne a considerar terminada -ni trunca- la obra de mi generación.

 ¿Simpatías? ¿Divergencias?

 -La prisa, ese castigo de los precoces, ha intentado ahondar fronteras y diferencias entre quienes deberíamos esforzarnos por trabajar unidos, sin que las semejanzas, que podrían ser antipatías, se limiten a ser semejanzas y sin que las diversiones, que sólo como naturales diversidades tienen razón de existir, se conviertan en despiadadas simpatías.

 El panorama de hace diez años ha cambiado. Los escritores ya se preocupan por el tiempo en que viven.

 -Y al volver los encuentros más respetuosos que antes de los deberes sociales que les impone la convivencia. Creo que semejante interés por la cosa pública no es sólo un resultado de nuestra evolución sino un producto de la transformación económica universal. En Francia he asistido a la conversación (o, si así se prefiere, a la postrera definición) de espíritus tan diversos como Gide y Malraux, Ramón Fernández y Jean Sassou. La hora del "arte por el arte" y del retiro en la "torre de marfil", no parece encontrar ya campanas con que sonar en el reloj de la vida contemporánea.

 ¿Podrían precisarse algunos de los matices de la poesía francesa de este momento?

 -No es sencillo fijarlos. Si la historia de una literatura pudiera reconstruirse lógicamente por el estudio de las antologías sucesivas en que sus obras se han decantado, sería curioso tomar como puntos de referencia -por lo que a Francia concierne- los florilegios del "Mercurio" (Van Bever y Paul Léautaud), las ediciones del "Sagitario" y, ahora, la "Nouvelle Revue Francaise", con prefacio de Valery. El primero es un resumen del simbolismo. El segundo reproduce el paisaje rico y desordenado de la postguerra. El más reciente no es sino un interesante catálogo de los poetas que han desfilado por la revista que tanto debe al autor de "Pretextos" y de "Isabell". Sorprende el breve espacio de tiempo concedido en estos volúmenes a los superrealistas, entre los cuales descuella Paul Eluard. De Aragón y de André Bretón, sobre todo de aquel encuentro más sugestivas las obras en prosa. En "El Campesino de París", por ejemplo, hay capítulos dignos de figurar entre los documentos más expresivos de la sensibilidad literaria de nuestra época.

 ¿Y de Supervielle?

 -De Supervielle, a quien la ola del superrealismo no alcanza, me conmueve el patético tono menor, el despojado acento sincero y -en "Les Amis Inconnus"- esa adivinación de la muerte que le hace hablar en pasado de lo que precisamente sus manos y sus pupilas están aprendiendo a reconocer. Por felices y puros que sean los aciertos de Supervielle, por imperial que resulte el dominio de Valery, fuerza es confesar, sin embargo, que los mayores poetas del siglo XX, por lo menos en Francia, se han expresado mejor en prosa: Claudel, Proust, Jean Giradoux. ¿Pero no es éste, desde Montaigne, el característico signo de los espíritus galos de gran linaje?

 Luego hablamos de lo que más motiva la curiosidad entre los hombres de estudio de Francia, respecto al conocimiento de México. Y Torres Bodet, que ha colaborado en el encendimiento de esa curiosidad, no sólo desde la diplomacia, sino como hombre de letras que tiene en América su categoría cabal, antes de citar nombres algunos de ellos muy conocidos, afirma que el interés que despierta en el hombre de letras, y en el de ciencia, la realidad de una tierra desconocida depende de elementos tan subjetivos y obedece a razones tan diferentes, que se requeriría una gran audacia para esbozar, por lo que se refiere a Francia y a México, una generalización que no podría intentarse.

 En el fondo de tal curiosidad -me dice- se halla, sin duda un factor común: esa nostalgia del trópico que, desde Chateaubriand hasta Fauconnier -pasando por Baudelaire y Arturo Rimbaud- ha atormentado a los espíritus más misteriosos y finos del novecientos.

 ¿La avidez de un paisaje distinto?

 -Claro que no convendría limitar a esa avidez el esfuerzo desarrollado por los intelectuales europeos para entendernos. Al afán anecdótico de Titayna o de Marc Chadourne, hay que oponer el interés profundo de los investigadores como Rivet y sus más inmediatos discípulos.

 Jaques Soustelle por ejemplo.

 -Soustelle ocupará pronto un lugar visible entre ellos. El Instituto de Etnología de la Universidad de París publicará próximamente una interesante monografía sobre la familia otomí.

 ¿Podría canalizarse más esa curiosidad francesa hacia lo mexicano?

 -En la Exposición Universal de París, en 1937, a semejanza de lo que se hizo en 1935, para las artes plásticas italianas y hace pocos meses para las españolas, en el museo del "Jeu de Paume". Ninguna propaganda más notable, y, en el fondo, ninguna más económica. Nuestra arqueología y nuestras artes plásticas son objeto de devotísimo estudio. Y estoy convencido de que una exposición de escultura precortesiana y de pintura moderna de México constituiría un éxito formidable, si algún instituto oficial o privado la organizase para el año próximo.

 Hablamos, como era natural de la significación específica y las letras hispanoamericanas tienen para los hombres de letras de Europa. Y Torres Bodet me ratifica el hecho de que, a pesar de algunas dificultades, de género "administrativo", han venido a imponer un compás de espera a las actividades de los periódicos europeos que reflejaban el movimiento de Hispanoamérica, causa satisfacción advertir que los escritores más consecuentes no descuidan ni desconocen a sus colegas americanos.

 -Para no hablar de España, en los círculos literarios el hispanoamericano sólo por excepción puede sentirse extranjero, Francia, Alemania, Holanda e Italia cuentan con grupos de hombres de letras para quienes las de nuestro continente no tienen secreto.

 ¿Qué muestras de última hora pueden dar los de Francia?

 -No sólo en la "Colección Iberoamericana" del Instituto de Cooperación Intelectual "que ha publicado, en excelentes versiones, los discursos de Bolívar y los ensayos de Hostos, el "Facundo" de Sarmiento y una selección de páginas de Mástil; sino también en poetas como Supervielle y Matilde Pomés o en novelistas y críticos como Brion, Cassou, Pillement, Daireaux, Folgarolle y -entre todos- el exquisito, invisible, lucido el maestro de "Fermina Marqués" y de "Barnaboot": Valery Larbaud, que adornó con tan fino prólogo a la edición francesa de "Los de Abajo".

 ¿Y de Alemania?

 -Recuerdo al profesor Helmut Petriconi, al que conocí en Madrid en 1930 y del cual he leído estudios críticos muy agudos. Junto con Petriconi, recuerdo también al escritor Walter Pabst de la revista "Die Literatur", a quien temen algunos de mis relatos ("Margarita de Niebla" y "La Educación Sentimental") comentarios tan afectuosos como precisos.

 -En Alemania hay un Instituto Ibero-americano, con sede en Berlín, que realiza prestantísima labor pro-México, no sólo con sus dos revistas admirablemente al día en cuanto a documentación bibliográfica, sino con una rica biblioteca mexicana, que tengo entendido es modernísima. México tiene muchos amigos sinceros en Europa indudablemente.

 -Otra muestra la hallamos en "L´Italia Leitteraria", periódico semanal que equivale, sin imitarlo al que dirige Martín du Gard en París: "Les Novelles Litteraires". Colabora en aquel, con asiduidad, un crítico a quien interesa profundamente nuestra literatura: A. R. Ferrarin. No habrá que olvidarle a él, ni al novelista Mario Puccini, cuando se intente el recuento de los amigos sinceros que la producción hispanoamericana ha sabido encontrar en Europa.

 Le preguntó por los escritores que trató más íntimamente durante su estancia en Europa y la Argentina. Y me responde:

 -De la generación que corresponde a la mía, en España, a Salinas, Jarnes, Marichalar y José Bergamín. Jorge Guillén con quien años después conversé en París, residía en Inglaterra cuando yo me encontraba en su patria. Todos ellos siguen con simpatía la evolución de las letras en México. James es un ejemplo de probidad y de noble labor. De Salinas, el último libro "La voz a ti debida" instala cómodamente a su autor en la galería de los mejores poetas castellanos de la hora presente.

 ¿Cuáles en Argentina?

 -Conservó también un excelente recuerdo de nuestros compañeros de Buenos Aires, de Fernando Moreno, sencillo y profundo; De Capdevilla, infatigable y cordial. O, en un horizonte más próximo, de Oliverio Girondo, cuyo "Espantapájaros" es un modelo de imaginación y de "humour"; de Borges, cada día más seguro en la crítica literaria; de Mellea, y quien hace poco leí "Nocturno Europeo", de Bernárdez, que ha alcanzado a mi juicio toda su plenitud en los endecasílabos de ese largo poema "El buque", patrocinados por tan clásicos consejeros.

 ¿Y será Neruda quien tiene la mejor voz lírica en Hispanoamérica en estos momentos?

 -Comprendo perfectamente el entusiasmo producido en España por "Residencia en la Tierra". El idioma poético de este libro se encuentra en las antípodas mismas del que triunfara, años antes en obras como "Prosas profanas". Del instinto, en cuya noche penetran hondamente las raíces del lirismo de Pablo Neruda, hay que esperar sin embargo una floración futura más luminosa. Pesa demasiado hasta hoy en sus versos, lo que sin intenciones perorativas podríamos llamar "pesimismo del humus" y sus poemas que contienen trozos extraordinarios, no aciertan a deshacer la monotonía tenebrosa del libro que los reúne.

 Nuestra conversación proseguirá otro día. El poeta -a quien yo tanto quiero y admiro- ha sabido responder a mis preguntas en una charla inicial que rondará otros temas de nuestro tiempo. Está entregado plenamente al nuevo libro que prepara.

 Se queda entre nosotros. Y Europa nos lo devuelve más mexicano y más poeta.


 "Jaime Torres Bodet: Poeta en ascensión", Revista de Revistas, noviembre de 1936.


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