Ernesto Cardenal
Aunque Salomón de la
Selva además de pertenecer al número de nuestros mejores poetas ha ocupado
también un alto puesto en la literatura norteamericana, sin embargo es muy
difícil presentarlo debidamente al público por ahora. Un retraimiento
proverbial y una publicación muy escasa desde hace más de veinte años, lo
hacen, tanto en su persona como en su obra, casi inaccesible.
Nació en León en 1893,
y su carácter profundamente exódico se revela ya a los trece años con su primer
viaje a los Estados Unidos. Un segundo viaje a los diecinueve lo lleva más
lejos aún; incorporándose ya a la lengua inglesa con sus primeras poesías.
Entre los tres poetas de León que representan la sucesión más inmediata de Darío
(Cortés, Pallais y Salomón de la Selva), tal vez sea este último quien al mismo
tiempo está más cerca de la siguiente generación, la de Vanguardia, que trajo
una poesía más nueva y representada también en Granada por otros tres poetas.
Casi toda su poesía -al menos la que se conoce- está circunscrita a los años de
la primera guerra mundial, años de transición entre una literatura y la otra.
Desde esta guerra Salomón es a manera de puente entre las dos generaciones,
haciendo la conexión entre Darío y los últimos. Precisamente a las puertas de
esa guerra, su viaje de ida coincide en Nueva York con otro viaje de vuelta: el
de Darío, que iba, ya exhausto, buscando la ciudad de León. Allí Salomón le
muestra sus primeros poemas a Darío, cuando ya éste había recitado los últimos
en la Universidad de Columbia. Darío se fue de los Estados Unidos pidiendo la
paz, mientras Salomón se quedó para cantar la guerra. Un mismo mundo terminaba
para el uno y comenzaba para el otro. Mientras en su poema a Nueva York, Rubén
ya sólo había sabido poner una palabra: "Dolor, dolor, dolor",
Salomón cantaba en inglés un nuevo día Panamericano: the new day dawned, o haciendo eco del mismo antiguo universalismo
de Darío.
"Watching to see,
over the hills of New England,
The rising ofthe
universal moon".
"Aguardando ver
sobre las colinas de New England,
La salida de la luna
universal".
Muy pronto en la
Catedral de León a Alfonso Cortés y Atarías Pallais les tocaría hacer su
iniciación literaria en las exequias de un gran poeta. Mientras tanto en ese
mismo año Salomón publicaba en Nueva York las traducciones de ese poeta al
inglés y sus propios poemas, y con un optimismo juvenil decía a la nueva
generación de los Estados Unidos, recordando tal vez esas exequias de
León:
…. that is my
country,
My Nicaragua,
mother of great poets!"
Con su primer libro, Tropical Town, publicado en 1918,
Salomón ingresó a esa nueva generación literaria norteamericana que había
nacido de la guerra; perteneció a círculos de buenos poetas, como el de Edna
Sto Vincent Millay, y su nombre era incluido en las nuevas antologías. Había
estudiado en Cornell. Sus poemas fueron publicados en muchas de las mejores
revistas literarias del país, entre otras: Century,
Harper's Monthly, Contemporary Verse, de Filadelfia; Poetry, la revista de Harriet Monroe de
Chicago; World Tomorrow, Militia of Mercy y Pan American Poetry (revista esta última de la que él fue fundador
y director, y que se publicaba bilingüe, en inglés y español).
Aunque Tropical Town no pertenece por el idioma
a la poesía nicaragüense, el nombre y el recuerdo del país están siempre
presentes en sus poemas, unidos a veces al de New England, por la que el poeta
sintió en un tiempo una ternura filial. Desde este nuevo clima, Salomón
recuerda la ciudad tropical -León- con sus calles empedradas; el parque
provinciano con su banda municipal, que toca los domingos; el cementerio y los
fantasmas de las viejas casas; el campanero ciego de la Catedral, cuyas
campanas una y otra vez resuenan con insistencia en sus poemas, con una
inquietud y un temor religioso que nos recuerdan los de Rubén; los patios
andaluces y las guitarras. A veces ponía, también en inglés, y con mucho éxito,
pequeñas canciones folclóricas o poesías infantiles nicaragüenses que adquirían
en la otra lengua un brillo poético inusitado. He aquí la ciudad:
"Blue, pink and
yellow houses, and, afar,
The cemetery where the
green trees are.
Sometimes you see a
hungry dog pass by,
And there are always
buzzards in the sky.
Sometimes you hear the
big cathedral bell,
A blindman rings it;
and sometimes you hear
A rumbling ox-cart
that brings wood to sello
Else nothing ever
breaks the ancient spell
That holds the town
asleep, save, once ayear,
The Easter festival...
I come from there,
And when I tire of
hoping, and despair
Is heavy over me, my
thoughts go far,
Beyond that length of
lazy street, to where
The lonely green trees
and the white graves are".
"Casas de azul,
rosa y amarillo, y a lo lejos,
El cementerio, donde
los verdes árboles están.
A veces veis un
perro hambriento pasar,
Y hay siempre
buitres en el cielo.
A veces se oye la
gran campana de la catedral,
Un ciego la toca, ya
veces se oye
Una resonante
carreta que trae la leña a vender.
Nada más rompe el
antiguo encantamiento
Que mantiene la
ciudad dormida,
Salvo, una vez al
año, por Pascua Florida...
Yo vengo de allá,
Yo vengo de allá,
Y cuando me canso de
esperar y la desesperanza
Pesa sobre mí, mis
pensamientos lejos se van,
Más allá del final
de la perezosa calle, a donde
Los solitarios
verdes árboles y las blancas tumbas están".
Más adelante estas evocaciones
fueron empañadas por la amenaza de la guerra. El poeta comienza a mirar cielos
oscuros; el invierno ha empezado demasiado pronto en New England ese año, nos
dice. En la primavera de 1917 lo vemos en un poema hacer entrenamientos
militares en William College. El eco de estas marchas, de una juventud en
guerra, se prolonga después hasta 1922 con la publicación de su segundo libro
de poemas, ahora en español, en Méjico: El
Soldado Desconocido, con portada de Diego Rivera.
Continuando su destino
cosmopolita, los poemas de este soldado vienen ahora de Flandes, el mismo que
Pallais había visitado hacía poco por otros caminos y desde donde había seguido
firmando todos sus versos desde entonces. Aunque el poeta afirma en el prólogo
haber estado realmente en la guerra ("Explico que tuve la buena suerte de
servir, voluntario, bajo la bandera del Rey Don Jorge V...") las fechas
de los poemas de su libro anterior difícilmente dan lugar a que se le crea. Esa
poesía, además, aunque a menudo realista, produce cierta impresión general de
autobiografía ficticia. Flandes es para él una tierra confusa, llena de lodo y
podredumbre, a menudo borrada por el humo y los gases y oculta por secretos
militares. Su primer desembarco ha sido vagamente "en Bélgica o en
Francia". En esa misma vaga tierra de nadie ("en Flandes o en
Francia"), dice en el prólogo que han desenterrado al Soldado Desconocido,
un soldado también de nadie. "Es barato y a todos satisface. No hay que
darle pensión. No tiene nombre. Ni familia. Ni nada. Sólo patria". En sus
poemas el poeta se asemeja también a ese soldado fantasma, en quien lo único
verídico parece ser el recuerdo de su tierra. Con volubilidad juvenil canta lo
mismo a la guerra que en contra de la guerra. El enemigo, siempre invisible,
parece irreal y su novia que recuerda con el brillo de las bayonetas, tan
irreal como el mismo enemigo.
Hay un extraño
sentimiento de vergüenza, casi
enfermizo, que prevalece en toda esta poesía. El asco es su tema frecuente; el
olor de la humanidad que no es a rosas y el no haber encontrado nunca el Jardín
de Pieria; la presencia de lo sucio en todos sus sueños de belleza ("Cómo
poder soñar contigo que eres bella...") o aquel temor a un beso póstumo de
su novia:
“¡No quieras que me
tenga asco
cuando me bese la
boca!".
En un estudio sobre
Joaquín Pasos, Pablo Antonio Cuadra señalaba también lo feo como un elemento de
la poesía de Joaquín; aunque éste, a diferencia de Salomón, recurría a la risa
y al humor como una forma de escape. Esta risa de escape, Pablo Antonio Cuadra
la encontraba característicamente nicaragüense y la ilustrada con una fábula
profundamente nacional: el Pájaro del Dulce Encanto. Este pájaro, de nombre
indiscutiblemente poético, cuenta la leyenda que se convierte en excremento y
el pueblo lo usa para burlar la candidez de los niños, haciéndolos soñar por un
momento con él. La broma de esta sucia ave es la expresión más exacta del
pueblo nicaragüense, uno de los más desengañados que se conoce y de más sucio y
burlesco vocabulario. Y precisamente sobre este punto hay un detalle muy
significativo en un poema de Salomón: Enumerando una serie de pájaros míticos,
como el faisán, el fénix y el quetzal de Guatemala, cita entre ellos también el
Pájaro del Dulce Encanto de Nicaragua. Evidentemente, el poeta nunca supo -o lo
olvidó después, que es más probable- el desenlace de la fábula. De la misma
manera, cuando ese Dulce Encanto se
le deshace en la realidad, ha olvidado también reír.
Salomón desentierra
al Soldado Desconocido en los campos de batalla para cantar en ese cuerpo, que
no importa de quién sea, el sufrimiento humano. Ese cuerpo que después es
erigido en monumento, en un ataúd bien cerrado, "para que no se escape
ningún mal olor", según sus propias palabras. En la indignación con que él
quiere reivindicar ese sufrimiento parece oírse el eco de un inmenso ejército
de esqueletos que Carl Sandburg vio marchar a lo largo de Pensilvania Avenue,
un día que celebraban la ceremonia del Soldado Desconocido:
"The honorable
orators,
Always the
honorable orators,
Buttoning the
buttons on their prinz alberts,
Pronouncing the
syllables "sac-ri-fice',
Juggling those
bitter salt -soaked syllables-
Do the ever gag
with hot ashes in their mouths?
Do their tongues
shrivel with a pain of fire
Across those simple
syllables 'sac-ri-fice'?"
"Los
honorables oradores,
Siempre los
honorables oradores,
Abotonando los
botones de sus príncipe-albertos,
Pronunciando las
sílabas 'sa-cri-fi-cio',
Haciendo trampas
con esas amargas sal -empapadas sílabas-
¿Alguna vez sienten asco con cenizas calientes
en sus bocas?
¿Se retuercen sus
lenguas con un dolor de fuego
A través de esas
sencillas sílabas 'sa-cri-fi-cio'?"
En el prólogo de El Soldado Desconocido el poeta había
dicho que él mismo pudo haber sido ese soldado. Y realmente, después de la
publicación de su libro parece que él ha querido desaparecer al igual que ese
soldado se había desvanecido en la guerra. El conocimiento que tenemos de él,
por tanto, es tan sólo el de su poesía de juventud. Conocimiento incompleto,
como una fotografía de juventud que la revista neoyorquina Bookman publicara de
él en 1918, considerándolo entre los nuevos poetas que salían de la guerra y
una esperanza en la literatura de los Estados Unidos. Su poesía apareció al
final de una época y desapareció al comienzo de otra, en 1922, precisamente el
año más fecundo en el nacimiento de nuevos poetas en la historia de
Hispanoamérica.
En 1933 fundó y
dirigió en Panamá un semanario bilingüe, Digesto
Latinoamericano, en compañía de Carleton Beals, famoso periodista
norteamericano cuyo nombre anduvo mucho tiempo unido al de Sandino, siendo el
único reportero extranjero que entrevistara al rebelde nicaragüense. El y
Salomón de la Selva fueron defensores de Sandino, tanto en la prensa hispanoamericana
como en la de Estados Unidos. Después ha pasado a vivir a Méjico, rodeado de la
más misteriosa oscuridad, donde desde hace poco algunos han creído ver en él,
detrás de esa oscuridad, una fabulosa influencia política. Sus publicaciones en
revistas mejicanas han sido sumamente escasas, aunque se sabe de muchas obras
suyas en prosa y verso que están ocultas o han sido perdidas.
Su reclusión tal vez
se deba a ese extraño sentimiento de culto a la vergüenza que se trasluce en El Soldado Desconocido y que vemos
aparecer, más tarde, a través de la Sonata de Alejandro Hamilton. En un poema
de escaso valor literario sobre el presidente Roosevelt, significativamente
titulado Defensa del Pudor (publicado
en pudorosa edición de 50 ejemplares), el poeta descubría también una vergüenza
secreta y un insospechable rubor en el poderoso Presidente con motivo de su
parálisis. Tal vez esta sea la causa de su extraño silencio, la misma por la
cual calló su profesión de poeta, cuando al entrar en el ejército a cada uno le
preguntaban la suya:
"Decirlo
Me daría
vergüenza".
Salomón de la Selva
no nos dice finalmente qué profesión reveló él cuando entró en el ejército. Tal
vez no reveló ninguna. Pero su profesión era, no cabe duda: El Soldado Desconocido.
"Salomón de la Selva"[1949], El viaje a nado. 1980.
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