martes, 19 de febrero de 2019

Carpentier in partenza



       Diario de la Marina, 17 de marzo de 1928. 

 En una crónica sobre su participación en el VII Congreso de Prensa Latina y su regreso a Europa en el vapor Espagne, el escritor y periodista Adolphe de Falgairolle dejó esta breve referencia sobre el Carpentier de aquellos días: 

 “Alexis Carpentier, con quien tuvimos el gusto de regresar a París (donde daremos a conocer su hermosa novela sobre la vida de los negros de los ingenios), nos reveló la música y los cantos negros, y sin creer que La Habana esté poblada de negros, sabiendo que existen muchos más blancos, he sentido por mi parte, escuchando a los negros, la impresión de descubrir una especie de reino local, algo así como una Provenza en Francia centralista”. 

 Intimaran en tierra o solo a bordo, es del todo significativo que Falgairolle se refiera a Alejo por el nombre de Alexis. Si bien en su artículo reproducía mal los apellidos de otros escritores cubanos (por ejemplo, los de Tallet y Mañach), no parece tratarse, en este caso, de un error. 

 Un Alexis en lugar de Alejo podría indicar simple despiste o equiparación al francés, si no fuera porque es el nombre de pila de Carpentier, es decir, su nombre original, tal como transcendió a comienzos de los noventa cuando Cabrera Infante hizo pública su partida de nacimiento suiza. 

 ¿No será que, rumbo a Europa, se reviste ahora de su nombre legal? ¿No sería ese el nombre transitorio, el del viajero? Dejémoslo ahí.  

 La imagen de un Desnos que se evade de las ceremonias oficiales y desde el momento de su llegada recorre de manos de Carpentier la Habana Antigua, el barrio chino y las Fritas de Marianao, es indudablemente cierta, pero en modo alguna exclusiva.

 Fueron varios los delegados que hicieron ese periplo al margen del evento en cuestión -un periplo, en cualquier caso, instituido cultural y turísticamente-, y con quienes Carpentier departe en esos días junto a otros minoristas. Son los casos del poeta francés Fernand Gregh, entrevistado por Fernández de Castro; de los latinoamericanos Gonzalo Zaldumbide y Miguel Ángel Asturias, que intercalan almuerzos oficiales y “sabáticos” y terminan en los bailes de la playa y, qué duda cabe, de otros muchos.

 Carpentier participó en el recibimiento de los delegados europeos al Congreso y, si bien su interés principal sería recoger a Desnos (por cierto, a petición de Mañach), no hay que olvidar que su trabajo para Carteles lo lleva a asistir a fiestas y recepciones hasta el final de sus días en Cuba. 

 Su presencia en la lista de pasajeros hace pensar que no hubo nada de rocambolesco en su partida, y que, por el contrario, su decisión de viajar a Francia –que ya se venía fraguando- acabó de madurar con aquella oportunidad.

 Ello no niega las dificultades que afrontara a raíz del encarcelamiento un año antes, ni que estuviese "bajo fianza" y tuviera un detective atrás por breve tiempo; pero indica que el asunto de su legalidad –la adquisición de pasaporte, certificada ya su nacionalidad cubana y sobreseída la causa judicial- se habría resuelto. 

 De hecho, en carta que escribe a su madre poco después de su partida, expresa: “y ahora que tengo mis papeles en regla debo decirte que es casi imposible viajar aquí sin pasaporte en esta época”. 

 Por otra parte, su salida es reseñada con toda naturalidad desde Carteles, como podemos ver en esta fotografía publicada el 25 de marzo de aquel año: 


  
 
 El Espagne dejó atrás el puerto de La Habana el 16 de marzo, y diez días más tarde hizo escala en La Coruña. Desde allí, escribe a su madre. Le cuenta sobre la buena vida a bordo con bailes y cenas pantagruélicas, su buen humor y su ganancia de peso. Pero lo más significativo es, quizás, lo que ello encubre: el dolor y la culpa por la separación, y sus fantasmas económicos. A estos últimos se sobrepondrá, pero ahora todo es vacilación. 

 Como puede apreciarse en la nota del Diario de la Marina, junto a él navega algún que otro hijo del pudiente Bacardí. Aunque se vea corto de dinero, dice a su madre para calmarla y, de paso, para atemperar sus propios temores, no tendrá problemas. “Un bueno amigo mío –millonario por demás- viaja en este mismo barco”. 

 Décadas más tarde se enfada cuando se habla de su "auto-exilio" para librarse de las persecuciones, término que él mismo emplea. El más conveniente ahora -a tono con la leyenda- es el de fuga. "Yo no me exilié, yo me fugué", dirá, del presidio que era Cuba. Pero no. Ni siquiera se disfraza de Desnos. Se despide y sube las escalerillas como uno más. 


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