lunes, 23 de julio de 2018

Lydia Cabrera. Carta de apoyo a la Hispano-Cubana de Cultura



 Noviembre, 1926

 Estimado Fernández Rodríguez:

 Recuerdo nuestra conversación, poco después de mi último viaje.

 Hablábamos de España, de aquellos caminos de España, que yo venía de recorrer con mi amigo queridísimo, José María Chacón y Calvo, el erudito cubano, tan querido y tan admirado en el mundo de las letras españolas; yo le contaba la emoción de unos días en Toledo, en Burgos y en Santillana del Mar, la emoción intensa, que esa España inagotable, profunda e infinita, nos deja, para siempre, a los que llegamos a ella, de muy lejos, con el corazón propicio…

 Me había marchado de España, con una gran tristeza…

 Me era muy grato evocar con usted aquella tarde el recuerdo gratísimo de mi estancia en un pueblecito de la montaña, cercano al mar!

 No es posible que nadie dotado de una cierta sensibilidad –o de amor a la belleza- pase indiferente por tierras de España, sin dejarse allí, un poco de su corazón…

 Y usted se quejaba, amigo Pepín, de lo poco que aquí sabían –los más- de esa España, grande y eterna, fecunda y pródiga, plena de vida y de fuerza; por primera vez, los españoles de Cuba, van a realizar una bella labor efectiva de españolismo, de acercamiento espiritual, vividero, sincero; de amoroso nexo.

 ¿Qué había podido quedarnos nunca de tanto discurso hueco de propaganda hispanófila, de tanta hinchada retórica inútil, donde se nos hablaba de la raza, de Don Pelayo, y de las glorias del pasado, ahogándonos en pomposos adjetivos que difícilmente hubieran llegado al corazón y al cerebro de nadie? ¿Qué podían decirnos de España estos lamentables difundidores falsarios del espíritu de España, en baratas españoladas, de malísima exportación?

 ¡Qué lejos siempre, la España verdadera, la España que amamos, la que veremos representada por un Ortega y Gasset, por un Ramón y Cajal!

 Sé que era un vivo anhelo suyo –y de los jóvenes españoles de Cuba- la cristalización de la idea lanzada por Fernando Ortiz; le felicito, y quiero tener la alegría de contribuir a esa Institución Hispano-cubana de Cultura.

 Va mi modesta contribución –a veces quisiera ser rica-, con gran simpatía, con gran cariño a España.

 Su affma,
                    Lydia Cabrera Bilbao.

 PD. –

 Le envío mi cuota, por un año.



  Nota

 Fue publicada con el título “Lydia Cabrera. Una carta interesante”, en la sección “Habaneras” del Diario de la Marina, el 29 de noviembre de 1926.  
 José Fernández Rodríguez (1891-1982), más conocido por Pepín, fue un exitoso empleado de los almacenes El Encanto, quien ya entonces estaba al frente del departamento de publicidad de la flamante tienda.  
 En El Encanto se celebraron no pocos de los grandes eventos y exposiciones de la época, que contaban, además, con el patrocinio del Diario de la Marina, que divulgaba en exclusivas tales acontecimientos; el propio Pepín era miembro de la Junta de Accionistas del periódico.
 Fue en una de esas reuniones que se tramó la idea de crear la Institución Hispano-Cubana de Cultura, cuya organización correría a cargo de Fernando Ortiz, con Chacón y Calvo como delegado en Madrid, pero con el imprescindible apoyo de algunas casas comerciales españolas, entre ellas El Encanto.
 Amiga del futuro dueño de Galerías Preciados -el gran almacén por departamento con el que, andando el tiempo, Pepín se convertiría en uno de los más grandes empresarios españoles-, Lydia Cabrera jugó, al parecer, un rol de mediadora en la génesis de aquellas relaciones.
 Desde comienzos de los años veinte, El Encanto sostenía intercambios con el taller de artes y antigüedades que Lydia -quien aún firmaba “Cabrera Bilbao”- estableciera, con el nombre Casa Alyds y junto a Alicia Longoria, en la calle Jovellar 45 frente la residencia de sus padres. La tienda acogió sus producciones (sobre todo muebles de diseño moderno), montando exhibiciones y ofreciendo notable publicidad.
 Lo mismo puede decirse del Diario de la Marina como promotor de los vínculos societarios que hicieron posible la Hispano-Cubana de Cultura.
 Cuando en 1922 Lydia Cabrera organiza en el Convento de Santa Clara su “exposición de arte retrospectivo”, el Diario…, con  el que colaboraba desde sus 18 añospublica sus artículos sobre colecciones de antigüedades.
 Por la carta puede apreciarse el papel que desempeñó en el nexo entre los intelectuales cubanos y el sector comercial español. A lo que debe sumarse sus vínculos con las sociedades femeninas, las cuales sustentaron el proyecto liderado por Ortiz, como también, su gestión directa con el Gobierno, en la figura de Gerardo Machado, al que era afín y de quien recabó apoyo para hacer posible aquella institución. 


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