Bajo esta razón social es conocida la fábrica situada en el vecino pueblo de Sants, que presentó en la Exposición un gran surtido de panas teñidas y estampadas, lisas y de cordoncillo y bordones, de diferentes clases, como también malesquines o castores de algodón. Su depósito en esta ciudad, calle de Codols, núm. 13.
La historia de una fábrica es, casi siempre, si no toda la historia de la industria a que pertenece, al menos un capítulo de su vida íntima; que es donde mejor se juzgan, así los acontecimientos públicos, como los particulares. Muchas veces se ha dicho, con sobrada injusticia, que la fabricación española vive o se nutre de elementos extraños; o en otros términos más claros, que los industriales buscan su enriquecimiento en ella a costa del país. Hechos sobran, aparte de las razones, para probar la falsedad de este aserto injurioso y anti-patriótico; pero ya que aquí se nos presenta a la mano uno de esos ejemplos, no lo dejaremos pasar, y sirva por todos.
He aquí la historia de la fábrica Güell y C.ª, episodio interesante de la general de la industria algodonera.
El Sr. D. Juan Güell y Ferrer, bastante conocido como hombre público, por sus bien meditados escritos económicos, y como diputado a Cortes por el primer distrito de esta capital, era comerciante en la Habana; y vino a Cataluña, su país natal, bastante rico para poder disfrutar con descanso absoluto su pingüe fortuna. Quizá era este su natural deseo, al descubrir desde el mar las alegres montañas de su patria; pero pisó este suelo, donde se respira con el aire la actividad fructuosa de la industria, y ayudando a ello su propio temperamento, (que en tales cosas es indispensable requisito), cambióle idea y determinó hacerse industrial.
Con efecto, por los años de 1844, se vió aparecer, en muy poco tiempo, en Sants, una fábrica de hilados y tejidos de algodón, la mayor de cuantas en aquel tiempo existían en España. Para el genio emprendedor de D. Juan Güell, no era suficiente hacer lo que los demás hacian: érale necesario vencer dificultades de monta, y se propuso dar vida en el país a una industria, que había sido el escollo de cuantos antes que él habían intentado plantearla. Entonces (1848) principió sus trabajos la fábrica de panas, que fundada sobre la que ya poseía don Domingo Ramis, y que si bien en pequeño, era digna de aprecio por la inteligencia de su director, se constituyó bajo la razón social de Güell, Ramis y C.ª, y es la misma que hoy lleva la de Güell y Compañía.
Oiríase que esta fábrica, favorecida por el apoyo de cuantiosos capitales, y por el concurso de un genio emprendedor y activo, debió marchar pujante desde luego, y rendir beneficios fabulosos, como se figuran algunos, que tal vez no han visto un telar en su vida; pero nada menos que esto: las dificultades, muchas veces insuperables, inherentes a toda industria naciente, y las particulares y propias de la que se intentaba desarrollar, hicieron que en un principio los resultados no fuesen los más satisfactorios, pues el negocio dio pérdidas en vez de utilidades. Sin embargo, el celo, la constancia y actividad del Sr. Güell, (que bien podía pasar mejor vida en un dolce far niente), lograron vencer aquellos obstáculos, que de continuo se presentaban, y hacer que hoy, despues de ímprobos afanes, se encuentre de tal modo perfeccionado este género de fabricación, que bien puede competir en calidad con el mejor que se elabora en el extranjero.
Fácil es demostrar por qué causas, independientes de la voluntad del fabricante, no pueden las panas competir todavía en baratura: no entraremos aquí en esta demostración, que está al alcance de cualquier conocedor de las condiciones generales de nuestra industria fabril; pero sí diremos, que el primitivo valor de este género se ha reducido considerablemente; pues de 22 rs. cana a que se vendía en un principio, ha bajado a poco más de la mitad. Esta circunstancia, unida a la buena calidad de las panas, ha hecho que su consumo en España aumente extraordinariamente, y es de esperar que continúe este progreso de venta.
Prueba es de los adelantos de esta industria el que, antes de ahora, solamente vestían panas las clases pobres o de mediano pasar, y en particular la gente del campo; mientras que actualmente se han hecho extensivas a las clases acomodadas, no solo para trajes de caza y de mañana en los hombres, sino también para ornato de los salones más aristocráticos, en cortinajes y muebles.
Demuestra su estado de adelanto, el rico y bien ordenado aparador visto en la Exposición Industrial, donde, exceptuando aquellos géneros de colores vivos y delicados, en que es imposible desvanecer completamente el viso blanquecino del algodón, el ojo más perspicaz se engañaba, confundiendo la pana con el terciopelo de Lyon, y los castores con los bellos tejidos de lana sajona: así es que, tanto estos géneros finos, como los demás ordinarios ya indicados, llamaban muy particularmente la atención, no solo de los propios, sino de los extraños.
Los SS. Güell y C.ª, que ocupan en su fábrica más de 1000 obreros, tuvieron la feliz idea de pagar a estos la entrada para que visitasen la Exposición, a fin de que viesen los adelantos que presentaban todas las demás industrias; y al mismo tiempo, para estimularles a seguir cooperando, por su parte, al progresivo desarrollo de las mismas.
Ya que hemos mencionado a los obreros, vamos a dar una somera idea de la fábrica, como lo hacemos de algunas otras de primera importancia, para que las personas no versadas en materias de fabricación pueden formar o rectificar su juicio acerca de los elementos que requiere y los que crea la industria fabril.
Esta fábrica con sus inmediatas dependencias ocupa una área muy extensa, contenida en un cercado de forma algo irregular; pero que le da el aspecto de una casa de recreo. Entrando por la puerta principal y pasada la portería, contigua a la misma, se encuentra un espacioso campo con una larga avenida o paseo adornado de árboles, y a los dos tercios de este paseo se levantan, a la izquierda un cuerpo de edificio destinado a departamento de teñir, y tendederos cubiertos, hechos todos de enrejados de ladrillo para la ventilación; y a la derecha otro edificio casi igual en altura, departamento de tejidos, de que hablaremos después. En el fondo, y formando calle con estos dos cuerpos, hay otro más extenso y elevado, en cuyos bajos se encuentran un vasto departamento de tintes, almacenes, administración y otras dependencias, quedando los pisos superiores para las salas de batanes, cardado, preparación e hilado del algodón. Pasando por un arco, que une a este edificio con un ala destinada a la máquina de vapor principal que mueve los telares, se llega a un largo patio, depósito de carbón, y donde hay otros cuerpos menores para la elaboración de aprestos y cola, que se extrae de huesos de animales, y producción del gas para el alumbrado de la fábrica. El departamento de tejidos es una magnífica sala en bajo, de forma cuadrada , alta de techo, y en su mayor parte cubierta de vidrios: no hemos visto, ni creemos que haya en Cataluña otra igual: funcionan en ella actualmente 414 telares mecánicos, los más de ellos de doble ancho, y sin embargo, hay una quinta parte vacía, de modo que puede contener de 8 a 900 telares comunes.
Vista desde una de sus puertas, en el momento de estar marchando los telares, presenta un espectáculo imponente y admirable: aquel movimiento general y uniforme; aquel bosque de máquinas en agitación continua, aquel ruido semejante al de un huracán de granizo, y que, sin embargo, solo anuncia producción de riqueza, sustento y cómodo trabajo para el laborioso operario; todo aquel conjunto bañado de luz y de un ambiente sano, da una grande idea de los progresos civilizadores de la industria.
Funcionan en este establecimiento 5 máquinas de vapor de diferentes fuerzas, entre ellas dos gemelas, de la fuerza colectiva de 100 caballos, construidas en Barcelona por los SS. Alexander; y otra muy preciosa, de 25 a 30 caballos y mediana presión, salida de los talleres de la Maquinista terrestre y marítima.
Durante la permanencia de la Corte en Barcelona, los SS. Ministros dispensaron a esta fábrica la honra de visitarla. Se calcula que produce la misma semanalmente sobre 35 000 varas de telas, cuyo valor aproximado es de 10 000 pesos fuertes. En proporción, no bajará de 3000 duros semanales el importe de los jornales y salarios, que en gran cantidad van luego a derramarse entre pequeños industriale, mercaderes y propietarios, y que junto con lo que sale de la España industrial y otros establecimientos fabriles, han venido formando la mayor parte de lo que hoy compone el pueblo de Sants.
Además de lo dicho, esta casa tiene en Barcelona talleres para cortar el pelo de la pana y aprestarla. La primera operación es trabajo de mujeres.
Francisco J. Orellana: Reseña de la Exposición Industrial y Artística de Barcelona, 1860, Establecimiento Tipográfico Jaime Jepús, pp. 195-97.
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