lunes, 26 de agosto de 2024

Estos bichos


 Paulo Leminski


 Se ruega a los internos interesarse por el hallazgo. Propio del alimento corporal es, que al alimentar, se vaya el sabor de la boca pero los frutos de esta tierra son caju, maracujá y ananás, no pasan por la glotis, carcomen la úvula y se atascan en la gargántula. De saporibus et de coloribus en mi imaginación… Las cosas ruedan, se transforman sin salirse del lugar: el peso, riguroso con los otros, complaciente con los suyos, a sí mismo permitiéndose liviandades de todos los quilates. ¡El pesadísimo pedazo calcó toda su pesada tara y tarea en el peaje de un no sólo más leve que el aire, sino más que eso, ligerísimo oro! Ningún lugar contiene el peso de todo, físico, mecánico, porque ninguna variedad se podría introducir allí: continuo desgaste hasta el colapso que desemproaría el orbe vaya a saber dónde. Ese lugar existe, nada más puedo adelantar sobre lo que me lleva la delantera en gravidez. Está tan pesado que no puedo levantarlo, que se vuelva más liviano, liviano, más, que yo voy pudiendo. Calor y mosquitos me rumian el pensamiento. La mierda del piso que filtra la flor de los perfumes en el aire, fragancia flagrante. Mi pensar se pudre entre mamones, cajas de azúcar y flores de ipé, cambios rapidísimos, absurdos instantáneos, lapsos relapsos, trepidaciones relámpago monstruo, más próximo a su excelencia recientísima, tan reciente que es casi presente y, siempre no siéndolo, irá más allá, porque va con más ímpetu, pupilos en la niña de los ojos de su ministro. La cabeza duerme en un teorema comiendo ananá, me despierto con la boca llena de hormigas. Cuando el asombro ya es principio de eternidad, receta una hierba, - recita y resucita un fantasma atormentando la duración que se le debe. El pensamiento se extravía en la órbita de esa canícula cancelada por un cáncer. ¡Aquí la sustancia humana nada pensante, pesando vaya a saber qué de prensil! Allá en la torre Marcgravf, Goethuisen, Usselincx, Barleus, Post, Grauswinkel, Japikse, Rovlox, Eckhout (1) coleccionan y correlacionan las vitrinas de cristal con los bichos y flores de este mundo. ¿Pero no advierten que deberían poner a Brasil entero en un alfiler bajo el vidrio? Puedo equivocarme, lo que nadie puede es equivocarse por mí. Se reúne el Consejo Secreto de Mauritius: conspiran negros, avanzan quilombolas, atacan los gés, invierten brasílicos, cae el precio del azúcar, o ¿qué? ¿La Ge? ¿La Equis? No. Discuten especies y especímenes de la flora y fauna, modismos de decir, posiciones de los astros. Dos pesos entran por un ojo: cero absoluto e inmaculada concepción – dos medidas salen por el otro: moto continuo y destino. La base para las medidas será, en lo que respecta a las ponderaciones, la ceniza que resulta de la quema de tres gajos principales del árbol bungue – que se encuentra en Ceilán cada muerte de obispo,- recogidos el día del trigésimo aniversario de la precipitación de su semilla. En cuanto al criterio principal, esperemos definirlo en los inescrutables designios de una asamblea de sabios en permanente inminencia de hacerlo. En lo que se refiere a la extensión, tomen como unidad la distancia que separa a los involucrados en la santísima trinidad. El tiempo será dividido por las pausas entre el latido en el corazón y el ataque de un arquero persa de veintiocho años, veterano de todas las batallas por venir, tomado de sorpresa por una mano en la masa que nunca faltó al encuentro con su imprevisto, cayendo en peso sobre su pelo, invariablemente dotada de la velocidad que tiene para ir, de la segunda ventana del palacio de Mauricio hasta la corola del tulipán de tres lunas, la primera pluma que cae de la cola del ave cualcatua, que algunos sin embargo sostienen no pasar de leyenda impiadosa de las islas Macarias, motivo de burla en todos los archipiélagos circunvecinos. Una parasanga (2) son tres mil palmos, cada palmo – veinte dedos, cada dedo – seis uñas, cada una – una pestaña en pie ante una artimaña, cada cilio – dos pelos de cilicio, cada silencio – un utensilio: una porquería. Para más detalles, la portería. Discute y argumenta Bizancio, ¡enemigo en puerta! ¿Cuántos ángeles en la punta de una aguja? ¿Quién le puso luz al culo de la luciérnaga? ¿Cuántos insectos en una cacerola? ¿Cuántas flechas en tu cuerpo? Están comentando en los circunpiélagos; flatos en todo el curso del flujo. El recurso es volver corriendo, la charla retorna y se atrasa, ¡mis condescendencias a título de condolencias! La velocidad de la lógica sobrepasa el límite del lenguaje, atrás del lenguaje, ¿delante de qué? Todo tiene que ser igual que el eco… ¡sólo falta ecualizar! Puedo ser útil si me veo claro pero entiendo y al entender me hago entendedor de medias corcheas y colmenas llenas. Quien da que hablar, ¿no da para hacerle lo mismo? En un primer afloje, se algebriza de arriba abajo. A continuación triunfa disconforme. Árboles acuáticos, viveros soleados, una mínima aura, cosas fluidas y de poca duración, números y leyes de los días. Yace en peligro el destino del clan. Tal como soy, persistiendo así, en piedra está. Del tal que lo hizo, en otra parte adelante audiendos. Sucede conforme el adrede. Insista siempre. Se preserva delo real en una turris eburnea: lo real viene ahí, lo real está por llegar, ¡he allí el advento! Vrijburg se defiende, defiéndanse, vrijburgueses, el cerco aprieta, acierta cerca, ¡alerta, alarde, alarma, atalaya! Todo tiro es susto, todo humo – espanto, todo cuidado – poco caso. Viene en los negros de los quilombos, en las naves de los carcamanes, en la cara de estos bichos: basiliscos brasílicos queman la caña, entre las llamas pasando pendones. Cairás, torre de Vrijburg, en gran ruina. Paseo entre cobras y escorpiones mi talón de Aquino, caminar de Aquiles. Y esa torre de Babel del orgullo de Marcgravf y Spix, piedra sobre piedra no quedará, el pasto crecerá sobre la piedra y la piedra a la espera de las tinieblas se pudre y pasa a hiedra la piedra que era… La confusión de las lenguas no deja margen para que el río de dudas bañe de oro y verde las esperanzas de los planes de todos nosotros: las tablas de los eclipses de Marcgravf no se ponen de acuerdo con las de Grauswinkel; Japikse piensa que es mono ése que Rovlox considera fruto de los coitos malditos de los toupinambaoults y los tamanduás; Grauswinkel, perito en las mañas de los cuerpos celestes, en las manchas del sol y otras rarezas uránicas, es un lunático; ¡Spix, cabeza de selva, donde una aiurupara está posada en cada embuayembo, una aiurucururca, un aiurucurau, una aiurucatinga, un tuim, una tuipara, una tuitirica, una arara, una araracá, una araracán, una araracanga, una araraúna, en cada gajo del catálogo de caapomonga, caetimay, taioia, ibabiraba, ibiraobi! ¿Vivero? ¡Todo eso está muerto! Por ellos, los árboles ya nacían con el nombre en latín en la cáscara, los animales con el nombre en la frente dentro de la moda que la bestia del apocalipsis lanzó como un diezmo periódico por diadema, cada hombre ya nacía escrito con el epitafio en el pecho, los frutos brotarían con el recetario de sus propiedades, virtudes y contraindicaciones. Este es el emético, éste el diurético, éste el antiséptico, laxante, dispéptico, astringente, esto es letal… Abaris cantó el viaje de Apolo al país de los hiperbóreos, el dios contemplándolo con el ejercicio del vaticinio y la flecha en la que volaba. El reloj de sol aquí es cera derritiéndose, negándose al honor de marcar las horas, el estiércol del perezoso nos entierra en la arena movediza… Hasta aquí, Marcgravf; pero ego contra: Grauswinkel, Rovlov, Spix, vuestro reino no es de este mundo, vuestra patria no es Germania ni Bavaria. ¡Tu reino es el reino animal, rey – el león; tu reino es el reino vegetal, reina, - la rosa; tu reino es el reino mineral, rey, - el oro! Se derrumba la torre con su corona de sextantes y astrolabios hasta el último burgo de casas. Era para seguir pero a nadie le hizo hacer lo que dice. De la multitud de pueblos un largo gemido se levanta 328 confirmando lo que decían del sueño del rey – sus jefes. Por aquí no pasó, si cae del suelo no pasa. ¡Con cuántas tablas se hacen las canoas atlánticas! Si su acaso se casara con la doña en vano, la irreflexión echaba raíces remontando a la más alta antigüedad como autóctona pero las lenguas ondas tirapiedras repartieron ejemplos y mantuvieron las tablas idénticas. ¿Esto es un logro? Mayor relámpago del astro en el zodíaco de Antyczewsky… Encárelo con naturalidad. La naturaleza no deja errar al genio de la lluvia, moja a grandes y pequeños, secos y mojados, moja lo exacto y lo impreciso y, si duda mucho, hasta este punto. Ahorita mismo, una meadita. En un universo impreciso, es necesario ser inexacto, decir siempre casi antes de lo dicho: “casi murió” para “entiérralo hoy”; “casi llueve” para “après moi, le déluge”; “casi todo” para decir que entró entero. Miríadas de soles persiguen a torbellinos de heliotropos entrando dentro de los cruces de las cosas: respiro en esa luz un aire detenido, respiro y habiendo respirado en la rueda de ese giro, paso y reparo. ¿Cuando nos retiremos, el cáncer de Brasilia engullirá todo o acaso el núcleo de orden de la geometría de estas jaulas prevalecerá aquí? Troya caerá, cayó Vrijburg. Lo real lleno de caries allí llega. Nunca se vio cosa igual: ningún fraude lo frustra. Nada obsta el proyecto de la primera materia, ninguna carrera lo traba ni tiene barrera que lo cargue. La vida de aquí se vuelve vía. Los monstruos adulteran las vías con el poder de raspajes. Los bichos se burlan de los sabios: montan una pieza más perfecta que el laboratorio de la torre de cuyas efemérides es la réplica en efigie. Todo lo que el mono tiene que hacer es legitimar los duplicados: la retentiva de un papagayo graba todos los recorridos de un tatu que examina raíces en las convexidades de la tierra, la lengua del tamanduá absorbe hormigas que observan atentas todas las fases de la operación. La cobra escudriña la lente de las lupas. ¿Para qué pensar en esto? ¡Y tan luego esa arquitectura que no se justifica! La penumbra de la pereza pesa pedregullo en los platillos de la balanza de mi entendimiento, dormir con el ruido del azúcar hinchando los tallos de las cañas, despertar con los cascabeleos sostenidos de la cobra. Destellos de antorchas entre las frutas que explotan cachos de insecto y hernia. Cada marca cada vez más cerca del umbral del alumbramiento de mi infarto, el peso impulsa el caso del óbice. La araña lleva de aquí para allá el tiempo que me llevó conseguir el tenor de semejantes teoremas. Doy por perdido aquel instante, piedra preciosa en el tesoro de las cronologías. De fumar la boca se llena de tierra y la cabeza de una agua quieta. Ninguna sombra de duda se retrata en el punto en blanco de mi mirabilis fundamentum que no sea indicio de la irrupción de nuevas realidades. ¿Qué signos abrieron las cortinas que separaban mis métodos de las tentaciones de los dioses de estos parajes? Para probarlos, en esa piedra de toque, mi pensamiento de choque golpea en esa piedra – y el eco es ecuación, mismidad y repetición. Refleja, devuelve y confiere: Carnaza de Narciso. ¿Sabe lo que pensé? Sé. ¿Va a intentar lo que yo no consigo? Sigo. ¿Garantizo y no niego? Eco. Como queda patente, no se puede ya confiar ni en este subproducto de las ausencias. Las ninfas que siguen se obtienen a través del mismo proceso. El verdor cuela miembros desnudos no sé a quién los atribuya. ¿Pareja desgarrada de reses gés? ¿Yerro en los horrores de la torre? Nada se compara hasta aquí a estas luces de los cuerpos a los rostros concurrentes en colorear con armonías del estar la compostura del ir. Juntos nadie sería el par más primo que jamás hubo sino los próximos dos cada vez más justo, los cuerpos dando los puntos, mantelando y desmantelando líneas en el nudo impecable de los abrazos más complejos. Destiló la luz, perdió la ristra. Ya manducan de sacar pedazos del fruto del leño, Adán y Eva, primos patres nostros, deshaciendo la entera unidad del jardín que sólo en fluir consistía. Envejecen a simple vista llorando, la lengua escupesangre purgando el amargor de la manzana. Capté el desvío del rayo antes del diluvio – yo, Brasilia y todo, ¿qué fue eso? Un móvil de madera bamboleante parece que sacuden. ¿Tirogolpe de angola? ¿Nave que flagra? ¿Casa en brasa? Sacudón en los cimientos, ¿obra de un resbalón de pensamientos? Desintegraron el todo, todo está sujeto a tal sentencia: Desfálquennos la cohesión del flujo del ser, el núcleo libera y nivela los corpúsculos del mal. El tupinamboults morfa otro invitado más y le recuerda qué manjar es y, en escabeche, toda araruta tiene su día menguante; serpientes menos sus pertenencias, el conjunto por el total, ¿conquiénde vosotros repartiría? A los que digan, compartan, ¡anatemas en las antenas! ¡Maldición y fuego eterno a los sustraidores! Cuando hasta el filtro se empuerca, ¿quién lo desinmunda? Qué bautismo fue ese que no se derraman suficientes aguas para lavar mi sífilis. Siento en mí las fuerzas y formas de este mundo, me crecen cuernos en los ojos, el pelo se multiplica, garras ganan la punta de los dedos, dientes me llenan la boca, tengo asomos de fiera, renato fui. ¡Si papá me viera ahora, si mamá mirara hacia acá! Al rey de los animales le conviene ver qué animal sea. Lleno las condiciones: pleiteo. Exijo en las presentes los homenajes que los circunstantes deben a su centro de atenciones. Quiero la palabra. Hoogh moogh-Heeren (3), la solicito. Faltando quien quiera o, salvadas las susceptibilidades, sepa hacer de ella objeto de los usos de su razón, que le tome el hilo que tengo un asunto que tratar con ella, y lo que pretendo no os merece menos respeto. Muchos no y otrosí después, reivindico para mi persona el regimiento de esta república de alimañas, representado por una corona de dientes de tatu, un cetro de cuerno buscado vivo o muerto en cada cabeza de burro y manto de buches de tucán. Quia nominor Denominante primero y único, en pleno decreto de una serie de diez con tantos adendos en medio cuantos fueren acrescendos. Feria de bichos. ¡Pregón! ¡Se vende un tamanduá! bicho útil en los días inútiles que corren: lengua ferina, bandera en la cola y terror de hormigas. Quien lleva un bicho gana un camastro. Compró un tamanduá, recibe un tamanduísta para explicarle el funcionamiento. Cuando cierra la boca así, se está refiriendo a mí. Compró el perezoso, puede llevarme que estoy entregado a las ostras hasta la raíz, en dependencia de una materia prensil en la perpendicular de la diagonal, a la vista de los monstruos hasta la nariz. En fin ¿qué digo sino hipótesis desprovistas de toda credibilidad? ¿Alguien está pensando en mi entendimiento o ya creé bicho en la memoria? Yo sé ¿no sabe? Pero las cosas me fueron adversas, como se desprende de esta lista de precios trazada de prisa sobre este mapa ensangrentado. Para entender la fábula, bondad de examinar el mapa anatómico de una hueva. ¿O es de alguna carne, alguna res que comí? El ser es eso espeso definitivo. Precario. ¿O una hierba, el clima de la región y un zoo pueden más que sus reflejos en el espejo inmortal de mi alma? ¿La salvaré? Lo de Ausonio “quod vitae sectabor iter” me preguntaron los verdes años. Y ahora entre toupinamboults, ¿con cuánto me quedo? ¿Con qué cara tendré que quedarme? A menudo la tierra pulsa un corazón; ¿o será el mío? ¿De quién será este escalofrío que no cesa? ¿Qué piensan los índices sobre todo esto? ¿El indio piensa? ¿El gé es como uno? De aquí hace diez años, Artyczewsky me lo dirá. Me ocurre usted ¿piensa todavía?... ¿Y si no pensara más? Con todos aquellos tatuajes, ¿piensa todavía? ¿Un hombre escrito piensa? Este pensamiento, por ejemplo, recuso, refuto, repelo, desheredo, rasuro, desisto. Indios comen gente. Pensamiento aquí, es susto. Estos conceptos– yo los quiero perpetuar, perpetuos en mi memoria – estos sucesos. Demasías. Este mundo. Este mato. Me apuntaron con flechas del depósito de Zenón. Comen gente, ¿cómo será? Nos sepultan nombre y corazón – un cuerpo, y me vienen súbitamente ganas de  devorar a Artyczewsky. ¿Llegaré a tiempo para tener sus pensamientos? Sentiré sus males, sufriré sus dolores, ¿qué hago con sus saberes y haceres? Estos conceptos – yo los quiero despreciar. Artyczewsky no tendrá noticias de ellos, no se piensa ya en eso. ¿El indio piensa? El indio come a quien piensa – eso sí. El indio chupándome, pensará estos mis pensares, pesará con todo este mi peso, instantáneo detenido momento, comiendo sin comentario. Un indio se lleva al pecho la pierna mirando cara a cara, ojo a ojo nuestra cabeza calaverada. Yo vi con estos ojos de tierra comestibles y este discernimiento que el Señor de todos los raciocinios ha de recoger entre los círculos de los justos. En Górdio, hablan por nosotros. En Perigórdio, oyen los latidos de mi miocardio. ¿Este nudo? Aunque responsable, soy sólo un curioso. A qué época atribuir nuestros tiempos, en qué eras incluirlos, cuánto de nosotros por horas, la edad omitió. En un escozor de arrepentimiento, lo que iba a ser ya era. Lo acompaña y le da una mordida. Cumplió con su deber de ser devorado. ¿O los hechos se suceden por otras series de senderos? ¡Ah, qué mal pienso! ¡Elefantiasis de mi cógito! … Basuyne des oorloghs ¡!!! Una humareda sube a los aires. Leviatán se levanta. ¿Queman campos? ¿O es la guerra? ¡Toupinamboults ad portas! ¿Artycxewsky enfrenta a los basiliscos brasílicos de Parinambouc? Los urubus comedores con el ojo puesto se enfrentan al sol y se exceden en las pupilas. La humareda asume los dolores del parto con las formas de un hongo – incendio de un chiverío y el humo me envuelve… ¡El mundo se vuelve oro, se precipita el metal de los incas en el verde de estas plantas, sólo que este oro mata un pájaro socó con una trompada de sol! ¡Si non es la flecha de Zenón, la que hace que va pero no, no sé a quién acometa ese germen a errar como un cometa! Tira el anzuelo Aquiles para pescar pereza. Flecha no puede tener ningún sinon. El zumbido me da olvido en el oído con un ronquido de azúcar subiendo por el tallo de las cañas.


 Fragmento de Catatau


 Traducción: Amalia Sato


 Notas

(1) Sabios y artistas que vinieron con Nassau. La Torre era una mezcla de museo y observatorio astronómico desde donde Macgravf acompañó el primer eclipse solar visto en Brasil.

(2) Medida persa, equivalente a 5.250 metros.

(3) “Mis Altos Señores” en batavo arcaico.

 

 Tomado de Leminskiana, antologia variada de Paulo Leminski, pp. 326-32.

domingo, 18 de agosto de 2024

Lo que pasó, ¿pasó?

 



  Paulo Leminski


   Antiguamente, se moría.

1907, digamos, aquello sí

  que era morir.

Moría gente todo el día,

  y moría con mucho placer,

ya que todo el mundo sabía

  que el Juicio, al final, vendría,

y todo el mundo iba a renacer.

  Se moría prácticamente de todo.

De enfermedad, de parto, de tos.

  Y aun se moría de amor,

como si amar fuese mortal.

  Para morir, bastaba un susto,

un paño al viento, un suspiro y ya,

  se iba nuestro difunto allá

a la tierra de los pies juntos.

  Cumpleaños, boda, bautismo,

 Morir era un tipo de fiesta,

  una cosa de la vida,

como ser o no ser convidado.

  Los lamentos eran costumbre,

pero los daños pequeños.

  Descansó. Se fue. Dios lo tenga.

Siempre alguien tenía una frase

  que rebajaba aquello más o menos.

Tenía cosas que mataban, seguro.

  Pepino con leche, un aire clavado,

maldición de vieja o amor mal curado.

  Tenía cosas que tienen que morir,

cosas que tienen que matar.

  La honra, la tierra y la sangre

mandó mucha gente para aquel lugar.

  ¿Qué más podía un viejo hacer,

en los idos de 1916,

  salvo coger neumonía,

dejar todo a los hijos

y volverse fotografía?

Nadie vive para siempre.

  Al final, la vida es un upa.

No da para mucho más.

 ¿Quién lo mandó a no ser devoto

  de San Ignacio de Acapulco,

el Niño Jesús de Praga?

  El diablo anda suelto.

Aquí se hace, aquí se paga.

  Almorzó y se afeitó la barba,

tomó un baño y salió al viento.

  No tiene nada que reclamar.

Y ahora, vamos al testamento.

  Hoy, la muerte es bien difícil.

Tiene recursos, tiene asilos, tiene remedios.

  Ahora, la muerte tiene límites.

Y, en caso de necesidad,

  la ciencia de la eternidad

inventó la criónica.

  Hoy, sí, personal, la vida es crónica.

 



O que passou, passou?

 

   Antigamente, se morria.

1907, digamos, aquilo sim

   é que era morrer.

Morria gente todo dia,

   e morria com muito prazer,

já que todo mundo sabia

   que o Juízo, afinal, viria,

e todo mundo ia renascer.

   Morria-se praticamente de tudo.

De doença, de parto, de tosse.

   E ainda se morria de amor,

como se amar morte fosse.

   Pra morrer, bastava um susto,

um lenço no vento, um suspiro e pronto,

   lá se ia nosso defunto

para a terra dos pés juntos.

   Dia de anos, casamento, batizado,

morrer era um tipo de festa,

   uma das coisas da vida,

como ser ou não ser convidado.

   O escândalo era de praxe.

Mas os danos eram pequenos.

   Descansou. Partiu. Deus o tenha.

Sempre alguém tinha uma frase

   que deixava aquilo mais ou menos.

Tinha coisas que matavam na certa.

   Pepino com leite, vento encanado,

praga de velha e amor mal curado.

   Tinha coisas que tem que morrer,

tinha coisas que tem que matar.

   A honra, a terra e o sangue

mandou muita gente praquele lugar.

   Que mais podia um velho fazer,

nos idos de 1916,

   a não ser pegar pneumonia,

deixar tudo para os filhos

    e virar fotografia?

Ninguém vivia pra sempre.

   Afinal, a vida é um upa.

Não deu pra ir mais além.

   Mas ninguém tem culpa.

Quem mandou não ser devoto

   de Santo Inácio de Acapulco,

Menino Jesus de Praga?

   O diabo anda solto.

Aqui se faz, aqui se paga.

   Almoçou e fez a barba,

tomou banho e foi no vento.

   Não tem o que reclamar.

Agora, vamos ao testamento.

   Hoje, a morte está difícil.

Tem recursos, tem asilos, tem remédios.

   Agora, a morte tem limites.

E, em caso de necessidade,

   a ciência da eternidade

inventou a criônica.

   Hoje, sim, pessoal, a vida é crônica.

 

 

 Versión M. Varón de Mena

 

viernes, 16 de agosto de 2024

Mamones

 

 Paulo Leminski

 ergo sum, además, Ego sum Renatus Cartesius, perdido por acá, aquí presente, en este laberinto de engaños agradables, -veo el mar, veo la bahía y veo las naves. Veo más. Ya van III que partí de Europa y de los civiles, allí morituro. Eso de “barbarus – non intellegor ulli”– de los ejercicios de exilio de Ovidio es para mí. Del parque del príncipe, las lentes de telescopio/luneta, CONTEMPLO A CONSIDERAR EL MUELLE, EL MAR, LAS NUBES, LOS ENIGMAS Y LOS PRODIGIOS DE BRASILIA. Desde tiempos tempranos, como regla, medito horizontal mañana temprano, sólo viendo la luz del sol ya mediodía. Estar, ministerio de los dioses, en la actual circunstancia, presencia en el estanque de esta Vrijburg, gaza de mapas, tabla rasa de humores, huerto y zoo, morada de fieras y casa de flores. Plantas antropófagas y carnívoras se confunden, un lugar al sol y un tiempo a la sombra. Importunan, cintila el agua gota a gota, efímeros chocan enjambres. Los cocos se cierran, las mamas se amplían: MAMONES. El vapor humedece el olor, amaga el moho, asfixia y fermenta fragmentos de fragancias. Huelo un palmo frente a mi nariz, a mí, inmenso e inmerso, bueno. Bestias, fieras entre flores fiestas circulan en jaula triple –las peores, doble, las mayores; en jaulas, las menores, al azar –las mejores. Animales anormales engendra el equinoccio, dejadez en el eje de la tierra, desvío de las líneas de hecho. Poco más que el nombre el toupinambaoults les signó, suspensos apenas por el nudo de la apelación. De lejos, tres puntos... En foco, Tatú, esperas rodando de otras eras, refundan mundos y fondos. Salen de la madre con setenta y un dientes, de los cuales diez se les caen ahí mismo, veinticinco con el primer bocado de tierra, veinte se lleva el viento, catorce el agua, y uno desaparece en un accidente. Uno, en algarabía general, de nombre, Tamanduá, desparrama lengua en el polvo de incierto insecto, se para, tuerto de tan cerca, cara a cara, allí, ahí, hace esdrújulas acumuladas y se deshace eclipsado en hormigas. Por o en la rama, voce metálica longisonans, la araponga martilla a hierro frío, benteveo en el mal me quiere bien me quiere. A dos pasos de aquí, a cada rato, dos giros; media vuelta, bultos dos por tres. De dónde en dónde, van y vienen; de vez en cuando, ven lo que tienen. Frente al segundo elemento, la manada anda y desanda, come y bebe, mama y babea. Después de la laguna, llenan la anterior lacuna. Anta, nunca la vi tan gorda. Nubes que el canguro hiede empalidecen la nariz de las pacas. Carpincho, con el estómago que se le sale de por las órbitas, o, porque hartas se tienden eructando pastizales o, como son saben si no comer, estiran el pescuezo hacia lo alto, mostrando los dientes, yuyos de no tener hambre. Ensy, fruto llamado bobo, no ruge ni muge, no huye de los tiros, brillos ni barullos –vaina, brachyptera, insectívora, taciturna, non scansoria, stupida – para jugar en serio al azar. Monos se peinan espéjanse en el baño de las pirañas, cara casi rostro en casicasi de las aguas: agujas hacen buena boca, lanzan una mirada mala que les anula la estampa, simios para siempre. En la aguada, el cuerpo reptil entreteje lagartos y langostas. Monstruos de naturaleza alucinada en estos aires, al ras, boquiabierta, al azar, cabizbajos, el mismo ningún afán. Dormita al sol una serpiente que es sólo mariposas. Tucanes detrás de canales, máscara sefaradí*, arcanos en la médula. Serpiente en el lugar del crimen, desamarran espirales englobando cabras, ovejas, vacas. Cuernos de la boca para afuera – esfinges bicefálicas entre comillas – descomponen en los mangues el contenido: escupen cuernos el doble. Exorbitantes, duran cuentos de siglos, estableces a Marcgravf en la cualidad de profeta. Vegetan eternidades. ¿Crías? ¿Mudas? ¿Cruzan y descruzan entre sí? No, ese pensamiento no, - es sístole de los climas y síntoma del calor en mi cabeza. Pienso pero no compensa: la sibila me pellizca, la pitonisa me hipnotiza, me obelisco, esa medusa pitón y visa, paro, me vuelvo palopalo, piedrapiedra. Dédalos de espejo de Elíseo, torre babel, hortus urbis diaboli, furores de Thule, delicias de Menrod, corral del pasmo, cada bicho silencia y selecciona andanzas y alhajas. Bichos embichan, ¿qué pasa conmigo? Abrir mi corazón a Artyczewski. Vendrá Artyczewsky. Nuestras mañanas de charla me faltan. Un papagayo atrapó mi pensamiento, aburre palabras en polaco, imitando a Articzewski (¡Cartepanie! ¡Cartepanie!). Bestias generadas en el más encendido fuego del día... Comer esos animales ha de perturbar singularmente las cosas del pensar. Recorro los días entre esas bestias extrañas, mis sueños se pueblan de extraña fauna y flora: la explosión de cosas, el estallido de los animales, el estar interesante: la flora fulgura y la fauna florece... Singulares excesos... In primis cogitationibus circa generationem animalium, de his omnibus non cogitavi. En la embocadura de la espera, Articzewski demora como si lo pariese, poseso de este yuyo de negros que me suministró, -macoña, pemba, gingongó, chibaba, jererê, monofa, charula, o pango, tabacos de toupinambaoults, ges y negros minas, según Marcgravf. Aspirar estos humos de hierbas, henchir el pecho con los hálitos de esta * mata, la esencia, la cabeza quieta, oficio de ofidio. Crece de golpe el sol en el árbol vhebehasu, que puede ser enviroçu, embiraçu, imibroçu, aberaçu, aberraçu, inversu, inveraçu, inverossy, conforme las vacilaciones del habla de estas plagas donde las palabras podridas pierden sonidos, cayendo a pedazos por las bocas de los indios, habla que fermenta. Cargan pesos en los befos, piedras, palos, plumas, por mor de no poder hablar: traen bichos vivos en la boca. Miro, pienso ese bicho, el bicho que me pisa en la cabeza, el vientre pesa la carne, carcomido. El movimiento de los animales es augusto y lento, todos mirándose de jaula a jaula y hacia mí. El silencio eterno de eses seres tuertos y locos me aterra. El árbol vhebehasu se despereza a la luz de sus molestias venéreas la carne esponjosa, descascarando verrugas en la piedra pómez; resollaba halos de polen, espirales elásticas arrancan membranas, chorreando mocos, el pus a gusto de las sanguijuelas, royendo el atizador de las celdillas en ojivas y meandros, fuente donde las lianas pasan la saliva que abastece el mercado de las hormigas; la lepra mucosa de las parásitas contagia al humus con el entusiasmo de las llagas por el pacto de vida y muerte entre el reino de Alhos con el imperio de Bugalhos; en las maltratadas, un fénix calienta el cóncavo de las garras frente a un fuego fatuo; por ella, un basilisco pone la mano incombustible en el fuego, la maneja y manya, suscitando manifestaciones de desagrado por parte de un arcoiris, rendido en ampollas y flecos de polvo –las hojas, orejas, aplauden brotes -ojosclítoris, cuyo escozor dio miel muy apreciada por sus virtudes todavía insuficientemente esclarecidas; un látex se responsabiliza por la animación hidráulica de los poros orificios de las hormigas; a partir de las ramas, tufos subsidiarios frutos tumores nidos de avispas, donde toupinambaoults con fiebre vienen a cazar guacamayos. Se comió a los cuatro comisionados a traerla del infinito bravío. De la boca a la sopa, las aguas suben. Suben SUBEN. Jolgorio, la boca abierta por dentro del piso, bebiendo ríos y la sustancia de las piedras, narina marina, veo ballenas: el mar de Atlas me limita por las tribus cetáceas y el lado poniente por los desiertos de oro, donde sopla el viento oriundo del reino de los incas. Allá en la playa, vomitan ámbar. Veo cosas: ¿cosa veo? Las plantas comen carne. Bestialidades de esas bestias llenas de bosta, víctimas de las formas en que se manifiestan, tal cual entreveo tal dentro de las entrañas de bichos de medios con más recursos. ¿Y los aparatos ópticos, aparatos para mis disparates? Este mundo está hecho de sustancia que brilla en las extremas lindezas de la materia. En el realce de un relance, sito en el centro de un círculo, una oída diminuta describe una décima del período de punto de vista definitivo. Vigilando, hemos de evidenciarnos. En mitad del recorrido, el circuito asume un nuevo ciclo sumiendo con estos ojos que la tierra quiere comer pero, como los míos, antes de que los coma, veo la tierra: nuovo artificio dun occhiale cavato dalle più recondite speculazioni di prospettiva disse Galileu se mueve inaugurando la santidad de la contemplación cristal donde cada cosa viene a ejercer su ser. Contiene al próximo y lo mantiene lejos, el verrekyker. Pongo más lentes en el telescopio, saco algunas: regulo, aumento la mancha, disminuyo, reduzco la marcha, mejoro la marca. El ojo engendra lentes sobre cosas, el mundo desprevenido para esa aparición del ojo, donde pasea no crece más luz, donde hace el desierto llaman paz. Un nombre escrito en el cielo –aíslo, contemporizo, alarma en la espesura, multiplico explicaciones, complicando lo implícito. Traigo el mundo más cerca o lo hago desaparecer más allá de mi pensamiento: ¡árboles, siete, un ahorcado, una vela encendida en pleno día! Elijo refugios seleccionando firmamentos, distribuyo miradas de calibre variado en la distancia de variada profundidad. Parto espacios entre un aumento y un alejamiento en cuyos límites cae como un guate mi vértigo. El Pensamiento desmantela la Extensión discontinua. Excentricidad focal, una curva en tantas rupturas que la suma de las distancias de cada uno de sus puntos con innúmeros diámetros fijos en el trayecto de la caída guarde constante desigualdad a una longitud cualquiera. Imprimiendo continuidad al análisis, una mirada sin pensamiento adentro, ojos vidriosos, pupilas dilatadas, se hunde en el vidrio, se sumerge en esa agua, piedra cercada de ruedas: el mundo hinchándose, el ojo crece. El ojo lleno sube en el aire, el globo de agua se revienta. Narciso contempla a narciso, en el ojo mismo del agua. Perdido en sí, sólo para allí se dirige. Refleja y queda la vastedad, vidrio frente a vidrio, espejo ante espejo, nada a nada, nadie mirándose en el vacío. El pensamiento es espejo frente al desierto de vidrio de la Extensión. Esta lente me veda viendo, me vela, me desvela, me venda, me revela. Ver es una fábula, -es para no ver que estoy viendo. Ahora estoy viendo a dónde fui a parar. Y veo lejos. El pensamiento me dio un susto, nudo gordiano en la cabeza, ¡qué hambre! Un loro se habilita a todos los escándalos sin ser Artiszewski. Yazgo bajo la rama donde está el animal pereza. He aquí la presencia de un ilustre representante de la fauna local, cuyo talento en no hacer nada llega a ser proverbial, abrillanta la áurea mediocridad vigente. Requiere una eternidad, para caminar diez palmos, este animal, inmune al espacio, vive en el tiempo. Este mundo no se justifica, ¿qué preguntas preguntar? Debo holgar. Esta bestia bruta, templando la cuerda al revés de las agujas del reloj, para no conducirse nunca, estacionó incógnita en la recta. Ahí en la rama. Versar con las personas es dividir el todo que somos en partes, para efectos de análisis, para ser comprendidos, es mester recordarle a Artichewski la desgracia de la pereza que se abate sobre mí. El humo arriba no la desvía tan poco de sus propósitos absentistas. Este mundo es sitio del desvarío, la justa razón aquí delira.


 Fragmento de Catatau, traducción de Florencia Garramuño

 

 Tomado de Leminskiana, antologia variada de Paulo Leminski, pp. 311-15.


lunes, 12 de agosto de 2024

Máquina-bicho


 Paulo Leminski


 Los antiguos abrían bueyes para ver futuro en estructura de tripa: ejércitos en fuga, granizo, ríos en crecida, gente sangrando, espadas fuera de vaina, cosechas, ciudades incendiadas. Más reciente, separé en pedazos para que me admitieran en los círculos más allegados a las intimidades de la vida. Ciencia es eso, llegó allí, paró: navajas fueron precisas. Ya disequé mucho: la lámina cortó donde la cabeza debía entender, dividí en menudos para darme por satisfecho. Advierto que no hay bicho que yo entienda. Mayor el ojo, más denso queda, el tamanduá se tamanduíza con toda la fuerza: queriendo captar su verdad en un parpadear y en un cambiar de lente, aprehenderlo de entrada. Tal vez, empero, no vale la pena. Ninguno vale un cuadrado, un círculo, un cero. ¿Y a mí qué me interesa? De aquí a lo infinitamente grande o a lo infinitamente pequeño, la distancia es la misma, tanto da, poco me importuna. Allí canta la máquina-pájaro, allí pasta la máquina-anta: allí caga la máquina-bicho. No soy máquina, no soy bicho, soy René Descartes, por la gracia de Dios. Al enterarme deso, estaré entero. Fui yo quien hizo ese mato: salgan de él, puentes, fuentes y mejoras, periplos bugres y poblados batavos. ¡Yo expendo Pensamientos y yo extiendo la Extensión! Pretendo la Extensión pura, sin la escoria de vuestros corazones, sin el menstruo desos monstruos, sin las heces desos rezos, sin la brutalidad desas tesis, sin las bostas desas bestias. ¡Abajo las metamorfosis desos bichos, — camaleones robando color a la piedra! Polvos en seco: ¿en el huevo quién dio antes en el otro, un ala en la línea del gajo o un salto en busca de agasajo? No saben qué hacer de sí, insectos pegan la forma de la hoja; mimesis. ¿Y la forma? ¡Cosas de la vida! ¡Venid a mí, geometrías, figuras perfectas, — Platón, abre el corral de arquetipos y prototipos; Formas geométricas, embestid con vuestras aristas únicas, ángulos imposibles, hilos 25 invisibles a simple vista, contra lo bestial destas bestias, sus mentones barbudos, cuerpos contorsionados, picos embarazosos de explicar, cuernos confundidos por mutaciones, ojos en rodaja de cebolla! ¡Venid círculos contra tamanduás, cuadrados por tucanes, losanges verso tatús, bienvenidos! ¡Mi ingenio contra esos ingenios! ¡La sed que sume hiede que hambrea! Me falta realidad. Allá cabalga la pereza que más se me parece, más no puede la arcilla humana. Apenas alguien que sabe decir no. Desde verdes años, tentáronme el eclipse y la economía de los esquemas. Eximio de los más hábiles en los manejos de ausencias, busqué apoyo en los últimos reductos del cero. Fue la época en que más prestigié el silencio, el ayuno y el no. La geometría. Casi no pensar. Cuadrado es casi nada. Un círculo prácticamente falta, trazar una línea orilla el ocio: pensar un problema de geometría es desviar de un vuelo sin dar un nulo pío. Cuando geómetra, ser si a lo que hay de más nada. ¿Quién soy yo para cambiarlo? Esa araña geometrifica sus caprichos en la Idea desa tela: enmaraña la máquina de líneas y está esperando que le caiga a ciegas un bicho dentro: ahí trabaja, ahí cena, ahí huelga. Camina en el aire, susténtase a éter, obra de nada: no vacila, no duda, no yerra. Organiza el vacío avante, palpa, papa y palpita, resplandeciente en la nada donde se engasta y agárrase por la alhaja en que pena, desierto de rectas donde la geometría no corre riesgos pero se caga. Esta desolación del verde en este desierto lleno se está prevaliendo de mis hechos de armas y pensamientos. ¿Sabe con quién está hablando? Cultivé mi ser, me hice poco a poco: me constituí. Letras me nutrieron desde la infancia, mamé en los compendios y me abrevé de las nociones de las naciones. Compulsé índices y consulté episodios. Desaté el nudo de las actas, manipulé manuales e investigué tomos. Ojo nocturno y diurno, recorrí las letras en caminos: tropecé en las vírgulas, caí en el abismo de las reticencias, yací en las cárceles de los paréntesis, roté la muela de las mayúsculas, adelgacé el incordio de las interrogaciones, el florete de las exclamaciones me traspasó henchí de callos la mano hidalga doblando páginas. En descifrar enigmas fui Edipo; enrollar cogitaciones, Sísifo; en multiplicar hojas por el aire, otoño. Frecuenté guerras y aduares; asiduo en el atrio de las basílicas, crucé mares, pisé el palo de los navíos, el mármol de los palacetes y la cabeza de las cobras. Estoy con Parménides, fluyo con Heráclito, 26 trasciendo con Platón, gozo con Epicuro, me privo estoicamente, dudo con Pirro y creo en Tertuliano, porque es más absurdo. Linterna en mano, toqué a la puerta de los volúmenes mendigándoles el sentido. Y en la noche oscura de las bibliotecas iluminábame el cielo la luz de los asteriscos. Maté uno a uno los bichos de la biblia. Me dixit magister quod ipsi magistri dixerunt: Thyphus dégli Odassi, Whilem Van der Overthuisen, Bassano di Alione, Ercole Bolognetti, Constantin Huyghens, Bernardino Baldi, Cosmas Indicopleustes, Robert Grosseteste et ceteri. Estoy en latín como esos bichos en la casa de fieras, golpeo la cabeza en las paredes, camino de muro a muro sumando millas. Diviso. Me senté a la mesa de los notables, distinguí la compañía de varones insignes, eso tal yo mismo nato y hecho. Un hombre hecho de armas y pensamientos. Mis virtudes, alibís, inmunidades y potencias: la náutica, la cinegética, la haliéutica, la poliorcética, la patrística, la didascalia, el pancracio, la exégesis, la heurística, la ascesis, la óptica, la cábala, la bucólica, la casuística, la propedéutica, fábulas, apoteosis, partenogénesis, exorcismos, soliloquios, panaceas, metempsicosis, jeroglíficos, palimpsestos, incunables, laberintos, bestiarios y fenómenos. Ceremonias me curvaron ante reyes y damas. La piedra de los templos me hirió la rodilla derecha. Horas mías en el oro de relojes perfectos. Me incliné sobre libros a ver pasar ríos de palabras. Todas las ramas del saber humano me ahorcaron, sebastián flechado por las dudas de los autores. Navegué con éxito entre la higiene y el bautismo, entre el catecismo y el escepticismo, la idolatría y la iconoclastia, el eclecticismo y el fanatismo, el pelagianismo y el quietismo, entre el heroísmo y el egoísmo, entre la apatía y el nerviosismo, y salí incólume hacia el sol naciente de la doctrina boa, entre el borde y el abismo. Mal emergido de los juegos pendientes en que consume puericia sus días, me di al florete, los ejercicios de la espada me absorbían entero. Maestros sorbí expertos en el arte. Mi pensamiento elaboraba láminas día y noche, posturas y maniobras, desgarrado en una selva de estoques, florete segando las flores del aire. Habité los diversos aposentos de las moradas del palacio de la espada. El primer florete que te cae a la mano exhibe el peso de todas las confusiones, el peso de un huevo, estertores de bicho y una lógica que cinco dedos adivinan. En los florilegios de posturas de las primeras prácticas, Vuestra Merced es bueno. La espada se da, su mano florece naturalmente en florete, la primavera flor de piel. Todavía de repente el florete vuelve y te muerde la mano. No hay más acierto; Vuesamerced no se halla más en aquel laberinto de posiciones, tajos, estocadas, altibajos, puntos y formas. Pásase adonde lo menos que acontece es el darse media vuelta y lanzar de sí el florete: ábrese un precipicio entre la mano y la espada. Ahora conviene firmeza. Muchos desandan, pocos perseveran. Vencido este lance, la práctica verdadera comienza. Es la segunda morada del palacio: muchos trabajos, poca consolación. Ahí el florete ya es instrumento. Largo dura. Un día, lejos de la espada, la mano se contorsiona en su entender y agarra la primera punta del filo, la Lógica. Vuesamerced ya es de casa, acceso a la cuarta morada. La conversación con el estilete es sin reservas. Lo propio desta morada es el menguado pensar: una geometría, lo mínimo de discurso. Tiene la mano la espada como a un huevo, los dedos tan flojos que no quiebren y tan firmes que no caiga. De que el mismo destino contempla vuesamerced y la espada — tú te enteras: entero está ahora. Aquí se multiplican corredores, quod vital sectabor iter? En lo concerniente a mi persona, escogí errado: llegué a pensar que yo era espada y desvariar en no precisarla. Las luces del entendimiento brujuleaban. No estaba lejos la medicina de mis males. Compuse el papel de esgrima en que metí a palabrería lo resultante de mi industria pasada. El texto escrito, no más me entendí en aquella artimaña. En edad de milicia puse entonces mi espada al servicio de príncipes, — estos gemelos y los Heeren XIX de la Compañía de las Indias. Largué los floretes para tomar la pluma, y porfían discretos si la flor o la pluma nos autorizan más a las eternidades de la memoria. Hoy, ya no florecen en mi mano. Metí números al cuerpo y era esgrima, números a las cosas y era ciencia, números al verbo y era poesía. Ancoré la cabeza llena de humareda en el mar deste mundo de humos donde moriré de tanto mirar. ¿Juzgar duele? Arapongas golpeen hierros en el calor, en el presente, ya no hay más guerra, que así mal llamo a esas prestaciones de mercenarios cuya bravura se compra a diez tostones y diez tostones vale. Ni a esa copia cada vez mayor de gente que venciendo combates más por el número que por el denuedo o altos cometidos — llamaré guerrero. ¿Ese concurso todo de bombardas por ventura no borró las líneas de los blasones, insignias y divisas, en un báratro de estrépitos donde se enmarañan 28 personas, cualidades y estados? Huelgo en recordar un caso digno de porvenir que conviene la pluma y la tinta arrebátenlo de los azares de la memoria para la carta, sitio más seguro. Buen combate combatí en Hungría, yendo a los tumultos de la sucesión del Palatinado. Un cuerpo de hidalgos, todos del mayor mérito y nacimiento, topó con nosotros en el abrir de la planicie magiar. De nuestra parte, CCCXIII, todo a favor. Mediríamos armas, estipulando el uso tan sólo de blancas. Primores de proezas se hicieron ahí. Mucho tengo escrito desde entonces, y si por mucha pluma se virase pájaro hace ya mucho habría volado mi mano derecha. Las letras de lo escrito marchitando las flores vivas del pensar, el alfabeto lapida los estertores de las aristas de los sentidos: el arte gráfico cristaliza el manuscrito en arquitectura de signos, pensamiento en superficie mensurable, raciocinio ponderable, así muriendo en gradas, desde los esplendores agónicos del pensar vivo hasta las obras completas. Máquinas vi increíbles: el espejo ustator, la eolipila de Athanasius Kircher. La luz de cirios y candelas que un cono capta a incidir en un círculo de vidrio con dibujos a la manera del zodíaco, el haz de luz desenrollando la imagen por sobre una pared blanca: Padre Athanasius acciona la rueda para dar vida al movimiento, almas agitan brazos frenéticos entre las llamas del infierno o los electos giran en torno del Padre, — linterna mágica a colar sombras en la caverna platónica. ¿Qué decir del artefacto de aquel tal de Pascal, cuya sola mención es maravilla y pasmo de las gentes? A pedido de la Academia de Ciencias, sometí y sometí el laberinto de piezas y morrallas que digitadas calculan, a todos los rigores del escrutinio: le experimenté la eficacia todo un día y no se engañó una sola vez. ¡Bizarros tiempos estos en que una fábrica poco mayor que cajita de música hace el oficio del entendimiento humano! El reloj de Lanfranco Fontana está entre los dédalos máximos que los intelectos desa era, quimerizando, pudieran arquitectar: no contento con mostrar y sonar las horas, acusa el movimiento de los planetas y adivina eclipses. Lidié con la obstinación de la aguja magnética contra el Norte, persiguiendo un meridiano. Otras callo para no alarmar el mundo de las varias que temo un día nos cerquen. Máquina considerado este cuerpo, Leonardo aquel ingenio tan agudo cuanto artífice sutilísimo ¿no compuso un automáta semoviente a manera de humano? El día vendrá en que pongan altares a un dios-máquina, — Dios, la máquina de una sola pieza. Estas bestias hacen cualquier cosa de las máquinas de que hablo: ¿cuál la finalidad destas arquitecturas tortuosas? ¿Provocarme pasmo, maravilla o risa? Perdido busca la persona perdida años atrás, ¿ser-tan-as? ¿Cómo era incluso el nombre de aquel río de quien decían horrores de la amnesia que daba a la hora señalada, bebida su agua? No juegues… ¿Incluso? ¡Qué bien, mamá, mira, estoy huérfano! Quien desaparece no enmohece. Atrás, dejo un ser perfecto en el desafío de la cara desos bichos: repto. No interpresto mis monstruos por ningún oro deste mundo: los coloco en una letargia analgésica raramente interrumpida por accesos de furia asesina. Se manifrustran desde las columnas de Hércules a las colinas de Miércoles, ¡sólo buscar bien en los ortos de los espiridiones! Aquí no hay medios de repugnancia.

 

 Traducción de Reynaldo Jiménez

 

 Catatau. Una novela-idea, Buenos Aires, Descierto, 2014. 

 

domingo, 11 de agosto de 2024

Máquina-pájaro

 


  Paulo Leminski


 Los antiguos abrían bueyes para ver un futuro en estructura de tripa: ejércitos huyendo, granizo, ríos desbordados, gente sangrando, espadas fuera de la vaina, cosechas, ciudades quemadas. Más recientemente, corté algunos trozos para que me admitieran en los círculos más próximos a las intimidades de la vida. La ciencia llegó allí, se paró: fueron necesarios cuchillos. Ya disequé un montón: la lama cortó por donde la cabeza debía comprender, dividí los menudos para estar contento. Adelanto que no hay bicho que yo entienda. Cuanto más grande el ojo, más denso se vuelve, el oso hormiguero se hormigueriza del todo: queriendo captar su verdad en un abrir y cerrar de ojos y en un cambiar de lente, pescar en el aire. Pero quizá no valga la pena. Ninguno vale un cuadrado, un círculo, un cero. ¿Y a mí que me importa? De aquí a lo infinitamente grande o a lo infinitamente chico la distancia es la misma, tanto da, poco importa. Canta la máquina-pájaro, pasta la máquina-tapir: caza la máquina-bicho. No soy máquina, no soy bicho, soy René Descartes, por la gracia de Dios. Al enterarme de esto me vuelvo entero. Fui yo el que fabricó esta selva: salgan de ella puentes, fuentes y mejoras, periplos de indios bravos o aldehuelas de Baviera. ¡Expendo Pensamientos y extiendo la Extensión! Pretendo una Extensión pura, sin la escoria de vuestros corazones, sin el menstruo de esos monstruos, sin las heces de esas reses, sin la brutalidad de esas tesis, sin la bosta de esas bestias. ¡Abajo las metamorfosis de esos bichos, camaleones robando el color de la piedra! Polvos en seco: en el huevo, ¿quién encontró primero al otro, un ala parecida a un gajo o un tirón en busca de agasajo? No saben qué hacer de sí mismos, los insectos toman la forma de la hoja: ¿Y la forma? ¡Cosas de la vida! ¡Venid a mí, geometrías, figuras perfectas, Platón, abre el corral de arquetipos y prototipos; Formas geométricas, embestid con vuestras aristas únicas, ángulos imposibles, filos invisibles a simple vista, contra lo bestial de estas bestias, sus barbillas barbudas, cuerpos retorcidos, picos difíciles de explicar, cifras embarazadas de mutaciones, ojos de rodaja de cebolla! ¡Venid, círculos contra los osos hormigueros, cuadrados en lugar de tucanes, losanges en vez de tatús, bienvenidos! ¡Mi ingenio contra esos ingenios! ¡La sed que se suma a la fe que hambrea! Me falta realidad. Ahí cabalga la pereza más parecida a mí, pero no vence a la arcilla humana, que sabe decir no? Desde los años más verdes, me tentaron el eclipse y la economía de los esquemas. Eximio, con la mayor habilidad para 316 manejar ausencias, busqué apoyo en los últimos reductos del cero. Fue la época en que más prestigié el, silencio, el ayuno y el no. La geometría. El casi no pensar. El cuadrado es casi nada. Un círculo prácticamente falta, traza una línea al borde del ocio: pensar un problema de geometría es desviar de un vuelo sin decir Pío. Para el geómetra, el ser se reduce a la mínima nada. ¿Quién soy yo para alterarlo? Esa araña geometriza sus caprichos en la Idea de esa tela: enmarañada la fábrica de líneas y está esperando que le caiga a ciegas un bicho: ahí trabaja, ahí cela, ahí descansa. Anda por el aire, se sustenta del éter, obra a partir de la nada: no vacila, no duda, no erra. Organiza el vacío por delante, palpa, papa y palpita, resplandece en la nada donde se engasta y se agarra de la alhaja en que pena, desierto de rectas donde la geometría no corre riesgos pero es cagada. Esa desolación del verde en este desierto atiborrado se está nutriendo de mis hechos de armas y pensamientos. ¿Sabes con quién estás hablando? Cultivé mi ser, me hice de a poco: me constituí. Las letras me alimentaron desde la infancia, mamé en los compendios y me abrevé en las nociones de las naciones. Consulté índices y comparé episodios. Desaté el nudo de las actas, manoseé manuales y saqueé tomos. Ojo nocturno y diurno, empalmé las letras formando calles: tropecé en las comas, caí en el abismo de las reticencias, yací en las cárceles de los paréntesis, hice rodar las piedras de molino de las mayúsculas, adelgacé el nudo gordiano de los signos de interrogación, el florete de las exclamaciones me traspasó, encallecí la mano hidalga pasando páginas. Por descifrar enigmas fui un Edipo: por hacer rodar cogitaciones un Sísifo: por multiplicar hojas en el aire un otoño. Entré en guerras y en tolderías: asiduo en el atrio de las basílicas, crucé mares, me encaramé al palo de los navíos, sobre el mármol de los palacios y la cabeza de las cobras. me quedo con Parménides, fluyo con Heráclito, trasciendo con Platón, disfruto con Epicuro, me privo estoicamente, dudo con Pirro y creo en Tertuliano, porque es más absurdo. Linterna en mano golpeé a la puerta de los volúmenes, mendigándoles un sentido. Y en la noche oscura de las bibliotecas me iluminaba el cielo la luz de los asteriscos. Maté uno a uno los bichos de la biblia. Me dixit magister quod ipsi magistri dixerunt: Thyphus degli Odassi, Whilem Van der Overthuisen, Bassano di Mione, Ercole Bolognetti, Constantin Huyghens, Bernardino Baldi, Cosmas Indicopleustes, Robert Grosseteste et ceten. Estoy en el latín como esos bichos en casa de fieras, golpeo la cabeza contra las paredes, camino de muro a muro, sumando millas. Diviso. Me senté a la mesa de los notables, acompañé a varones 317 insignes, así soy yo, nacido y hecho. Un hombre hecho de armas y de pensamientos. Mis virtudes, coartadas, inmunidades y potencias: la náutica, la cinegética, la haliéutica, la poliorcética, la patrística, la didascalia, el pancracio, la exégesis, la heurística, la ascesis, la óptica, la cábala, la bucólica, la casuística, la propedéutica, fábulas, apoteosis, partenogénesis, exorcismos, soliloquios, panaceas, metempsicosis jeroglíficos, palimpsestos, incunables, laberintos, bestiarios y fenómenos. Me curvé con ceremonia ante reyes y damas. La piedra de los templos me hirió en la rodilla derecha, horas mías en el oro de relojes perfectos. Me incliné sobre libros a ver pasar ríos de palabras. Todos los ramos del saber me cautivaron, sebastián flechado por las dudas de los autores. Navegué con fortuna entre la higiene y el bautismo, entre el catecismo y el escepticismo, la idolatría y la iconoclastia, el eclecticismo y el fanatismo, el pelagianismo y el quietismo, el heroísmo y el egoísmo la apatía y el nerviosismo y emergí incólume frente al sol naciente de la buena doctrina, entre el precipicio y su borde. Sin haber renunciado aún a los brincos en que la infancia consume sus días, me di al florete, los juegos de espada me absorbieron del todo. Extenué a maestros duchos en tal arte. Mi pensamiento afilaba láminas día y noche, trabajaba posturas y estocadas, desgarrado en una maraña de espadines, un florete recogió las flores del aire. Habité aposentos diversos del palacio de la espada. El primer florete esgrimido exhibe el peso de todas las confusiones, el onus de un huevo, estertores de bicho y una lógica que adivinan cinco dedos. En los florilegios de las posturas de las primeras prácticas, Vuestra Merced es bueno. La espada se da, la mano florece naturalmente en florete, primavera a flor de piel. Pero de repente el florete vira y te muerde la mano. Nada más incierto; Vuestra Merced se pierde en un laberinto de posiciones, tajos, punzadas, deposiciones, puntos y formas. A partir de ahí lo menos que puede suceder es que uno se dé vuelta y arroje lejos el florete: se abre un abismo entre la mano y la espada. Sin embargo hay que mantenerse firme. Muchos se echan atrás, pocos perseveran. Vencido este lance comienza la verdadera práctica. Es la segunda morada del palacio: muchos trabajos, poco consuelo. Pero entonces el florete ya es un instrumento. Largo, se prolonga. Un día, lejos de la espada, la mano se contorsiona al comprender y toca la primera punta del filo, la Lógica. Vuestra Merced ya es de la casa, admitido a la cuarta morada. La conversación con el estilete ya es sin reservas. Lo característico de esta morada es el menguado pensar: una geometría de mínimo discurso. La mano sostiene la espada como si fuera un huevo, dedos 318 tan flojos que no lo quiebren y tan firmes que no caiga. De que Vuestra Merced y la espada contemplan el mismo destino, usted se entera: entero está ahora. Aquí se multiplican los corredores, ¿quod vitae sectabor iter? Al no pensar en mi persona elegí mal: di en pensar que yo era una espada sin entender que precisaba de ella. Las luces del entendimiento parpadeaban. Pero el remedio para mis males no estaba lejos. Redacté el tratado de esgrima en que expuse los resultados de mi industria. Pero al escribir, dejé de entenderme a mí mismo en aquella artimaña. Entonces, ya que me encontraba en edad del servicio militar, puse mi espada al servicio de los príncipes gemelos, y de los Heeren XIX* de la Compañía de las Indias. Pero arrojé los floretes para empuñar la pluma. Porfían discretos: si la flor o la pluma nos autorizan mejor a las eternidades de la memoria. Hoy ya no florecen en mi mano. Hice números con el cuerpo y fue esgrima, números con las cosas y fue ciencia, números con el verbo y fue poesía. Anclé la cabeza llena de humo en el mar de este mundo de humos donde moriré de tanto mirar. ¿Jugar duele? Aunque los charlatanes se batan acalorados, hoy en día ya no existe la guerra, que así mal llamo a esas prestaciones de mercenarios cuya bravura se compra por diez centavos y vale diez centavos. Ni a ese conjunto cada vez más mayor de gente que, venciendo combates más por el número que por el denuedo o los altos compromisos, llamaré guerrero. ¿Acaso ese concurso de cañonazos no borró el dibujo de los blasones, insignias y divisas en un báratro de estrépitos donde se confunden las personas, las cualidades y los estados? Me alegra recordar un caso digno de ser recordado para que la pluma y la tinta lo libren de los azares de la memoria en un sitio más seguro: en una carta. Buen combate combatí en Hungría, en los tumultos de la sucesión del Palatinado. Un cuerpo de hidalgos, todos del mayor mérito y más alto nacimiento, topó con nosotros al comienzo de una planicie magiar. Por nuestra parte, CCCXIII, todos de pro. Mediríamos nuestras armas, estipulado el uso sólo de blancas. Ahí se hicieron primores de proezas. Mucho escribí desde entonces, y si por mucha pluma naciese un pájaro ya hace tiempo habría volado de mi mano derecha. Si las letras del escrito marchitan las flores vivas del pensamiento, el alfabeto lapida los estertores de las aristas de los sentidos: el arte gráfico cristaliza el manuscrito en arquitectura de signos, pensamiento en superficie mensurable, raciocinio ponderado, muriendo gradualmente desde los esplendores agónicos del pensar vivo hasta las obras completas. Máquinas he visto increíbles: espejo ustator, la eolipila de Athanasius Kircher. La luz de los cirios y candelas es captada por un cono e 319 incide en un círculo de vidrio con diseños a manera de zodíaco mientras el haz despliega una imagen sobre una pared blanca: el Padre Athanasius acciona una rueda para dar vida al movimiento, las almas agitan sus brazos frenéticos entre las llamas del infierno o los elegidos giran en torno al Padre - la linterna mágica introduce las sombras de la caverna platónica. ¿Qué decir del artefacto de un llamado Pascal, cuya sola mención es maravilla y pasmo de las gentes? A pedido de la Academia de Ciencias manejé una y otra vez el laberinto de piezas y menudencias que apretadas con los dedos calculan con todos los rigores del escrutinio: experimenté su eficacia un día entero y no se equivocó ni siquiera una vez. ¡Tiempos bizarros éstos en que una máquina poco mayor que una caja de música ejerce las operaciones del entendimiento humano! El reloj de Lanfranco Fontana es uno de los logros máximos de los intelectos de esta época que construye quimeras: no contento con mostrar y dar las horas, acusa el movimiento de los planetas y adivina eclipses. Lidié con la obstinación de la aguja magnética que persigue el meridiano hacia el Norte. Otras cosas callo, de las variadas que temo un día nos cerquen, para no alarmar al mundo. Considerando este cuerpo como una máquina, Leonardo, aquél ingenio tan agudo y artífice sutilísimo, ¿no compuso acaso un autómata semoviente a la manera de los humanos? Vendrá el día en que se erijan altares a un dios-máquina: Dios, la máquina de una sola pieza. Estos monstruos hacen cualquier cosa con las máquinas de que hablo: ¿cuál es el propósito de estas retorcidas arquitecturas? ¿Provocar pasmo maravilla, o risa? El perdido busca a una persona perdida años atrás; ¿va a encontrarla? ¿Cómo era el nombre de aquel río del que decían horrores acerca de la amnesia que producía a la hora en que se bebía su agua? No me acuerdo ¿de veras? ¡Qué bien, mamá, mira, soy huérfano! Lo que desaparece no se enmohece. Dejo atrás un ser perfecto al desafiar de frente estos bichos: repto. No cambio mis engendros por ningún oro del mundo: los dejo en un letargo analgésico raramente interrumpido por accesos de furia asesina. Saltan desde las columnas de Hércules a las colinas de miércoles, ¡sólo por encontrar dónde nacen las espirales! Aquí ningún procedimiento es despreciable.


  Fragmento de Catatau, traducción de Roberto Echavarren. 

 

  Medusario. Muestra de Poesía Latinoamericana, FCE, 1996. 

 

sábado, 10 de agosto de 2024

El viejo león y natalia en coyoacán


 


Paulo Leminski

 

esta vez no va a haber nieve como en petrogrado aquel día

el cielo va a estar limpio y el sol brillando

tu durmiendo y yo soñando

 

ni casacas ni cosacos como en petrogrado aquel día

solo tú desnuda y yo como nací

yo durmiendo y tú soñando

 

no va a haber más multitudes gritando como en petrogrado 

                                                aquel día

silencio nuestros dos murmullos azules

yo y tú durmiendo y soñando

 

nunca más va a haber un día como en petogrado aquel día

nada como un día yéndose tras otro viniendo

tú y yo soñando y durmiendo


 

O velho Leon e Natália em Coyoacán


desta vez não vai ter neve como em petrogrado aquele dia

o céu vai estar limpo e o sol brilhando

você dormindo e eu sonhando

 

nem casacos nem cossacos como em petrogrado aquele dia

apenas você nua e eu como nasci

eu dormindo e você sonhando

 

não vai mais ter multidões gritando como em petrogrado 

                                              aquele dia

silêncio nós dois murmúrios azuis

eu e você dormindo e sonhando

 

nunca mais vai ter um dia como em petrogrado aquele dia

nada como um dia indo atrás de outro vindo

você e eu sonhando e dormindo



miércoles, 7 de agosto de 2024

Ideolágrimas

 

Paulo Leminski

 

 

    el agua que me llama

en mi desagua

    la llama que me amarga 

 

a água que me chama

em mim deságua

    a chama que me mágua

 

                             ***

dos hojas en la sandalia

 

el otoño

también quiere andar

 


duas folhas na sandália

 

o outono

também quer andar

 

                             ***

     la estrella candente

me cayó aún caliente

    en la palma de la mano

 


    a estrela cadente

me caiu ainda quente

    na palma da mão

 

                             ***

    nada me disuade

todavía voy a ser

    el padre de los hermanos Karamazov

 


    nada me demove

ainda vou ser

    o pai dos irmãos Karamazov

 

                             ***

en el espejo

                      de un vistazo

el color del sueño

                                de ayer

 


no espelho

                     de relance

a cor do sonho

                            de ontem

 

                             ***

    roba la flor

al crepúsculo color fruta

    pájaro tecnicolor

 


    furta a flor

ao crepúsculo cor de fruta

    pássaro tecnicólor

 

                             ***

 

    la lluvia es rala

crezcan con fuerza

    lenguas de vaca

 

    a chuva é fraca

cresçan com força

    línguas-de-vaca

 


                             ***

 

           las cosas están negras

 

           una lluvia de estrellas

           deja en el papel

           esta charca de letras

 

 

          as coisas estão pretas

 

          uma chuva de estrelas

          deixa no papel

          esta poça de letras