Por los campos de Cuba galopaba, acero en mano, quizás sobre el mismo caballo cuyo esqueleto aparece en esta página, el General Máximo Gómez. Fue tal vez el “babieca” que trotó triunfante bajo la carga gloriosa del Cid de la manigua cubana en las batallas de Contramaestre, Naranjo, las Guásimas, y por la trocha de Júcaro a Morón. Fue, quizás el Pegaso que años después en la Guerra de Independencia abrió bajo sus cascos al lado de corcel de Antonio Maceo la ruta vencedora de la invasión y proclamó en gloriosos relinchos las victorias de Maltiempo y Coliseo. Fue tal vez el terrible Centauro -el caballo unido al hombre y el hombre unido al caballo- que bajo su indómito trepidar sacudió el suelo cubano hasta hacerlo independiente.
Diario de la Marina, 3 de agosto 1930.
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