sábado, 22 de febrero de 2020

Un operación exitosa




 Serafina N., edad 18 años, estatura regular, temperamento linfático nervioso, dedicada al campo y á los egercicios domésticos, entró en el hospital de San Francisco de Paula de la ciudad de la Habana á fines de Agosto de 1842, con un tumor que ocupaba toda la parte lateral izquierda de la cara, cubierto por los tegumentos comunes que se encontraban muy distendidos aunque sanos, cubriendo como el volúmen de una naranja de china regular que llenaba toda la boca, y visto de lado se presentaba y prolongaba hácia fuera como una pulgada más que el lábio superior. 
 De frente tenia cerca de tres pulgadas de diámetro con su correspondiente circunferencia, cuya superficie exterior estaba ulcerada, y se veian en ella tres dientes incisivos. El tumor se adelantaba hacia el lado derecho, circuns cribiéndose en la parte del borde alveolar que contiene el diente canino derecho, y se extendía desde esta parte ocupando la bóveda palatina hasta la posterior del lado izquierdo, dejando solamente lugar para las dos últimas muelas que se hallaban firmes y sanas; en la bóveda palatina solo dejaba libre en ese mismo lado el hueso palatino y una pequeña porcion de maxilar con quien se articula. Por la parte superior se alojaba debajo del pómulo, y cuatro lineas más abajo de la órbita dirigiéndose a la nariz, se prolongaba extraordinariamente afuera, arrollándola hácia el lado derecho, y hácia arriba, todo lo cual daba un aspecto desagradable y horroroso, segun representan las láminas que al efecto se acompañan, y para que con su exámen sea exacta la idea que se forma del estado patológico que describo. 
 El tumor era duro, parte encarnado subido, y otra del color natural de la mucosa bucal que lo revestia, serpenteado por multitud de vasillos en estado de dilatacion y algunos varicosos; aunque se comprimiese no cedía, era soportable el dolor y nada fluía por la porcion ulcerada, que era solamente como va dicho en la parte externa ó saliente del tumor; las glándulas amigdalas y del cuello permanecían en su estado normal, como tambien la lengua y demás partes vecinas; la masticacion era muy trabajosa, y el habla apénas inteligible.
 Buscando la causa, progreso y demás circunstancias relativas á su aparicion y desarrollo, manifestó únicamente que habia dos años que un buey le dió una patada sobre la mejilla, lo que sin duda le fracturó el maxilar superior, sin que pudiese obtenerse ningun otro pormenor ó antecedente. 
 En vista del tiempo transcurrido, los síntomas objetivos que se observaban, y la visible lesion orgánica, no dudé clasificarlo de un tumor escirroso y probablemente un osteo-sarcoma del seno maxilar. Con esto era conocida la imposibilidad de conseguir su curacion por medios higiénicos farmacológicos y comunes, y que solo su extirpacion, en la que habia de llevarse la mayor parte del maxilar superior, sería capaz aunque con algun riesgo de libertar la vida de la enferma. Se citó á consulta, para deliberar con más acierto, á los profesores Gutierrez, Castro, Jorrin, Bodman, Pinelo y A. Valdés, de cuya consulta, y despues de las varias reflexiones que se hicieron sobre la naturaleza del tumor, que algunos sospechaban fungoso, aneurismático, y de haberse propuesto ligar la carótida ántes de su extirpacion; la mayoría de los concurrentes opinó que muy bien podia practicarse sin que precediese semejante ligadura; pues seria difícil contener la hemorragia que se presentára durante la operacion, conviniéndose unánimemente en la absoluta necesidad de emprenderla; pues de lo contrario la muerte de la enferma era inevitable.
 Determinado el dia y preparada la enferma como igualmente todo el aparato necesario, procedí delante de un considerable número de profesores y alumnos de la escuela de medicina, del modo siguiente:
 Sentada la enferma en una silla firme y cómoda, con la luz necesaria, atada por brazos y piernas para mayor seguridad, y recostada la cabeza firmemente sobre el pecho de un ayudante, comencé por hacer una incision que dividió todo el espesor de los tegumentos y músculos de la cara desde el puente zigomático hasta la comisura de los lábios en forma de línea curva, desviada dicha incision una pulgada desde el pequeño ángulo del ojo, precisamente entre el espacio que hay entre este y la oreja; se presentaron tres arterias que fueron ligadas por el Dr. Gutierrez. Seguí disecando el carrillo hasta la órbita y hacia adelante para poner de manifiesto el tumor; se levantó la nariz para arriba separándola del borde alveolar, y despues todo el colgajo en la extension suficiente; se aserró la parte inferior del pómulo en línea horizontal con la gurbia y el martillo, dividí la apófisis montante del maxilar en su union con los cuadrados de la nariz y cerca del lengüis. En seguida se extrajo el colmillo del lado derecho, se dividió la ternilla de la nariz y el vómer con unas tigeras bien cortantes, y con las de Lixton de un solo corte se fracturó el arco alveolar hasta las fosas nasales.
 Despues el Dr. Gutierrez con las mismas tijeras puestas ante la penúltima muela, cortó de un golpe hasta el seno maxilar; en seguida fué dividida la bóveda palatina con una fuerte cuchilla en forma de hoz cortando en la union de los palatinos y parte media, y se vino dividiendo de dentro á fuera. Circunscrito y movible ya el tumor con muy poca fuerza fué desprendido en su totalidad dejando solamente muchas porciones de naturaleza lardacea adheridas á toda la cara interna y posterior de la cueva de Higmoro (seno maxilar); y cornetes izquierdos de la nariz; sus degeneraciones fueron todas separadas, rasgando la mayor parte de ellas, ya con los dedos, ya con elevadores cuyo proceder obligó á extraer las dos últimas muelas que se habian dejado, pues la parte alveolar donde estaban, contenian tambien tejidos alterados. Contúvose por la torsion las hemorragias arteriales que se presentaron, con lo cual, y las lociones de agua fria que continuamente se hacían se restañó la sangre sin necesidad de los cauterios actuales que se tenian preparados. Concluido que fué este procedimiento, se esperó un rato para que los facultativos asistentes viesen y ratificasen si quedaba resto de la enfermedad, como tambien para observar si la hemorràgia estaba bien contenida. En efecto, lo estaba. Se bajó el colgajo, se dieron tres suturas ensortijadas y una entrecortada ayudadas con tiras de esparadrapo; se pusieron hilas secas en la parte interna, y un lienzo picado y untado con cerato, planchuelas, cabezales y vendaje adecuados; y traslladada la enferma á su cama, se le dispuso una bebida ligeramente anodina, y agua tibia con azúcar por único alimento.  
 Al tercer día se presentó fiebre con un ligero estado comatoso, mucho tialismo con fetidez y dolores en toda la cara. Prescripcion: se suspendió la bebida anodina; pediluvios tibios; sinapismos y agua con azúcar por único remedio y alimento; siguió en el mismo estado hasta el quinto dia en que sobrevinieron diarreas, al parecer de la mucha agua que bebía; se le recetó un cocimiento blanco gomoso opiado, y agua de pan quemado en pequeñas porciones cada cuatro horas. Se levantó el aparato por primera ocasion, y las heridas presentaban buen aspecto. La interna se lavó con un cocimiento de cebada, miel rosada y un poco de vinagre, cubriéndose en seguida con hilas finas secas; la exterior fué curada con un lienzo picado y untado ligeramente con cerato. Al sexto, dia se encontraba la enferma limpia de fiebre y despejado el cerebro. Al noveno se le quitaron dos alfileres de la sutura. Al décimo quinto estaba perfectamente unida la herida exterior sin haberse caido las tres ligaduras de las arterias; se le quitaron todos los puntos de sutura y se curó con hilas secas.

 "Resección de la mayor parte del maxilar superior con un tumor escirroso desarrollado en su seno", Repertorio Médico Habanero, 16 de febrero de 1843. Reproducido parcialmente en Eduardo Plá, “Apuntes para la Historia de la Cirugía en Cuba”, El Anfiteatro Anatómico Español, núms. 46 y 47, diciembre de 1874; y, en totalidad, en "Apuntes para la historia de la Cirugía en la Habana", por el Dr. Justino Valdés Castro, Crónica Médico Quirúrgica, T.2, 1876, pp. 15, 69, 169, 277, 409, 447 y 618. 

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