martes, 17 de abril de 2018

La Habana vista desde la Loma de Guanabacoa




 José Silverío Jorrín

 ¡Cuán bella luces, opulenta Habana,
desde la árida cumbre de esta loma!
¡Cómo se tiñe el sol ahora que asoma
con el vivo arrebol de la mañana!
¡Con qué fidelidad su faz retrata
el azulado mar en sus espejos,
y cómo la bahía allá a lo lejos
cinta semeja de nevada plata!
En derredor, cual guardias avanzadas
a las nubes levantan sus cabezas
gigantescas e inmobles fortalezas
de almenas y cañones coronadas.
Y allá do los remotos horizontes
a los cielos alcanzan soberanos.
En verde rueda asidos de las manos
Veo reír tus palmas y tus montes.
A tu frente y en son de cortesanas
Mil apiñadas naves tu pie besan,
Y mástil y cordajes empavesan
Con banderas y flámulas galanas.
Por tus calles se agita sin aliento
El genio mercantil con sus riquezas,
Y aposentan tus lares más bellezas
Que granos de oro el mejicano asiento.

 Tanta grandeza mi ánimo avasalla
Pues cien torres y aun más al cielo vuelves
Y por orla del manto en que te envuelves
Tienes de piedra altísima muralla.
Si su luz por la tarde el sol recoge
En pliegues de vivísimas centellas,
Luego el ropaje lúcido de estrellas
La negra noche sobre ti descoge;
Y la voz musical de tus campanas
Canta su adiós al moribundo día,
Y después en confusa simetría
Con miles de faroles te engalanas.
Entonces un navío me pareces
Morada del placer y la opulencia,
Y el mar con su fugaz fosforescencia
Es el lago de fuego en que te meces.
Los vivas del teatro y sus orquestas
Tu oído llenan de olas de armonía,
Hasta que el sueño nubla tu alegría
Y satisfecha ya por fin te acuestas.
Imponente coloso que a la sombra
Duermes en paz cual virgen inocente,
¿No temes, di, que despertarte intente
Un enemigo que mi voz no nombra?
  

 Fragmentos... La Siempreviva, Vol. 1, La Habana, 1838, pp. 191 y ss. 

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