Argeliers León
Un libro de Lydia Cabrera, y con
este nombre concluirían ya todos los comentarios, pero para poder armar unas
impresiones de su lectura, comenzaremos por las notas bibliográficas más
objetivas. El Monte es el título de este libro, con más de
quinientas páginas de profundos conocimientos de lo cubano. Cuidadosa
presentación del impresor Burgay, quien lo ha hecho para las Ediciones CR; que
entran ahora en sus primeras publicaciones.
Leí el libro una vez, pero lo
volví a leer desde ese párrafo donde culmina. "Ucano mambré",
recuerdo que dice, evoca la relación del "ecué" que saltó, allá en un
África legendaria, de la tinaja a sus pies; sus raíces se alimentaron por el
misterio de la sangre de Sikán, y los ritos de iniciación son presididos por su
esbelto tronco. Es la palma real en los ritos "abakuás", el árbol que
domina en el monte, donde se sienta Changó, el que sirve de urdimbre para
múltiples tramas de los misterios del negro, y es el mismo árbol que figura en
nuestro Escudo Nacional. Desde este párrafo que aparece en la página 287, hasta
el comienzo del libro, se nos da el mundo de creencias que ha crecido junto con
toda la vegetación que hay en el monte.
De esta página 287 hasta concluir
su texto, Lydia Cabrera nos da el árbol convertido en instrumento del complejo
mundo mítico que tan profundamente ha penetrado en Cuba. La "smilax
havanensis", "Jacq" es propiedad de Changó, según unos creyentes
y de Orishaoco para otros, embravece al orisha, quien la requiere para muchos
trabajos, le sirve para purificar la sangre, curar el reumatismo, la sífilis,
los nervios y aliviar el ahogo: es la yerba zarzaparrilla. Así nos ofrece el
libro un estudio de más de trescientas plantas que intervienen en las magias de
los ritos que nos llegaron del África, junto con todo un mundo de maneras
propias de ser que se han diluído en nuestra población.
"El peso de la influencia
africana en la misma población que se tiene por blanca, es incalculable, aunque
a simple vista no puede apreciarse [...] esta influencia, es hoy más evidente
que en los días de la colonia [...] y no se manifiesta exclusivamente en la
coloración de la piel".
Con el estudio de tal cantidad de
ejemplares que se dan en la flora cubana, parece que Lydia Cabrera siguió los
consejos que le dio un descendiente de los congos musunde,
"... aprenda, aprenda a
conocer la nkunia, los mufitoto, los troncos, las raíces, bukele nkunia, todo
nfita nkanda vititi. No desprecie ninguna, que todas nacen con su gracia y su
misterio de munganga y todas le servirán. Para bueno y para malo. Para bien de
su cuerpo y de su prójimo si de verdad, verdad, no quiere hacerle daño".
Me parece que Lydia puede manejar
ya algunas plantas sin la objetividad científica de su tarjetero...
El Monte es un libro
de gran valor documental, en el que la autora ha hilvanado valiosas referencias
de sus informadores en una gran unidad. Tómense los capítulos VII al X, más de
cien páginas conteniendo una serie de informaciones en conexión con la ceiba y
la palma y en ellos la autora logra, a plenitud, sus propósitos de no pasarlos
por el "filtro peligroso de la interpretación", y va más allá, a
darnos los datos documentales que transcribe, en toda su funcionalidad.
La ordenación de sus datos y la
cuidadosa referencia a cada una de las "reglas" a que corresponden,
hace que este libro tenga una gran significación para el estudio comparativo de
los hechos de nuestra etnografía a la luz de los diferentes ritos africanos
importados a Cuba, como los diferentes grupos bantús, ararás, dahomeyanos,
gangás, lucumís y otros, así como los múltiples fenómenos de sincretismo entre
estas "reglas" y que se han convertido, a virtud de un proceso de
recreación, en órdenes de manifestación del espíritu, y compartiendo con la
serie de transformaciones del catolicismo que se operan en el hombre común.
Varias veces recurre Lydia Cabrera a enfrentar una serie de datos de los cuales
se desprende fácilmente este fenómeno de recreación. En este sentido logra en
el libro el propósito de ser fuente y no represa de río. "Ignorando las
lenguas yoruba y bantú que tantos se precian de hablar deliberadamente sin
diccionarios ni obras de consulta", reproduce la serie de variantes que ha
recolectado, lo que llena plenamente la función de fuente, pues el estudio
comparativo de las variantes es uno de los recursos metodológicos de la ciencia
del folklore.
Al final del libro aparecen
reproducciones fotográficas de tipos humanos, de objetos rituales, del tambor
ecué y de varios aspectos ceremoniales; fotografías que debe a varios
colaboradores, altamente ejemplificativas y ordenadas cuidadosamente.
Muy importante es la de la cabeza
de un iniciado en la regla lucumí, que reproduce a todo color con sus rayados
simbólicos.
Lydia Cabrera da al conocimiento
de nuestro pueblo uno de los resultados de sus acuciosas investigaciones, y nos
promete tres volúmenes más, con los cuales continuará tan valiosos aportes.
Nuestro Tiempo, 2 (7): 15-16, sep.,
1955.
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