viernes, 24 de enero de 2020

Xavier Villaurrutia en páginas cubanas

 

  Pedro Marqués de Armas 

 Al igual que la maleta del Conde Kostia para Casal y otros escritores cubanos fin de siècle, así de útil fue la maleta mexicana que trajo a Cuba en 1926 José Antonio Fernández de Castro. Entre los muchos libros que contenía y que pasaron de mano en mano entre los minoristas, había obras de autores apenas conocidos en la isla, como Salvador Novo y José Gorostiza, Maples Arce y List Arzubide, entre otros.
 Para Mañach fue tal el descubrimiento, que escribió una reseña sobre el suceso al tiempo que se adentraba en los ensayos de Novo que le deslumbrarían de manera especial. Cuando se refería a Villaurrutia y Novo solía decir el poeta y el ensayista.
 Tales libros –y seguramente algunas revistas– sirvieron a Fernández de Castro para divulgar a los mexicanos en su Suplemento del Diario de la Marina, donde, por cierto, el Conde del Rivero proveyó todas las facilidades. No solo aparecieron autores de Hispanoamérica, sino también franceses, soviéticos y húngaros, sin importarle al periódico que la mayoría de esos escritores –al menos así fue del 27 al 30– eran de izquierda cuando no, como su promotor, consumados comunistas. 
 No todos, desde luego. Pero lo cierto es que buena dosis de bolchevismo impregnó el espacio dedicado a la cultura, no dominando, sin embargo, sobre la amplia circulación literaria y artística en las páginas del tan denostado periódico.
 Xavier Villaurrutia fue uno de los poetas mexicanos que más estrecha relación mantuvo con los del patio entre finales de los veinte y la década siguiente. Ejemplo, sus vínculos con el propio Fernández de Castro, pero también con Juan Marinello, Graciella Garbalosa y Jorge Mañach. Carpentier lo conoce durante su viaje a México en junio de 1926, en una “tamalada en su honor” celebrada en la casa de Diego Rivera. Asisten, además de Villaurrutia, Novo, Gorostiza, Covarrubias, el Dr. Atl, y, entre otros, la poeta María del Mar y el músico Tata Nacho.
 En septiembre de ese año será Fernández de Castro quién lo conozca, cargando con la susodicha maleta. Va a ser Villaurrutia uno de los primeros autores que el promotor habanero divulgará en la sección Poetas de Ahora del recién reestructurado magazine, apareciendo allí una decena de poemas junto a la siguiente presentación:
 “El poeta mexicano pertenece a la generación posterior a la del último gran lírico de la república hermana: Ramón López Velarde. Villaurrutia no cuenta más que veinte años escasos, y no ha sido sino muy recientemente que publicara su único libro Reflejos del que reproducimos aquí algunos poemas. Anteriormente había impreso una conferencia sobre la poesía de los jóvenes en México donde examina la labor de los más puros líricos mexicanos hasta llegar a la hora presente. Integra Villaurrutia en unión de Novo, Gorostiza, Pellicer, González Rojo, y Ortiz Montellano, un grupo de escritores novísimos de una cultura disciplinada extraordinaria que desde muy temprano ofrecen en su producción caracteres propios de espíritus bien logrados y maduros. En la labor de cualquiera de los renombrados se aprecia en primera lectura una refinada sensación de cultura intelectual pareja con la forma nueva de sugerente elegancia. El retrato que aparece en esta página se debe al lápiz de Agustín Lazo, joven pintor mexicano”. ("Poetas de Ahora", Diario de la Marina, 27 de marzo de 1927).
 En el número homenaje que el Suplemento dedicará meses más tarde a la cultura y literatura mexicanas, aparecen de nuevo poemas suyos, en un dossier organizado y presentado por Pedro de Toledo (es decir, Fernández de Castro), una de cuyas referencias era el ensayo “La poesía de los jóvenes en México”. (“Poesía de la Hora en México. Breve noticia acerca de los poetas mexicanos de hoy”, Diario de la Marina, 18 septiembre de 1927). 
 Signo del trato “con los cubanos” es la carta que Villaurrutia remite para presentar a Eduardo Luquín, quien pasaría por La Habana ese verano, y que venía acompañada de un dibujo de Luquín realizado por el propio Villaurrutia. (“Contemporáneo Luquín”, Diario de la Marina, 5 de junio de 1927).
 A lo largo de aquel año tan fértil para la vanguardia en Cuba, varios periódicos anuncian entre las adquisiciones que llegan a las librerías habaneras, el poemario Reflejos, publicado por la Editorial Cvltura en 1926. 
 El libro de Villaurrutia va ser reseñado por Mañach, quien, tras su lectura, escribió al mexicano sobre las “horas exquisitamente difíciles” que dedicó a sus poemas. Mañach calificaría sus poemas de “adjetivos”, apreciando en ellos una relación particular con el “afuera”: la de ser “dobles de las cosas” pero sin ceder jamás ante lo plástico, salvo “a condición de trocar enseguida su visión en pirueta de melancólico humorismo”. Una apreciación ajustada, la del humor irónico -un tanto lúgubre- que Villaurrutia apenas comenzaba a perfilar. (Revista de Avance, núm. 10., 30 de agosto 1927).
 La reseña de Reflejos precedería a la carta que el poeta envió a Mañach (y que este “viola” haciendo público el contenido), en la que criticaba un artículo de Roa sobre Martí, e incluso, al propio Martí. Pero en esa carta, casi un compendio de la poética de Ulises, lo significativo era el elogio que Villaurrutia hacía de la orientación de Avance, en particular, su apuesta por la traducción de autores ingleses y norteamericanos. De ahí el guiño al trabajo sobre Francisco José Castellanos, figura que algunos avancistas -no solo Mañach- intentaron erigir en ídolo de su generación, alrededor del volumen póstumo Ensayos y Diálogos. El mito no germinó. Sobrio ensayista “a la inglesa” y traductor pionero de Stevenson, Dunsany y Edith Wharton, entre otros, Castellanos era conocido en México, donde publicó algunas de sus traducciones, y a Villaurrutia debió resultarle sumamente atractivo.  
 Planea en todo esto el magisterio de Pedro Henríquez Ureña y, sin dudas, el de Alfonso Reyes. El primero conecta a no pocos poetas/traductores -Salomón de la Selva, Brull, Novo, etc.-, no solo entre sí, sino con la poesía norteamericana, al tiempo que intenta ligar a los “pequeños grupos” literarios de Nueva York, México y La Habana, quedando el malogrado Castellanos como especie de precursor de la asimilación anglosajona.  
 No muchos años después de aquella carta Villaurrutia reconocerá, vía Reyes, la grandeza de Martí. Su amistad con Mañach se mantendrá viva en el tiempo, como puede apreciarse en los diarios del primero. 
 En enero de 1928 apareció en Avance un capítulo inédito de Dama de Corazones, y en noviembre, en el número-homenaje a México que lanza ahora dicha publicación, saldrá otro capítulo y una reseña de la novela salida también de su pluma (de la de Mañach). (Dama de corazones, por Xavier Villaurrutia, México, Ediciones Ulises, 1928”, Revista de Avance, Año 2, T.3, núm. 28, 15 de nov. 1928, 301-11).
 Mañach aprecia la trama en sí misma, descarta todo psicologismo, ensalza el trabajo con el lenguaje y atisba la influencia de Gide y Proust. 
 En carta que le envía más tarde y que reproduce parcialmente en su diario ("Variedad"), Villaurrutia trasmite a Mañach, como intentando prevenirse de expectativas y críticas, que el suyo era solo un ejercicio narrativo y que únicamente así debía entenderse: 
 “Hasta ahora, yo mismo, en la prosa no he pretendido sino encontrar palabras adecuadas a una sensibilidad nueva en mí y fuera de mí. Eso quiso ser mi relato (Dama de corazones) no más. Y sólo cuando lo pienso como un ejercicio puedo aceptarlo y —añadiré— sólo así es justo pensar en él. Creo que uno de mis temores literarios es el de madurar antes de merecerlo… Quiero un estilo que tenga siempre mi edad, la edad que quiero tener siempre y que es, mejor que la de un joven, la de un adolescente”.
 Y añade: “Pensará usted: -¡Pero un adolescente tiene todas las edades! 
 –Precisamente.” 
 Entretanto, Revista de Avance y el Suplemento Literario reflejaron en sus páginas la labor de Ulises y luego la de Contemporáneos, sobre las que aparecieron no pocas recensiones.
 Villaurrutia también publicó poemas en El Fígaro, y luego en Social y otras publicaciones cubanas hasta finales de los años treinta.
  Se conoce al menos una reseña de “Nostalgia de la muerte”, por Luis G. Basurto (Libros de México, Diario de la Marina, 29 de noviembre 1939).
 Por último, tras su fallecimiento, Chacón y Calvo publicaría un informado artículo en el Diario de la Marina donde anuncia que las letras de América estaban de duelo y, meses más tarde, aparece en Orígenes el sentido ensayo –memoria y recorrido por su obra- del escritor mexicano Ermilo Abreu Gómez ("Xavier Villaurrutia", Orígenes, VIII, núm. 27, 1951). 


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