Duro,
fuerte. Hombre de escasas palabras. El cuerpo atlético, el pelo salpicado por
las canas discretas de los que sufren para llegar al triunfo. En este caso, un
triunfo ganado a fuerza de puños. Un triunfo silencioso. Por eso no habla. Al
aviador cubano Menéndez se le podría hacer un magnífico reportaje mudo. Se
adivina el acero, la idea entrevista y el salto a la carlinga del avión, sin
más rumbo que una voluntad decidida y un amor al peligro y a la aventura. Por
ello, nuestras preguntas están llenas de frivolidad.
—¿Edad?
—Treinta y dos años.
— ¿Casado?
—Soltero.
No es el camino. Podría hacerse su semblanza;
pero no le comprenderíamos. La alfombra del hotel que pisa es demasiado blanda.
Las palabras del periodista son demasiado tontas. Hacen falta preguntas de
hierro. Y nos dice:
—El
Gobierno de Cuba deseaba corresponder a España enviando el saludo fraternal por
medio de un aviador. Yo recogí la idea. Tracé mi itinerario. El vuelo de Barbarán
y Collar me infundió más el deseo de venir a España. Aquí estoy.
Queremos
sacudir su emoción:
-¿Qué
momento tuvo más sensación de peligro?
Imposible:
-Ninguno.
El avión respondió bien y me sentí como en mi casa. Nada de sensaciones de
peligro. El avión se maneja por medio de mandos que responden, y se llega o no
se llega. No existe la emoción del peligro.
Estas palabras nos ahogan la bonita crónica
literaria, blanda y sentimental. Otra pregunta:
-Total de recorrido...
—Ocho mil novecientas setenta y cinco millas.
Cuatro mil cuatrocientos setenta y cinco kilo metros han sido en vuelo sobre el
mar. Los restantes, sobre tierra. Mi avión era terrestre.
Ni una sílaba más. Continúa el sistema de
preguntas sin respuestas. Mala profesión la del periodista. Al fin:
—Mire usted: yo no soy poeta ni sentimental.
Sin embargo, voy a decirle una cosa que realmente me ha emocionado: el vuelo
sobre el Caribe. Realmente precioso. No conocía yo esa belleza. Emocionado.
Cuando el aviador Menéndez lo dice, la verdad
le acompaña. Porque el oficial cubano Menéndez no es hombre que pinta acuarelas
en las orillas de los lagos. Para ello es oficial de la Armada de Cuba, nuestro
país hermano. Por eso viste un traje crudo, sencillo, de mecánico. Posee muchas
cruces. En España le será impuesta la del Mérito Militar con distintivo blanco
en una recepción que mañana ha de celebrarse en el Ministerio die la Guerra.
El aviador Menéndez no trae equipaje. Nos lo ha
confesado ingenuamente al tiempo que mira sus zapatos. Ya se lo arreglarán.
¿Razón? Pues la siguiente: no se puede entrar así en la cámara presidencial, y
mañana el Sr. Menéndez, acompañado del ministro de su país en España, Sr.
Pichardo, ha de cumplimentar a Su Excelencia el Señor Presidente de República Española.
El aviador Menéndez no sabe si el regreso a su país lo hará en el avión que
le trajo. Tampoco sabe cuánto tiempo permanecerá en España. Ni siquiera si marchará
a Asturias. Todas estas preguntas las encierra en el mutismo de esta frase, que
alguien le habrá dictado al oído:
—Espero
órdenes de mi Gobierno.
Viene a continuación la etapa brillante, en que se adivinan ojos femeninos y espumeantes copas de champaña. Resumimos: su cartera de viaje viene llena de dulces fotografías. Recepciones, una estampa nueva de Sevilla y la Giralda, Cuatro Viontos lleno de personalidados en fondo azul y con los pies húmedos de la lluvia, llegada al hotel. Miradas que dicen: "Ahí va el aviador Menéndez", una misteriosa comprobación de su pericia y visitas protocolarias.
Como final, el Sr. Menéndez nos aclara:
—Soy soltero y sin compromisos.
Y el aviador Pombo, que por allí anda, puntualiza:
-Pues como quiera la Prensa, te casas.
Exacto, como le ha sucedido a él. ¿No es esto?
Cuando bajamos las escaleras del hotel nos enteramos que el valiente oficial de la Armada
cubana, Sr. Menéndez, aviador insigne, es huésped de honor de nuestro Ayimlamiento.
¡Albricias en la feliz llegada!
Como final, el Sr. Menéndez nos aclara:
—Soy soltero y sin compromisos.
Y el aviador Pombo, que por allí anda, puntualiza:
-Pues como quiera la Prensa, te casas.
Exacto, como le ha sucedido a él. ¿No es esto?
Cuando bajamos las escaleras del hotel nos enteramos que el valiente oficial de la Armada
cubana, Sr. Menéndez, aviador insigne, es huésped de honor de nuestro Ayimlamiento.
¡Albricias en la feliz llegada!
FELIPE MORALES
(Fotos Alfonso.)
(Fotos Alfonso.)
La Voz, 21 de febrero de 1936.
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