miércoles, 29 de enero de 2014

Eng y Chang. Final





 Hace pocos días entró a casa un amigo que nos hace favor de leer nuestro periódico, y antes de darnos los buenos días como Dios manda, exclamó entre colérico y aterrorizado: —Hombres ¿qué diablos ha sucedido? Parece que tienen decidido empeño en causar horribles pesadillas a los lectores, y mortificarlos de una manera atroz.

Al escucharlo dije para mis adentros: bueno va, campaña tenemos; este viene á reconvenirnos por las sangrientas novelas, ó por esos artículos quejumbrosos, que parecen escritos más bien por los adoloridos discípulos del negro romanticismo, que no por folletinistas eminentemente convencidos de que las quejas de dolor de las almas poéticas, no tienen eco en este mundo positivista y calculador.

 —Repito, continuó nuestro amigo, que no sé por qué les ha ocurrido soplarnos a cada paso esos grabados en madera, que representan monstruos pegados, a los que tengo ya una decidida aversión.

—Ja! ja!, exclamó mi compañero, que había oído estas exclamaciones sin despegar los labios. Esos monstruos son de Oajaca, amigo mío.

——Ya sé que son de Oajaca; pero eso no destruye mi observación.

 —Sí la destruye, porque ese par de pares de muchachos pegados son una curiosidad digna del estudio de los sabios, y que debe presentarse en un periódico tan ameno, tan variado y tan pintoresco como nuestro Museo, más que me esté mal en decirlo.

—Pues yo repito que no, contestó mi amigo cada vez más mohíno.

 —Vamos, exponga vd. sus razones; porque algunas y muy poderosas debe vd. tener para estar en contra de semejantes grabados y de semejantes artículos.

—Canario! si las tengo.

 —Y eso que todavía tenemos reservado para este cuarto tomo un chivito doble, es decir, un chivito también nacido en Oajaca, con dos cabezas.

 —El diablo cargue con el chivito doble.

 —Y eso, prosiguió mi compañero, que todavía tenemos otro grabado con dos gemelos de Siam, que…

 —¡Redactores de Satanás!

 —Pero veamos, explíquese vd., le interrumpí yo.

 —Pues señores: figúrense vds., que anoche me metí en la cama, tomé en mis manos el tomo tercero del Museo, porque, desengáñense, el Museo sirve para conciliar el sueño, y hace efectos tan maravillosos, como si se tomara una dosis de opio o de adormideras.

 —Al grano, al grano, le respondí; esos sarcasmos comuníquelos vd. a los del Liceo, y verá cómo los estampan con unas letras del tamaño de una casa.

 —Decía que tomé en mis manos el tomo tercero, y páf! de bote y zumbido se me presenta el grabado de los dos muchachitos cabezones, que nacieron pegados. Paso la hoja, y zás, veo otros dos muchachos de la misma manera. La cosa era de desesperarse. ¿Qué hago? arrojo con desdén el Museo, apago la luz, y me arrebujo entre las ropas de la cama. Sí, bonito estaba yo para dormir. Los dos muchachos pegados me bailaban en la imaginación, y ya los veía yo retirarse y tomar un tamaño colosal, rodeados de manchas tornasoles y verdosas; ya se acercaban a mí, y sentía yo el contacto de los labios fríos de estas maldecidas criaturas. Al fin logré conciliar el sueño …peor… ¡Dios mío, qué pesadilla tan horrible! Figúrense vdes. que soñé, que al despertar al día siguiente y pedir mi café, me encontraba yo unido por la espalda con otro yo, con un gemelo, con un monstruo. ¡Oh, qué horrible, ya no era dueño de mis movimientos, ni de mi voluntad! Cuando yo quería andar para adelante, el otro se oponía; si quería sentarme, imposible, el otro me lo estorba. Ir al paseo al teatro, a los toros …imposible … montar a caballo…ni por pienso. Me veía yo retratado en un cartel fijado en la boca del portal, con mi otro individuo a la espalda, y expuesto a la curiosidad pública mediante dos reales la entrada. Oh, fue un cauchemar del infierno, como dicen los franceses…Pero callé…. ¿qué lamina tienen vdes. sobre la mesa? -continuó tomando en sus manos el grabado que se acompaña a este artículo.

  —Son los gemelos de Siam, le respondí.

——¿Los gemelos de Siam?, contestó asustado; pues buen provecho, y adiós: me fugo, porque de lo contrario vuelvo a soñar…

 —Al contrario, le contesté deteniéndole; le contaremos a vd. la historia de estos gemelos, y verá cómo su vida era tranquila y cómoda, pues no hay cosa más cierta que ese proloquio vulgar que dice, que Dios da la ropa según el frío. Véamos la historia.

—Los gemelos que ve vd. representados en la lámina, nacieron en las costas de Siam, en Mayo de 1811, sin haber experimentado la madre accidente alguno en el parto.

—Cosa rara.

 —Nacieron muy pequeños, y además, uno de ellos tenía metida la cabeza entre las piernas del otro.

 —Vaya, estos gemelos tenían cierta dosis de talento, puesto que no quisieron incomodarse ellos, ni matar a su madre al nacer; porque regularmente estos fenómenos matan a su madre a tiempo de nacer. ¡Pobres mujeres!

——¿Y si cuando se case vd., le dije yo, va su linda Isabelita a tener un par de criaturas de ese tenor?

—Hombre, no me atormenta vd., por piedad, y déjeme ir. Le dispenso la narración de los gemelos.

 Pero mire vd., continué, peor sería que su hijo de vd. naciera con dos cabezas.

—Peor sería, me contestó, que mi hijo saliera con cuerpo de gente y cabeza de asno.

 —Eso es muy común, le repliqué; asnos nacen todos los días en figura de hombres, y no hay quien se escandalice por eso; mas sigamos.

 —Los dos gemelos nacieron, pues, con un ligamento que los unía por el estómago, y este fenómeno no llamó de ninguna manera la atención de los habitantes de Siam. Los padres de las criaturas, que eran chinos, tampoco se alarmaron mucho, y se limitaron a ponerles los nombres de Eng y de Chang.




 Tranquila y pacíficamente crecieron los mellizos, hasta que el año de 1829, en que llegó a aquellas costas el capitán americano Coflin. Vio a los gemelos, y lejos de aterrorizarse como vd., y soñar lo que vd. soñó, calculó como buen yanqui que era un excelente ramo de especulación el cargar con los gemelos. Pidió el capitán licencia a sus padres, y cargó con los niños para enseñarlos por la culta Europa. Después arribó a Boston, y allí fueron recibidos con grande aceptación. El Dr. Warren, médico de aquella ciudad, hizo de ellos la siguiente descripción.

 “Eng y Chang son dos perfectos jóvenes: su talla, 5 pies 6 pulgadas castellanas, derechos y bien formados, activos, fuertes, ligeros. Andan con una igualdad graciosa, pueden correr con bastante celeridad, nadar muy bien, y con fuerzas para llevar en sus hombros hasta tres quintales de peso.

 “Están unidas estas dos personas por un corto ligamento en las bocas de los dos estómagos, de modo que cuando andan, van tan pegado uno a otro, que no se ve espacio alguno entre más de dos o tres pulgadas de largo; pero el ancho de arriba abajo, es de cuatro a cinco pulgadas &c.” Otro médico, el Dr. Bolton, hizo después da un examen prolijo, muchas observaciones fisiológicas interesantes. Tocado el ligamento en el centro, ambos reciben la sensación al mismo tiempo; pero si se toca como media pulgada del centro, la sensación es percibida solo por el muchacho a quien le corresponde. No pueden recibir daño ni sentir dolor, haciendo fuerza para separarse, porque el ligamento está tan fuertemente afianzado a los dos cuerpos, que se pueden suspender los dos jóvenes por una soga pasada por el ligamento, sin causarles dolor ni incomodidad.”

 —Con que ya ve vd. que no sucedía a los mellizos siameses lo que a vd., le dije yo dejando el libro donde había leído estos apuntes. Dios, proseguí, que quiso permitir a la naturaleza enlazara eternamente a estas criaturas, les dio cierta igualdad de movimientos, y cierto bienestar, en medio del modo extraño a que estaban condenados a vivir, y esto es tan cierto, que cuando algunos médicos establecieron delante de ellos la posibilidad de dividir el ligamento sin riesgo alguno, se pusieron muy tristes, y concluyeron por llorar amargamente.

 —¡Cosa rara! contestó mi amigo. Ciertamente es una providencia de Dios, pues de otra manera, estas pobres criaturas se hubieran desesperado.

 —Lo que sí les sucedía era, que se ponían en todas las ciudades a la expectación pública, y el capitan Coflin, es menester decirlo en obsequio de la verdad, les consignó toda, o la mayor parte del producto, lo cual les proporcionó una regular fortuna, que de otra suerte no podrían haber adquirido, pues como sus padres eran pescadores, no les habían enseñado otra cosa más que a remar en un bote.

—Vaya, algo me he reconciliado con los mellizos, dijo mi amigo; ¿pero en qué pararon?

 —Mucho tiempo vivieron en diversas ciudades de los Estados Unidos, hasta que habiendo llegado a los treinta años, y contando con sus economías, pensaron seriamente en casarse.

—¡Hombre!

 —Fue este un acontecimiento que por algún tiempo los hizo desgraciados. La naturaleza que había puesto uniformidad en sus movimientos, también los dotó de absoluta uniformidad en los sentimientos morales y en las necesidades físicas. Si el uno tenía hambre, el otro experimentaba igual necesidad, los dos se dormían y despertaban a un tiempo. Los dos bebían la misma cantidad de líquido. Algunas veces que uno sorbía un buen vaso de poter, el otro sentía su cabeza trastornada, y ambos se acostaban a dormir; en una palabra, si el uno estaba triste, el otro también; si el uno reía, el otro aun sin saber el motivo soltaba la carcajada; si Eng lloraba, Chang lo secundaba, exhalando tristes sollozos. Cansados, pues, de ser vistos, y las gentes de los Estados Unidos de verlos, los mellizos compraron una pequeña hacienda de campo en la Carolina del Norte, y allí se retiraron a pasar una vida quieta; pero su conciencia no estaba del todo sosegada, hasta que se verificase el consabido matrimonio.

 —Pero hombre, dígame vd., ¿qué mujer o qué mujeres habían de resignarse a pasar la vida con estos gemelos, a no ser otras gemelas que estuvieran en el mismo caso?

—Pues lo cierto es, que los mellizos encontraron novias.

—¿De veras?

—Sí señor, y nada menos que dos hermanas; la una se llamaba Sara, y la otra Adelaida, hijas de David Yates, honrado labrador del condado de Wickes.

 —¡Qué fortuna! y…

 —Y eran no de muy malos bigotes. Lo que sucede es, que excepto el maldito ligamento, los mellizos eran perfectos, como queda dicho, y poseían además una dulzura, un candor, y una buena fe que los hacían adorables. Sara, algún tanto retrechera y vivaracha, dio algunos pesares a Chang, que era su novio. Era de ver cuando Chang estaba celoso, cómo su compañero se volvía también una furia, y maldecía a la ingrata y a la pérfida que destrozaba su corazón. Adelaida tenía un carácter bondadoso y afable; jamás daba a su novio ningún motivo de disgusto, y esta calma y bienestar se comunicaban al otro, y destruían los celos y la cólera que causaba Sara. En una palabra, los amores de los mellizos presentaban un singular objeto de observación: era una sola alma la que recibía las impresiones que agitaban estos dos seres: era la personificación de un misterio, que ha parecido hasta ahora incomprensible al entendimiento humano, es decir, la reunión de un solo amor, de una sola voluntad en dos cuerpos organizados físicamente de una manera perfecta. Ahora, ¿cómo explicar la manera como gozaban y sufrían estos dos seres, con las diferentes impresiones de amor que recibían de sus dos novias? Adelaida daba motivos de placer al uno, que eran comunes a los dos. Sara daba motivos de celo al otro, y este sentimiento era también común a los dos. ¿Qué resultaba de esto? El que a un mismo tiempo tuviesen placer y dolor. Fenómeno imposible de explicar, y que ninguno de nuestros lectores experimentan, puesto que no ha llegado hasta ahora a nuestra noticia que estén unidos, más que al Museo, por medio del ligamento de una peseta.

 Estos pesares y alternativas habrían terminado muy pronto con la vida de los mellizos, a no ser porque se casaron, y sus mujeres (al menos no lo sabemos hasta ahora) no les dieron motivos más que para bendecir a Dios por haberlos hecho felices, ya que la naturaleza les había asignado una posición excepcional e incómoda.

 —Pero vd. está forjando una novela para salir de sus compromisos periodísticos; esa historia es inverosímil, y acaso ni han existido tales mellizos.

 —De ninguna suerte, le contesté. Vea vd. el tomo cuarto del Instructor, y sobre todo, aquí tiene vd. este periódico que hace pocos días recibí de N. York, en que se da noticia del matrimonio de los mellizos de Siam.

 —Mi amigo vio el periódico y dijo: cabal, no me ha engañado vd.: pues según esta noticia, el año de 43 existían todavía; pero cuando se muera el uno ¿qué hará el otro?

 —Ese sí debe ser un trance terrible, le contesté; pero no haya temor: la Providencia es muy sabia, y dispondrá, que ya que entraron juntos al mundo, salgan lo mismo de él.

 —¿Y va vd. por fin a publicar la lámina en el Museo?

— Toma, ¿y por qué no? Por otra parte no hemos de desairar a nuestro hábil grabador R. Rafael.

—¿Y con qué artículo va vd. a acompañar esta lámina?

 —Eso estoy pensando. ¿Qué le parece a vd. que haga?

—Que escriba vd. de pe a pa esta conversación, y de esa manera logrará que sea menos chocante e indigesto.

 —Tiene vd. razón. Manos a la obra. De hecho, como el cajista estaba aguardando el material, que según los del Liceo, se fabrica por medio del vapor, me puse a escribir ... concluí… y he aquí pimpam y craxatee y bottee un artículo para el Museo, que en el índice que se publica en el Siglo XIX, no dejará de anunciarse con recomendación, añadiéndose que va acompañado de un hermosísimo grabado en madera.

 —No olvide vd., me dijo mi amigo, el participarme si llega a su noticia, lo que acontezca cuando se mueran los gemelos de Siam: esa debe ser una historietita más curiosa que la presente.

Lo haré así, y prometeré también a mis lectores, registrar los periódicos americanos para informarles de la salud de sus buenos amigos los gemelos de Siam.— Yo.


El museo mexicano o miscelánea de amenidades curiosas…, tomo IV, 1844, pp. 25-27. 

lunes, 27 de enero de 2014

Los gemelos de Siam






 Vamos a presentar a nuestros lectores la descripción e historia del fenómeno natural más sorprendente que ha visto la generación actual, y que acaso no vuelva a reproducirse en lo sucesivo. Hablamos de los hermanos siameses que de algunos años a esta parte han excitado y la admiración de los principales pueblos de Europa y  América. Reunidos desde su nacimiento por un vínculo indisoluble en la parte inferior del pecho, han crecido y viven juntos en una sociedad forzada, y que sin embargo parece causar su felicidad.
Eng y Chang (así se llaman los gemelos, Eng significa a la derecha y Chang a la izquierda) nacieron hacia el 1811 en una aldea da las inmediaciones de Siam. Su madre había tenido antes otros hijos bien conformados, y al dar a luz a estos no experimentó ningún accidente ni padeció más que en otras ocasiones. Si no si supiese que sus padres eran chinos de nación podría muy bien reconocerse en sus ojos levemente inclinados hacia abajo en su ángulo externo, en la piel amarillenta, en los caballos negros, signos característicos de la raza china que presentan Eng y Chang. Sus padres eran, según dicen, unos pobres pescadores; y ellos mismos ganaban su vida ya vendiendo pescados y conchas, ya dedicándose a elaborar aceite de coco y a guardar las aves, hasta que en 1829 un capitán americano los condujo de Siam a los Estados Unidos.     
Allí permanecieron dos meses, y en seguidas embarcaron para Inglaterra. Durante la travesía se empeñó uno de ellos en bañarse en el mar, mientras que a su hermano no le acomodaba; circunstancia trivial en otro caso pero en este muy grave en razón de la perfecta armonía de sentimientos, de instintos, y de intenciones que basta entonces habían manifestado y de los crueles resultados que no hubiera dejado de producir una antipatía entre dos sujetos reducidos a no ejecutar sino los actos determinados por la voluntad de ambos; pero por fortuna se apaciguó la contradicción sin mucho trabajo por los consejos del capitán del barco.
Después de haber permanecido algún tiempo en Inglaterra se presentaron en París en los últimos tiempos de la restauración; posteriormente pasaron a Londres y a los Estados Unidos, y después han regresado de nuevo a París. He aquí la descripción formada por uno de los sabios que los han examinado.
"Se hallan unidos a la parte anterior del pecho por una especie de muñeca carnosa del grandor de la mano. Esta prolongación parece formada interiormente a expensas del esternón, que como se sabe es un hueso situado delante del pecho cuya parte inferior termina en una pieza cartilaginosa llamada apéndice xifoideo que baja hasta la boca del estómago. Este apéndice pues es el que habiéndose prolongado por una y otra parte se ha unido y soldado di suerte que forma uno solo en los gemelos. Este medio de unión flexible desde un principio les permitía girar en todas direcciones, y aun se dice que nacieron la cabeza del uno entre las piernas del otro; sin embargo estaban forzosamente colocados cuasi enfrente uno de otro, hasta que a fuerza de tirar cada uno por su lado han prolongado el lazo común de suerte que en la actualidad están al lado uno de otro con dos brazos atrás y dos adelante, con corta diferencia como marchan dos muchachos abrazados con una mano sobre el hombro del otro; uno de ellos tiene libre el brazo derecho y otro el izquierdo; pero pueden dar un giro cada uno en dirección inversa, entonces el brazo que estaba de tras queda desembarazado, de forma que Chang queda a la derecha, y Eng a la izquierda; aunque esta posición es embarazosa para ellos, y no tardan en volver a la situación contraria que les es habitual.»
Los médicos ingleses y americanos han suscitado en diversas épocas la cuestión de si sería posible separar los dos individuos por medio de una operación quirúrgica.. Los médicos franceses opinan que según la conformación de la banda que los une esta operación sería mortal porque abriría el vientre y penetraría en el peritoneo. Además se ha observado que esta conversación es sumamente repugnante a los dos hermanos, que no quieren oír hablar de medio ninguno de desunirlos y proporcionarlos una individualidad completa: lejos de eso les sería sumamente sensible esta desunión.
 Chang-Eng, dice el observador citado, marchan como un hombre solo, se sientan, se levantan, corren, nadan, cazan con la misma espontaneidad en sus movimientos que si una sola voluntad presidiese todos los actos de su vida; aun mas, tienen unos mismos gustos, unos mismos deseos, unas mismas necesidades y aun mismo tiempo. Ninguno de ellos ha visto dormir al otro; duermen y velan como una sola persona; basta tocar al uno para despertar a entrambos; durante el sueño el de la derecha pasa a la izquierda cuando le cansa su primera posición, y su hermano vuelve por bajo de él sin que le turbe este movimiento, absolutamente lo mismo que cuando duerme un hombre y sus dos piernas se cruzan y se extienden. Los dos hermanos nunca se hablan; se entienden entre sí sin que pueda notarse ninguna seña ni advertencia de uno a otro; han olvidado su lengua natal, aunque no dejaron su patria hasta la edad de 18 años. Aprenden los idiomas con suma facilidad; hablan muy bien el inglés, y según sus adelantos no tardarán en perfeccionarse en el francés. Sus facciones son muy semejantes, y es imposible distinguir por el sonido de la voz cuál de ellos habla.»
 Eng y Chang tienen la edad de 2.7 años, son bien proporcionados, y se hallan dotados de una gran fuerza muscular. Su estatura es de cerca de cinco pies, aunque uno de ellos es un poco más alto y más robusto, el otro parece apoyarse gustoso sobre su hermano. Además de esto, la circulación es más rápida en Chang que en Eng, cuyo pulso solo late setenta veces, mientras el del primero da ochenta pulsaciones. Los cabellos los llevan trenzados atrás a estilo de su país, pero visten a la europea. De su cuerpo solo se ve la prolongación del apéndice xifoideo que les une, y para la cual hay practicada una abertura en sus camisas. Esta tira tiene de longitud dos pulgadas en lo alto y cuatro en lo bajo, tres pulgadas de ancho y media de grueso. Lo singular es que cuando se la toca en el centro los dos gemelos sienten a un tiempo el contacto; pero extendiéndose a la derecha o a la izquierda aquel a quien más se aproximan, es el único que experimenta la sensación.
 Ambos tienen facultades intelectuales propias, y la prueba más convincente es que no se han sometido bajo la dependencia de ningún especulador que los explote a beneficio suyo. Eng y Chang son dueños absolutos de sus personas, viajan según los place, hacen por sí mismos sus negocios, tienen sus criados que los sirvan, y reciben al público a horas determinadas.
Pero como los dos no tienen la misma fuerza ni la misma inteligencia, uno de ellos, Chang, es evidentemente y por derecho natural, el jefe de esta singular comunidad; su hermano se somete sin esfuerzo y aun sin reflexión a aquella superioridad, y últimamente aunque en realidad son dobles e independientes en lo moral y en lo físico, no parecen animados sino por una sola voluntad. Se ha observado también que cuando alguna enfermedad ataca al uno, el otro se siente atacado de la misma; y en una ocasión, que por un dolor en un lado hubo que sangrar a Chang, su hermano se sintió indispuesto.


Semanario pintoresco español..., 1836, pp. 185-86.


Los mellizos siamitas





  Hace seis o siete años que la atención de los fisiólogos y curiosos de Europa y de Norte América, fue llamada al espectáculo de dos cuerpos perfectos, unidos o ligados con un eslabón inseparable. La ocurrencia de dos gemelos unidos no es extraña, pues además de haber sido mencionados muchos casos de esta suerte por los escritores antiguos, se ven ahora en muchas colecciones anatómicas; pero estos siamitas presentan el lusus natura más extraordinario de que hay memoria. En otros casos no se han notado más que embriones confundidos en la primera oficina de la vida, mas aquí se ven dos hombres perfectos, inseparablemente unidos, y animados al parecer por una sola alma, pues que no se observa en ellos más que una voluntad, una memoria y un entendimiento. Es probable que muchos lectores del Instructor no estén informados de las circunstancias físicas, y hábitos morales de estos gemelos siamitas, representados exactamente en el grabado de arriba, y que leerán con gusto algunas páginas sobre el asunto.

 Nacieron estos dos jóvenes en un lugar de la costa de Siam, en mayo 1811, sin haber experimentado la madre inconveniencia alguna en el parto, no solo por ser las dos criaturas muy pequeñas, mas por haber presentado uno su cabeza entre las piernas del otro. Sus padres eran chinos, y dieron a los mellizos los nombres de Eng y Chang. La unión de estas dos criaturas causó al principio alguna novedad, pero en un país donde no se cultivan las ciencias naturales, no se nota más que la primera impresión de los sentidos; así pues crecieron los mellizos sin excitar admiración, hasta que vistos por el capitán Americano Coffin, obtuvo que la madre le permitiese traerlos a Europa en 1829. Habiendo arribado primeramente a Boston, en los Estados Unidos, la primera relación fisiológica de este fenómeno animado, fue la publicada por el Dr. Warren, médico de aquella ciudad, cuya descripción no dejará de producir interés considerable en su primera lectura.

 Eng y Chang son dos perfectos jóvenes; su talla 5 pies y 6 pulgadas castellanas, derechos y bien formados, activos, fuertes y ligeros. Andan en una igualdad graciosa, pueden correr con bastante celeridad, nadan muy bien, y con fuerzas para llevar en sus hombros hasta tres quintales a una corta distancia.

Están unidas estas dos personas por un corto ligamento en las bocas de los dos estómagos, de modo que cuando andan, van tan pegado uno a otro, que no se ve espacio alguno entre ellos, no teniendo el ligamento que los une más de dos a tres pulgadas de largo, pero el ancho de arriba abajo es de cuatro a cinco pulgadas. Este ligamento no es redondo; y en la parte baja, en el centro, hay un solo ombligo, por el que ambas criaturas fueron alimentadas en el vientre de la madre. El ligamento nace en la parte más baja y central del pecho de cada muchacho, siendo una continuación de la extremidad cartilaginosa del esternum, o hueso del pecho, con músculos, vasos sanguíneos, y cubierto, como toda otra parte del cuerpo, con pellejo. La parte baja de este cartílago es cóncava, pero la parte alta se ha endurecido progresivamente, de modo que hay razón para suponer que al fin vendrá a osificarse. El Dr. Bolton ha hecho, después de un examen prolijo, muchas observaciones fisiológicas, interesantes solo a los anatómicos. Tocado el ligamento en el centro, ambos reciben la sensación al mismo tiempo, pero si se toca, como media pulgada del centro, la sensación es percibida solo por el muchacho a quien le corresponde. No pueden recibir daño ni sentir dolor, haciendo fuerza por separarse, porque el ligamento está tan fuertemente afianzado a los dos cuerpos, que se pueden suspender los dos jóvenes con una soga pasada por el ligamento, sin causarles dolor ni incomodidad.

 Por la manera que la naturaleza ha unido a estas dos criaturas, no es posible que estén en otra posición que lado a lado, y sin embargo tanta proximidad no sienten inconveniente alguno; ya estén sentados o tendidos, ora estén en pie o andando, uno tiene generalmente el brazo inmediato al cuello del otro, y este el suyo por la cintura de aquel. De otro modo quedan en una posición tan estrecha, que necesitan encogerse los hombros inmediatos.

En sus movimientos ordinarios parecen dos personas valsando. Cuando se sientan, se levantan, o se agachan, sus movimientos parecen extraños, pero no desgraciados. La estatura de los dos es exactamente igual, y menos de la talla ordinaria de los Europeos; y aunque a primera vista son muy parecidos, después de mirarlos con atención se ve que hay diferencia en sus facciones. Su complexión, y la forma de la nariz, labios y ojos muestran que son chinos; pero la frente en ambos es más alta y angosta que las de sus paisanos.

 Ambos son vivos e inteligentes, y ponen mucha atención a lo que ven y a lo que oyen. En su país no aprendieron más oficio que remar un bote, pero esto no es extraño, porque su padre era un pobre pescador; y aunque en Europa no han aprendido tampoco oficio, a causa de estar siempre en exhibición, les enseñaron a jugar a las damas, aprendiendo tan pronto que ganaban a sus maestros. Son muy agradecidos a los que los tratan con atención, y prontos a ofenderse al oír alguna observación poco delicada u ofensiva. Son buenos fisionomistas, porque a una mirada conocen el carácter de los que los visitan, y si son de su gusto se muestran muy amables y placenteros.


No hablan nunca uno con otro, a no ser alguna cosa extraña que el uno vea, y este seguro no ha sido observada por el otro; pero este silencio entre los dos es natural, porque siendo su experiencia común en todo, no tienen nada que comunicarse. Varias veces se ha intentado mantenerlos en conversación separada con individuos diferentes, pero ha sido vano el intento, porque no pueden dejar de dirigir su atención a la misma cosa, y al mismo tiempo. En sus movimientos se observa la más perfecta ecuanimidad, estando sin duda movidos por una misma voluntad, como si no hubiera más de un alma en los dos cuerpos; pero suponiendo a cada uno con su alma individual, lo cierto es, que la volición procedente de uno, parece imperativa en ambos. Todo lo que agrada a uno agrada al otro, y el disgusto a alguna cosa es igualmente sentido por los dos. Tienen hambre y sed al mismo tiempo, nunca desconvienen en el manjar, y su comida y bebida es tan igual como se puede imaginar. Ambos sienten el sueño simultáneamente, y siempre despiertan á un mismo momento.

 Sobre la cuestión de la identidad moral de estas dos personas, dice el Dr. Warren — "No hay razón para dudar que las operaciones intelectuales de los dos son tan perfectamente distintas, como las de cualquiera otros dos individuos que accidentalmente hubiesen venido a estar unidos. No me atrevo a decir, que una semejanza de educación, y una identidad de posición, con respecto a los objetos exteriores, los hayan inspirado con esta extraordinaria semejanza, o mismidad de acción mental; pero lo cierto es, que ambos convienen perfectamente en sus inclinaciones, hábitos y gustos." Sin embargo de esta semejanza tan decantada en gustos y facultades intelectuales, hay quien asegure existir alguna diferencia en sus mentes, siendo más agudas las percepciones en uno que en el otro, y hay también una coincidencia correspondiente en sus cualidades morales; el que parece más inteligente tiene un genio mas irritable, mientras que el menos inteligente es de un natural muy suave. Se refiere además, que durante su viaje de Siam a América, tuvo uno gana de bañarse porque sentía calor, y el otro no quiso porque sentía frio, y después de algunas quejas con visos de riña, la idea del baño fue abandonada, prevaleciendo el no al voto. Esta, creemos, haber sido la única vez en que ha habido altercación entre estos gemelos.

 Las observaciones patológicas no son menos notables que las fisiológicas. La circulación de la sangre en ambos cuerpos tiene una uniformidad muy notable. Los latidos del corazón coinciden exactamente en ambos; no solo han sido contadas setenta y tres pulsaciones en un minuto en cada uno, mas tomando el médico los pulsos de ambos, con sus dos manos, halló que los latidos en ambos eran sentidos simultáneamente. La respiración es constantemente igual en ambos.

 Pero la cuestión más difícil de resolver es, si será practicable separar por el arte a dos personas unidas tan caprichosamente por la naturaleza. Con respecto a la opinión de los gemelos siamitas, no hay cosa más absurda, ni asunto que más les disguste, y siempre que se ha mencionado la posibilidad de la separación, han vertido amargamente lágrimas. El Dr. Warren piensa, que la operación de cortar el vínculo firme que los une será peligrosa, aunque no imagina que será fatal; pero como los dos cuerpos y almas viven tan felices en su estrecha unión, sería una locura imperdonable el intentar separarlos. Si sucediese que uno de ellos muriera, la separación inmediata seria imperativa. Otros casos anteriores, sin embargo, pronostican un resultado funesto. Ambrosio Paré menciona dos niñas, unidas por las frentes con otro ligamento cuya sustancia no está expresada; una de ellas murió a los diez años de edad; la separación fue hecha inmediatamente, pero la herida privó pronto de la vida a la otra. El Dr. Mitehell y el Dr. Anderson son de opinión, que el ligamento tiene un canal, a donde se juntan las vísceras del abdomen de cada muchacho, sintiéndose allí como una hernia cuando tosen. De lo que se deduce, que el corte del ligamento produciría una abertura en la barriga de cada uno, la que sería fatal. Tales son los detalles más exactos que hemos encontrado sobre el fenómeno singular de estos gemelos siamitas. La curiosidad parece ahora extinguida, hasta que vuelva a revivir con la separación.


 El Instructor: Ó repertorio de historia, bellas letras y artes, Volumen 5, 1838, pp. 9-10.