Una
de las experiencias que más han llamado la atención hasta ahora entre los
asistentes a los trabajos agrícolas de la isla de Billancourt, ha sido la
ejecutada con la máquina de cavar la tierra por el Sr. Bidwell de Nueva York.
Apenas hay operación de campo más ruda, difícil y costosa que la de la cava, ni
faena tal vez más importante con relación a los productos de la
agricultura.
La cava es entre los labradores el lujo de la
labranza, y el cavador es entre los jornaleros el tipo de la laboriosidad. Una
frase común de nuestra patria, dice, aludiendo a los hombres activos y
laboriosos, que trabajan como un cavador.
Todo
cuanto se dirija, por consiguiente, a sustituir tan duro mecanismo de la sangre
humana con el mecanismo del hierro y de la sangre animal, es un adelanto
económico y un gran progreso humanitario. La cavadora, si no los ha realizado
ya por completo, se halla en vías de obtenerlos con leves modificaciones que
deben exigir los diversos terrenos a que se aplique. En la Exposición de París
se tiene esta máquina por una verdadera novedad del concurso de 1867.
Consiste
en un eje de dos pulgadas de diámetro a cuyos polos se encajan dos ruedas de
dos pies y medio, las cuales sostienen diez horquillas de acero cada una, de
medio pie de ancho, separadas a igual distancia entre sí y provistas a su vez
de cinco dientes con siete pulgadas cada cual. Las diez horquillas y los
cincuenta dientes de ambas ruedas contribuyen a que la máquina cave una anchura
de tres pies y ocho pulgadas de espesor. A los extremos de la barra que
sostiene las horquillas-azadones, hay colocadas pequeñas ruedas de fricción que
se relacionan con dos excéntricas atravesadas por el eje principal; y en este,
dos alas movidas por una manivela que maneja el conductor sentado en su
pescante, permiten la suspensión del trabajo a voluntad, aun cuando la máquina
continúe rodando por el terreno.
La invención de este instrumento agrícola
puede producir ventajas incalculables, pues bastará decir que dos yuntas y un
hombre hacen por ahora el trabajo de tres hombres y tres yuntas, a más de
suprimir la ruda fatiga del labrador. La máquina de cavar, cuyo precio es de
tres mil reales, y que lo mismo sirve para bueyes o mulas o caballos, está ya
en ejercicio en los Estados Unidos, en Escocia, en Inglaterra, Prusia y
Baviera; siendo de advertir que aun cuando la ensayada en Billancourt es propia
para terrenos blandos, acaban de hacerse experiencias con otra de mayor poder
en la Gran Bretaña sobre terrenos excesivamente duros, y sus resultados han
sido tan satisfactorios como que con tres yuntas cava un espacio de cuatro pies
y medio, en vez de los tres que rompe la máquina cuya figura ofrecemos a la
consideración de nuestros agricultores.
Exposición de París, 1867.
No hay comentarios:
Publicar un comentario