Regino E. Boti
En El
Fígaro del domingo 31 de julio de 1892 salieron dos sonetinos firmados por
Rubén Darío. Son los que empiezan: Poesía
dulce y mística y Miré al sentarme a
la mesa, respectivamente; y con alguna corrección, los que lucen en las p. 72 y 73 de Prosas profanas, (ed. de Bouret) con los títulos "Para una
cubana" y "Para la misma." En
ese propio número la revista le da la bienvenida al poeta y noticia que embarcó.
El domingo siguiente, 7 de agosto, El Fígaro engalanó su plana de honor con el retrato de Darío; y dijo que el sábado pasado siguió viaje a España en
el vapor Veracruz. Pero en esa noticia hay un error. El
sábado pasado corresponde al 6 de
agosto, y Darío salió el anterior, el 30 de
julio.
En la Crónica del número de 7 de agosto se dice que el sábado (el 30 de julio) a las 11 a.m.
en el salón alto del restaurant París
se reunieron Rubén, de Chaix, el Dr. Arias,
Casal, "César de Madrid," Hernández Miyares, "Kostia," Catalá, Alejandro Angelet, Pichardo y Raoul Cay. El Fígaro obsequiaba a Darío con un almuerzo.
Entre las notas tomadas hasta ahora no tengo
ninguna que me acredite con exactitud el día de la llegada de Darío a La
Habana. Sabemos cuando se fue. Pero ¿qué tiempo estuvo en Cuba?
Hay visible contradicción entre los que
recogen las efemérides, comenzando por el mismo Darío que tenía en ocasiones la
memoria a la diabla.
En su artículo "El General
Lachambre" (1) dice:
“En noviembre de 1892, el autor de estas
líneas llegaba a la Habana, de vuelta de un viaje oficial a España.
En un banquete que siempre agradecerá a la redacción de la excelente revista ilustrada El
Fígaro, conoció a Raoul Cay, a la sazón redactor de la crónica elegante de
dicha publicación”.
Y el banquete, como hemos visto, no fue en
noviembre, sino en julio.
En la noche siguiente -sigue diciendo Darío-
Cay lo condujo a su casa. Allí conoció al General. Durante la visita recordó
cómo Julián del Casal le había cantado a María Cay "en versos que pueden
leerse en el volumen Nieves."
También fue Darío a la celda de Casal en la redacción
de El País. Entre las curiosidades de
Casal Darío vio un retrato de María, de japonesa. Y compuso "un sonetín
que anda por ahí, por los periódicos": (Y copia el que comienza "Miro
al sentarme a la mesa"). De modo que al principio no fue más que un
sonetino y que el artículo salió antes que la primera edición de Prosas profanas. Además, la noticia de la
muerte del general Lachambre circuló en los inicios de nuestra última guerra de
independencia.
Y a lo importante. Dada la confusión cronológica
que sienta Darío, lo indicado es referir los hechos de su artículo al mes de
julio y no al de noviembre; y observar también que en un día fue el banquete y
que en la noche entrante conoció a María Cay, a su padre y al general
Lachambre. Estuvo, pues, según se desprende de lo relatado, horas de dos días y
la noche intermedia en La Habana.
Por su parte, Enrique Fontanills, nuestro
actual emperador de la crónica social, publicó en el semanario La Ilustración, (La Habana, 29 de
octubre de 1916) un articulejo titulado "Un recuerdo de Rubén Darío."
En él sostiene que la primera vez que estuvo
Darío en La Habana "hace ya de esto poco menos de un cuarto de siglo, iba
en camino de Europa." Eso es cierto.
Y añade:
“Se detuvo sólo algunas horas en esta ciudad. El
vapor que había de llevarlo a playas lejanas zarpaba de nuestro puerto el mismo
día de su llegada y saltó a tierra; el bardo accediendo a la invitación que le fue
hecha para un almuerzo.
Almuerzo que le ofreció… el señor Enrique
Hernández.” (2)
La contradicción brota. Según Darío él estuvo
en La Habana dos días, aunque incompletos. Según Fontanills estuvo
"algunas horas." Y según El
Fígaro de 1892 y Darío de 1895 -cuando escribió el artículo sobre el
general Lachambre- El Fígaro le
ofreció a Darío un almuerzo, que comenzó a las 11 a. m., en los altos del
restaurant París. Y Fontanills asegura que Darío almorzó en casa de Hernández
Miyares.
Darío recuerda 18 años después algunos de los
eventos de su primera visita a La Habana (3):
“Hoy, pasajero en la tierra de tu Isla, vengo
yo también en el grupo de tu familia intelectual, entre los que te demuestran al
final de los otoños, que perseveran en el cuidado de tu nombre y que se
acuerdan de ti.
Viene a mi mente el día en que te vi por la
primera vez. Fue en una casa de pensar y de escribir, en donde saludara la
madurez amable y como llena de voz dulce, de Ricardo del Monte. Luego, fue en unión
de compañeros de ilusiones y de ensueños, nuestro caro Kostia, Pichardo,
Catalá, entre otros elementos de cordialidad e intelectualidad. O en la morada
de aquel señor gentil que gustaba tanto de las artes, y que se llamaba D.
Domingo Malpica y Labarca; o en el paseo bajo los penachos de las palmeras; o
en un sórdido barrio en el teatro de los chinos: o en el cementerio en que hoy
descansas desde que entraste definitivamente por "la puerta de la
Paz"; o "en la popa dorada de viejo barco," en que viste cosas ilusorias
que te harían realizar después versos de encanto y de melancolía”.
Y aun cuando en lo copiado no se recuenta todo
cuanto hizo, vio o frecuentó Darío, basta para comprender que él estuvo en La Habana
algo más que unas horas.
Aunque es bien chocante que dos años después (4)
Darío olvidara cuanto le ocurrió en La Habana. En la Vida ni menciona su llegada allí. Se le había borrado todo: la amistad
epistolar con Casal, la dedicatoria de El clavicordio de la abuela, el
conocimiento personal con nuestro poeta, María Cay, El Fígaro, el almuerzo, la despedida, la composición Páginas de vida, su correspondencia con
Hernández Miyares, y lo demás que relata en lo copiado antecedentemente y en el
artículo "El general Lachambre." Apenas salió de la boca del morro
"los espirituosos vinos de España" le pasaron una esponja por la
mente. Lo que recuerda de Cuba viene en la p. 113 de su Vida, (ed. Maucci) y es esto:
“En Cuba se embarcó Texifonte Gallego, que
había sido secretario de ya no recuerdo qué Capitán General. Texifonte, buen
parlante, de grandes dotes para la vida, hizo carrera...”.
Y etcétera. De ahí, cada vez más distante de
Cuba. De ella no recordaba un nativo. Sólo a un español, amigo ocasional. Un
tunante de péñola en ristre.
Pues a pesar de todo, hay quienes hacen tabla
rasa de la estada de Darío en La Habana en su viaje de ida a España y los
sucesos referentes a aquella los atribuyen a la de regreso, lo que es un error
garrafal. (5)
Terminada la misión diplomática de la
Delegación que Nicaragua envió a Madrid cuando las fiestas del cuarto
centenario del descubrimiento de América, Darío estuvo de nuevo en La Habana en
noviembre de 1892. Ahora si rápido. El
Fígaro del día 11 da la noticia de "que pasó" con rumbo a su
patria. Anuncia que dejó algunos originales.
El año 1910 es memorable para La Habana porque
recibió la visita de tres literatos de valía: acogió en su seno al pobre
"Fray Candil", que se entretuvo en escribir en el puño de la camisa sus
impresiones del viaje de Bayona a La Habana; coronó al protohumilde vate
Salvador Rueda, con discurso de Alfredo Zayas y Alfonso; y a Darío, cuando debió
haber llegado a México investido de cierta misión diplomática, también lo
retuvo. Como después de su fracaso.
La revista Letras, en su edición correspondiente al 4 de septiembre, saluda a
Darío por medio de un suelto de su sección titulada En casa; en el cual suelto dice que el poeta va de paso para México
con la representación de Nicaragua como Invitado Extraordinario a las fiestas del
centenario de la independencia de aquella república, habiendo sido huésped de
La Habana unas horas.
En la p. 274 de su Vida está recogido el anverso de esa medalla. Es breve y dice:
“A mi paso por la capital de Cuba, el Ministro
de Relaciones Exteriores, señor Sanguily, me atendió y obsequió muy amablemente”.
Hubo también otros agasajos. Los escritores le
ofrecieron un banquete. El Fígaro del
4 de septiembre, bajo el epígrafe Rubén
Darío, nos informa así:
“Durante breves horas ha sido nuestro huésped
de honor, y con amor honrado, el poeta Rubén Darío, glorioso y magnífico artista
que es blasón de las letras castellanas.
De paso para México, en cuyas fiestas
centenarias ostentará la representación de su patria, Darío, solicitado por el
cariño de sus admiradores y cofrades habaneros, consintió gentilmente en bajar
a tierra, y después de las visitas oficiales al Secretario de Estado, nuestro
Sanguily ilustre, y a las Legaciones de Santo Domingo y México recorrió la ciudad
en compañía de los señores Carricarte y Sánchez de Fuentes.
Por la noche, un grupo de escritores, poetas y
diplomáticos, le ofreció un banquete en el restaurant "Inglaterra,"
brillante homenaje de la intelectualidad cubana al insigne poeta.
Pronunciáronse brindis elocuentes y se recitaron versos admirables. Rubén Darío
contestó a todos, conmovido”.
Nadie ignora cómo acabó aquella misión
diplomática. El poeta lo relata en su Vida.
Y Alfonso Reyes en el volumen Los dos
caminos, parte titulada Rubén Darío
en México.
Consecuencia de aquel desarreglo diplomático fue
la última y más larga visita de Darío a Cuba.
La misma revista Letras, en su suelto de la propia sección En casa, y en su edición del 25 del mencionado mes de septiembre,
dijo que al cabo de una quincena de haberle despedido rumbo a México, volvía a
Cuba el poeta, adolorido de verse desplazado de su embajada por la política o
la ambición.
Le tocó ahora a Darío troquelar el reverso de
la medalla.
Helo aquí, tomado de la Vida:
“Me volví a la Habana acompañado de mi
secretario, el señor Torres Perona, inteligente joven filipino, y del enviado
que el Ministro de Instrucción Pública había nombrado para que me acompañase.
Las manifestaciones de la ida no se repitieron a la vuelta. No tuve ni una sola
tarjeta de mis amigos oficiales... Se concluyeron, en aquella ciudad carísima,
los pocos fondos que me quedaban y los que llevaba el enviado del ministro
Sierra. Y después de saber, prácticamente, por propia experiencia, lo que es un
ciclón político, y lo que es un ciclón de huracanes y de lluvia en la isla de
Cuba, pude, después de dos meses de ardua permanencia, pagar crecidos gastos y
volverme a París, gracias al apoyo pecuniario del diputado mexicano Pliego, del
ingeniero Enrique Fernández, y sobre todo, a mis cordiales amigos Fontoura Xavier,
ministro del Brasil, y general Bernardo Reyes, que me envió por cable, de
París, un giro suficiente”.
De ahí que, acibarado, escribiera, y así: se
repite sin que me conste, en La Nación
de Buenos Aires contra los cubanos. De ser cierto no le encontraría nada de
particular al desahogo. Ahora no resulta La Habana un medio muy propicio que
digamos para recibir a un señor tan dispendioso como era Darío. Hace 18 años la
cosa tenía que ser peor. A los fines del financiamiento del poeta La Habana
debió ser, entre cubanos, un espantoso erial.
En esos dos meses de zozobras colaboró
principalmente en El Fígaro, donde
dejó algún inédito; le rindió parias a Baca; y nos legó varios sucedidos.
Los dos principales están recogidos por Alfonso
Reyes. El del himno méxico-cubano con alguna variante. Según mis noticias, los
amigos del poeta rompieron los originales para que el esperpento no pasara a la
posteridad.
El del automóvil lo conozco según esta
versión, que daré sin más nombres:
Una mañana, bastante temprano, se desmontó
Darío de un automóvil a la puerta de la redacción de una revista literaria. El
director de ésta, solícito, oficioso, creyéndose que se trataba de una simple
carrera, le preguntó al chauffeur:
-Cuánto?
-Cincuenta pesos.
Expectación general.
Y el poeta con la mayor naturalidad del mundo
entró a la redacción saludando a los allí presentes.
Por último, se ha escrito con bastante
insistencia que Rubén Darío llegó a La Habana cuando salió de Nueva York para
Guatemala en la primavera de 1915. En un artículo (6) firmando]. L. M. y de
título "Hablando con la viuda de Rubén Da río," leo:
“Mejoró de su dolencia y embarcó para
Guatemala y Buenos Aires. Desde el vapor, me escribió en el puerto de la
Habana, una carta, diciéndome que me fuera con el niño, que él estaría poco
tiempo en Guatemala y después marcharía para Buenos Aires, donde yo esperaba
reunirme a él”.
Casi con las mismas palabras lo dice Eduardo
de Ory. (7)
Ventura García Calderón afirma que "tras
una corta peregrinación a Cuba, lo conducen por fin a su patria." (8)
Incide en lo mismo Juan González Olmedilla (9)
al escribir:
"De nuevo a la lucha. La isla de Cuba,
Guatemala, recorridas en triunfo."
El hecho es falso. Darío no volvió a Cuba
después de su desastre de 1910. No entró en sus planes volver a Cuba desde
Nueva York. Consta más bien que pensó ir de Nueva York a Nicaragua y luego a la
Argentina. (10) O a Río Janeiro y de allí a Buenos Aires. (11)
Se le ha dado cuerpo a ese infundio sobre la
declaración equivocada contenida en el artículo de J. L. M.; texto que incidentalmente
rectifica El Fígaro (12) con los
siguientes conceptos:
“Y como nota graciosa hemos incluido también
en esta página unos versos que el hijo del poeta nos envía desde Barcelona, en la
creencia de que su señor padre había llegado a la Habana”.
Resumen de lo escrito:
Darío estuvo en La Habana cuatro veces.
La primera cuando iba a Madrid en comisión
diplomática, en julio de 1892.
La segunda, de pasada, a su regreso en
noviembre del propio año.
La tercera, breves horas, a su paso para
México, en 1910.
Y la cuarta, a su regreso de México. Estancia
agria, económicamente considerada, para el poeta. Darío, como vulgarmente se
dice, se varó en la capital cubana. Ello no impidió que colaborara con
asiduidad en El Fígaro, igual que lo
hizo en 1892, dejando materiales inéditos ahora, como los dejó a su ida a
España y al regreso de ella.
(1)
En Ramilles de reflexiones, Madrid,
1917. 148.
(2)
En La Ilustración Artística del 25 de
mano de 1895 aparece el retrato del general Lachambre junto con una nota de
redacción en que se dice que "han sido completamente desmentidas" las
pesimistas noticias que acerca de él circulaban.
(3)
“Visita a Casal”, art. literario, en El
Fígaro de 30 de octubre de 1910.
(4) La Vida
de Rubén Darío fue escrita del 11 de septiembre al 5 de octubre de 1912, en
Buenos Aires, para la revista Caras y
Caretas.
(5) V. Erwin K. Mapes, L' lnfiunce française dans l’oeuvre de Rubén Darío, París, 1925.
(6) Reproducido por El Cubano Libre de 14 de abril de 1916.
(7) Rubén Darío, Cádiz, s. a.
(8) Semblanzas de América, Madrid, s. a.
(9) El
apolonida, en La ofrenda de España a
Rubén Darío, Madrid, s. a.
(10) Salustio González Rincones, El monumento a Rubén Darío, art.
(11) El
Fígaro, 7 de marzo de 1915, Rubén Darío
y sus conferencias pacifistas.
(12) De 7 de febrero de 1915.
Revista de Estudios Hispánicos, 2, 1929, pp. 148-155.