En el número 43 de la Revista CUBA, el profesor Salvador Bueno publicó una crónica enfocando la figura y la significación de José Antonio Saco. Discutiendo algunos de sus puntos, una comisión de cinco estudiantes, designada por los alumnos de Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana, envió a esta Revista una respuesta ("Los estudiantes de Ciencias Políticas contradicen") que se publicó en el número 48. Así nació la polémica. Para cerrarla, la Revista CUBA solicitó de algunos historiadores y profesores su opinión sobre "el caso Saco". Aquí están sus respuestas:
Podríamos resumir la cuestión. Los estudiantes
afirman que: primero: Saco no fue un "fiscal" de la esclavitud, como
se dice en el subtítulo del artículo de Bueno; segundo: que no fue un
"fundador" de la nacionalidad; tercero: que fue racista; y cuarto:
que se manifestó siempre como enemigo de la independencia de Cuba.
Ante todo quiero expresar que en lo sustancial
estoy de acuerdo con esas afirmaciones. Desde luego, siempre, cuando se trate
de juzgar a Saco será preciso tener en cuenta que su obra, vastísima y diversa,
aun cuando de gran unidad contiene elementos teóricos variados. A lo largo de sus
numerosas obras será siempre posible hallar aspectos contradictorios, y esto, por
dos razones: primero, porque se extiende a lo largo de medio siglo, muy
henchido de cambios y de nuevos conflictos; y segundo, porque él mismo no
desarrolló todas las derivaciones de sus ideas centrales.
La obra de Saco tiene un gran valor
historiográfico, como análisis de la situación cubana entre 1830 y 1860; más
tarde, es casi una repetición y a veces infeliz de su propio pensamiento. Y, además,
tiene valor porque define una de las varias posiciones críticas que, frente al estado
colonial, se manifiestan a lo largo de aquel período.
Saco, no hay duda, fue muy consecuente con sus
ideas e intereses: Intereses de su clase terrateniente o mejor, de un grupo de
esta clase, concretamente los grandes terratenientes criollos del Occidente
(entre los cuales podemos mencionar a Miguel Aldama, al Marqués de Montelo, a
los hermanos Diago, etc.) cuyas cuantiosas fortunas y combinaciones financieras
se originaban y sustentaban en el sistema esclavista de trabajo. Sería
incorrecto considerar a Saco como un vocero del grupo más reaccionario, esto es,
de los grandes terratenientes acérrimamente colonialistas, como el Conde de
Santovenia, Joaquín Gómez, Susana Benítez y otros tan poderosos y más decisivos
desde el punto de vista político, que los mencionados anteriormente. Pero las
diferencias entre uno y otro grupo no borran un hecho capital: desde 1830 hasta
1866, en el seno de la clase terrateniente cubana, lo que predomina es el deseo
irrestricto a la paz, o sea, a una tranquilidad pública capaz de asegurar la
sujeción de los esclavos y las grandes zafras. Es, además, un período de enormes
inversiones en ferrocarriles, en ingenios modernos, en bancos, el período de un
crecimiento extraordinario del comercio del azúcar; y es, también, el período
del terror; terror de los gobernantes, terror de los gobernados, terror a los
esclavos, terror a la política inglesa, terror a la expresión del pensamiento.
Desde este punto de mira Saco no pudo ser, no
fue, el "fiscal" de la esclavitud, porque hubiera sido también el
fiscal de la clase a la que se sentía vinculado. Ahora bien, esto no quiere
decir que él no abordara problemas que los grupos más reaccionarios deseaban mantener
en silencio. Silencio que refleja el terror. El propio Saco lo dice: "Por
desgracia se ha formado entre nosotros una opinión funesta que llamaremos de
silencio. Todos sienten los males, todos conocen los peligros, todos quieren
evitarlos; pero si alguno trata de aplicarles el remedio, mil gritos confusos
se lanzan a un tiempo y no se oye otra voz que la de callad, callad". (Papeles, T. I, p. 89, 1832)
¿Por
qué Saco dice tal cosa? Pues, porque él sí fue contrario a la trata de
esclavos, y su artículo, por ende, es un ataque a los elementos más reaccionarios
y corrompidos que vivían del comercio clandestino de esclavos, declarado como
piratería desde 1820. Creo que en cuanto a su oposición al comercio de esclavos
no hay discrepancia entre los que han estudiado su figura y su tiempo. Debe
subrayarse que hasta, por lo menos, 1843, la mayor parte de la clase terrateniente
azucarera no se manifiesta públicamente contra el comercio de esclavos; y ello
sucede, porque, después de las matanzas de 1842, hay un motivo mayor de terror.
Ahora bien, si es cierto que solamente fue un fiscal
de la trata, debe tenerse en cuenta un matiz de sus ideas que, desde luego, no
altera el cuadro sino que, por vía indirecta nos permite calificar su posición
como conservadora en este aspecto. Saco no podía desconocer que la supresión de
la trata era un golpe decisivo contra la esclavitud. De hecho, en su estudio sobre
el comercio de esclavos en Cuba (1832) Saco señala que hay varios remedios para
los problemas que se plantean, a virtud de la escasez de brazos, por razón de
la falta de la trata: primero: los propios esclavos por medio de su reproducción;
segundo: los asalariados; y tercero: los campesinos a quienes se entregarían pequeñas
parcelas; éstos de ultimar como producto de la inmigración. Ahora bien, estas
soluciones serán, por razón de sus propios argumentos, lentas, adoptadas como
ensayo, realizadas como un proceso. O sea que Saco prevé la abolición de la
esclavitud, como una evolución muy gradual. Coincidiendo con Vázquez Queipo,
acepta que "los esclavos se acaben, cuando el tiempo los acabe" (Papeles, T. III, p. 236, 1845).
Este pensamiento define su posición moderada,
tan moderada que nos impide considerarlo como abolicionista de la esclavitud.
En efecto, Saco quiere, como otros del grupo en que lo situamos, que el momento
de la abolición llegue para sus hijos o sus nietos, no para él y sus
contemporáneos. No es un azar que su protector personal, el Marqués de Montelo,
casado con una Aldama, elaborase un proyecto de abolición que posponía este
cambio fundamental para una fecha posterior a 1900. Todo ello encubre una
actitud de aplazamiento conservador y supone que es incapaz de tener en cuenta
las condiciones económicas, sociales y políticas dinámicas (y lo eran
especialmente en Cuba después de 1840) que habrían de exigir a más breve plazo la
abolición de la esclavitud. En el caso de Saco, nos aventuramos a pensar que en
su actitud pudo haber incluso una autocensura de pensamiento para no lastimar a
quienes eran sus amigos y él consideraba sus iguales. Autocensura que no le exime
de su conservatismo y aun más le añade de una sombra de cobardía intelectual a
su personalidad.
Fue enemigo de la trata por razones de orden político
y culturales, o sea, por ese conjunto de ideas que Saco expresa y desarrolla
acerca de la formación nacional cubana. Y las desarrolla particularmente en su
polémica con los anexionistas. Aun teniendo en cuenta varias de sus afirmaciones,
no creo que pueda calificarse de "racista" su posición, porque, entre
otras razones, es inexacto hablar de "racismo" en el seno del sistema
esclavista. Para justificar el sistema se expresaban ideas racistas, claro
está; pero el "racismo" como tal es un mecanismo posterior a la
abolición de la esclavitud que, coadyuva, dentro de las condiciones capitalistas
a mantener sometidos a los negros liberados y a deprimirles su salario,
deprimiéndolo a todos los trabajadores. Saco, por vivir en el régimen de
esclavitud de los africanos, y congraciarse con él, aspira a "blanquear"
la población. Sin embargo, no rechaza el mestizaje (y por puro preciosismo
precisa: no le agrada el matrimonio de blanca con negro, sino el inverso, de
blanco con negra, que le agradaba por igual, aunque sin matrimonio, a la mayoría
de los terratenientes cubanos de su tiempo. Es más, concibe el futuro de Cuba
como el de un país mestizo, aun cuando como es lógico él espera que en el cruce
predomine la población blanca (Papeles,
T. III, p. 224, 1845) y no desea imitar "la intolerante impolítica
conducta de los Estados Unidos de Norteamérica". Si por un lado puede
apreciarse una cierta profundidad de análisis de los problemas, por otro es
inaceptable y muy discutible la idea de la nacionalidad blanca, porque ella
contradice, en su esencia, al fenómeno del mestizaje.
Pero hay algo más, que debemos tener en
cuenta. Saco es partidario de la inmigración blanca, estimulada, financiada por
el gobierno y los terratenientes; y como contradicción de su pensamiento,
sugiere que los inmigrantes provengan no solamente de Europa, sino también de
América y de Asia (Papeles, T. II, p.
120, 1845). ¿Por qué sucede esto? Sucede porque tras del problema social
debatido entonces hay una cuestión esencial: si no hay esclavos ¿quién
trabajará? Esto es: para Saco, si no vienen más esclavos, por supresión de la
trata, debe subsistir o crearse una masa de gente que trabaje: los propios
esclavos, reproduciéndose; los asalariados y los campesinos inmigrantes. Y, por
eso, Saco no es abolicionista de la esclavitud, porque estima que deben crearse
condiciones para que no falten trabajadores. Y también por eso, a las diez de última,
le da lo mismo que sean blancos europeos, como indios cobreños o mestizos de
América o amarillos del Asia.
Estimo que las implicaciones de la supresión de
la trata en ese aspecto fueron extensamente tratadas por Saco y que
indirectamente, ello supone también un análisis de la abolición de la
esclavitud. Ello es patente en todo lo que se refiere a la discusión del
"costo" del esclavo, comparado al del obrero libre. Para Saco este
costo es un concepto vinculado a la abundancia o escasez de brazos: pocos
trabajadores libres, altos salarios, y a la inversa. O sea, que el esclavo es
más barato entonces, porque abunda, aun cuando el comercio clandestino lo alce
de precio. Una razón más, y quizás, en lo hondo de los mecanismos sociales y de
clase la más importante, para que Saco y los terratenientes no sean
abolicionistas. Es más, hacia 1840, ya todos los cubanos saben que una abolición
de la esclavitud sin medidas para asegurarse que los libertos continuarán
siendo asalariados, destruye casi totalmente las ventajas que los hacendados
esperan de la abolición.
En verdad, la contradicción flagrante entre esclavismo
y fuerzas productivas no se patentiza en Cuba hasta después de 1850. Y, a pesar
de ello, tampoco en los informes de la Junta de Información (1865) se defienden
paladinamente las ideas progresistas capitalistas. No es azar que Saco no los
defienda, si los reformistas de la Junta son gente vinculada al grupo político
que encabeza Miguel Aldama.
Saco fue un reformista en política, como lo era
en lo económico y social. Lo fue por las mismas razones. Y así lo expresa:
"... siendo rica, Cuba tiene más intereses que defender, y más necesidad
de garantías políticas para conservarlas" (Papeles, T. III, p. 484, 1851).
Fue antianexionista, aun cuando aceptaría el anexionismo
pacifico, desde luego, a regañadientes; pero pacífico, es lo importante, esto
es, reformista. Fue antindependentista sin lugar a dudas y sin matices; aún
más, a medida, que pasaron los años fue más contrario a la independencia.
Su reformismo político se basa en la idea del Consejo
Colonial existente en el imperio inglés; pero en ningún momento él desarrolla totalmente
esta parte de su pensamiento; entre otras razones, porque la experiencia acerca
de lo que era la política colonial española le conducía a un callejón sin
salida: las reformas son necesarias, imprescindibles para el bien de Cuba, pero
España no puede, ni quiere, introducirlas. Resultado: Saco se ve obligado a
realizar una interminable propaganda, para ganar la opinión española; y
mientras está en esto, pasan los años, cambian las condiciones en Cuba, aparece
el anexionismo furioso (1849-1855) aparece y muere el reformismo tecnicista (1860-65)
y se produce el alzamiento de 1868. Y, si en las condiciones de 1830 a 1865 su
reformismo tenía algún grado de validez; ya en 1868, cuando una parte de los
terratenientes toman las armas revolucionariamente, esa actitud se transforma
en una posición reaccionaria y colonialista. Entonces y sólo entonces, podría considerársele
como un auténtico defensor de la dominación colonial. A través de los años Saco
quedaba congraciado con Miguel Tacón. Hacía por lo menos 20 años que Saco se
mantenía, sin añadir cosa sustancial y nueva, a su pensamiento. Exilado
voluntario, sin contacto directo con la realidad cubana, informado por sus
amigos e iguales, temeroso de todo cambio violento, Saco había quedado atrás en
la historia. Tal evolución no es la de un "fundador"; no lo fue Saco,
pues si él previó una nacionalidad vigorosa y la deseó, fue con carácter
especulativo, teórico y por los medios que la historia de su propio tiempo no
podía franquear, lo que se revela en lo infructuoso de su prodigiosa obra de publicista,
en la contradicción de su actividad política y en su oposición a la Revolución Libertadora
de 1868.
Un juicio general sobre su personalidad deberá tener en cuenta muchos más elementos, si bien no es el momento de extender este comentario al artículo de Bueno y a la réplica de los estudiantes. Estos exigen que: "no se quiera objetar que la época, el medio, etc., tuvieron toda su influencia en el pensamiento de Saco... ", pero ¿cómo juzgar la historia sino dentro de la historia? Creo que ellos al formular esta exigencia quieren decir que Saco no fue capaz de superar las limitaciones de su tiempo; si fuera así; lo admito; pero si fuera de otra manera, los compañeros estudiantes debían revisar su criterio porque tiempo, medio, etc., no pueden significar sino intereses materiales y son pocos los hombres que han sabido ver más allá de sus intereses o de sus vinculaciones a ciertos intereses. Y, por ello, los que la historia destaca como gente heroica y genial, capaces de impulsar y simbolizar los cambios revolucionarios de un pueblo o del mundo son pocos. ¿Qué duda cabe que Saco no forma fila en esta reducida legión? Pero tampoco fue, a lo menos hasta 1868, de los que deseaban que su patria permaneciera inmutable. Y entre 1830 y 1850 libró una batalla inútil, por excesivamente apegada a la realidad, contra la perduración de las tradicionales condiciones coloniales.
Profesor MANUEL MORENO FRAGINALS
1. El artículo del profesor Bueno responde al
esquema tradicional de análisis de la figura de José Antonio Saco.
2. Los estudiantes de Ciencias Políticas han realizado
una intervención brillante que denota un serio interés por el estudio de la Cuba,
y un certero método de análisis y crítica.
3. Dentro de un severo estudio científico, materialista,
no puede analizarse la figura de Saco ni hacer un examen crítico de sus ideas
sin estudiar previamente las condiciones materiales de la clase social de la
cual él era vocero. Y en este punto no puede perderse jamás de vista que Saco
era el escritor "oficial" de ciertos grupos de la clase de hacendados
azucareros esclavistas criollos. Las aparentes contradicciones en el
pensamiento de Saco son el reflejo de las reales contradicciones de la sacarocracia
esclavista.
4. Aunque el término "Fundador" es
grandemente polémico, no puede negarse a Saco una definitiva influencia en la
formación del pensamiento nacionalista cubano, especialmente después de su
batalla contra la anexión a los Estados Unidos de Norteamérica.
5. El título de "Fiscal de la
Esclavitud" no le cuadra en modo alguno a quien, como Saco, profesó un
profundo odio a la población negra y jamás solicitó la abolición de la
esclavitud en Cuba. Sin embargo, desde el punto de vista sociológico, Saco
reconoció los aspectos negativos del trabajo esclavo.
6. Por último, estimamos que los hechos que han
motivado las disímiles opiniones emitidas sobre Saco, a quien en su época y
hasta nuestros días se le ha acusado de negrófobo, negrófilo, abolicionista,
esclavista, españolista, anti-españolista y así sucesivamente, puede resumirse
de esta manera:
José Antonio Saco fue el representante
oficial y pagado de una clase económica que ya en su época está en clara crisis
de disolución. Esta clase, tanto en las Sugar Islands como en Cuba, muestra las
mismas características de disolución, corroída por la grave contradicción
interna de producir mercancías para el mercado mundial donde impera el régimen
capitalista de producción y al mismo tiempo emplear un
sistema de trabajo esclavo.
Acosada por la ley del costo de producción, la
clase social azucarera criolla se fue endeudando a pasos agigantados y de grupo
poderoso y gobernante pasó a sacarocracia arruinada y esclavizada
económicamente por la propia esclavitud de la cual dependía.
Este núcleo económico azucarero cubano emergió
en nuestra historia (fines del XVIII) con un profundo sentido revolucionario.
Arango y Parreño fue la mente económica "más
moderna" que ha dado América, con un altísimo pensamiento burgués.
Saco, que le sucede, es un tipo de hombre distinto.
Arango era un productor, poseedor del más grande ingenio del mundo en su época,
y al mismo tiempo, vocero de los hacendados. Saco es el "intelectual"
de la clase: desconoce las entrañas del negocio y sus estudios se proyectan
principalmente sobre la superestructura política y social del régimen de
semiplantación. Saco se enfrenta a la trata, porque el negocio negrero era la
base del capital comercial español, y el suministro de esclavos una forma de
dominio económico sobre los productores. Pero Saco no se podía oponer en forma
alguna a la esclavitud porque el esclavo integraba la parte esencial de los
bienes de capital de su clase. El esclavo era el más importante renglón en el
activo fijo del ingenio. El problema no tenía solución: la clase, ahogada en su
honda contradicción económica, no pudo capitalizar. El progreso técnico
azucarero se detuvo y, hacia la década del 1860, los que antaño fueran
orgullosos azucareros están trabajando en absurdas fábricas de costos altísimos
y vendiendo azúcar mascabado.
La vida de Saco estuvo minada por las
contradicciones de la clase que él representó, y careció de capacidad
dialéctica para comprender las nuevas condiciones. Fue revolucionario en sus
primeros años, cuando seguía la línea de Arango y Varela y se dirigía por los
senderos de la física y la química. Pero ya en la década del 1830 -década en que
cuaja la gran industria y se habla por primera vez de ingenios centrales- Saco está
proponiendo ingenios pequeños con métodos manuales. Todo su pensamiento
político intelectual se conforma antes de haber cumplido 30 años. Después vive 50
años más sin enterarse cómo cambia el mundo. Compárese su pensamiento
anquilosado con la brillante evolución intelectual de su contemporáneo Ramón de
la Sagra. A partir de su exilio se inicia este proceso de petrificación y sólo vuelve
a brillar, fugazmente, en algunas páginas de sus réplicas antianexionistas.
Sería importante estudiar cómo en él, y en otros muchos hombres, el exilio produce
una pérdida completa del sentido de la realidad política.
Bien orientados andaban los muchachos de Ciencias
Políticas cuando redactaron esta carta. Y muy clara es esa comparación Céspedes-Fidel.
La nueva vida de entonces sólo podía construirse sobre nuevas bases. Quemar La Demajagua
fue un símbolo. Habían quemado el ingenito viejo, que empleaba métodos
anticuados y absurdos, producía sólo azúcar mascabado,
y estaba totalmente endeudado.
Es decir, habían quemado la solución Saco y
Pozos Dulces (ése otro desorientado que la magia de nuestra historia burguesa
ha convertido en notable economista y renovador técnico. Era la gran actitud de
los que prefirieron morir peleando, en vez de morir lentamente, pobres y
endeudados.
Saco no los entendió ni podía entenderlos. Hacía muchos años que había muerto políticamente, después de haber prestado a la patria dos grandes servicios: la lucha contra la trata y su fiera posición antianexionista. Expresiones ambas de su sentido criollo, blanco, que más tarde otros integrarían en un profundo sentimiento nacional, cubano, sin color.
Profesor EUCLIDES VAZQUEZ CANDELA
I. Que en lo fundamental estoy de acuerdo con
lo planteado por un grupo de mis alumnos de Historia Política de Cuba, cuya opinión
refleja nuestras investigaciones y discusiones en clases, y en desacuerdo, por
tanto, con mi cordial compañero y amigo, Salvador Bueno.
II. Que en relación con los criterios que hasta
ahora se han esgrimido para presentar a Saco como un fundador de nuestra
nacionalidad, tales como que Saco fue un hombre de su época, defensor
consecuente de los intereses de su clase, que era la clase de vanguardia en
aquel momento, que combatió el anexionismo a los Estados Unidos, que habló
como cubano, invocando la nacionalidad cubana, la patria cubana, etc., pienso
lo siguiente.
1. No creo que Saco fuera un hombre de su época:
A. En lo internacional occidental, la época de
Saco fue una época de consolidación del capitalismo y del surgimiento del pensamiento
socialista. En la Europa centro de este movimiento Saco vivió los últimos 45
años de su existencia, de 1834 a 1879 y Saco apenas se enteró de esto.
B. En lo continental americano es la época de
las revoluciones de independencia, de vocación burguesa o democrático-burguesa
y de tendencia antiesclavista. Para Latinoamérica, con excepción de Brasil, la
independencia significó la liquidación de la esclavitud. Saco impugnó todo esto
y desacreditó al independentismo y a los independentistas como Bolívar.
C. En lo doméstico cubano es en lo fundamental
la época del auge final de la esclavitud, la de su crisis y su desaparición, del
tránsito del esclavismo al capitalismo y del colonialismo español a la
independencia.
Saco no adoptó una posición consecuente con relación
a esto. Se aferró a la conservación de los esclavos y calificó con los peores
epítetos a los libertadores, alineándose en favor de la metrópoli durante la
Guerra de los Diez Años.
2. No creo que Saco fuese un defensor
consecuente de los intereses de su clase esclavista. No se pone al frente de
ella para conducirla por el camino histórico que se le ponía a la orden del
día: su transformación capitalista y su liderazgo de la sociedad insular, cubana
e independiente, sino que marcha en la retaguardia, frenándola más bien.
Además, el sector de los esclavistas defendido
por Saco no adoptó jamás posiciones revolucionarias. Revolucionarias en este
país han sido siempre las capas humildes de la población, algunas capas medias
y minorías esclarecidas de las clases pudientes.
3. En cuanto al antianexionismo de Saco hay
que manejarlo de modo dialéctico. ¿A nombre de qué, para qué y por qué fue Saco
antianexionista? Saco
fue antianexionista porque fue más conservador y a veces más reaccionario que muchos
anexionistas. Combatió la anexión a nombre de principios más reaccionarios en
aquel momento que muchos de los principios que determinaron el movimiento anexionista,
coincidiendo con ellos en el peor de todos, en la defensa de la esclavitud. El
movimiento anexionista de los años cuarenta y cincuenta fue la escuela que
condujo al independentismo de 1968. Las condiciones de la época determinaron
que la bandera insurreccional tremolada por los anexionistas López y Agüero·
fuera tomada por las minorías terratenientes revolucionarias y las mayorías
populares como bandera de independencia, de libertad y hasta de antiesclavismo.
4. En lenguaje saquista, el concepto de patria,
de nación, es un concepto raquítico y no debe ser confundido con el de
soberanía o autodeterminación. Es un concepto aristocrático y provincial. Para
Saco lo cubano tenía la misma categoría de lo valenciano, lo gaditano o lo
extremeño. No se comprendía sino contenido en lo hispánico. Ser cubano era para
Saco ser un aristócrata blanco; poseedor de esclavos, ligado económica,
política y culturalmente a la España feudal y medieval, como una provincia de
lo español y esto cuando ya se venía luchando en Cuba sangrientamente por la
independencia, cuando ya Varela había hecho en la década de los años veinte
planteamientos con respectó a los cuales el pensamiento de Saco es totalmente
reaccionario: abolición de la esclavitud, reconocimiento de la independencia de
las colonias americanas, independencia de Cuba por sus propios medios.
5. Saco fue racista, discriminador. Un día tendremos
que preguntarnos hasta qué punto es justo que Saco no comparta junto con sus contemporáneos
Gobineau y Chamberlaine la responsabilidad histórica de haber sido antecesor
ideológico del racismo nazista, de las teorías de la superioridad racial y la necesidad
de apartar y hasta exterminar a los elementos raciales inferiores. Esto es duro
reconocerlo, pero cierto.
6. Si por fiscal de algo se entiende el que lo
acusa a nombre· de la sociedad, Saco no fue fiscal de la esclavitud, él y la
sociedad defendida por él no acusaban a la esclavitud sino de querer
desaparecer. Su Historia de la Esclavitud no fue escrita para combatir esta
institución sino para demostrar, con Aristóteles, que siempre había sido una
institución natural.
¿El saldo de su obra? Yo diría que fue un publicista
importante, nacido en Cuba para honra de España, que para que Cuba no dejara de
ser española y colonial o neo-colonial, tuvo que poner de manifiesto lacras que
justificaban la lucha por la independencia y que en la medida en que quiso
defender la esclavitud y la hispanidad, puso de manifiesto lo ilusorio de
pretender incorporarnos a los Estados Unidos, pero no un fundador.
Hoy es tan difícil presentar a las nuevas generaciones un Saco participando positivamente de la fundación de nuestra nacionalidad integrada racialmente, soberana y latinoamericanista, como lo será mañana para los rhodesianos que Ian Smith fue un fundador de la suya, o para los puertorriqueños que Muñoz Marín fue "un hombre de su época" y hay que alinearlo con los padres de la patria borinqueña.
Profesor SALVADOR BUENO
En segundo término no están de acuerdo estos alumnos
con la inclusión que hago de Saco en la serie LOS FUNDADORES. Según sus
palabras, para ellos son solamente fundadores de la nacionalidad cubana
aquellos que mantuvieron una posición independentista. No estoy de acuerdo
sobre el particular. A mi juicio otras personalidades cubanas pueden ser estimadas
como fundadoras de nuestra nacionalidad. Esas figuras, como es el caso de Arango
y Parreño, Saco, Luz y Caballero y otras, pueden considerarse como fundadoras por
los aspectos más positivos y perdurables de su vida y de su conducta pública.
Me parece que estas figuras pueden ser
fundadoras de nuestra nacionalidad porque aportaron nuevos elementos y
fundamentos a la lenta fraguación de nuestra personalidad como pueblo. Partiendo
de este punto de vista debemos analizar qué aspectos positivos para el
desarrollo de la nacionalidad cubana aportó la labor de Saco. Verdadero
carácter positivo advertimos en su lucha contra el comercio de esclavos. A la
larga la supresión de la trata produciría la desaparición de la esclavitud.
Saco fue siempre un evolucionista, no un
revolucionario. No le podemos exigir más. No podemos hacer balance de su
actuación pública por lo que pudo haber hecho, sino por lo que realizó y dejó
como testimonio de su tenaz preocupación por el destino de su tierra natal.
De todos modos no es de extrañar la posición adoptada
por estos estudiantes universitarios. Saco es una de las personalidades más
polémicas y conflictivas de nuestra historia. Se le han achacado las más
contradictorias posiciones. Pero en el curso de mi trabajo puede observarse cómo
destacó su lucha contra los anexionistas. Esta empresa· fue, a mi juicio, la más
fructífera y afianzadora de nuestra nacionalidad de todas las que emprendió el
escritor bayamés. Su ataque demoledor a los anexionistas echó por tierra esa
solución política a los problemas cubanos que hubiera desviado totalmente el
desarrollo de nuestra historia. "A pesar de que reconozco las ventajas que
Cuba alcanzaría formando parte de los Estados Unidos, me quedaría en el fondo del
corazón un sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana",
escribió muy claramente. Quería una "Cuba cubana y no angloamericana".
Percibió igualmente la amenaza absorcionista que pesaba sobre nuestros países:
"Bulle en muchas cabezas norteamericanas el pensamiento de apoderarse de
todas las regiones septentrionales de América, hasta el Istmo de Panamá".
Por supuesto, no todas las facetas de la
actuación y de la obra de Saco revelan estos signos positivos. En mi artículo
indicaba lo siguiente: "Adoptó en ocasiones actitudes que hoy resultan
erróneas, pero nuestro deber consiste en examinar objetivamente las etapas de
su vida y de su pensamiento estudiando con cuidado las condiciones y presiones
de su época, los problemas inmediatos que tuvo necesidad de atender". Y
más adelante añado: "El análisis sereno y objetivo que realiza, sobre la
realidad de la sociedad criolla permite a Saco atisbar las fallas y las
quiebras de aquella organización social". De ahí la importancia que tiene,
por ejemplo, su memoria sobre la vagancia en Cuba. Los separatistas, aunque
opuestos a las soluciones reformistas de Saco, aprovecharon para su lucha contra
el coloniaje español, sus observaciones y estudios, esparcidos por sus muchos
folletos y "papeles", sobre la realidad cubana de su época.
Opino igualmente que la larga separación,
debido a su destierro, de Cuba, influyó sobre sus análisis de la situación
cubana. Vocero de ciertos hacendados azucareros cubanos no percibió desde el
extranjero el declive de esta clase y los nuevos factores que pesaban sobre el
desarrollo del país. Por eso se explica su incomprensión de la solución
revolucionaria de Carlos Manuel de Céspedes. Llegada la guerra de independencia
de 1868, el pensamiento reformista de Saco ha caducado, se queda atrás, es una
rémora en el desenvolvimiento de nuestra historia.
La guerra do independencia de 1868 aporta ya
la radical separación de España. Pero las actitudes de Céspedes y otros
prohombres de esta lucha no tienen el contenido popular y revolucionario que
José. Martí, Juan Gualberto Gómez y otros darían a la revolución de
1895. Advertir esto ¿traería como consecuencia un olvido de Céspedes y de sus
proyecciones? De ninguna manera. Céspedes representa una superación de la
actitud meramente reformista de Sacó, así como Martí representa un paso
adelante en relación con las proyecciones de la guerra del 68. Bien cierto es
que con los paños calientes de las soluciones reformistas Cuba no hubiera
logrado su independencia de España. Se hacía necesario el gesto magnífico del
Grito de la Demajagua, la abolición revolucionada de la esclavitud, etc.
Estoy muy de acuerdo que debemos estudiar estas
figuras cubanas del siglo pasado con toda objetividad, "a la luz de los
hechos objetivos", pero opino que estas personalidades, como Sacio, que presentan
facetas positivas, tenemos que enjuiciarlas en su justo valor. De ningún modo
pretendo que se considere a Arango, Saco y Luz como fundadores de nuestra
nacionalidad en la misma medida que José Martí, Antonio Maceo o Manuel
Sanguily, pero de ninguna manera podemos olvidar sus esfuerzos, a veces equivocados,
en ocasiones tímidos o indecisos, para afianzar la nacionalidad cubana. La
lucha de los separatistas del siglo XIX y de los revolucionarios del siglo XX no
es más que la culminación de un largo proceso en que la nacionalidad cubana, la
independencia del pueblo cubano se fue afianzando y consolidando.
Cuba, Año V, núm. 49, mayo de 1966, pp. 66-70.