sábado, 26 de septiembre de 2020

José Antonio Saco. Fiscal de la esclavitud



  Salvador Bueno


  Más cubano que todos los anexionistas

 "Cuando en 1849 tuve una recia polémica con los anexionistas cubanos, unos me tacharon de retrógrado y otros me acusaron de mal cubano; de traidor y hasta de haberme vendido a España para escribir contra la anexión. Deplorando con un amigo la injusticia de mis compatriotas, díjele que si antes que él moría yo, hiciese poner sobre la losa de mi sepulcro, el siguiente epitafio:

 "Aquí yace José Antonio Saco, que no fue anexionista, porque fue más cubano que todos los anexionistas".

 No podemos recordar de mejor manera a aquel hombre que, a lo largo de una extensa vida mantuvo incesante brega contra las situaciones política, social y económica que prevalecían en su país. Adoptó en ocasiones actitudes que hoy resultan erróneas, pero nuestro deber consiste en examinar objetivamente las etapas de su vida y de su pensamiento estudiando con cuidado las condiciones y presiones de su época, los problemas inmediatos que tuvo necesidad de atender.

 De su propia mano conocemos los datos de su infancia, adolescencia y primera juventud. Nació el 7 de mayo de 1797, en Bayamo, hijo de un abogado de Santiago de Cuba que en aquella ciudad casó y arraigó. Buenas anécdotas de su infancia cuenta el propio Saco. Pero pronto concluirían los goces de la niñez. A los nueve años pierde a su madre; a los catorce a su padre. En torno a los huérfanos -dos niños, una niña- ejercen su ambición falsos protectores. La fortuna del padre quedó reducida: apenas algo para vivir su hijo con cierta comodidad.      

 En Bayamo había iniciado sus estudios, y a la edad de dieciséis años los continuó en Santiago. Allí comienza estudios filosóficos con una farragosa y enredadora pedagogía. Un buen amigo le aconsejó venir a La Habana a escuchar las lecciones de Félix Varela. Así lo hizo. Se graduó de bachiller en derecho civil en 1819. Estudió con Varela en el Seminario de San Carlos. Cuando su maestro fue designado diputado a Cortes en 1821, lo sucedió en la cátedra. Allí laboró por tres años explicando filosofía, ciencias naturales, etc.

 En 1824 marchó en viaje de estudios a los Estados Unidos. Dos años más tarde regresó a la patria. Volvió a Nueva York en 1828, donde publicó con Félix Varela El Mensajero Semanal redactando notas con temas económicos y políticos. Cuando en 1831 retorna a La Habana, comienza en realidad su labor pública. 

 Analista de la sociedad criolla

 La Real Sociedad Patriótica de La Habana auspicia en 1829 un concurso sobre el problema de los caminos. Saco escribe en Nueva York su Memoria sobre los caminos en la Isla de Cuba. Esta memoria resulta premiada. Al mismo tiempo la propia Sociedad Patriótica tuvo que convocar en dos ocasiones un certamen sobre el problema de la vagancia. Saco envía una memoria sobre dicho tema que obtiene también el premio. El análisis sereno y objetivo que realiza sobre la realidad de la sociedad criolla permite a Saco atisbar las fallas y las quiebras de aquella organización social.

  En 1832, Saco fue designado director de la Revista Bimestre Cubana. Pronto choca con los intereses económicos que predominan en la gobernación del país. El comentario que hace de una obra del Reverendo Walsh sobre la esclavitud en el Brasil desató contra él el ataque de los esclavistas azucareros. Saco llegó a la conclusión de que debía ser abolida la trata: presenta el caso de naciones que, en el trabajo esclavo, progresan. El comercio de esclavos había sido suprimido en 1817, pero la introducción clandestina de esclavos permitía crecer enormemente la delación de los ingenios para aumentar la producción de azúcar.

 Cuando en 1832 Saco fue designado director del Colegio de Buenavista sólo podrá desempeñarlo ocho meses. Alguien quiso hacer prevalecer sus criterios sobre la orientación del Colegio, apoyándose en sus influencias y relaciones. Saco renunció. Poco después aconteció el incidente de la Academia Cubana de Literatura. Un grupo de miembros de la Sociedad Patriótica obtuvo el permiso de crear una Comisión Permanente de Literatura. Más tarde solicitaron de la Reina de España autorización para fundar una Academia Cubana de Literatura independiente de la Sociedad Patriótica. El hecho suscitó el resquemor de los más furibundos integristas. Lograron que el gobernador Ricafort prohibiese la Academia. El incidente produjo la publicación de un trabajo de Saco: Justa defensa de la Academia Cubana de Literatura. Se le tildó de insolente. El nuevo gobernador, general Tacón, ordenó que Saco fuera desterrado a Trinidad. Pero el profesor y sociólogo prefirió partir de Cuba. Salió de Cuba en septiembre de 1834. Salvo una breve estancia en 1861, nunca volvió a pisar su tierra natal.

 Viajó un tiempo por Francia e Inglaterra. En 1835, ya en España, se instaló en Madrid. Tres veces durante ese año resultó designado diputado a Cortes, sin que pudiera tomar posesión de su cargo. En 1837 las Cortes dictaminan que Cuba, Puerto Rico y Filipinas no debían tener representación en el Congreso español. Saco visita a Italia, Austria y Alemania. Comienza a reunir papeles para su famosa Historia de la Esclavitud. Sobre el fomento de la población blanca de le Isla sostiene en 1847 una polémica con el fiscal de la Real Hacienda, de La Habana, Vicente Vázquez Queipo.

 Cuba cubana y no angloamericana

 Llegó el momento, entre 1848 y 1850, que Saco tuvo que prestar atención a la fuerte campaña anexionista que impulsaban poderosos intereses. Saco salió al paso a tales propósitos. Se hallaba en París, pero nunca estuvo más cerca de Cuba. Expuso su pensamiento en varios folletos. Si se produjese la incorporación de Cuba a Estados Unidos "me quedaría en el fondo del corazón un sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana". Sobre anexionistas y antianexionistas persistía la presión de la esclavitud: ¿qué hacer con la inmensa población de esclavos? A Saco se le acusaba de abolicionista, pero respondía que su época, y no él, era la abolicionista. De ningún modo la incorporación al vecino poderoso podía resolver los problemas cubanos. Por el contrario, significaría la disolución del pueblo cubano dentro de una nacionalidad extraña. Saco declaraba: "Yo desearía que Cuba no sólo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no angloamericana".

  Los años transcurrieron. Ya lleva José Antonio Saco muchos años fuera de Cuba. Envejece, se le olvida, pierde contacto con la misma realidad de su patria. En París comienza la edición de su Colección de papeles científicos, históricos y políticos y de otros ramos de la Isla de Cuba, de la cual aparecen tres tomos. Allí incluyó folletos, trabajos, réplicas, monografías que había publicado anteriormente.

 Después de su muerte, el erudito Vidal Morales reunió en un volumen Colección póstuma de Papeles (1881) muchos que no había incluido su autor en la anterior Colección. Además, un editor, Francisco S. Vingut publicó en Nueva York una edición clandestina de las obras del preclaro cubano. Saco preconizaba la necesidad de una solución reformista. "O España concede reformas a Cuba o Cuba se pierde para España", dijo claramente.

 En busca de soluciones reformistas escribió, a partir de 1852, una larga serie de trabajos hasta el mismo momento de su muerte. El Voto particular ante la Junta de Información es el documento más importante de esta etapa. Se considera su testamento político. Allí no plantea problemas, ofrece soluciones. En el Voto particular Saco examina cinco soluciones: primero, continuación del mismo régimen; segundo, establecimiento de un cuerpo consultivo; tercero, total asimilación a España, enviando diputados a Cortes; cuarto, formación de un parlamento con amplias facultades, y quinto, diputados a Cortes al mismo tiempo que un parlamento provincial. Saco se decide por la cuarta solución, el establecimiento de un parlamento insular, así los diputados discutirían las cuestiones de Cuba en la propia Cuba, y en la cercanía de sus electores. Se llegaba así a auspiciar un régimen autonómico como final de su pensamiento reformista.

 Cuando en 1865, el gobierno español quiso ofrecer planes de reformas, se anunciaba ya la Junta de Información. Saco fue elegido comisionado por Santiago de Cuba. Pero esta Junta de Información fue un fracaso. Este fracaso de 1867 es, en buena medida, la causa inmediata de la insurrección de 1868. Frente a la imposibilidad de obtener reformas de España, a los cubanos no les quedó otro camino que la lucha armada. Carlos Manuel de Céspedes, con el 10 de octubre de 1868, encabezó los empei1os superadores del pueblo cubano.

  Historia de la esclavitud 

 ¿Qué hizo Saco? Continuó en París los preparativos de su Historia de la Esclavitud. Cuando comenzó la edición de esta gran obra ya era tarde. Los cuatro primeros tomos los editó en París y Barcelona, de 1875 a 1879. Los dos últimos aparecieron después de su muerte, en La Habana. Pero este esfuerzo extraordinario de erudición llegaba tarde. Saco no comprendió la revolución de 1868, no le prestó su colaboración. Creyó que era propia de impacientes. Pero el pueblo cubano no podía sentarse a esperar las prometidas reformas. Y, en definitiva, al dar la libertad a sus esclavos; Céspedes y sus amigos dieron solución revolucionaria al problema de la esclavitud.

  Concluida la guerra con el Pacto del Zanjón, el propio gobierno colonial tuvo que dar validez legal a la emancipación de los esclavos, aunque de manera progresiva. Cuando la Historia de la Esclavitud cae en manos de los lectores, los asuntos y problemas que trata ya habían encontrado solución en la Isla de Cuba.

  Allá, en Barcelona, el viejo publicista llegó a los últimos momentos de su existencia. Allí murió el 26 de septiembre de 1879. Al año siguiente, sus restos fueron trasladados a Cuba. Aquí descansan, en el Cementerio de Colón. Dicen sus biógrafos que a su muerte quedaron en la indigencia su viuda y su hija. Uno de sus amigos recordaba que en sus últimos días su pensamiento volvió hacia el temor de que su tierra fuera absorbida por el vecino poderoso. Se iniciaba con el Pacto del Zanjón (1878) una etapa de tregua que serviría de apropiado pórtico a la revolución de 1895. Cubanos blancos y negros, como José Martí y Juan Gualberto Gómez, darían las pautas a la futura revolución. Y el escritor bayamés, sereno, conservador, pero con la mirada puesta en acecho ante los peligros que podían sobrevenir a su país, servía como orientador a reformistas y autonomistas que, en conclusión, sólo ofrecían paliativos; tímidas soluciones a la problemática de la patria.

 Cuando en los anales de la historia cubana volvernos la mirada hacia José Antonio Saco recordamos sus magníficas dotes de analista, de expositor claro, de polemista vivaz, y aunque dejamos atrás aquellas soluciones parciales, aquellos unilaterales enfoques que su propia época le imponía, consideramos con respeto aquellos esfuerzos tendientes a buscar una vida mejor para la tierra que lo vio nacer. Si es bien cierto que no pudo vislumbrar a plenitud lo que sería en definitiva la nacionalidad cubana, debemos tener en cuenta su hondo patriotismo, su indudable cubanía.


 Salvador Bueno: “Los fundadores. José Antonio Saco; fiscal de la esclavitud”, Cuba, Año IV, núm. 42, noviembre 1965, pp. 60-62.

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