Miguel de Unamuno
Miraba la mar la vaca
y a la vaca la mar;
en la resaca
la mar reía
la vaca la risa no veía...
La vaca está debajo de la risa
y del llanto,
es decir, por encima, en la repisa
del infinito,
donde se quiebra en espuma el quebranto
y en silencio el grito.
Los ánades sobre la mar volando
miran la mar, no el cielo;
sus entrañas;
pasan en bando,
que es su consuelo
y se van a otras costas nunca extrañas.
Los peces son los que no ven la mar
y a las olas se asoman
para mirar al cielo,
mirada de la que toman
su fe para nadar que es su volar.
No, yo no sueño la vida
es la vida la que me sueña a mí
si el sueño me olvida
he de olvidarme al cabo que viví.
Miraba la mar la vaca;
la vaca era la mar, se hacía mar
y la mar otra vaca.
No nada la vaca ni vuela;
mira la mar, respira aire del cielo
y pisa en el suelo.
La mar no nada ni el cielo vuela;
sobre la tierra se apoya la mar;
sobre la tierra la mar y el cielo;
es su volar
NOTA:
Este poema, aunque
sobre cosa de mar, fui escrito en París y antes que viniese acá, a Hendaya, a
la ribera de mi golfo de Vizcaya de Gascuña.
En realidad me fue
sugerido por un recuerdo de Fuerteventura y fue el haber visto, y más de una
vez, a una camella, y no a una vaca, mirando a la mar.
Apenas escrito el poema se lo envié dedicado a
Paul Valéry, que moraba muy cerca de mi pensión. Pocos días después fue a
verme, no me encontró y me dejo escrita esta tarjeta de visita que decía:
Correo Literario, 1 de agosto, 1945, p. 4.
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