¿Será
justo, por eso, ni conveniente ni prudente, que se
niegue a los habitantes de color de la Isla de Cuba, que
tanta parte tienen en su producción y riqueza, toda participación política,
sembrando, con una exclusión odiosa, gérmenes de un antagonismo que, inflamado,
podría ser en lo futuro de muy funestas consecuencias para aquel país?
Piénsese antes de todo que entre los libres de
color figuran en gran número los mestizos, frutos de las muchas alianzas que,
aun cuando no hayan sido consagradas por la iglesia, empiezan demostrando que
el apartamiento de las dos razas no es tan absoluto como pudiera a primera
vista creerse; y no se olvide que la tendencia de esos mestizos a confundirse
con los blancos, debe aprovecharse con prudencia para atraerlos más a la raza
dominante, sin hacer empero distinciones entre mestizos y negros que podrían,
agriando la condición de estos, y rompiendo vínculos de familia que con la base
necesaria de toda sociedad bien organizada, acarrear nuevos conflictos y no
menores peligros.
Por
otra parte, y si bien se observa, el apartamiento social que existe entre las
dos razas, se desvanece poco a poco, hasta perderse, cuando se baja, en los
blancos, de la clase más rica y aristocrática a las clases inferiores, que se
ven a menudo confundidas con las de color. Así, por ejemplo; las personas de
color que no pueden viajar por ferrocarriles, sino en coches de segunda o de
tercera clase, van en ellos confundidos con gran número de viajeros blancos; y
otro tanto sucede en los ómnibus; y es frecuente esa confusión en los campos
donde blancos y negros se reúnen en las vallas de gallos, y comen juntos en la misma mesa, y se tratan, en
suma, con recíproca igualdad.
Respecto de esas alianzas sexuales a que antes
nos hemos referido, no es extraño ver en las poblaciones pequeñas sobre todo, a
hombres de alguna posición social, teniendo por mujeres a mestizas y aun
negras, y dando de ese modo público testimonio de una igualdad de naturaleza,
que es imposible desconocer en lo absoluto.
Las distinciones personales de los individuos
de color han sido también en todos tiempos motivos de su confusión con los blancos; y aun en casas
muy distinguidas hemos visto frecuentemente alguna matrona de color, que fue
tal vez la nodriza de la señora y luego su constante compañera, que compartió
con ella todas las amarguras de la vida, le ayudó a criar a sus hijos, y
los cuidó a la par que ella, ocupando un lugar merecido en la mesa de aquella
casa que tanto debe a su lealtad y a su amor.
A
ocasiones hombres de color de padres ricos, han ido a buscar al extranjero la
instrucción que no les dalia su patria; a la que los hemos visto volver o
doctores de alguna facultad, que han ejercido con numerosa clientela entre los
blancos mas aristocráticos; o artistas eminentes que han arrancado aplausos y
deferentes atenciones de todo el mundo: y alguno de los cuales ha podido
ostentar en su pecho una condecoración de caballero concedida por S. M. la
Reina.
Y
en circunstancias tales como las que acaban de reconocerse, la previsión
enseña: que, si sería imprudente ponerse en abierta oposición con las costumbres
de aquella Isla, no lo sería menos desaprovechar oportunamente los elementos
favorables á la fusión de ambas razas que esas costumbres ofrecen, y negar toda
participación política a les libres de color. Creemos firmemente que el interés
de los blancos de Cuba induce por el contrario a
elevar el espíritu y las nobles aspiraciones de la raza de color, acercándosela
en cuanto sea posible; y de ningún modo a degradarla con odiosas exclusiones.
Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico…, 1867,
La Habana, pp. 137-41.