Francisco
Morán
Según la
enciclopedia popular ilustrada Cuba en la mano, editada en La Habana en 1940,
La Caricatura comenzó a salir como periódico quincenal -primero- y semanal
-después- en 1887. No nos dice la fecha exacta de la salida del primer número,
ni hasta qué año continuó publicándose. Lo que sí aclara es que se trataba de
un periódico humorístico.
El primer número que hallamos en la
colección del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias
(única institución en Cuba que posee una colección de La Caricatura) es el del
4 de setiembre de 1887. Sabemos que el
periódico se publicó cuando menos hasta 1924, bien avanzada la República. Bajo la dirección artística de Helio
(seudónimo de José A. Rodríguez) La Caricatura hizo desde sus inicios un
marcado énfasis en lo político y en lo social, sin excluir, por supuesto, el
humor en su sentido más amplio.
Si hay un rasgo característico en el perfil
editorial de La Caricatura que, con independencia de los cambios que después se
producen, no se pierde, es la prioridad del elemento gráfico. Los dibujos ocupan un espacio altamente
significativo. En el número del 4 de
setiembre de 1887 hay, solamente en la primera página, 19 dibujos. Agréguense 67 en el interior. Y de los 35
anuncios comerciales que trae esa entrega, 31 están ilustrados. En los primeros números los textos son
breves, en forma de viñetas. Con el
decursar de los años ganarán en extensión bajo la forma de crónicas, reseñas,
estampas costumbristas, pero nunca superarán el impacto de la información
visual. Quizá ello se deba a que, en una
época en la que el país tenía una elevada tasa de analfabetismo, los receptores
naturales de La Caricatura fuesen precisamente los iletrados y los
analfabetos. Las ilustraciones
detalladas y sensacionalistas van a ser las que vendan el periódico, las que lo
voceen en las calles habaneras. Una
prueba de lo que apuntamos aquí son los anuncios de clasificados que -de
ordinario- no son ilustrados, pero que en La Caricatura van por lo general
profusamente textualizados en los dibujos.
Esa necesidad gráfica -insistimos- tuvo que estar determinada, en primer
lugar, por los propósitos comerciales del equipo de redacción.
En cuanto a la sátira política, todos los
programas políticos son objeto de efectivos y demoledores ataques desde La
Caricatura, cuya redacción y administración estaban en Galiano 116. Lo mismo el sistema colonial que la política
de los partidos autonomista, liberal o conservador salen muy mal parados desde
las primeras ediciones del citado periódico.
La Caricatura contó desde sus comienzos con
muy pocas secciones fijas. El 2 de
octubre de 1887, por renuncia de Rogelio, que desempeñaba el cargo de primer
redactor, pasa a ocupar su puesto J. C. Beltrons. Pero este cambio no significa
ninguna transformación sustancial en la línea del periódico. Sólo que a partir
de esta entrega -a diferencia de las anteriores- las colaboraciones aparecen
firmadas. Y hallamos entonces los nombres de: José C. Beltrons, Pedro Nolasco,
José Fornaris, A. Prieto, Juan Luz, Niño Juan, José Valdés y León T. Berjoss,
entre otros. Como puede apreciarse también aparecen ya algunos seudónimos. Las
dos únicas secciones con que entonces cuenta La Caricatura son: Revista de
Sports, que atendía A. Prieto y Crayonazos, que escribía Jules Janin. En este
último caso parece tratarse de un seudónimo.
No tienen estas secciones, sin embrago, la sistematicidad que suelen
caracterizarlas.
Desde septiembre de 1887 a agosto de 1888
podemos hablar de la búsqueda de un perfil propio en La Caricatura. Dos rasgos
esenciales se consolidan:
1.-
Subordinación del texto a las propuestas gráficas.
2.-
Carácter satírico-costumbrista.
Así fue ridiculizada, en la edición del
cuatro de setiembre de 1887, la disposición del Capitán General Sabas Marín (a
la que también aludirá Casal en la célebre crónica que le hizo perder su
modesto y mal remunerado empleo en Hacienda) de poner cerco a la Aduana:
"Para
comprobar la necesidad de los grandes armamentos y de los presupuestos
inconmensurables, el General Marín dio una gran batalla contra la Aduana,
poniéndole primero sitio con las tropas de mar y tierra, artillería,
caballería, orden público, etc. La paz
aunque aparente, no existe en la realidad. Hay que combatir a menudo contra enemigos poderosos que se parapetan en
el ex-convento de San Francisco".
El
espectro de la sátira no conocía límites. De este modo ridiculiza la política
autonomista:
"En
circunstancias tan difíciles regresa Montoro. Y apenas puso el pié en la
casilla de pasajeros, pronunció a sus amigos presentes el siguiente
discursito:
Señores:
Héteme aquí con dos viajes redondos autonómicos ya dentro del cuerpo
(Sensación). Es verdad que no os traigo
la autonomía, pero ella vendrá! (¡Vendrá!, repiten a coro los asistentes). En
cambio traigo otra cosa (¡Trae!, exclaman todos). Traigo muchas ganas de llegar a mi casa para
almorzar picadillo con plátanos fritos (¡Ah!)".
Ni siquiera
el mismísimo administrador de La Caricatura, el señor Blas J. San Martín,
escapa de la ironía que, como en lo casos anteriores, está en el umbral del
choteo, además de revelar -desde luego- el perfil racista del periódico:
"Nuestro
Administrador es un tipo de raza judía, entusiasta por los números. Todo lo que sea escribir le repugna (...) Entusiasta por los Sports y la
Higiene, le veréis siempre, pero con método, haciendo con las manos ejercicios
de contracción, pero en cuanto a los de dilatación, cuesta mucho para que los
practique".
Hacia 1888 empiezan a hacerse habituales
algunos nombres en La Caricatura, como los de J. J. de Márquez, José C. y León
T. Beltrons, Francisco Treles. Y es precisamente esto lo que permite que se
definan algunas secciones con las que contará el periódico que es aún, (no lo
olvidemos) quincenal y humorístico. Márquez iniciará la publicación de una novela por entregas: Aventuras de
un sordo. También escribirá el espacio Cuentos de La Caricatura. A partir del
10 de junio de 1888 el periódico saldrá semanalmente con el subtítulo que
sigue:
PERIODICO HUMORISTICO
SEMANAL
Pero el
19 de agosto de 1888 los habaneros encuentran una nota extraña en La
Caricatura. Se trata de la crónica sobre un crimen perpetrado en Santiago de
las Vegas. Sólo la trascendencia misma
del suceso, del que se dice que "ha alarmado a Cuba del uno al otro
extremo(...)" parecía justificar que un semanario humorístico se ocupase
de reseñarlo. ¿Qué ocurrió entonces? En
el número siguiente (el del 26 de agosto) leemos un suelto:
"AL PUBLICO
Habiéndose
agotado las tres ediciones de La Caricatura pertenecientes al domingo pasado, y
siendo muchos los que desean conservar el retrato del infortunado joven Álvarez, lo reproducirnos en el presente número".
No nos
extrañe que en el número de marras aparezca ya modificado el subtítulo:
PERIODICO
SEMANAL, HUMORISTICO Y DE SUCESOS
¿Cómo dudar entonces de que sólo el interés de
lucro pudo mover al consejo de redacción a modificar de una manera tan
significativa los propósitos iniciales de La Caricatura? Sin dudas, al señor administrador no se le
escapó el éxito que, en términos de venta, representó para el semanario la
publicación de lo ocurrido en Santiago de las Vegas. Se inicia así la
desfiguración de La Caricatura que, gradualmente, derivará hacia un periodismo
sensacionalista y tremendista el cual, en su primera lectura muestra el grado
de criminalidad que la sociedad habanera alcanzó en la segunda mitad del siglo
XIX. Pero, más que lo aberrante de los
crímenes registrados por este semanario, llama nuestra atención la morbosidad
implícita en los relatos, el placer sado-masoquista que salta, cada vez con
mayor frecuencia, desde las páginas de La Caricatura. Y resulta incluso
grotesco el titular de humorístico sobre las secuencias (minuciosamente
dibujadas) de una ejecución que la primera plana ofrece al lector. Se trata del culto a la muerte como
espectáculo o puesta en escena. Pero no
solo el crimen halla un espacio que lo magnifica semanalmente. Las grandes
calamidades: naufragios, incendios, descarrilamientos, inundaciones y derrumbes
se presentan con un interés que en sí mismo puede ser considerado criminal.
Parece por momentos como si en La Caricatura los crímenes y desastres cobraran
nueva vida. Se explotan también los aspectos más oscuros de la sociedad
colonial. Ocupan espacio en primera plana: el bandolerismo, la brujería, el
ñañiguismo, la cartomancia, la santería, pero desde una óptica sospechosamente
racista. Y esto es así hasta el punto de que el 19 de marzo de 1889, bajo el
epígrafe LA RAZA DE COLOR encontramos una carta enviada al director del
semanario por José Hernández. Este, que se siente honrado de pertenecer "a
la raza de color" refuta "lo que dice un periódico que se publica en
esta ciudad" en cuanto a que las caricaturas de La Caricatura son un
insulto para la tal raza. Al afirmar el remitente que no cree a mi raza
tan susceptible, ni tan falta de sentido para que se fijen por indicaciones de
periódicos, en ver insultos donde no los hay, pues con la misma facilidad se
pinta a un blanco que a un negro (...) sale en
defensa del periódico (lo cual justifica que este le haya publicado, no sin
antes advertir que "no admitimos polémicas") y revela que a algunos
no se les escapaban las intenciones que podrían esconderse en dibujos que no
pretendían ser otra cosa que "caricaturas hijas de la imaginación".
Así, mientras La Habana Elegante pone afeites, maquilla el rostro de la sociedad colonial, La Caricatura, en cambio, exhibe sus llagas, proclama su fetidez, la insalubridad moral de un mundo que, como Saturno, devoraba a sus propios hijos, los tuberculizaba, los incitaba al suicidio o a que se destruyeran unos a otros; o los hacía caer en cualquier sitio de la Habana, a cualquier hora del día o de la noche, de algo que los cronistas de sucesos y los certificados de defunción llaman muerte repentina.
Así, mientras La Habana Elegante pone afeites, maquilla el rostro de la sociedad colonial, La Caricatura, en cambio, exhibe sus llagas, proclama su fetidez, la insalubridad moral de un mundo que, como Saturno, devoraba a sus propios hijos, los tuberculizaba, los incitaba al suicidio o a que se destruyeran unos a otros; o los hacía caer en cualquier sitio de la Habana, a cualquier hora del día o de la noche, de algo que los cronistas de sucesos y los certificados de defunción llaman muerte repentina.
Dejando a
un lado lo que aquí apuntamos, el periodismo de La Caricatura es,
probablemente, el más avanzado de su tiempo en Cuba. En efecto, el afán
sensacionalista lo lleva a trabajar la noticia desde lo que me atrevería a
llamar perspectivismo cinematográfico: un reo ejecutado es mostrado,
simultáneamente, de frente, de perfil, de espalda. Cada una de las etapas del proceso de
ejecución se nos muestra en los dibujos que aparecen en la primera plana. De este modo, un noticiero documental,
virtual se despliega en la pantalla del periódico habanero. La Caricatura ofrece, además, una visión
volumétrica de la realidad habanera y nacional.
El amarillismo se abre a una verdadera crítica de las instituciones
coloniales, y es, también, el espacio en que el cuerpo, abierto al voyeurismo
social, se expone como el desague de los males de la colonia: el crimen, el
suicidio, la enfermedad, la locura.
No es casual que el suicidio tenga, en las
estadísticas de la criminalidad habanera, el primer lugar. Muy acertadamente
Jorge Ibarra analiza este fenómeno al señalar que:
"La
existencia de una amplia zona de individuos que se encuentran íntimamente
frustrados en todas las esperanzas que habían depositado en la sociedad,
constituye una medida de la capacidad de esa sociedad para satisfacer las
necesidades individuales de amplios sectores de la población. La frustración de todas las expectativas
sociales engendra necesariamente estados de ánimo morbosos y una agudización de
los sentimientos de malestar, inconformidad y de pesimismo sobre el destino
propio (...) El número de suicidios nos da, entonces, una medida de la
capacidad de la sociedad para anular las expectativas que ha engendrado en los
individuos" (...)
Pero esta lectura del suicidio admite a su
vez otra: la auto-eliminación es un acto contestatario en sí mismo, puesto que es
una negación, la respuesta airada del yo a un orden social profundamente
hostil, agresivo. El suicidio es una acción anárquica, sólo en apariencias. El
hombre que vuelve un arma contra sí mismo, la vuelve también contra su
naturaleza social, gregaria. Siguiendo
el credo medieval que hizo del suicidio un crimen contra la obra de Dios, el
siglo XIX no titubea en incluir al suicidio como tópico de la criminalidad.
Los altos
índices de suicidio se mantuvieron en la etapa colonial, pero se intensificaron
(lo cual, además, resulta consecuente con lo que hemos analizado) en sus
postrimerías. El viernes 6 de enero de
1893, La Unión Constitucional dio a conocer los siguientes índices registrados
por la criminalidad en la Habana de 1892:
Homicidios: 23.
Detenidos por ese
concepto, 38 individuos.
Suicidios: 48.
Heridos: 740
Detenidos por ese
concepto, 184 individuos.
Reyertas: 1190.
Detenidos por ese
concepto, 2278 individuos.
Robos: 157.
Detenidos por ese
concepto, 104 individuos.
Hurtos: 768.
Detenidos por ese
concepto, 145 individuos.
Incendios: 2 intencionales, 7 dudosos y 75
casuales.
Raptos: 127.
Detenidos por ese
concepto, 112 individuos.
Juegos: 11.
Detenidos por ese
concepto, 127 individuos.
Falsificaciones: 6.
Detenidos por ese
concepto, 17 individuos.
Detenidos: Por orden judicial, 456; por faltas,
758; por sospechas, 619 y
por deserción, 9.
Pero no es la fría enumeración de suicidios,
asesinatos, robos, etc., donde se nos revela la magnitud misma de la naturaleza
criminal de la colonia, sino, sobre todo, en el refinado sadismo, en la
"exquisitez", en la minuciosidad con que La Caricatura no permite que
escape ningún detalle susceptible de alimentar el morbo del lector. Esto es sólo una pequeña muestra de la carta
de horror que el periódico entregaba semanalmente a la avidez del público:
"El moreno Lorenzo Arango se
suicidó degollándose con una navaja
barbera".
(2 de
diciembre 1888)
"Un hombre descuartizado por
su hermano".
"Un hombre asesinado a
hachazos por su mujer y su hija".
"Acto de pederastia con un
joven en Casa Blanca".
(9 de
marzo de 1890)
En ningún caso falta el relato
pormenorizado, los dibujos de las armas con que se cometieron los crímenes
(algunos a escala natural), dibujos de las víctimas en los que se muestran las
heridas. Cuando se trataba de ejecuciones públicas el buen gusto de La
Caricatura llegaba al extremo de mostrar como lucía el rostro del condenado
después de la ejecución. Estos retratos se vendían, además, generosamente en la
propia redacción del humorístico semanario. Por si fuera poco, en no pocas ocasiones el cronista se permite
ironizar, hasta el punto de que el suceso es ridiculizado sin ningún
miramiento:
"D. Emigdio Fuentes Benedicto. Se suicidó junto a los filtros
del acueducto de Carlos III. Parece ser que se tomó tan
extrema resolución por cuestión de amores con una tal
Caridad González... Era natural de Teruel (patria
de los célebres amantes) y de 30 años de edad".(18 de Noviembre de 1888).
No debe escapársenos tampoco el hecho de que
el semanario propició la co-participación tan grotesca como criminal de sus
lectores. Se estimulaba mediante avisos la cacería de sucesos "tanto más
cuanto de mayor importancia sea (...)", no sin antes recordar al público
que por ello "se le gratificará generosamente". En el número correspondiente al 9 de marzo de
1890, La Caricatura convocó a un concurso que poco o nada tenía de humorístico:
"La
empresa de este periódico, deseosa de corresponder al favor del público, ha
acordado celebrar un "Certamen de artículos trágicos", cuyos trabajos
se publicarán el primer domingo de Abril (o sea en la Semana Santa), bajo las
bases o condiciones que a continuación se expresan:
1. Los artículos no se
excederán de cuatro cuartillas en la forma
corriente.
2. Deberán ser precisamente trágicos.
3. No se permitirá firma ni
pseudónimo.
4. No se admiten
artículos pornográficos ni frases que ofendan la
moral".
Llamo la atención sobre la convocatoria
según la cual este certamen es para "corresponder al favor del
público". ¿Y se quiere un ejemplo
más sutil de ese sadismo refinado a que hicimos referencia que la deliberada
intención de publicar los trabajos ganadores de concurso, nada menos que
trágico, "precisamente trágico" en la celebración de la Semana Santa?
No bastándole con ello, La Caricatura,
publicó también un tipo de esquela fúnebre que no necesita comentario:
"E. P. D.
D. Francisco González y González.
Murió hinchado como un sapo,
víctima de un soberbio atracón de números de LA
CARICATURA
que se remetió entre pecho y
espalda" (...)
Para
completar el repertorio de horrores tenemos que incluir las crónicas sobre las
deformidades humanas: El hombre monstruo, La mujer barbuda, El feto polifémico,
y otros. Este interés por lo deforme es el reflejo de un mundo
intrínsecamente perverso y antinatural; mundo polifémico también que
enmascaraban los bailes de los Pérez de la Riva, o que no dejaba ver la
cegadora luz de la araña de Tacón. Un
mundo cruel cuya pestilencia no llegaba a los salones y al que ponían sordina
las crónicas elegantes. Y, mientras, se
sucedían con impresionante frecuencia los casos de muerte repentina:
"Juan Abella (29 años) muere de repente".
"D. Vicente Pérez, muere en una
poceta, cerca de la playa, mientras se bañaba (39
años)". (11 de noviembre de 1888)
"D. Juan Pérez falleció de repente en una fonda de Egido".
"D. Juan Pérez falleció de repente en una fonda de Egido".
"Un moreno apareció muerto junto al
paredón de las oficinas de obras
municipales".
"D. Matilde Valdés Mora, de Regla,
murió de repente a bordo de un guadaño".
"Moreno muere de repente frente al teatro
Albizu".(2 de diciembre de 1888)
"La parda Concepción Valdés (13
años) muere de repente".(16 de diciembre de 1888).
"Un asiático muere de repente". (30 de diciembre de 1888).
"Un individuo blanco muere de
repente (tísico)". (3 de febrero de 1889).
Solamente una avanzada desnutrición, con el
consiguiente deterioro físico del organismo que lo hacía presa fácil de
enfermedades como la fiebre tifoidea o la tuberculosis, unido a otros factores
entre los que habría que mencionar la insalubridad de las calles habaneras,
donde se acumulaban los desperdicios, y la misma desidia social, podrían
explicar la persistencia de estos casos de muerte repentina. Casi todos estos individuos, en el momento de
morir, padecían de alguna enfermedad crónica en estado terminal. Luego "morían de repente", pero no
de un modo absolutamente imprevisible.
Otro de los certámenes de La Caricatura
estuvo encaminado a premiar a las mejores parodias de un poema cubano o de la
península. Pues bien, no son pocas las
parodias que aluden al hambre de aquellos tiempos. Leerlos hoy constituye una experiencia
única. Muy bien podría decir el cubano,
a la par que Casal: "-Pues oye: sólo tuve una querida /Que me fue siempre
fiel./-¿Quién?/-La Miseria". Veamos
algunos de esos ejemplos:
En días de
hambre
(de Zenea)
Estoy flaco, Señor, seco,
extenuado
horrible comezón me roe la
panza
y no me culpes, no, si
arrodillado
otros platos te pido, otra
pitanza.
Que el ideal que me fingí no asoma,
con el país de Jauja yo no
acierto;
mis tiempos son los de la
gula en Roma,
y mis hermanos con Síbaris
han muerto.
B. Quiñones y Armenteros.
A los frijoles
Oda
Llenad el plato, dádmelo que
siento
En mi estómago triste y
afligido
Rugir un hambre cruel. ¡Oh
cuanto tiempo
en ayunas pasé, sin que mi
boca
Gustase algún sabor Frijoles
Negros
vuestro sublime olor solo
podría
Tornarme el apetito que
ensañada
Me robó del amor la mano
impía.
P. B. T.
Nocturno
Así mi juventud, día tras
día,
cual mi estómago, triste
languidece,
sin gozar de la plácida
ambrosía
que el mundo hermoso en el comer
ofrece.
L. M. C.
De En días de esclavitud a En días de
hambre; del espíritu undoso del Niágara a la sazón cautivadora de los frijoles
negros; del hambre de "patria" a la "patria del hambre
". Curioso que "el mundo"
(es decir, el resto del mundo) sea el único espacio posible (el del destierro y
el exilio) donde podamos aplacar el hambre.
En cuanto al estado sanitario de la ciudad,
no hay más que leer algunos momentos del artículo que con ese titular publicó
La Caricatura el 18 de mayo de 1889:
EL ESTADO
SANITARIO
"Hay sol, hay vida, hay salud. Nuestro carácter
se mantiene firme
y enérgico sin
que le domeñen los contratiempos, el malestar
reinante en la plaza, la falta de recursos...
Y esto es lo principal, esto es lo que
salva al hombre de perder su dignidad y lo que le permite
resistir con brío y entereza cuantas vicisitudes sobrevengan y
cuantos desastres ocurran.
En cuanto a que la vida actual es un
tanto azarosa, que escasea el trabajo y que se recompensa mal, no
es posible negarlo; pero ¡qué diantre! No todas las épocas
han de ser iguales, no siempre ha de reinar la abundancia que
acarrea el despilfarro, ni constantemente nos ha de halagar la
fortuna. Tras de un tiempo malo viene otro peor, mejor
quise decir. En la variación está el gusto, y el que no se consuela
es por que no quiere. Por lo que hace a la salud pública, es inmejorable. No nos azota ninguna epidemia.
Se ven aquí y allá rostros pálidos,
demacrados, hombres enclenques, mujeres desfallecidas;
pero estas son excepciones, gentes delicadas que se enferman si
dejan de comer un día y otro también".
Es el discurso panglossiano de que, pese a
todo, vivimos en el mejor de los mundos posibles, o por lo menos, en el más
parecido. Volvemos a la ironía (rayando
en el choteo, en la trompetilla) para afrontar la adversidad ("¿por qué
habría de halagarnos siempre la fortuna?") que es lo único que ha hecho de
nosotros tierra de excepción. Sobre todo
para las sequías, los huracanes, las hambrunas, las esperanzas fallidas.
La maldita circunstancia del agua por todas
partes, los muros que rodean a la Isla, el límite que siempre imponen las
orillas, el horizonte tentador, prohibido, saltan con impresionante fuerza
desde el artículo en el que, de improviso, dos amigos conversan junto al mar,
con tal proximidad a nosotros como si no
contaran los 110 años que nos separan:
"-¿No nota usted como acude ahora aquí
mucha gente? Pues es porque quieren
familiarizarse con el mar, perderle el miedo por si acaso
llega a apoderarse de ellos la desesperación,
lanzarse con intrepidez y valentía a las revueltas o serenas olas y ahogarse los que no sepan nadar..."
La Unión
Constitucional en el artículo "Esas calles" del jueves 2 de febrero de 1893,
comenta el estado higiénico de aquellas:
"(...) Y la atmósfera que respira la
ciudad está, con tal motivo, envenenada por las más pestilentes emanaciones.
Charcos verdinegros de aguas
estancadas se encuentran hasta en las vías
usualmente más limpias de la población (...). "
Con tal situación en la ciudad, la tuberculosis, por sólo citar un ejemplo paradigmático, llegó a ser una enfermedad bastante común. De ahí que el periódico antes citado, al propagandizar un remedio contra dicho padecimiento, lo haga en los siguientes términos:
Con tal situación en la ciudad, la tuberculosis, por sólo citar un ejemplo paradigmático, llegó a ser una enfermedad bastante común. De ahí que el periódico antes citado, al propagandizar un remedio contra dicho padecimiento, lo haga en los siguientes términos:
Enfermedades del pecho y
pulmonares
"Estas enfermedades son tan conocidas
que no requieren descripción. ¡Cuántos millares bajan a la tumba a causa de esa temible guadaña, la tisis, la cual
siempre empieza por una ligera tos. Consérvese pura y saludable la
sangre tomando a la semana varias dosis de píldoras de raíz
indiana del Dr. Morse y todas las enfermedades se
estrellarán".
Se comprenderá entonces lo fácil que era
hallar en la villa de San Cristóbal, un
lugar donde caerse muerto. Para
concluir, veamos el acróstico publicado en la sección Sucesos el 18 de enero de 1894 revela en forma concisa, la
esencialidad criminal de La Caricatura:
"Leamos la Caricatura"
A mi amigo Don
Ventura:
Crimen en Guanabacoa
Asesinato en
Holguín:
Reyerta en el
Polvorín,
Incendio en
Tayabacoa,
Colisión en Baracoa,
Ahogados en la
Bahía,
Terremotos en
Turquía,
Un incendio en alta
mar
Rayos en Calabazar,
Amenazas a una tía.
"La Habana: ¿se parece cada vez más a su Caricatura? "; texto e imágenes tomados de La Habana Elegante, Segunda época.
"La Habana: ¿se parece cada vez más a su Caricatura? "; texto e imágenes tomados de La Habana Elegante, Segunda época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario