sábado, 11 de octubre de 2014

La Habana: ¿se parece cada vez más a su Caricatura?


  Francisco Morán 
  

 Según la enciclopedia popular ilustrada Cuba en la mano, editada en La Habana en 1940, La Caricatura comenzó a salir como periódico quincenal -primero- y semanal -después- en 1887. No nos dice la fecha exacta de la salida del primer número, ni hasta qué año continuó publicándose. Lo que sí aclara es que se trataba de un periódico humorístico.

 El primer número que hallamos en la colección del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias (única institución en Cuba que posee una colección de La Caricatura) es el del 4 de setiembre de 1887. Sabemos que el periódico se publicó cuando menos hasta 1924, bien avanzada la República.  Bajo la dirección artística de Helio (seudónimo de José A. Rodríguez) La Caricatura hizo desde sus inicios un marcado énfasis en lo político y en lo social, sin excluir, por supuesto, el humor en su sentido más amplio.

 Si hay un rasgo característico en el perfil editorial de La Caricatura que, con independencia de los cambios que después se producen, no se pierde, es la prioridad del elemento gráfico.  Los dibujos ocupan un espacio altamente significativo. En el número del 4 de setiembre de 1887 hay, solamente en la primera página, 19 dibujos. Agréguense 67 en el interior. Y de los 35 anuncios comerciales que trae esa entrega, 31 están ilustrados. En los primeros números los textos son breves, en forma de viñetas.  Con el decursar de los años ganarán en extensión bajo la forma de crónicas, reseñas, estampas costumbristas, pero nunca superarán el impacto de la información visual. Quizá ello se deba a que, en una época en la que el país tenía una elevada tasa de analfabetismo, los receptores naturales de La Caricatura fuesen precisamente los iletrados y los analfabetos. Las ilustraciones detalladas y sensacionalistas van a ser las que vendan el periódico, las que lo voceen en las calles habaneras.  Una prueba de lo que apuntamos aquí son los anuncios de clasificados que -de ordinario- no son ilustrados, pero que en La Caricatura van por lo general profusamente textualizados en los dibujos.  Esa necesidad gráfica -insistimos- tuvo que estar determinada, en primer lugar, por los propósitos comerciales del equipo de redacción.

 En cuanto a la sátira política, todos los programas políticos son objeto de efectivos y demoledores ataques desde La Caricatura, cuya redacción y administración estaban en Galiano 116. Lo mismo el sistema colonial que la política de los partidos autonomista, liberal o conservador salen muy mal parados desde las primeras ediciones del citado periódico.

 La Caricatura contó desde sus comienzos con muy pocas secciones fijas. El 2 de octubre de 1887, por renuncia de Rogelio, que desempeñaba el cargo de primer redactor, pasa a ocupar su puesto J. C. Beltrons. Pero este cambio no significa ninguna transformación sustancial en la línea del periódico. Sólo que a partir de esta entrega -a diferencia de las anteriores- las colaboraciones aparecen firmadas. Y hallamos entonces los nombres de: José C. Beltrons, Pedro Nolasco, José Fornaris, A. Prieto, Juan Luz, Niño Juan, José Valdés y León T. Berjoss, entre otros. Como puede apreciarse también aparecen ya algunos seudónimos. Las dos únicas secciones con que entonces cuenta La Caricatura son: Revista de Sports, que atendía A. Prieto y Crayonazos, que escribía Jules Janin. En este último caso parece tratarse de un seudónimo.  No tienen estas secciones, sin embrago, la sistematicidad que suelen caracterizarlas.

 Desde septiembre de 1887 a agosto de 1888 podemos hablar de la búsqueda de un perfil propio en La Caricatura. Dos rasgos esenciales se consolidan:

 1.- Subordinación del texto a las propuestas gráficas.

 2.- Carácter satírico-costumbrista.

 Así fue ridiculizada, en la edición del cuatro de setiembre de 1887, la disposición del Capitán General Sabas Marín (a la que también aludirá Casal en la célebre crónica que le hizo perder su modesto y mal remunerado empleo en Hacienda) de poner cerco a la Aduana:

 "Para comprobar la necesidad de los grandes armamentos y de los presupuestos inconmensurables, el General Marín dio una gran batalla contra la Aduana, poniéndole primero sitio con las tropas de mar y tierra, artillería, caballería, orden público, etc. La paz aunque aparente, no existe en la realidad. Hay que combatir a menudo contra enemigos poderosos que se parapetan en el ex-convento de San Francisco".

 El espectro de la sátira no conocía límites. De este modo ridiculiza la política autonomista:

 "En circunstancias tan difíciles regresa Montoro. Y apenas puso el pié en la casilla de pasajeros, pronunció a sus amigos presentes el siguiente discursito: 

 Señores: Héteme aquí con dos viajes redondos autonómicos ya dentro del cuerpo (Sensación).  Es verdad que no os traigo la autonomía, pero ella vendrá! (¡Vendrá!, repiten a coro los asistentes). En cambio traigo otra cosa (¡Trae!, exclaman todos). Traigo muchas ganas de llegar a mi casa para almorzar picadillo con plátanos fritos (¡Ah!)".  

 Ni siquiera el mismísimo administrador de La Caricatura, el señor Blas J. San Martín, escapa de la ironía que, como en lo casos anteriores, está en el umbral del choteo, además de revelar -desde luego- el perfil racista del periódico:

 "Nuestro Administrador es un tipo de raza judía, entusiasta por los números. Todo lo que sea escribir le repugna (...) Entusiasta por los Sports y la Higiene, le veréis siempre, pero con método, haciendo con las manos ejercicios de contracción, pero en cuanto a los de dilatación, cuesta mucho para que los practique". 

 Hacia 1888 empiezan a hacerse habituales algunos nombres en La Caricatura, como los de J. J. de Márquez, José C. y León T. Beltrons, Francisco Treles. Y es precisamente esto lo que permite que se definan algunas secciones con las que contará el periódico que es aún, (no lo olvidemos) quincenal y humorístico. Márquez iniciará la publicación de una novela por entregas: Aventuras de un sordo. También escribirá el espacio Cuentos de La Caricatura. A partir del 10 de junio de 1888 el periódico saldrá semanalmente con el subtítulo que sigue:


  PERIODICO HUMORISTICO SEMANAL

  Pero el 19 de agosto de 1888 los habaneros encuentran una nota extraña en La Caricatura. Se trata de la crónica sobre un crimen perpetrado en Santiago de las Vegas.  Sólo la trascendencia misma del suceso, del que se dice que "ha alarmado a Cuba del uno al otro extremo(...)" parecía justificar que un semanario humorístico se ocupase de reseñarlo. ¿Qué ocurrió entonces?  En el número siguiente (el del 26 de agosto) leemos un suelto:

 "AL PUBLICO

 Habiéndose agotado las tres ediciones de La Caricatura pertenecientes al domingo pasado, y siendo muchos los que desean conservar el retrato del infortunado joven Álvarez, lo reproducirnos en el presente número".

 No nos extrañe que en el número de marras aparezca ya modificado el subtítulo:

 PERIODICO SEMANAL, HUMORISTICO Y DE SUCESOS

 ¿Cómo dudar entonces de que sólo el interés de lucro pudo mover al consejo de redacción a modificar de una manera tan significativa los propósitos iniciales de La Caricatura?  Sin dudas, al señor administrador no se le escapó el éxito que, en términos de venta, representó para el semanario la publicación de lo ocurrido en Santiago de las Vegas. Se inicia así la desfiguración de La Caricatura que, gradualmente, derivará hacia un periodismo sensacionalista y tremendista el cual, en su primera lectura muestra el grado de criminalidad que la sociedad habanera alcanzó en la segunda mitad del siglo XIX. Pero, más que lo aberrante de los crímenes registrados por este semanario, llama nuestra atención la morbosidad implícita en los relatos, el placer sado-masoquista que salta, cada vez con mayor frecuencia, desde las páginas de La Caricatura. Y resulta incluso grotesco el titular de humorístico sobre las secuencias (minuciosamente dibujadas) de una ejecución que la primera plana ofrece al lector. Se trata del culto a la muerte como espectáculo o puesta en escena.  Pero no solo el crimen halla un espacio que lo magnifica semanalmente. Las grandes calamidades: naufragios, incendios, descarrilamientos, inundaciones y derrumbes se presentan con un interés que en sí mismo puede ser considerado criminal. Parece por momentos como si en La Caricatura los crímenes y desastres cobraran nueva vida. Se explotan también los aspectos más oscuros de la sociedad colonial. Ocupan espacio en primera plana: el bandolerismo, la brujería, el ñañiguismo, la cartomancia, la santería, pero desde una óptica sospechosamente racista. Y esto es así hasta el punto de que el 19 de marzo de 1889, bajo el epígrafe LA RAZA DE COLOR encontramos una carta enviada al director del semanario por José Hernández. Este, que se siente honrado de pertenecer "a la raza de color" refuta "lo que dice un periódico que se publica en esta ciudad" en cuanto a que las caricaturas de La Caricatura son un insulto para la tal raza. Al afirmar el remitente que no cree a mi raza tan susceptible, ni tan falta de sentido para que se fijen por indicaciones de periódicos, en ver insultos donde no los hay, pues con la misma facilidad se pinta a un blanco que a un negro (...) sale en defensa del periódico (lo cual justifica que este le haya publicado, no sin antes advertir que "no admitimos polémicas") y revela que a algunos no se les escapaban las intenciones que podrían esconderse en dibujos que no pretendían ser otra cosa que "caricaturas hijas de la imaginación". 


 Así, mientras La Habana Elegante pone afeites, maquilla el rostro de la sociedad colonial, La Caricatura, en cambio, exhibe sus llagas, proclama su fetidez, la insalubridad moral de un mundo que, como Saturno, devoraba a sus propios hijos, los tuberculizaba, los incitaba al suicidio o a que se destruyeran unos a otros; o los hacía caer en cualquier sitio de la Habana, a cualquier hora del día o de la noche, de algo que los cronistas de sucesos y los certificados de defunción llaman muerte repentina.

 Dejando a un lado lo que aquí apuntamos, el periodismo de La Caricatura es, probablemente, el más avanzado de su tiempo en Cuba. En efecto, el afán sensacionalista lo lleva a trabajar la noticia desde lo que me atrevería a llamar perspectivismo cinematográfico: un reo ejecutado es mostrado, simultáneamente, de frente, de perfil, de espalda.  Cada una de las etapas del proceso de ejecución se nos muestra en los dibujos que aparecen en la primera plana.  De este modo, un noticiero documental, virtual se despliega en la pantalla del periódico habanero.   La Caricatura ofrece, además, una visión volumétrica de la realidad habanera y nacional.  El amarillismo se abre a una verdadera crítica de las instituciones coloniales, y es, también, el espacio en que el cuerpo, abierto al voyeurismo social, se expone como el desague de los males de la colonia: el crimen, el suicidio, la enfermedad, la locura.

 No es casual que el suicidio tenga, en las estadísticas de la criminalidad habanera, el primer lugar. Muy acertadamente Jorge Ibarra analiza este fenómeno al señalar que:

 "La existencia de una amplia zona de individuos que se encuentran íntimamente frustrados en todas las esperanzas que habían depositado en la sociedad, constituye una medida de la capacidad de esa sociedad para satisfacer las necesidades individuales de amplios sectores de la población. La frustración de todas las expectativas sociales engendra necesariamente estados de ánimo morbosos y una agudización de los sentimientos de malestar, inconformidad y de pesimismo sobre el destino propio (...) El número de suicidios nos da, entonces, una medida de la capacidad de la sociedad para anular las expectativas que ha engendrado en los individuos" (...)

 Pero esta lectura del suicidio admite a su vez otra: la auto-eliminación es un acto contestatario en sí mismo, puesto que es una negación, la respuesta airada del yo a un orden social profundamente hostil, agresivo. El suicidio es una acción anárquica, sólo en apariencias. El hombre que vuelve un arma contra sí mismo, la vuelve también contra su naturaleza social, gregaria. Siguiendo el credo medieval que hizo del suicidio un crimen contra la obra de Dios, el siglo XIX no titubea en incluir al suicidio como tópico de la criminalidad.

 Los altos índices de suicidio se mantuvieron en la etapa colonial, pero se intensificaron (lo cual, además, resulta consecuente con lo que hemos analizado) en sus postrimerías. El viernes 6 de enero de 1893, La Unión Constitucional dio a conocer los siguientes índices registrados por la criminalidad en la Habana de 1892:

Homicidios: 23.

Detenidos por ese concepto, 38 individuos.

Suicidios: 48.

Heridos: 740

Detenidos por ese concepto, 184 individuos.

Reyertas: 1190.

Detenidos por ese concepto, 2278 individuos.

Robos: 157.

Detenidos por ese concepto, 104 individuos.

Hurtos: 768.

Detenidos por ese concepto, 145 individuos.

Incendios: 2 intencionales, 7 dudosos y 75 casuales.

Raptos: 127.

Detenidos por ese concepto, 112 individuos.

Juegos: 11.

Detenidos por ese concepto, 127 individuos.

Falsificaciones: 6.

Detenidos por ese concepto, 17 individuos.

Detenidos: Por orden judicial, 456; por faltas, 758; por sospechas, 619 y por deserción, 9.

 Pero no es la fría enumeración de suicidios, asesinatos, robos, etc., donde se nos revela la magnitud misma de la naturaleza criminal de la colonia, sino, sobre todo, en el refinado sadismo, en la "exquisitez", en la minuciosidad con que La Caricatura no permite que escape ningún detalle susceptible de alimentar el morbo del lector. Esto es sólo una pequeña muestra de la carta de horror que el periódico entregaba semanalmente a la avidez del público:


 "El moreno Lorenzo Arango se suicidó degollándose con una navaja barbera". 
           (2 de diciembre 1888)  
 "Un hombre descuartizado por su hermano".

 "Un hombre asesinado a hachazos por su mujer y su hija".

 "Acto de pederastia con un joven en Casa Blanca".

        (9 de marzo de 1890)

 En ningún caso falta el relato pormenorizado, los dibujos de las armas con que se cometieron los crímenes (algunos a escala natural), dibujos de las víctimas en los que se muestran las heridas. Cuando se trataba de ejecuciones públicas el buen gusto de La Caricatura llegaba al extremo de mostrar como lucía el rostro del condenado después de la ejecución. Estos retratos se vendían, además, generosamente en la propia redacción del humorístico semanario. Por si fuera poco, en no pocas ocasiones el cronista se permite ironizar, hasta el punto de que el suceso es ridiculizado sin ningún miramiento:

 "D. Emigdio Fuentes Benedicto. Se suicidó junto a los filtros del acueducto de Carlos III. Parece ser que se tomó tan extrema resolución por cuestión de amores con una tal Caridad González... Era natural de Teruel (patria de los célebres amantes) y de 30 años de edad".(18 de Noviembre de 1888). 

 No debe escapársenos tampoco el hecho de que el semanario propició la co-participación tan grotesca como criminal de sus lectores. Se estimulaba mediante avisos la cacería de sucesos "tanto más cuanto de mayor importancia sea (...)", no sin antes recordar al público que por ello "se le gratificará generosamente". En el número correspondiente al 9 de marzo de 1890, La Caricatura convocó a un concurso que poco o nada tenía de humorístico:

 "La empresa de este periódico, deseosa de corresponder al favor del público, ha acordado celebrar un "Certamen de artículos trágicos", cuyos trabajos se publicarán el primer domingo de Abril (o sea en la Semana Santa), bajo las bases o condiciones que a continuación se expresan:

 1. Los artículos no se excederán de cuatro cuartillas en la forma corriente.

 2. Deberán ser precisamente trágicos.

 3. No se permitirá firma ni pseudónimo.

 4. No  se admiten  artículos pornográficos ni frases que ofendan la moral".

 Llamo la atención sobre la convocatoria según la cual este certamen es para "corresponder al favor del público". ¿Y se quiere un ejemplo más sutil de ese sadismo refinado a que hicimos referencia que la deliberada intención de publicar los trabajos ganadores de concurso, nada menos que trágico, "precisamente trágico" en la celebración de la Semana Santa?

 No bastándole con ello, La Caricatura, publicó también un tipo de esquela fúnebre que no necesita comentario:

  "E. P. D. 
  D. Francisco González y González. 

  Murió hinchado como un sapo, víctima de un soberbio atracón de números de LA CARICATURA
 que se remetió entre pecho y espalda" (...)

        (24 de Noviembre de 1889)

 Para completar el repertorio de horrores tenemos que incluir las crónicas sobre las deformidades humanas: El hombre monstruo, La mujer barbuda, El feto polifémico, y otros. Este interés por lo deforme es el reflejo de un mundo intrínsecamente perverso y antinatural; mundo polifémico también que enmascaraban los bailes de los Pérez de la Riva, o que no dejaba ver la cegadora luz de la araña de Tacón. Un mundo cruel cuya pestilencia no llegaba a los salones y al que ponían sordina las crónicas elegantes.  Y, mientras, se sucedían con impresionante frecuencia los casos de muerte repentina:

 "Juan Abella (29 años) muere de repente".

 "D. Vicente Pérez, muere en una poceta, cerca de la playa, mientras se bañaba (39 años)". (11 de noviembre de 1888) 
 "D. Juan Pérez falleció de repente en una fonda de Egido".

 "Un moreno apareció muerto junto al paredón de las oficinas de obras municipales".

 "D. Matilde Valdés Mora, de Regla, murió de repente a bordo de un guadaño".

 "Moreno muere de repente frente al teatro Albizu".(2 de diciembre de 1888)

 "La parda Concepción Valdés (13 años) muere de repente".(16 de diciembre de 1888). 

 "Un asiático muere de repente". (30 de diciembre de 1888). 

 "Un individuo blanco muere de repente (tísico)". (3 de febrero de 1889). 

 Solamente una avanzada desnutrición, con el consiguiente deterioro físico del organismo que lo hacía presa fácil de enfermedades como la fiebre tifoidea o la tuberculosis, unido a otros factores entre los que habría que mencionar la insalubridad de las calles habaneras, donde se acumulaban los desperdicios, y la misma desidia social, podrían explicar la persistencia de estos casos de muerte repentina.  Casi todos estos individuos, en el momento de morir, padecían de alguna enfermedad crónica en estado terminal. Luego "morían de repente", pero no de un modo absolutamente imprevisible.

 Otro de los certámenes de La Caricatura estuvo encaminado a premiar a las mejores parodias de un poema cubano o de la península. Pues bien, no son pocas las parodias que aluden al hambre de aquellos tiempos.  Leerlos hoy constituye una experiencia única.  Muy bien podría decir el cubano, a la par que Casal: "-Pues oye: sólo tuve una querida /Que me fue siempre fiel./-¿Quién?/-La Miseria".  Veamos algunos de esos ejemplos:

   En días de hambre

                  (de Zenea)

  Estoy flaco, Señor, seco, extenuado

  horrible comezón me roe la panza

  y no me culpes, no, si arrodillado

  otros platos te pido, otra pitanza.

  Que el ideal que me fingí no asoma,

  con el país de Jauja yo no acierto;

  mis tiempos son los de la gula en Roma,

  y mis hermanos con Síbaris han muerto.

  B. Quiñones y Armenteros.

    A los frijoles

                  Oda

  Llenad el plato, dádmelo que siento

  En mi estómago triste y afligido

  Rugir un hambre cruel. ¡Oh cuanto tiempo

  en ayunas pasé, sin que mi boca

  Gustase algún sabor Frijoles Negros

  vuestro sublime olor solo podría

  Tornarme el apetito que ensañada

  Me robó del amor la mano impía.

               P. B. T.

    Nocturno 

   Así mi juventud, día tras día,

   cual mi estómago, triste languidece,

   sin gozar de la plácida ambrosía

   que el mundo hermoso en el comer ofrece.

                L. M. C.

 De En días de esclavitud a En días de hambre; del espíritu undoso del Niágara a la sazón cautivadora de los frijoles negros; del hambre de "patria" a la "patria del hambre ". Curioso que "el mundo" (es decir, el resto del mundo) sea el único espacio posible (el del destierro y el exilio) donde podamos aplacar el hambre.

 En cuanto al estado sanitario de la ciudad, no hay más que leer algunos momentos del artículo que con ese titular publicó La Caricatura el 18 de mayo de 1889:

  EL ESTADO SANITARIO
 "Hay sol, hay vida, hay salud. Nuestro carácter  se  mantiene  firme  y  enérgico sin  que  le domeñen los contratiempos, el malestar reinante  en la  plaza, la falta de recursos...

 Y esto es lo principal, esto es lo que salva al hombre de perder su dignidad y lo que le permite resistir con brío y entereza cuantas vicisitudes sobrevengan y cuantos desastres ocurran.

 En cuanto a que la vida actual es un tanto azarosa, que escasea el trabajo y que se recompensa mal, no es posible negarlo; pero ¡qué diantre! No todas las épocas han de ser iguales, no siempre ha de reinar la abundancia que acarrea el despilfarro, ni constantemente nos ha de halagar la fortuna. Tras de un tiempo malo viene otro peor, mejor quise decir. En la variación está el gusto, y el que no se consuela es por que no quiere. Por lo que hace a la salud pública, es inmejorable. No nos azota ninguna epidemia.

 Se ven aquí y allá rostros pálidos, demacrados, hombres enclenques, mujeres desfallecidas; pero estas son excepciones, gentes delicadas que se enferman si dejan de comer un día y otro también". 

 Es el discurso panglossiano de que, pese a todo, vivimos en el mejor de los mundos posibles, o por lo menos, en el más parecido.  Volvemos a la ironía (rayando en el choteo, en la trompetilla) para afrontar la adversidad ("¿por qué habría de halagarnos siempre la fortuna?") que es lo único que ha hecho de nosotros tierra de excepción.  Sobre todo para las sequías, los huracanes, las hambrunas, las esperanzas fallidas. 

 La maldita circunstancia del agua por todas partes, los muros que rodean a la Isla, el límite que siempre imponen las orillas, el horizonte tentador, prohibido, saltan con impresionante fuerza desde el artículo en el que, de improviso, dos amigos conversan junto al mar, con tal proximidad a  nosotros como si no contaran los 110 años que nos separan:

 "-¿No nota usted como acude ahora aquí mucha gente? Pues es porque quieren familiarizarse con el mar, perderle el miedo por si acaso llega a apoderarse de ellos la desesperación, lanzarse con intrepidez y valentía a las revueltas o serenas olas y ahogarse los que no sepan nadar..."

 La Unión Constitucional en el artículo "Esas calles" del jueves 2 de febrero de 1893, comenta el estado higiénico de aquellas:

 "(...) Y la atmósfera que respira la ciudad está, con tal  motivo, envenenada  por las más pestilentes emanaciones.

 Charcos verdinegros de aguas estancadas se encuentran hasta en las vías usualmente más limpias de la población (...). "
 Con tal situación en la ciudad, la tuberculosis, por sólo citar un ejemplo paradigmático, llegó a ser una enfermedad bastante común.  De ahí que el periódico antes citado, al propagandizar un remedio contra dicho padecimiento, lo haga en los siguientes términos:

 Enfermedades del pecho y pulmonares

 "Estas enfermedades son tan conocidas que no requieren descripción. ¡Cuántos millares bajan a la tumba a causa de esa temible guadaña, la tisis, la cual siempre empieza por una ligera tos. Consérvese pura y saludable la sangre tomando a la semana varias dosis de píldoras de raíz indiana del Dr. Morse y todas las enfermedades se estrellarán".

 Se comprenderá entonces lo fácil que era hallar en la villa de  San Cristóbal, un lugar donde caerse muerto. Para concluir, veamos el acróstico publicado en la sección Sucesos el 18 de  enero de 1894 revela en forma concisa, la esencialidad criminal de La Caricatura:

 "Leamos la Caricatura"                  
             A mi amigo Don Ventura:

  Crimen en Guanabacoa

  Asesinato en Holguín:

  Reyerta en el Polvorín,

  Incendio en Tayabacoa,

  Colisión en Baracoa,

  Ahogados en la Bahía,

  Terremotos en Turquía,

  Un incendio en alta mar

  Rayos en Calabazar,

  Amenazas a una tía. 



 "La Habana: ¿se parece cada vez más a su Caricatura? "; texto e imágenes tomados de La Habana Elegante, Segunda época.



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