Jean-Pierre Brisset
Cerca de los once años, sorprendimos una rana
y con la maldad de un diablillo la aplastamos con una madera, apretando su
vientre; cuando la pobre bestia extendió de repente las piernas y los brazos,
nos golpeó la estupefacción. Nos agachamos para ver mejor: diríamos que era una
persona … y nos alejamos sorprendidos, pensativos y arrepentidos por nuestra
barbarie, porque diga lo que se diga, ningún animal desde talón al cuello posee
una gracia corporal que se acerque tanto a la del cuerpo humano.
Un día que observábamos a estas hermosas
pequeñas bestias, repitiendo este grito: coac, una de ellas nos
respondió, con los ojos interrogadores y brillantes, por dos o tres veces: coac.
Nos era claro lo que decía: coac, ¿que dices? Otro día vimos un macho,
quien en vano intentó acoplarse tres veces, dar la espalda completamente, con
un marcado despecho, a la pequeña y demasiado inquieta hembra.
En tanto la rana sólo fue rana, su lenguaje no se desarrolló
considerablemente, sino tan pronto cuando los sexos comenzaron a anunciarse,
sensaciones extrañas e imperiosas obligaron el animal a gritar por ayuda y
socorro porque él mismo no podía satisfacerse, ni amortizar el fuego que le
consumía. Esta es razón por la que la rana no tiene mucha influencia. Al igual
que el hombre, la rana es un poco matutina, pero a estos queridos pequeños
seres les gustan las tardes cantantes. Está de día y de noche, pero a la mañana
se queda en su cama, el limo de la tierra. Se vuelve prontamente familiar y
entonces gusta de la vecindad con los hombres, hasta el punto de darles placer
el estar fuera del agua, tan cerca del hombre que observa con una
tranquilizadora inmovilidad.
En la
época de amores, las ranas se reúnen en grupo, con cantos sin fin ni
interrupción, aunque entrecortados por silencios: coaque, coèque,
coéque. El diccionario Larousse le atribuye los gritos: Brekekex,
coax y ololo. Au l’eau lo es igual a Là à l’eau. Au
lolo es un llamado infantil para beber la leche y el agua es la primera
leche. Los amancebamientos se hacen por varios días, porque aunque no tengan
sexo, estos pequeños animales se ponen uno sobre el otro para desovar en el
agua donde eclosionarán los renacuajos. En esta época, el macho hacer oír
vigorosamente su grito: Que hay haya, que-rere hay altura, corazón
hay altura, donde se puede ver el origen de creo, del verbo crear.
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